lunes, 20 de enero de 2020

AMOR EN TIEMPOS DE DIÁSPORA

La ley de gravitación universal fue formulada por Isaac Newton en 1687. El sabio inglés dedujo que la fuerza con que se atraen dos cuerpos es proporcional al producto de sus masas dividido por la distancia entre ellos al cuadrado.  Es decir, cuanto más masivos sean los cuerpos y más cercanos se encuentren, con mayor fuerza se atraerán.
Newton formuló la ley deducida empíricamente de la observación, no tenía suficientes datos como para establecer valores cuantitativos. Asumiendo que los cuerpos o masas considerados por el físico, fuesen inanimados, podemos realizar un ejercicio de imaginación y preguntarnos: 

¿Aplica la ley cuando se trata de cuerpos animados, con emociones y sentimientos?

Una diáspora ha afectado a nuestro país en las últimas décadas; una estampida de millones de personas huyendo por el mundo en búsqueda de libertad, seguridad y de un futuro mejor. En esa separación producida entre amigos y familiares ¿Cómo se afecta la "atracción" entre ellos cuando se incrementa la distancia que los separa?

Hace unos meses, me conseguí, a la salida de la urbanización, a una señora que trabaja como doméstica cerca de mi casa. Estaba lloviznando, y le ofrecí llevarla a la parada más cercana. Abordó el vehículo y se sentó en el asiento de atrás; tengo un Toyota Corolla, y cualquiera que me haya visto, pensaría que estaba "matando tigres" como taxista. Comenzó a llover torrencialmente y decidí llevarla hasta su casa. En el trayecto Maricruz -así se llama- me contaba que tenía dos hijos que habían emigrado a Canadá. Le dije: "Que bien, entonces en algo la deben ayudar". Me sorprendió cuando me dijo que tenía más de dos años que no sabia de ellos. Que más nunca la habían llamado. Que había logrado hablar con algunos de los amigos y que estos  le habían dicho que sus hijos se habían mudado de localidad, y que tan pronto se establecieran, ellos la volverían a contactar.

A través del retrovisor, por momentos, podía observar cómo escurría sus lágrimas. Continuó contándome que ellos vivían en Punto Fijo y su esposo trabajaba en la refinería. Cuando sus hijos terminaron el bachillerato se vinieron a estudiar a Valencia. Con el tiempo, con un préstamo de la compañía, adquirieron un apartamento cerca de la universidad. Su esposo quedó desempleado cuando se inició la destrucción de la petrolera. Los jóvenes culminaron sus estudios, el varón se graduó de ingeniero y la hija en administración. Años después, por la misma crisis del país, decidieron emigrar.  Al esposo le dio un ACV y permanece medio ciego en casa y ella tuvo que ponerse a trabajar como doméstica. Dejé a Maricruz frente al edificio donde vive, pero ella me dejó pensativo el resto del día.

Semanas después me la conseguí, le pregunté que había pasado, si había logrado contactar a los muchachos. Me dijo: "No señor, yo ya me resigné, decidí no seguir buscando, ellos saben dónde estamos nosotros, que sea lo que Dios quiera".

Son millones los venezolanos que han emigrado y son innumerables los relatos y anécdotas que se escuchan. Muchas alegres, otras tristes y dolorosas. Deseo pensar que, en  el caso de Maricruz, se trata de algo excepcional; que el común denominador es que los hijos dispersos,  continúan estando pendiente y velando por el bienestar de sus padres.
A veces no sabemos apreciar lo que tenemos, hasta que lo perdemos. Muchos de estos, ahora emigrantes, cuando estaban en Venezuela, probablemente no visitaban tan a menudo a sus   familiares y amigos. O quizás si lo hacían, pero sin apreciar la bendición que es tenerlos tan cerca. Ahora que están lejos, añoran a su gente. En la fórmula de Newton, los cuerpos mientras más se acercan, con mayor fuerza se atraen, pero cuando esos "cuerpos" son seres humanos, ocurre lo contrario; cuando estamos cerca nos atraemos, pero cuando nos alejamos, esa atracción aumenta fuertemente.

No es fácil desarrollar una fórmula para determinar ese efecto de la diáspora,  pero cualquiera que sea, el elemento principal es el amor. Otros factores pueden estar presente, pero el amor es   determinante. Fundamentándonos solo en la observación - la misma en que se apoyó Newton para formular su ley- podemos deducir empíricamente, que en tiempos de diáspora, el amor crece directamente proporcional al tamaño de nuestros corazones e igualmente proporcional al cuadrado de la distancia que nos separa de nuestros seres queridos.

Lionel Álvarez Ibarra
Enero 2020

Nota: ¡Me tropecé con Maricruz! Me dijo que habían aparecido los muchachos. Que ya estaban ayudando para las medicinas del viejo. Sigo pensando que ese "vacío de amor" de más de dos años...no tiene excusas.

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