Autor: Jesucita Peters S.
Fecha: 27 de Abril 2025
“Lidiando con los Ayayaes
del alma y el cuerpo”
No sé, si a medida que avanzamos en
edad nos hacemos más conscientes de nuestros Ayayaes, o será que cuando gozamos de la preciada juventud no nos
permite evidenciarlos o es que no los tenemos, buena interrogante ahora hay que
buscar las respuestas.
Considero quizás es más fácil
identificar los Ayayaes físicos,
viene a mi memoria una visita que hice a la familia de una compañera de
estudios de la universidad, yo transitaba por mis 21 años y sentados en la mesa
dispuestos para almorzar estaba el esposo de la hermana de mi amiga, llamando
mi atención el hecho de que el Sr. tenía al lado de su plato un pastillero con
no menos de 10 pastillas, para mi edad no lo entendía, que locura, como este
Sr. se tomaría todas esas pastillas y para qué; hoy día muy a mi pesar le voy
siguiendo los pasos pues tengo en mi haber 8 pastillas para aliviar mis
malestares físicos. Hoy día doy gracias por los avances médicos, porque si bien
tenemos Ayayaes físicos, tenemos
para mitigarlos y generarnos cierta calidad vida.
Igual muy agradecida con mi Dios por
todo lo que nos regala cada día a pesar de nuestros Ayayaes físicos, si bien
están allí me permiten impregnarme de las cosas bellas que me regala la vida,
actualmente comparto con un grupo de abuelas que de una u otra forma tenemos
similitudes, somos abuelas, con edades entre los 49 a 90 años, disfrutamos
nuestras reuniones mensuales, reímos, bailamos, compartimos experiencias y
algunas viajamos. Hay un subgrupo que nos reunimos más a menudo por vivir más
cerca unas de las otras y nos llamamos “Las Crujientes” ya que al levantarnos
un huesito aquí, otro más allá suena y no porque queramos, sino que el
almanaque obliga a acostumbrarnos a estos sonidos que forman parte de nuestra
cotidianidad, llevarlos a cuestas con actitud positiva quizás es la clave.
Una vez hablaba con una amiga que renegaba
porque todos los días debía tomarse la pastilla para la tensión y yo le
pregunto y que pasaría si no existieran estas pastillas, que sucedería con tu vida, existe la posibilidad de que te
diera un accidente cerebro vascular y haya una probabilidad de que una parte de
tu cuerpo no responda de forma motora y que tu habla se encuentre afectada y no
te puedas valer por ti misma, solo imagina las implicaciones para tu hija. Pudo
entender que hay personas que tienen enfermedades en donde no hay aún una
pastilla que puedas tomar, definitivamente la actitud que asumamos ante estos
eventos o “Ayayaes” nos harán cargarlos a cuestas sin que nos definan ante la
alegría de vivir el aquí y el ahora.
Los Ayayaes del Alma, quizás más difíciles de identificar por cuanto
tienen distintas manifestaciones en el ser humano y pueden trasladarse al
soma y confundirse con los Ayayaes
físicos, recuerdo a mi prima Nancy la cual tenía 14 años y era muy enamoradiza,
en su grado estaba un compañero de clase llamado Alejandro, ellos eran novios a
escondidas de sus respectivos padres y su lugar de encuentro eran las clases y
el colegio, pero un buen día hubo sombras en el paraíso y se terminó la
relación, cuáles fueron los Ayayaes del alma presentes, llanto,
pérdida de apetito, perdida del sueño, interés por vivir, apatía ante los
distintos eventos que antes eran de su interés; fueron tantos los Ayayaes que mi tía Lucia la llevo al médico y después de un despistaje a través de
exámenes se determinó que Nancy lo que tenía era Mal de
Amores, mi tía asombrada pregunta puede tener todas estas manifestaciones,
pues si los resultados de los exámenes están todos bien, es allí cuando Nancy
le confiesa la ruptura con Alejandro y comienza a llorar a rienda suelta.
Trasladándome a la actualidad surge
en mí el duelo migratorio, hace 5 años me mudo de mi amada Venezuela dejándolo
todo con la esperanza de volver, esperanza que no creo que se dé ya que fue muy
traumática mi salida del país. Siento que aún me hace falta hacer un cierre con mi historia de vida.
Cuando llego a los Estados Unidos si
bien estaba con mis afectos más cercanos y el disfrute de la abuelidad, siento
que se me movió el piso significativamente, llego a Chicago donde residía mi
hija y se me pasan los días entre nieve, días cortos por el invierno, poco sol
y otros olores. Veo la terraza con los muebles cubiertos de nieve, el jardín
delantero de la casa con más nieve ,el
frio calándome los huesos ni de broma me atrevía a salir de la calefacción de
la casa, eso para mí era impensable en ese momento, aunque mi hija trataba de
sacarme a los centros comerciales y me llevaba a conocer a sus amigos, yo me
sentía extraña por el clima, yo estaba todo el día sola ya que se iban desde
temprano a trabajar y regresaban en la tarde con mi nieto pues él estaba todo
el día en el Daycare, fue muy fuerte
acostumbrarme a esta nueva vida, a Dios gracias todo pasa, mi hija y su esposo
deciden mudarse a Houston en donde el clima es más tropical, pude darme cuenta
que el clima influye significativamente en mi estado de ánimo. Hoy día tengo
varias amigas que hacen mi estadía aquí más favorable, me gusta la pintura y
estoy en grupo de pintura que me llena mucho; hago manualidades con un grupo de
venezolanas y sin mentir cada vez que
nos reunimos me duele el tórax de tanto que nos reímos, es súper reconfortante
y alegre nuestras reuniones y enseño español para no perder la costumbre.
He tenido momentos de Ayayaes
del Alma importantes que han significado pérdidas en mi vida, en mi proceso de divorcio fue tan
fuerte que desemboque en un Ayayaes físico
diabetes, si bien tenía una carga genética importante por el lado de mi madre, se
acelera su aparición en función de este evento que estuve viviendo. El síndrome
del nido vacío cuando se mudaron mis dos hijas a los Estados Unidos dejaron un
vacío en mí y en mi hogar que perdí el
sueño pensando en ellas. Cuando fallece mi madre en la cual había volcado mi
atención en su cuidado y salud me siento sola y como que no había un motivo
para seguir, pero no contaban con mi astucia, me volqué en mí y a prestarme la
atención necesaria para continuar disfrutando la vida que Dios me regalaba
todos los días.
Hoy a pesar de todos los Ayayaes físicos y del alma he aprendido
que forman parte del ser humano y sin
ellos quizás no podríamos contar nuestras historias con lo bueno y lo no tan
bueno que pudieran tener y siempre con nuestra capacidad de resiliencia para
seguir avanzando y aprendiendo, esa es la orden.
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