jueves, 5 de noviembre de 2015

Lo dulce y lo tierno es lo primero

María Elena

Duerme todo acurrucado con los ojos bien cerrados , ensimismado en su propio cuerpo como ha estado durante nueve meses. Su fragilidad inspira las más instintivas sensaciones de protección y cuidado combinadas con la majestuosidad del milagro de la creación.
Un abrir de ojos lo conecta con su nuevo mundo circundante de nuevos olores, colores, sabores, sonidos y sensaciones. La cercanía del calor humano le evoca su antiguo hogar húmedo y siempre cálido como los brazos y el pecho de aquellos que ahora lo abrigan con ternura. Es difícil describir todas las sensaciones que generan en esos encuentros, pero seguro que la emoción del amor, que emerge en el contexto de una relación segura, abarca su grandeza
Evoco esta sensación que viví cuatro veces en mi multípara maternidad pero que reaparece periódicamente cada vez que los encuentro, los observo y me dejo sorprender por ellos.
Ellos que todos fuimos, ellos que siempre vendrán , ellos que son la maravilla de la vida.

¡Lo dulce y lo tierno tiene olor a bebé!


INTENSAMENTE  3:1

Hace unas semanas fui al cine a ver la película "Intensamente" ("Inside out" en su título 
original). Me sorprendió que el cine estuviera poco concurrido, solo unas 20 personas, casi fue 
una función privada. La película de Disney-Pixar se aventura en la mente de una niña que se 
enfrenta a toda una nueva vida cuando su padre por razones de trabajo se traslada con toda su 
familia a otra ciudad. De tantas emociones que experimentamos los seres humanos, los 
productores de la película seleccionaron a solo cinco de ellas para crear el guión. La niña Riley, 
en su cambio repentino de ambiente, es guiada por esas cinco emociones: Alegría, Temor, 
Furia, Desagrado y Tristeza, representadas por simpáticos personajes, que la aconsejan día a 
día. Cada pensamiento de Riley tienen una manera diferente de explicar cómo funciona nuestra 
mente y porqué ocurren ciertas cosas. 
Al final Tristeza juega un papel importante y hasta salvador. Por un momento mis emociones 
me jugaron una mala pasada y sentí "desagrado" por ese papel protagónico que tomaba 
Tristeza en la película. Pero inmediatamente  recapacité  y entendí que debemos crecer 
aceptando las alegrías pero también las tristezas, miedos, rabias y desagrados. Recordé todas 
las enseñanzas de la Dra. Bárbara Fredrikson, la investigadora que más ha dedicado tiempo al 
estudio de las emociones.  Ella reconoce que la negatividad siempre va a existir, y que en 
cantidad "apropiada" es hasta necesaria. No podemos desterrar completamente las emociones 
negativas de nuestras vidas, es imposible, y  propone  entonces algo más sensato, incrementar 
el número de experiencias positivas en una proporción de 3 a 1 para equilibrarnos. O sea, por 
cada emoción negativa que experimentemos, debemos vivir 3 emociones positivas, y  si somos 
casados  ¡entonces deben ser 5! 
Esa noche regresé a casa, pero mi mente continuaba viajando por los diferentes parajes de la 
película. A la velocidad de la luz comencé a navegar por la Internet de mi cerebro, pase por el 
libro "Vida Positiva" y repasé lo de la proporción 3 a 1.  Una fuerza me sacó de mi órbita, 
atraído por el campo magnético de la Universidad Metropolitana. Mi memoria a largo plazo 
comenzó a rememorar el Diplomado de Psicología Positiva, pero no cualquier diplomado, 
buscaba "la cohorte favorita" y la ubiqué. 
Entonces me pregunté: ¿sería esa la razón por la cual la profesora Garassini en el diplomado de 
Psicología Positiva conforma su staff de profesores de manera de tener tres bellas emociones 
lista para lograr ese equilibrio?  
Asistíamos a  la clase con el único profesor, excelente y muy competente, pero luego teníamos  al 
ramillete de María Elena, Pura y Victoria, ¡nos sentíamos más que compensados! 

¡Pero los casados necesitamos cinco emociones! No hay problema, la previsiva María Elena 
nos tenía ya listas las otras dos, a las bellas Josefina y María Enriqueta! 

Con tantas emociones positivas, ¿como no extrañar la cohorte favorita? 

Lionel Alvarez Ibarra 
Noviembre 2015 

lunes, 2 de noviembre de 2015

Vigo en tres tiempos

He llegado a Vigo, tarde en la noche. Era solo una pernocta en un lugar extraño.

Salí a caminar por los alrededores en busca de algo de comida. Sin hambre pero con la convicción que no tendría otra opción mas adelante y que, no hay nada peor que no tener nada que comer para pasar la ansiedad.

Un modesto bar con sus visitantes habituales, me ofrecía pizza y cerveza. Ya casi cerraba.

Al regresar a la habitación, el sueño se negaba a acompañar a mi cansancio. Vigilia y cansancio pretendían permanecer firmes a lo largo de toda la jornada nocturna. En un intento de engaño a ambos, saque mi cámara del estuche y a pesar de la poca luz, decidí tomar unas cuantas fotos.

A pesar de una vista taciturna, dispare varías veces mi cámara hasta que una imagen incompleta de un letrero de “Hotel” se coló en mi lente. Realmente capté la palabra “Hot” y no hotel como puedo notar cada vez que veo la imagen. Sin embargo, mi cansancio no me permitía ver la misma como algo diferente a una cama donde plantar mi cuerpo cansado.

Un par de años después “vuelvo” al sitio a través de mis recuerdos y de una voz omnipresente que me relata lo que allí sucedió. En otro plano.

Una voz invisible me habla de una mujer blanca, pálida quizás, semidesnuda y expectante. Puedo ver su figura envuelta en una cortina de tul blanca. Ella despedía al amante tras un momento de sexo casual. Dos vasos con escoces y una conchita de limón reposan sobre la mesa de noche. Bebidas ya aguadas por el pasar de los minutos. Aguas de marzo de fondo.

Veo con claridad a la mujer de Vigo y tal vez, ella puede verme también. Yo aquí en mi estudio. Ella allá en su habitación en Vigo. Sin embargo, no es ella quién me perturba. Es a voz silente que organiza aquella imagen y desorganiza mi noche.

La voz sin cuerpo que llena el espacio, que seduce con sus palabras. La voz que supera a su creación y que logra que la misma pase a un segundo plano.

Somos tres en la habitación en tres tiempos diferentes . No puedo dejar de acudir a Vigo y apartar la mirada a la voz omnipresente. 

Cesar Yacsirk

Lo dulce o la historia de una canción

Lo dulce
(La historia de una canción, en Navidad)

Hace mucho tiempo, caminaba un niño por las areniscas carreteras de Belén. Él tenía un tamborcito que le había fabricado su abuelo con unos hierros de carretas y un cuero de una oveja que estando enferma, se sacrificó. Solía caminar arrastrando el polvo, lo golpeaba con sus piecitos humildes y a cada tanto, brincaba de entre los remolinos que causaba. Todo era árido, hacía tiempo que no llovía; de hecho, hacía tanto calor,  que el cuero del pequeño tambor se estiraba y sonaba un poco mejor.

Observó esa mañana temprano que mucha gente corría de un lado a otro, murmuraban, bailaban, sin saber que años más tarde se convertiría en sangre pintada en las paredes, como anunciando el final de la inocencia. Pero ese día no. Ese día era de paz. El niño se llamaba Ben, que significa hijo, en hebreo. Pero él se llamaba solo Ben , ya que no se sabía de quien era hijo. No tenía muchos amigos, solo su tambor y un pequeño zurrón donde guardaba pequeños objetos de gran valor como piedras, semillas, y hojas secas, mezcladas con el polvo del camino. Dentro del zurrón solía esconderse una pequeña abeja de quién había de aprendido el significado de la amistad. La abeja venía todos los días, y lo había hecho así, por mucho tiempo.

Ese día, caminó. Lo hizo sin rumbo fijo, no como siempre ya que en especial este, caminó más distraído que de costumbre. De vez en cuando reconocía unos zumbidos del zurrón y sabía que la abeja le hablaba, y él respondía. Respondía como cualquier cosa, como para que no se sintiera que no la tomaba en cuenta. En un momento de la marcha, se paró frente a un grupo de gente. Se arrimó a los primeros pies y se fue escabullendo entre ellos hasta llegar a los primeros y poder ver a una casa que tenía un brillo especial. Había un niñito en un pesebre y la gente lo admiraba. El ruido en el zurrón estaba más agitado de lo habitual por lo que lo abrió y dejó salí a la abeja, la que voló cerca del niño. Ben no se preocupaba por ella, sabía que era responsable y que no le iban a hacer daño. (Y mucho menos de ella al niño)

En ese momento se colocó de frente con su pequeño tambor y tocó. Con los años, han comentado algunos ángeles que sonó como fantástico; todos callaron y escucharon el sonido prodigioso, venido de la piel seca de la oveja, del metal y del zumbar de la abeja. Al terminar de tocar, el niño quedó en silencio. Los pastores todos quedaron en silencio, todo estaba como congelado. Solo los ojos del niño santo buscaban cual había sido el origen del sonido, hasta que lo encontró y el niño santo le sonrió. Ben supo que le había dado su mejor regalo y que el niño se lo había agradecido. La abeja de Ben regresó a su colmena y le contó al resto, sobre la canción que le tocaron al niño Dios. Las abejas todas, como continuación del canto, llevaron polen y libaron miel, hasta que esta comenzó a caer en cascadas por las calles empolvadas, por los ríos, por los aires. Hacía tanto calor que la miel se volvió espuma blanca, espuma dulce de la miel. Ese día, los habitantes todos, viendo las calles cubiertas de blanco, recordaron  la nieve que alguien alguna vez contó que existe, y a las historias de Noé con el maná del cielo.

Ese día lindo, hasta el niño Dios conoció lo dulce que puede ser un regalo que se da desde el corazón.

Alberto

(Les entrego la letra de la canción y ahora quizá le encuentren sentido…)
El pequeño tamborilero
Autor desconocido


El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver a su Rey.
Le traen regalos en su humilde zurrón,
ropopopom, ropopopom.
Ha nacido en el portal de Belén
el Niño Dios

Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, Señor.
Mas Tú ya sabes que soy pobre también,
y no poseo más que un viejo tambor,
ropopopom, ropopopom.
En tu honor, frente al portal tocaré
con mi tambor.

El camino que lleva a Belén
lo voy marcando con mi viejo tambor:
nada mejor hay que te pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor,
ropopopom, poroponponpon.
Cuando Dios me vio tocando ante Él,
me sonrió.