martes, 12 de abril de 2016

En construcción

Si no reconocen lo que ven en la foto, no han estado allí. Es la capilla Rothko, ubicada en Houston, Texas, Estados Unidos. Yo estuve en ese lugar hace veintidós años y recuerdo la experiencia con nitidez, por eso sé que quien la ha visitado, no la olvida.

Estaba haciendo un ejercicio de mi curso de redacción en inglés que sugería ir a esta capilla y contar la experiencia.

En ese entonces, yo, como aquella famosa Carmen, contaba 16 años. Había estudiado en toda la vida en un colegio católico, así que conocía la capilla de mi colegio y unas cuantas -bastantes- iglesias que mi familia me había llevado a visitar no sólo por devoción, sino para aprender a apreciar el valor histórico, arquitectónico y artístico.

La capilla Rothko queda muy cerca de la St Thomas University, donde funcionaba el centro en el que hacía mi curso, así que me fui caminando en un día claro y frío de esos que ofrece la primavera texana. Entré al recinto (mucho más oscuro que en la foto, pues sólo tenía luz natural proveniente del techo) y cuando iba a persignarme me encontré desorientada. "¿Dónde está el sagrario?" "¿Por qué no hay ni una cruz?" "¿A dónde se llevaron las imágenes?".

Sólo había unos bancos y las paredes, negras, estaban desnudas. Me senté para tratar de entender qué pasaba allí. "¿Estarán remodelando?", me pregunté. Pero no había andamios, ni bloques, ni obreros trabajando. Sólo un profundo silencio. 

Pero un silencio acogedor.

Mis ojos seguían buscando imágenes que ayudaran a mi cerebro a entender lo que estaba frente a mi. Al rato llegaron otras personas y vi cómo se sentaban tranquilamente. "¿Estos estarán tan perdidos como yo, pero lo disimulan mejor?" Nunca lo supe.

Lo cierto es que aunque no entendía nada, estaba a la vez tan cómoda que no quería irme. Y viendo que llegaban más personas, caí en cuenta que me encontraba en un lugar especial.

A alguien se le había ocurrido hacer un espacio para que cualquiera pueda encontrarse con Dios. Eso en ese entonces me parecía una idea genial. Pensaba: "Él va a venir y nos va a encontrar a todos aquí y se va a poner muy contento (imaginaba el ojo de Dios asomándose por el tragaluz de la capilla). Además, es más práctico y más organizado". (Desde pequeña me preocupaba cómo hacía el pobre Dios para entender todos los idiomas, disfrazarse de todas las formas que le damos y atender a todo lo que le pedimos al mismo tiempo).

Hoy sigo pensando que esa es una idea genial la de tener un espacio de silencio en el que podamos reflexionar, meditar, rezar, agradecer, conectarnos con nuestra espiritualidad. Sólo que hoy, cuando cuento casi 39, siento que ese lugar no tiene que ser físico, sino que está dentro de nosotros y que se desarrolla y enriquece con la coherencia de nuestras acciones y decisiones, con nuestra apertura, compasión y generosidad.

Lo que me conmueve de la idea de que podamos reunirnos bajo un mismo espacio físico por razones espirituales es que nos muestra -o recuerda- que el amor y la conexión con algo más grande que nosotros es más poderosa que cualquier adorno externo o doctrina (sobre todo si esa doctrina pretende separarnos y hacernos creer que unos somos mejores que otros). Creo que si pensara o dijera lo contrario no estaría siendo una cristiana católica coherente, porque lo primero que me han enseñado es que Dios es amor y habita en cada uno de nosotros. 

Lo demás, es lo de menos (aunque a veces sea precisamente por lo de menos que nos hacemos daño) y para mí está en constante construcción.

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La capilla Rothko es un lugar para estar, para meditar, para tener una experiencia espiritual, pero no tiene denominación confesional. Fue fundada por John y Dominique de Menil y en sí misma, es considerada una obra de arte moderno. Tiene forma octagonal y en su interior hay 14 pinturas del artista estadounidense Mark Rothko (que yo veía como paredes negras desnudas), quien también influyó en el diseño del espacio.

Esa experiencia me marcó en ese entonces y lo sigue haciendo. El ejercicio de escritura nunca lo entregué, bueno, hasta hoy. No recuerdo qué otra cosa llamó mi atención de adolescente en ese entonces.



Las imágenes son de: http://www.indiecolors.com/blog/arte/la-capilla-de-rothko-rothko-chapel/

4 comentarios:

  1. Hola Angela: Me gusto mucho tu relato y recorde mis experiencias cuando tuve la oportunidad de pasar una temporada en la Universidad de Georgetown, que es una universidad catolica. Asisti a varias misas y me encontre con muchas cosas diferentes a las misas en Venezuela, por ejemplo, en el momento de la comunion, nos daban la hostia y todos tomabamos vino de una gran copa que pasaba de boca en boca, podias ver restos de hostia que quedaban en la copa. Me imagino que solo por razones de salud ese ritual lo deben haber descontinuado.
    Con tu relato logre transportarme y sentir el frio y el silencio del espacio que describiste que son elementos importantes para la conexion.
    Disculpa los errores y faltas de acentos, pero no logro corregirlos con este PC. Muchos saludos y gracias por tus ensenanzas.


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    1. Gracias Lionel,creo que observar y aprender de las formas de expresar o conectarse con la espiritualidad que tienen otros, enriquece la nuestra.

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