domingo, 21 de agosto de 2016

la Cocina como motivo

Torta de remolacha


Creo que fuimos un día de marzo de este año. Pase buscando a mi hermana y nos fuimos a casa de Alida  a escoger sus cuadros para una exposición colectiva. Mi hermana y otra señora son sus alumnas. 
Alida es una de las personas mas tiernas y gentiles que he conocido. Es abuela, y vive entre sus cuadros y sus proyectos. 
Llegamos como a media mañana y luego de escoger los cuadros, nos invitó a merendar. Preparó una torta de avena con zanahoria y frutos secos. Además, lo sirvió en una mesita que esta en el comedor que hoy es su estudio de pintura. Estaba impecable, con servilletas de algodón, platería, y los platos de arcilla artesanal vitrificada. Solo ver la mesa ya encantaba y podía observar el amor con que había preparado el encuentro. Ya el olor del café recién colado se dejaba sentir.

Eramos los tres, ella, mi hermana y yo. Trajo la torta entera y la cortó en la mesa. Al hacerlo desprendió un maravilloso aroma  dulce.

-¿Qué especias les pusiste?
-Eso lleva clavo solamente y un toque de vainilla.

El clavo es una especia oriunda de India e Indonesia que proviene de un árbol del mismo nombre. La especia viene del botón del clavo, que es la flor que aun no abre, como quién guarda un gran secreto. El clavo me recuerda mi infancia, mi crecimiento. Mi madre sin dudas la utilizó mucho. Sin embargo, es una especia fuerte, y como en todos los dulces, hay que manejarlas con precisión. La comida salada tiene menos problemas; los dulces son mas exactos.

Desde que probé el primer bocado de esa torta supe que la cocina y sus recetas son mucho mas que los ingredientes y los métodos. Lleva un componente mágico que es difícil de describir: el amor con que se cocina.
¿Cómo se hace para escribir en una receta, que temperatura había, si estaba contento o triste, si estaba esperanzado? La cocina comienza mucho antes de escoger los ingredientes en los mercados, comienza con las motivaciones, con las emociones que generan acciones, con el amor que sintamos o queramos transmitir. Los escritores deberíamos enfocarnos a descubrir tales misterios.

Yo tengo su receta pegada en un corcho en cocina. Es una hoja blanca doblada en dos, escrita a mano, y en cuya parte superior y al lado del título, es que haya dibujado ella misma, un par de zanahorias frescas.

Anoche no tenia zanahorias frescas, solo un par de remolachas. Pensé de inmediato en la zanahoria, en el clavo, en la vainilla y en las nueces picadas, y entonces, para variar, y en base a que ambas hortalizas son muy dulces, decidí probar.

La diferencia.
Pasé por agua caliente las remolachas, luego las ralle. No tenia ni azúcar, ni harina, por lo que decidí usar avena, que lleva la receta original, y maizina. A dos remolachas ralladas, le agregué una taza de avena, media de maizina, dos huevos, pizca de sal, media cucharadita de vainilla y media de clavos de olor, dos huevos y para aumentar un poco el dulzor, le agregué media taza de pasitas licuadas en poco de agua.Se mezcla todo a mano y se lleva al horno por 40 minutos a 350 grados. 

La experiencia nunca es la misma. No tengo ese mantel, ni los cuencos, ni el café recién molido para acompañar la torta, ni los ingredientes que son, pero me queda la vivencia. Y eso es la cocina, cuando es un acto de amor hacia uno y hacia otros, es lo que nos queda, nos quedan los gestos, las miradas, los momentos, los instantes.

Como quisiera agregar a la receta, los ingredientes que le faltan, la emoción, la entrega, la amistad, la esperanza,el amor por cocinar a otros, 
Tomado de https://cocinardepie.blogspot.com