jueves, 17 de marzo de 2016

El monólogo de la barriga

Ya están estos, otra vez, diciendo que,  ¡soy rebelde!. Y no sé en qué se basan para decirlo, solo que ando por mi cuenta como “barriga al viento”. Y no solo me lo dicen, sino que además ¡me interpelan en público…! Mis pobres células adiposas se estremecen. (Y se estremecen al caminar también, pues la grasa es rebelde). Fíjate, que a lo mejor, la rebeldía tenga que ver con que la grasa se controla a si misma (o no se controla). –“Una barriga feliz, es una barriga gorda y contenta”, dicen las consejas populares.  Es por eso que antes, les decían a los niños gorditos que estaban “sanotes”. La gordura siempre ha tenido que ver con la barriga.

¿Y que tienen las barrigas rebeldes?, me pregunto ahora. Pues creo que existe una conexión directa entre el cerebro y la barriga. Antes se decía que entre el cerebro y el corazón, pero ahora estoy convencido que esa conexión pasa por mí (barriga) primero y luego pasa por el corazón. ¿No han escuchado que el amor entra por el estómago? “¿Corazón contento?”, dicen algunos… pero es la barrigita. Fíjense la cantidad de dichos populares que hay en relación a la barriga con el amor, la pasión, la paciencia, etc. “Barriga llena, corazón contento”. Si el fin justifica los medios, para que haya un corazón contento, debe existir una barriga rebelde, o al menos llena.

Y como no va a estar contento el corazón si existen las empanadas fritas de carne “esmechada”, o las arepas reina pepiada, o los pastichos, cremas, atoles, parrillas, y pare de contar. Como no ser rebelde con tato que comer. ¿Tú crees que me voy a conformar con un pollito con vegetales? Uhmm… no creo, es por eso en que en esta conexión con el cerebro, por el corazón, yo haya aprendido a hacer postres. Porque los postres son la cima de la rebeldía estomacal. Papelón, azúcar, cremas pasteleras, fresas en crema, profiteroles, pies, enrollados, marquesas de cremas y pare de contar. (Me faltaron los golfeados).

¿Rebelde yo?. Diría más bien feliz. Además, le ayudo a  contener el espacio a las tripas, hígado, páncreas, vejiga y hasta parte de los pulmones. El temazo es, como dije al principio que la grasa es independiente de mí caminar. Yo voy para allá y la grasa va para acá. Es una danza fantástica, que nos ayuda a controlar el equilibrio y el balanceo. Pero es una danza que no está en control, es medio autónoma. Sirve para que la mujer amada se recueste y nos diga: “…guaooo como te suenan las tripas, ¿qué comiste hoy?”, que aunque no es muy romántico nos ayuda a conectarnos uno con la otra. El temazo en la relación de parejas es cuando se me antoja comer caraotas negras. Yo sé que no las digiero bien, igual me las como. Espero que los gases no sean causal de divorcio.

¿Qué ejercicios hago?, pues caminar, digerir, flatular, desflatular, reirme (los panzones somos felices además de rebeldes), pero no es suficiente para caber en la talla 34 de antes. Estar en 36 me hace tener muchos problemas, sobre todo porque ahora me aprieta y lo que le sigue es la 38. Todos mis pantalones son 34 y los he estado regalando, pero en esta época de hiperinflación no me queda sino adelgazar. Debo re encontrarme con los ejercicios de abdomen, las caminatas, las máquinas y la comida saludable. Debo volver al 34.

 ¡Qué ladilla rebajar!. No me gusta, soy feliz comiendo de todo, pero el colesterol y los triglicéridos me dicen otra cosa.
¿De qué me ha servido ser rebelde?.  No para mucho, aunque he sido feliz; una panza rebelde y feliz.
Al menos, desde el estómago, (el verdadero cerebro), le voy a enviar órdenes a la cabeza, vía corazón, para que establezca lo necesario para perder grasita. Igual me voy a seguir queriendo, así no tenga donde apoyar mis brazos cuando estoy sentado conversando, cual almohadita.


Alberto

Imagen: Tomada de menuvenezuela.com 

martes, 15 de marzo de 2016

EL EJERCICIO ES UNA NECESIDAD

Por: Martín Fernández

El ejercicio siempre ha estado en mí, bien sea obligado en las clases de Educación Física o por recreación. En mi etapa de niñez y juventud me la pasaba en el Club Canaria de Macuto practicando cualquier iniciativa tomada por la Junta Directiva de turno, como: natación, futbol, futbolito, voleibol, lucha canaria y taekwondo; pero lo mejor eran las caimaneras de futbolito, sin árbitro ni persona que dirigiera, ni la presencia de algún adulto, solo jugábamos para divertirnos hasta más no poder, hasta quedar con la lengua afuera, sin importar que a la mañana siguiente no se pudiera caminar por el dolor muscular de las piernas.

Al pasar el tiempo comencé a trabajar y tener familia (una etapa maravillosa), pero sacrifiqué mi salud corporal. Al avanzar en edad, el sedentarismo me trajo como consecuencias: dolores de espalda (específicamente lumbalgia), colesterol bueno bajo, sobrepeso, musculatura flácida, etc. Esto me condujo a volver a hacer ejercicio “obligado”,  mejor dicho, por necesidad. Hoy en día entiendo y hago entender a mi círculo de amigos y familiares que los ejercicios son parte de mi agenda diaria.

El ejercicio que encontré y me llena de felicidad es la natación. Pertenezco al grupo Master del Loyola, practicando con gente muy agradable y nos animamos unos a otros. Tenemos un entrenador que nos prepara todos los días programas de ejercicios y nos corrige en los estilos: espalda, mariposa, crol y pecho. Y hay compañeros que han sido grandes deportistas de esta disciplina que siempre ayudan para mejorar con sus consejos. Es una comunidad fabulosa.

El primer día que inicié esta práctica (hace 3 años), solo podía nadar hasta 600 metros (en una hora y media) y quedaba realmente exhausto, muy adolorido. Poco a poco fui mejorando las condiciones físicas y la técnica. Actualmente nado entre 2.500 a 3.000 metros y participo en competencias.

He aprendido que se puede lograr cualquier meta (siempre que sea racional), solo se necesita paciencia, constancia, motivación, optimismo y escuchar al cuerpo (es quien nos dice “ya basta por hoy si quieres volver mañana a hacer ejercicios, además, no vas a las olimpíadas”).

No es difícil hacer ejercicio, solo hay que tener determinación y convencerse que es necesario para la salud física y emocional. En nuestra mente existe el “gusano de la deserción” y hay que vencerlo. Sin pensarlo mucho hay que salir a ejercitarse. Ayuda mucho conocer las fortalezas personales porque sirven de apoyo, por ejemplo, quien tenga “el aprecio a la belleza” debe buscar un lugar de belleza natural (Parque del Este o el Ávila), quien es “sociable”  trate de anotarse con un grupo (por ejemplo, en Los Palos Grandes se reúnen para trotar juntos o andar en bicicleta). Y por último, avancen poco a poco, no hay que forzar el cuerpo y disfruten.


FIN  








Para E.F.




Me gustas. Me gustas mucho.
Eres versátil. Podemos encontrarnos en cualquier lugar y puedo experimentar tus distintas facetas para quedarme con las que me brindan mayor placer.

Me gustas. Me gustas mucho.
Cuando me dedico a ti, no pienso en nadie más ni en nada más. Solo estoy ahí, dejándome llevar por el desafío del momento. Y me esfuerzo, con la certeza de que quedaré satisfecha.

Me gustas. Me gustas mucho.
Aquietas tormentas, despejas mi mente de nubes, para penetrar  mi cuerpo con la vida del sol.
Si me alejo de ti, te extraño, te deseo, siento sed.

Me gustas. Me gustas mucho.
Después de nuestros encuentros me siento serena, fresca, libre, capaz, hábil, fuerte, poderosa, creadora.

Me gustas. Me gustas mucho.
Debo frecuentarte más.

Una buena adicción

Mi cuerpo me pide el ejercicio físico como el alimento o el descanso.  Lo necesito al menos tres veces por semana. Si hago menos de eso ya me siento mal. Y no me refiero a mal psicológicamente, sino físicamente; como oxidado, pesado, intoxicado.

Incluso cuando viajo a dictar talleres fuera de Caracas suelo irme a trotar justo al terminar. Mucho mejor cuando me quedo en un Hotel con Gimnasio.

Pero incluso cuando viajo fuera también lo hago. Hace poco estuve fuera del País y estuve en tres destinos diferentes. En el primero había una temperatura alrededor de 15 grados, pero tuve la suerte de que estaba en un Conjunto que tenía Gimnasio y pude ir a diario. En el tercer destino la temperatura estaba similar. No tenía Gimnasio, pero estaba cerca de unas extraordinarias Caminerías en un Paisaje de playa, que aunque en Invierno era agradable. Allí también puede ir casi cada día. Pero en el segundo destino había temperaturas de cinco grados y un clima lluvioso, amaneciendo alrededor de las 9.00 am. Daban flojera esos días así, pero llegado el cuarto día ya no aguante más y me fui temprano al parque a trotar. Estaba tan frío y húmedo que no sudé ni una gota y mi aliento humeaba.

Me he hecho un poco adicto al ejercicio y para que me haga efecto cada vez necesito dosis mas fuertes. Para mi no solo es una medicina, sino también un ritual. Cuando quiero cambiar mi “mentalidad” porque requiero una disposición especial, entonces me voy a hacer un poco de ejercicios primero. Luego una buena ducha, un té y a trabajar!

****


Estuve a punto de dejarlo en un momento dado. Fue cuando pasaba por un momento muy dificil de mi vida; al hacer ejercicios no hacia sino pensar mas en mi situacion. En lugar de sentirme bien me sentia peor que antes de hacerlo. 


Por mis lecturas de esa epoca pude darme cuenta que era muy dado a la rumiacion y que en medio de dificultades habia exacerbado ese habito. Una forma de contratacar esta actividad cerebral, segun investigue,  es ejercitando la contraria; es decir, dedicando la atencion exclusivamente al entorno. Esto lo llame "paseo sensorial". Entonces a partir de aquel momento me propuse combinar el ejercicio fisico con este otro mental. 

Víctor Calzadilla

El trabajón… la satisfacción

El trabajón… la satisfacción

Sudor, calor, descanso, digestion se regularizan con un trabajón…
La historia de ella nos da una lección

Ella ha escuchado que la otra lo ha logrado
Pero ella no acierta aun con mucho calculado

Todo inicio de semana es un gran ocasión
Pero ella abandona sin la culminación

Muchas disciplinas ella ha probado
He incluso muchas le han gustado

Acumula inicios y logros con pasión
Pero el saboteo es el gran campeón

Logra hasta convertirlo en un postgrado
Porque hace tareas según lo acordado

Un escrito le ofrece la gran ocasión
Para decir ahora que es su satisfacción

¿Pero cómo lo has logrado?
Le dice la otra ante lo enviado

Muchas luces prendidas en un salón
Te voy a explicar y ¡pon atención!

Cuando algo te duele y te han castigo
Evitas aquello como a un rabipelado

Comencé en un parque con algo sencillón
Y allí me encontré con la inspiración

Viejos y jóvenes, gordos y flacos autoretados
Todos se veian al inicio maltratados

Levantarse cansado al inicio fue una procesión
Que se convirtió en beneficios como un maratón

La aparición de un compañero fue la bendición
Para no  dar rienda otra vez a la procastinación

Sudor, calor, descanso, digestion, se regularizan con un trabajón…

Pero lo mejor y el motor es la satisfacción

María Elena Garassini
15 de Marzo de 2016

Domina tu peso

¡Alto!
A penas pude escucharlo. El gorro me tapa las orejas. En el nuevo horario solo estamos mi esposo y yo, hay dos entrenadores nuevos que, a su vez, están entrenando. Me siento de lujo porque tengo mi propio entrenador personalizado. Me doy cuenta de que esto también ha incrementado mi compromiso, respeto su tiempo y su trabajo.

Vamos a corregir la técnica. Hay unos detalles en la brazada y en la patada. Usa esto, lo pones entre las piernas, presionas y pateas. Mantén la cadera arriba. Domina tu peso.

Me dijo.

Respiré profundo, visualicé la instrucción, me conecté con su frase. ¿Sabrá mi entrenador la poderosa frase que me dijo? Domina tu peso. Hago el llamado de atención en mi mente. Mente, domina a este cuerpo, SER domina tu mente. Fluye. A nadar.

Hace un tiempo descubrí que me gusta correr. Cuando corro soy muy libre. Me gusta andar a mi ritmo, liberar pensamientos, sentir el sol de la mañana, la brisa, incluso cuando empiezo a correr y de pronto cae aquel palo de agua me siento feliz porque me es como si fuera niña de nuevo. Me gusta correr al aire libre, ver el verde, oler la naturaleza, respirar. Me gustan las carreras, cada vez que voy a una carrera me conecto con una maravillosa energía colectiva que se ha convertido en una rareza en estos tiempos.

Una vez corrí 21 km en Caracas. Fui muy feliz. Me superé a mi misma, me di cuenta de lo que era capaz, aprendí mucho de mi ese día, observé, reflexioné, medité. Crecí. Cuando crucé la meta una parte de mi ya no era la misma. Fue una experiencia transformadora.
Ahora soy mamá. Cada vez me cuesta más encontrar un tiempo para correr así que, mientras encuentro ese espacio para correr, lo intento con la natación.

Empecé a nadar en el embarazo. Hay algo simbólico en eso porque empecé con la natación justo cuando hice la pausa en correr. Como con todas mis actividades físicas no soy tan constante como me gustaría, pero ahí voy.

Con la natación me he redescubierto. Con cada sesión aprendo algo de mi cuerpo pero también ha significado un espacio para la meditación y la atención plena. Despejo mi mente.

Respiro.

Cuento 1, 2, 3, 4, respiro. Pateo, siento el agua entre mis piernas, me traslado. Deslizo la mano dentro del agua. Avanzo.  

Una hora más tarde no sudo pero siento el efecto del ejercicio en mi cuerpo. Tomo una ducha rápida, salgo relajada y feliz.


Nayari Rossi Romero.-

15/03/2016

lunes, 14 de marzo de 2016







EL EJERCICIO FISICO

Hace ya varios años que inicié mis ejercicios físicos caminando todas las mañanas por los alrededores de mi casa.  Se trata de unos 3 Kilómetros aproximadamente que recorría en principio acompañado de un amigo. Un día nos pusimos de acuerdo para observar los comportamientos de las personas que encontrábamos a nuestro paso.
Nos llamó la atención un vecino que parecía sacar a pasear diariamente su careta de amargura por el vecindario. Cuando lo saludamos, bajó la mirada y refunfuñó una especie de gruñido. Otros ivan concentrados con sus audífonos. Una me dijo que caminaba con ellos porque no podía dejar de escuchar las noticias - Como si fueran tan buenas, pensé para mis adentros-
Pero la que más nos llamó la atención fue una señora joven, en sus vistosas lycras deportivas y elegantemente combinada, que sin interrumpir su trote rápido nos gritó: ¡Hola, Buenos días!, ¿mo están?
s adelante mi amigo me dijo: esa debe ser maracucha. ¿Porqué? -Le pregunté -
Bueno por la forma en que saluda, con esa alegría y entusiasmo.  A partir de ese momento comenzamos a llamarla, entre nosotros, "la maracucha". Allá viene "la maracucha" decíamos, cuando la veíamos aproximarse.
Le comenté a mi esposa -que no es celosa- pero no sé porque me da la impresión de que en esta ocasión algo sintió, y lo digo por la forma en que me preguntaba diariamente al regresar de mis caminatas: ¿Y hoy vieron a la maracucha?, menequeando su cabeza.

El ejercicio de observación lo realizamos una sola vez, pero fue muy fructífero en enseñanzas. Sentimos que la actitud con que asumamos el ejercicio físico es primordial para poder obtener todos sus beneficios, tanto corporales como psicológicos. Si ha sido una recomendación médica, no lo veamos cómo una obligación, hay que estar convencidos de que nos va a hacer bien, realizarlo con entusiasmo y siempre sonreídos. ¡Salgamos entonces con nuestro mejor semblante!
En segundo lugar,  no desaprovechemos la  oportunidad para reencontrarnos con la naturaleza.  ¡Dejemos esos audífonos en casa! Disfrutemos la brisa fresca que acaricia nuestros rostros, la luz de los primeros rayos del sol y el bullicio de las guacharacas. Admiremos el colorido de las trinitarias y las áureas alfombras con que tapizan el piso los araguaneyes. Asombrémonos de la cantidad de hojas y semillas que sueltan los Caobos y agradezcamos  que no los tenemos  sembrados al frente de nuestras casa.

En tercer lugar, cuando el ejercicio se hace acompañado de otras personas, es ocasión para socializar, construir amistades y cultivar relaciones positivas. Hay quienes no saludan, es verdad, pero fijémonos en la decenas de personas amables que si lo hacen. Por saludar nos hicimos amigos de Marlene y Francisco, Josefina y Eleazar, Eva María y Giovanni, excelentes personas con las cuales mantenemos una bella amistad, vecinos lejanos, pero ahora  muy cercanos en nuestros afectos.

Nota: Meses después me conseguí con "la maracucha" en un momento de descanso de su rutina de ejercicios. Aproveché para acercármele y revelarle como la  llamábamos y porque. Se rió mucho de nuestra ocurrencia, pero dijo estar muy orgullosa de ser valenciana. Desde ese momento, cada vez que me ve, en su trote rápido me grita a lo lejos: " ¡Hola maracucho!"

Lionel Alvarez Ibarra
Marzo 2016

Yo y el ejercicio

Sí, sé que es bueno para mi salud. Sí, sé que si lo hago será más fácil lograr la silueta que quiero. Sí, sé que se segregan endorfinas y que eso mejora el estado de ánimo. Todo eso lo sé. También sé que me dolerá todo al día siguiente, que me falta el aire y las ganas de vivir el día que lo hago, y también al día siguiente.  Y no, la verdad es que esa sensación que me da el chocolate y el acostarme en una tumbona frente al mar, no la he sentido con el ejercicio. Creo que quienes dicen sentirla se confabularon para hacernos creer que es así y hacernos sentir miserables al resto, cuando los que se sienten miserables son ellos...

Pero sí, sé que es bueno.  Y no haber logrado que se convierta en un hábito me frustra un poco. 

Pensar en los beneficios y sentirlos tan lejos, porque no importa cuánto hayas leído sobre la importancia de plantearse metas cortas y realistas para mantener la motivación, la verdad verdadera es que yo quiero ponerme mis zapatos de correr y mi ropita que le combina e instantáneamente salir a correr cada mañana con la misma naturalidad que me cepillo los dientes y sentirme como las protagonistas de las series y películas de Hollywood que hacen ver que salir a trotar cada mañana es tan fácil como pintarse los labios y luego ir al trabajo espléndidas, llenas de energía y listas para comerse al mundo. Y por supuesto, con un cuerpo de infarto (que no es lo mismo que sentir que te va a dar un infarto) y con el pelo impecable.

La verdad verdadera es que lo he intentado muchas veces, pero en este renglón de la vida la constancia me falla. 

Eso sí, en mis múltiples intentos siempre aprendo algo nuevo que me resulta útil para la vez siguiente. Por ejemplo, ya sé que no me gustan los gimnasios. Estar encerrada, escuchar una música que no he elegido y tener que estar pendiente de la combinación de la ropa, el bolso, los zapatos y el ganchito del pelo, no me convence. No tengo nada en contra de ellos ni de las tribus que allí conviven, pero ya hace tiempo que descubrí que no es para mí. Y no tengo absolutamente ningún remordimiento al respecto.

También sé que es algo que no me gusta hacer ni en pareja ni en grupo. No me motiva la competición ni me anima compartir ritmos y retos que considero personales. 

Con la ayuda de lo que aprendí en el Diplomado de Psicología Positiva, uso mi fortaleza del aprecio a la belleza a mi favor, tratando de conectarme y motivarme caminando al aire libre y descubriendo nuevos espacios. 

En mi teléfono cuento con una aplicación que me dice el tiempo y la distancia mientras escucho la música que me gusta (ese es otro hallazgo para mí: cuando se trata de ejercicio –como en muchas otras cosas de la vida- la música lo cambia todo).  

Aprendí también que debo levantarme, ponerme los zapatos y salir. Sin darle tiempo a las excusas.  Dejar todo listo, pero especialmente plantearme algo sencillo como caminar o correr, que no requiere demasiada parafernalia, para dejar a mi pereza sin argumentos.

Y en eso estoy. Hoy comencé otra vez. Al menos seguimos intentando.

Por razones erróneas o cuando las creencias van por otro lado

En las épocas de muchacho - hace poco pues- el entrenamiento físico era una forma de vengarse por parte del entrenador. Vengarse de todo aquel que desde su raza superior, no debía avanzar.

No hablo de un entrenador ario. Me refiero a un individuo más normal que corriente,  quien en sus años mozos había decidido estudiar las artes de la docencia en educación física. Este personaje extraído de las páginas de cualquier relato de tortura de la Alemania nazi, contaba con sus jugueticos de tortura.
Recuerdo una especie de mesa de comedor con gavetas que llamaban “plinto(*)”, cuyo objetivo era pasarle por arriba empleando un trampolín, cama elástica o cualquier recurso disponible. Nunca entendí cual era el objetivo. 

Quizá hacía falta una motivación. Un “cuento” que ambientara tal absurda proeza. Algo así como…”te viene persiguiendo un malandro y tu corriendo debes pasar sobre la mesa del comedor y huir del malhechor. También existía un aparato con dos barras paralelas sobre las cuales debía columpiarme. Todavía no se para que.

Esta especie de Freddy Kruger del ejercicio no le faltaban detractores. No solo por su estilacho y su figura que dejaba en entredicho sus habilidades gimnásticas, sino por el trato despectivo hacia el 90% de la clase que se estrellaba contra el gavetero.

Este selecto grupo de los buenos, es decir aquellos con condiciones deportivas, estaban los menos capacitados intelectualmente para la vida. Al igual que el entrenador, eran personajes con los cuales no contaba para estudiar. Era una lucha entre el intelecto y lo físico, solo envidiado en aquellos años de adolescente, por las chicas con las cuales salían a rumbear. Era algo así como formar parte de un equipo o de otro. Montescos y  Capuletos, Tirios y Troyanos, buenos y malos.

Desconozco si en la actualidad, la actividad en las escuelas es transmitida de una manera diferente. Si más que pasar una materia marginal (entendiendo por marginal, estando al margen), la actividad física es vendida como la posibilidad de generarse bienestar tanto en lo físico como en lo espiritual.

Si algún entrenador se ha ocupado en decir que tu actividad intelectual se verá fortalecida gracias a las endorfinas dopaminas y otras “inas”.

Si las habilidades para pasar un “plinto” te permitirián besar a la chica de tus sueños,  antes que su celoso padre se diera cuenta que tu estuviste.


César Yacsirk
Caracas 14, de marzo de 2016


(*)Aparato gimnástico de forma rectangular y alargada, compuesto por varios cajones de madera superpuestos, de los cuales el superior va recubierto de una almohadilla para apoyar las manos; se usa para realizar diferentes tipos de ejercicios y saltos.

Mi amigo el deporte


A lo largo de mi vida, la actividad deportiva ha sido un amigo fiel. En momentos ha sido muy cercano, en otros se ha alejado. Pero como amigo fiel, siempre regresa y me muestra su mejor rostro: el beneficio de mi salud.

En mi juventud inquieta siempre estuvo a mi lado. Gimnasia, bicicleta, patines y sobre todo  el Volleyball que me acompañó desde el bachillerato hasta toda la universidad, donde mi mejor experiencia fue pertenecer al equipo de la USB llevando con orgullo su uniforme distintivo: negro y amarillo. En esa época la actividad física era intensa; entrenaba tres veces a la semana con el equipo y otros tres días con ejercicios para desarrollar resistencia, agilidad y fuerza. Fue una época de amistad viva y de mucho conocimiento individual, el cual me ayudaron a forjar mi personalidad, carácter y autoestima.

Pasaron los años y mi amigo se fue transformando. Inicié mi vida profesional y el de mi propia familia; ya no era dueña de mi tiempo  y la amistad con el deporte se alejó un poco y cambió de energía.  Solo en dos horas a la semana nos veíamos para hacer los ejercicios aeróbicos de Jane Fonda y bailar al estilo de Jhon Travolta. Emocionada me compré mis mallas de colores, cintas en la cabeza y calentadores para estar con el uniforme adecuado. Fue un cambio drástico de ejercicios donde divirtiéndome mantenía mi amistad deportiva en movimiento y acorde con la dedicación que podía conservar.  

Y como la vida sigue girando cambiando las actividades, los gustos y experimentando nuevas sensaciones, mi amigo el deporte me llevó a pertenecer a un club con gimnasio.  Allí experimenté nuevos sabores deportivos: step, tae bo, streching y combate.  En esta nueva relación llevé mi cuerpo a movimientos diferentes donde sentí músculos que no conocía. Aparecieron nuevos ejercicios que me sorprendían y que con la música se hacían aún más interesantes. Fue una etapa de amistad novedosa y curiosa donde aprendí mucho a conocer y escuchar mi cuerpo.

Pasado el tiempo llegó la necesidad en mi vida de una mayor calma. Descubrí el pilate y me atrapó. Esa amistad de muchos años, donde la concentración y el disfrute del momento fue el capítulo cumbre, se convirtió en una serena amistad deportiva.

Pero la vida siguió girando y ahora en un nuevo país me encontré nuevamente con la necesidad de experimentar. En mi práctica diaria de caminar y explorar encontré TecFit. Es un sistema de ejercicios de electro-estimulación muscular donde entreno mi cuerpo con mayor intensidad. Ya llevo tres meses y la experiencia me ha encantado. Ahora mi amistad con el deporte es eléctrica, intensa y tecnológica.

Y así seguiré, caminando junto a mi amigo fiel, el deporte, que me da energía, salud y lo más importante que me acompaña a seguir viviendo con intensidad, curiosidad  y amor a mí misma.

Janet Jiménez
Bogotá, Marzo 2016


¿Cómo hacer las peticiones correctas?

¿Cómo hacer las peticiones correctas?
Ensayo publicado en http://facilitymanager.blogspot.com/
Disponible ahora en:  ver acá 

sábado, 12 de marzo de 2016

Gimnasia Emocional

GIMNASIA EMOCIONAL

Estoy inscrita en un gimnasio virtual
donde la mañana  empieza,
con mis ojos medio dormidos, medio despiertos,
clavados en el fulgurante amanecer del Ávila.

Me acuesto en su silueta  azul topacio,
a beber de su vino verde
 oxigenándome de punta a punta,
 y diviso en sus faldas a un Dios que mudo me habla.

Inspirando y espirando lenta y profundamente,
una oración va llenando  mi copa emocional,
del placer y la gratitud de saberme viva,
de mi conexión decretada con una vida armoniosa.

Gracias cielo, gracias cerro el Ávila,
por tender la manta de mi gimnasio emocional.
Cada pedacito de tu suelo es mi cielo.
Cada cascada lejana moja mi cara de tu aroma.

Aquí voy comiéndome el pan de centeno fresa.
Aquí el chocolate naranja enciende mi serotonina
y  un café canela desata lujuria en mis papilas.
Aquí el agua se descalza cristalina en mi boca loca.

Voy bailando el día juntando abrazos,
en amalgama de ilusiones que desatan alegría.
Que nadie tropiece mi alma de niña.
Que nada me nuble y me haga llover.

Soy gaviota libre, hoja que usa al viento de camino.
Soy vendaval de emociones cuando la tristeza agrieta.
Soy antorcha de trigo cuando el hambre aprieta,
descalza en mi, tu pies… para caminar a orillas del silencio…

GUDELIA CAVERO


 Foto tomada de: Ultimas Noticias