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domingo, 27 de abril de 2025

ayayay/Irma Wefer

Ayayay…

 

Un ayayay  es el lamento profundo de un alma que sufre. Un grito de dolor que emana de nuestro interior para hacer notar la herida. No la esconde, la muestra para poder ser curada.

Los ayayaes  nos salvan en esta  vida tan llena de aristas y recovecos traicioneros. De caminos inciertos que nunca hubiéramos querido recorrer.

Hay momentos en que los ayayaes se nos ahogan en la garganta. No existe palabra que los nombre cuando de un golpe seco se nos arrebata aquello que da significado a nuestras vidas, la razón vital que nos empuja, dejándonos solo la visión de la vastedad de la ausencia.  

 Entonces el silencio se hace estridente y el alma abismo de vacío. Inermes, devastados, sin encontrar dogmas o certezas donde esconderse, solo la tristeza ataviada de sin sentido. 

Poco a poco el hilo del amor empieza a construir un camino diferente, el de los recuerdos, el de las validaciones y el agradecimiento. Aparece la esperanza del encuentro y el acompañamiento. Así vamos recuperando la voz. El dolor se hace apacible y los ayayaes posibles.

Nos damos cuenta que la fe nos salvó. Fe en nosotros mismos, en la persona que hemos construido; fe en los demás, que muchas veces son los muros que nos sostienen y protegen; fe en Dios, muestrario constante de ese amor que nunca se ausenta.

El hilo del amor, ese que no se desgasta, me mostró su mejor cara, la del dolor que me transformó en una mejor persona.

A partir de allí, aprendí que todo ayayay puede tener un regalo inesperado, solo hay que tener la apertura y el amor para verlo.


Irma Wefer

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