jueves, 22 de diciembre de 2016

un mensaje de navidad

Deseo de navidad 2016

Uno de los estudios más importantes e impactantes que he realizado en mi vida, sin lugar a dudas, ha sido la “Ontología del Lenguaje”. Se trata de la capacidad que tiene la palabra y el lenguaje sobre nuestras acciones para transformarnos, y de allí, poder ayudar a otros ya sea desde el coaching o desde la promoción del bienestar. Ayudar, se convierte en un ciclo virtuoso que nos acerca a la expansión de nuestro ser, del bienestar y de la plenitud.

Ahora pienso mucho antes de hablar, pues conozco el poder que tienen las palabra, ya sea a través de una afirmación, una declaración, un juicio o una promesa. Es más, a veces, sé que tengo solo tres o cuatro segundos para decir las palabras correctas en un abrazo, o en un saludo, y debo escoger las cuatro o cinco palabras juntas que puedan hacer que nazca el perdón, poder agradecer, poder afirmar o hacer un juicio responsable.

También he aprendido a escuchar y el poder del silencio. Creo que es de lo más difícil que hay, pues en ese proceso de escucha, tenemos que despojarnos de nuestros apuros y darle un descansito al ego. Desde la conciencia plena, y la presencia centrada en el otro, es que he aprendido a escuchar, a conmoverme, a compadecer al otro, a colocarme en su puesto y comprender lo que siente. Ayudar a otros, es el más maravilloso ejercicio de bienestar que podamos experimentar, ya que nos ubica, nos apacigua, nos centra, y nos hace mucho más solidarios con la realidad del entorno, y aunque no lo creamos, lo hace con nosotros mismos, en el respeto y el amor propio.

No siempre tenemos el poder de cambiar las cosas. Pero cuando ese juicio aparece, pienso en aquella película del mayordomo afro descendiente que llegó a ser confidente de ocho presidentes de los Estados Unidos. Es una película de Lee Daniels protagonizada por Forest Whitaker, quien hace el papel del criado. En sus diálogos seguro, ambos se dieron cuenta de su propio ser, de sus posibilidades y de su “darse cuenta”, sobre todo en la época de la segregación de colores de la piel. Años después, un candidato afrodescendiente, llegó a ser presidente de los Estados Unidos de América.

Para ser consistente con lo que he narrado, trataré de escoger las pocas palabras que le puedan dar sentido a las fiestas, a lo que siento, y a lo que quisiera mostrarte que ayuda a darte cuenta,

“Abrazar a otro desde el corazón, no solo nos acerca al otro desde el reconocimiento como persona, sino que expande nuestras capacidades de amar y ser amado, la más poderosa fortaleza que tenemos. Aprovecha el abrazo en navidad, y desea desde tu corazón, ser mejor persona cada día, deseándole al otro lo mismo… y hazte cargo de eso.”

Alberto Lindner
Dic, 2016

PD: Imagen gratuita en Google images

miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿Será que tengo FE?


Cuando tengo que escribir sobre algún tema y me cuesta arrancar, sigo el consejo de la maestra Ángela, es decir, busco su definición. Navegando por internet me conseguí con la siguiente:

La palabra fe deriva del término latino fides y permite nombrar a aquello en lo que cree una persona o una comunidad. También hace referencia a una sensación de certeza y al concepto positivo que se tiene de un individuo o de alguna cosa.

Entonces empiezo a pensar todas las veces que he escuchado decir: Yo le tengo fe a…

Dedico entonces mi escrito a todo aquello a lo que le tengo FE:

Le tengo FE a la cura que el tiempo otorga… hasta lo más dramático tiene otro mirada si lo vemos a la distancia.

Le tengo FE a los maestros , nuestros profes de la escuela, nuestros padres, nuestros mentores.

Le tengo FE al Amar y ser amado, a cuidarse, tener detalles, entender las diferencias y acompañar los cambios.

Le tengo FE a la capacidad del ser humano, el ser humano que crea, que resuelve, que se complementa, que se adapta.

Le tengo FE a los avances de la Ciencia y la Tecnología que nos han permitido tener una mejor calidad de vida.

Le tengo FE a la naturaleza que nos da de comer, nos permite respirar y le da estética a nuestra vida.

También día a día le tengo FE a un rico café en la mañana, a la compañía de mi familia, al apoyo incondicional de mis secretarias, al poder de la enseñanza, a la Psicología como Ciencia, a la Psicología Positiva como Ciencia del Bienestar, al almuerzo compartido con mis compañeros de trabajo, a los chocolates que me regalan mis alumnos, a los proyectos que emprendemos, a la lectura de un buen libro y a la escritura retadora.

La Fe en la escritura es la gasolina de nuestro Club de escribidores, o por lo menos es la mía y lo estoy proyectando en todo el grupo, justificando que no siempre tengo a la musa sentada a mi lado soplándome la letra.

¡Mi fe es en la vida que definitivamente vale la pena vivirla!

María Elena (Lele)

sábado, 10 de diciembre de 2016

De amor y de Fe





Dijo Erich Fromm: “El amor es un acto de fe y quien tenga poca fe, también tendrá poco amor”.
Cuando se planteó la Fe como tema a tratar en nuestra decembrina sesión del club, vinieron a la mente varias ideas, recuerdos y reflexiones asociados a este concepto, que fueron madurados y cultivados a lo largo de distintas etapas la vida. El pensamiento más relevante o insistente, fue: ¿Qué diferencia un acto de amor, de un acto de fe? ¿Acaso no todo acto de fe lleva implícito un acto de amor?

Hace varios años, cuando el Alzheimer que padecía mi madre se hizo sentir de forma arrolladora sobre la dinámica y estructura de la familia, amenazando incluso la integridad física de ella, decidimos que era el momento de apoyarnos en otros para prodigarle el cuidado más adecuado a su condición, de acuerdo a nuestras posibilidades. Fue así ,como comenzó su vida en el Hogar de Ancianas donde residió hasta sus últimos días en este plano.

He allí lo que estimo fue un primer acto de amor, en el marco de una nueva etapa, en el inicio de un viaje de descubrimiento de los propios límites y capacidades, tanto para ella como para mí. Ese acto de amor, lo fue también de fe. De esa que deviene de la confianza en que cualquier decisión basada en el deseo de cuidar y resguardar a la persona amada, de un entorno que por las circunstancias ya no era seguro, de protegerla incluso de sí misma; no puede ser sino la mejor decisión.

Hago aquí referencia a lo escrito por mí en otra parte, en cuanto a otra determinación tomada en algún punto de ese proceso de acompañamiento en la enfermedad, me refiero a la de vivir mi relación con mi madre desde el “aun” en lugar desde el “ya no” y a partir de allí, asumir que cada día con ella era una oportunidad de disfrute. Esto en lugar de aferrarme a un pernicioso y para nada constructivo: “ya no” puede hacer esto o “ya no” es capaz de aquello otro.

Fue ese otro acto de amor, hacia ella y hacia mí misma, basado en la fe de que solo en el pleno y consciente vivir del momento presente, podemos encontrar la paz y fortaleza necesarias para un futuro provechoso y con sentido.

Pequeños actos de amor en el largo transcurrir de ese viaje, se hicieron patentes en cada oportunidad de bailar con ella, porque “aun” apreciaba la música y ciertamente cada vez con más dificultad, podía bailar. Cada vez que en pocos minutos me preguntó al menos 20 veces como me iba en el trabajo, porque “aun” podía articular una oración compleja y “aun” tenía alguna noción de que yo en efecto tenía un empleo. Cada vez que respondió con besos a mis muchos abrazos y apretujones, porque “aun” sentía el poder del afecto y era capaz de responder con su cuerpo, sin importar si estaba consciente o no de que era su hija quien la besaba. Detrás de todos ellos, estuvo siempre la fe de que con cada baile, conversación y abrazo, ella recibía una dosis de disfrute y bienestar más poderosa que la que cualquier medicamento le podía dispensar.

Finalmente, cuando el cuerpo agotado, la voluntad divina, el espíritu ya preparado o todos estos factores en conjunto, determinaron que era el momento de partir, lo que llegó acompañado de un sufrimiento físico y agonía, a mi juicio totalmente injustos e inútiles; se hizo necesario pedir ayuda nuevamente, esta vez a ese Dios en quien tanto creo, clamando en oración no por la recuperación basada en el aferrrarse a lo que claramente ya no tenía ningún sentido, sino porque finalmente pudiera emprender ese otro liberador y trascendente viaje.

Hoy juzgo y valoro esa plegaria, como el último y tal vez más grande Acto de Amor y también de Fe. 

Liliana Barros
Dic, 2016

Quiero creer

Quiero creer en los seres humanos. Con sus virtudes y limitaciones.

Quiero creer que cada uno hace lo mejor que puede con lo que tiene. Aunque eso no justificará nunca hacer el mal.


Por eso también quiero creer que trabajamos por un mundo más justo.


Un mundo en el que no se confunda justicia con venganza. Un mundo en el que se hable de reparación y construcción, no de exterminios.

Quiero creer que todos tenemos algo bueno y que cada uno merece una oportunidad.

Quiero creer en ese ser que es amor y que nos une a todos, como me lo enseñaron mis padres y mis abuelos, que también quisieron creer. Como comparto con mi familia y con buena parte de mis amigos.

Y como siento en mi corazón de adulta. Y eso no me hace ni mejor ni peor que alguien que no cree en lo mismo que yo o lo manifiesta de una manera distinta a la mía.

Quiero creer que estamos trabajando por un presente y un futuro mejores, para nosotros y para los que vienen. Aunque nos equivocamos todos los días y muchas veces retrocedemos en el proceso.

Quiero creer que muchos lo van a seguir intentando.

Quiero creer que nos importan los derechos humanos y vamos a respetarlos y a seguir luchando para que se respeten, sin que se nos olvide que seres humanos somos todos, incluso aquellos que han hecho cosas despreciables. Porque todos merecemos la misma justicia.

Querer creer, eso es para mi la fe.




*Hoy 10 de diciembre se conmemora la Declaración Universal de los Derechos Humanos. http://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/

ACTO DE FE

ACTO DE FE

Creo en la luz que  amanece, en la arepita con queso y en el café bien colado.
Creo en la bachata y la cumbia, en la canción de despecho y el jolgorio bien montado.
En la certeza del hoy, en los sueños del mañana.
Creo en la palabra amable y en tanta memoria grata.
En el hombre enamorado, en la ternura del niño y la juventud apasionada.
En esos rostros sin máscaras. En la risa que se extiende hasta hacerse carcajada.
En la convicción libertaria, en el poema de amor y la canción de protesta.
Creo en mi tierra y su gente que va sembrando optimismo mientras recoge esperanzas.
En la verdad de mis amores, los compañeros de ruta y la amistad solidaria.
En el acto más humilde cuando de amor va cargado.
En lo acogedor de un libro, de un chocolate caliente, bajo un gran cielo estrellado.
Creo en el paso del tiempo con sus revelaciones y encuentros.
En la voluntad con norte y en las arrugas del alma.
En el abrazo que cura y el agradecimiento sabio.
Creo en los brazos abiertos del Cristo del Corcovado.
En mis debilidades y fuerza,  en mi voz y mi silencio,
en la vida que se hace y se deshace
y merece ser vivida
en cada instante.
                                                                                                                                                                


Irma Wefer

viernes, 9 de diciembre de 2016

MI ESCUALIDA FE



MI ESCUALIDA FE

De que FE hablamos?

De aquella que se desvanece a la primera derrota?,
de aquella que nos aborda en sueños de pesadilla?.
O tal vez, de aquella que como las olas sube y baja,
en el vaivén de este cotidiano vivir o sobrevivir.

Cuando de FE se trata, la pregunta es: ¿Cómo ha sido
cada estación de nuestra vida?.¿ Acaso una eterna esperanza?.
¿Estuvimos atados a la certeza de  salir adelante?,
 o desperdiciamos en quejas oportunidades y reserva.

Cuando la poesía se moja en un charco de lágrimas,
sé que no hay barreras. Que la vida irrepetible se desliza.
Que los ríos no vuelven a ser las mismas aguas.
Que no hay muralla que pare el frenesí y la pasión.

Cuando la verdad cruda es frágil y ondulada.
Cuando el sonido de la miseria roza mi ventana,
un haz de luz fulgurante, anula toda oscuridad,
haciendo brotar sabia fresca de lirios muertos.

A veces cuando tengo miedo de que mis pies pisen fango,
o de que mis manos de tanto hacer, se queden llenas de nada,
cubro mis ojos y me lleno de ti… de tu estampa dorada,
de tus ojos de piedad, llenándome de amor profundo.

En medio del caos de la vida, cuando hasta la yerba golpea.
Cuando hasta la palabra es un fusil que dispara.
Cuando la mirada se convierte en casquillo de muerte,
se asoma mi molécula vital, ésa que me salva de todo mal.

No sé si tiene nombre, no sé de donde viene ni a donde irá.
Yo solo sé, que borra el dolor y a la oscuridad difama.
Yo solo sé que en la noche aplaca la crudeza de mi soledad.
Yo solo sé que tanto sentirla a mi lado, me calma el alma.

Dios vendrá de las brumas vestido de alimento,
y será medicamento en las grietas infectadas de la vida.
Y será un Cristo justo quién pare la indigencia,
quien desde la indulgencia, sople del viento la violencia.

La FE no es FE, si no viene de nuestra esencia.
Es el espejo de vida, es lo que sorbes a borbotones, a pedazos o a migajas.
No importa si tu FE está perdida, o a veces te deja desnudo…no importa.
Mira… respira…solo está en letargo…en timidez vivencial…

GUDELIA CAVERO


jueves, 8 de diciembre de 2016

SALTO DE FE




Hace algunos años asistí a una función de circo en el Meliá Madrid en donde actuaban una pareja de trapecistas. El punto culminante llegó cuando la mujer se lanzó con los ojos vendados y fue atajada por su compañero en el aire. El acto lleno de riesgo y espectacularidad dio pie a que sostuviésemos una interesante conversación sobre la fe y la confianza. Alguien comentó sobre la fe que ha debido tener la mujer en su pareja para saltar. Otros opinaron que se trataba más de confianza que de fe. Explicaban que la trapecista tiene evidencias reales del acto que ya ha realizado previamente sin vendas, tiene muy bien medido las distancias y sincronizado los tiempos, conoce a su pareja, su técnica, destreza y experiencia, suficientes elementos para darle seguridad de que no va a caer y por eso se arriesga a saltar.
Otro salto al vacío, bajo otras circunstancias, le escuché al padre Ricardo Búlmez en una de sus conferencias. Relataba el padre la anécdota de un pastor que fue a un parque una tarde y mientras oraba observó el nido de un pájaro a punto de caer.  Trepó al árbol, que estaba cerca de un abismo, para mover el nido a un sitio más seguro, pero la rama fracturó y él quedó suspendido en el vacío. Comenzó a pedir auxilio: "Hay alguien por allí, por favor ayuda". Nadie aparecía hasta que finalmente, ya caída la noche, escuchó una voz  que le decía: "Aquí estoy, vengo a ayudarte". El pastor emocionado pregunta: ¿Quien eres?  La voz le dice: Soy Dios que vengo a rescatarte, ten fe, suéltate que yo te atajo acá abajo. El pastor mira hacia el oscuro precipicio y luego de una pausa  comienza a gritar de nuevo: "Hay alguien más por allí" 
En el primer caso la mujer salta porque tuvo confianza, en el segundo, el pastor no lo hace porque no tiene fe. A lo mejor, si en su mirada al vacío hubiese visto un hombre con barba blanca y un coro de ángeles sosteniendo una red, hubiese saltado, pero no  vio nada y no tuvo fe en la voz invisible del Señor. 
En el mundo actual, lleno de tantas injusticias y tragedias, no nos queda otra que saltar confiados en la fe, si nos ponemos a buscar solo argumentos lógicos muy probablemente no saltaremos. Solo ella nos mantiene en marcha. Muchas veces nos sentimos consternados ante el sufrimiento de inocentes, la muerte prematura de un familiar, una crisis de salud y muchos otros eventos que ponen a prueba nuestra fe. Es en esos momentos que sentimos la necesidad de replantearnos el sentido de la vida, tratando de aceptar que el acontecimiento forma parte de un plan de Dios mayor. Es cuando escuchamos reacciones para reconfortarnos, como: "Dios sabe lo que hace", "Dios proveerá", "Que sea lo que Dios quiera", "Dios te envía dificultades para fortalecerte", "Es la voluntad del Señor". Esas son algunas de las más frecuentes. Para el no creyente, el hombre sin fe, probablemente piensa que todo eso es para gente ingenua, que es consuelo de tontos. Bueno, entonces que aguante su dolor hasta que el cuerpo lo resista, que sería más tonto aún.
La fe nos proporciona consuelo en los momentos difíciles, creer en Dios nos brinda una sensación de paz y tranquilidad.  Está comprobado científicamente que la fe religiosa beneficia nuestra salud y bienestar, y da lugar a una serie de emociones que se asocian con la felicidad, eso explica porque numerosos estudios realizados dentro de la Psicología Positiva sugieren que las personas religiosas son más felices, más sanas y se recuperan mejor de un trauma que las que no lo son. La fe nos ayuda a encontrarle sentido a la vida, a sentir que nuestros sufrimientos y nuestros esfuerzos no son en vano y que nuestra vida tiene una finalidad. 

Mediante la fe se puede originar esperanza, gratitud, amor, compasión y alegría, sentimientos que aumentan nuestra felicidad.

Lionel Álvarez Ibarra
Diciembre  2016

Hebreos 11.1: "La fe es la seguridad de lo que esperamos, el convencimiento respecto de lo que no vemos".