miércoles, 26 de junio de 2019

LAS MÁSCARAS
Tuvimos el privilegio y la satisfacción de asistir a la última presentación del famoso mimo francés Marcel Marceau en el Teatro Municipal de Valencia. En uno de los "sketchs", el personaje  entra en una tienda de máscaras y comienza a probarse decenas de ellas. Su rostro cambiaba totalmente cada vez que se colocaba una, hasta que se puso una máscara de una carcajada y esta se le quedó atascada y no lograba zafársela. Es allí en donde pudimos apreciar la genialidad de este artista, cuando, manteniendo la máscara de la carcajada, lograba al mismo tiempo transmitir al público  la angustia y el desespero por quitársela.
Las emociones que experimentamos se reflejan en nuestro rostro, y aunque no contamos con la genialidad de Marcel Marceau, a menudo desarrollamos una maestría para colocarnos máscaras que buscan ocultar lo que realmente sentimos. Los niños son sinceros y exteriorizan lo que sienten, cuando están arrechos forman su berrinche y cuando están alegres no hay quien les quite  sus sonrisas. Pero luego, a medida que vamos creciendo, muchas veces se van desarrollando creencias de que no debemos manifestar ciertas emociones en público. Vivimos entonces más pendientes del que dirán, maquillamos lo que creemos que puede ser mal visto y evitamos que otros sepan cómo nos sentimos realmente.
El profesor Tal Ben Shahar, conocido por dictar uno de los cursos más concurridos de la Universidad de Harvard, fundamentado en la Psicología Positiva, explicaba en una de sus conferencias, que si bien es cierto que es importante mantener un estado alegre y vivir con optimismo, lo que contribuye a nuestra felicidad, ello no significa que neguemos la existencia de las emociones negativas y mucho menos que tratemos de ocultarlas o reprimirlas.  Estas existen y son hasta cierto punto útiles y necesarias. Debemos darnos el permiso de  ser humanos, expresarlas es aceptar la realidad, es estar en este mundo ¡es vivir!
En nuestras máscaras emocionales, la sonrisa es el componente más importante, porque es el elemento más versátil de nuestra arquitectura facial y es lo que mejor esconde a las emociones  negativas. Famosa es la que muestra el boxeador luego de asimilar un golpe del contrincante, solo para hacer creer que no le hizo daño. También existe la del que actúa con hipocresía, de hecho, el término se aplicaba en la antigua Grecia a los actores de teatro, que a menudo utilizaban máscaras. En oportunidades, por razones de trabajo, se exige al empleado que trata con público, mantenerse sonreído. Es el caso de las aeromozas, lo que dio lugar a la conocida "Sonrisa Panamericam" que la ya desaparecida aerolínea exigía a sus azafatas.
Algunos, con su sonrisa, logran engañar a mucha gente, pero no a todo el mundo. Así ocurrió con mi amiga Marcolina, que cansada de tanto antidepresivos se presentó a la consulta de su médico  con una máscara que desplegaba una amplia sonrisa, tratando de hacerle creer que ya se encontraba bien y no los necesitaba. Su sonrisa se convirtió en mueca cuando la doctora ¡le incrementó  la dosis!
La ciencia ha estudiado la sonrisa ampliamente y ha identificado diversos tipos. Podrán esbozar en sus máscaras cualesquiera de ellas, pero les será difícil falsear la sonrisa Duchenne, llamada así en honor al médico francés Gullielme Duchenne que la investigó y describió a mediados del siglo XIX. Se trata de una sonrisa genuina, que no puede generarse voluntariamente, controlada por el sistema límbico y ligada a la parte más emocional del cerebro. Su característica principal -aparte de la contracción de los músculos alrededor de la boca, que provoca el levantamiento de la comisura de los labios- es la contracción del músculo orbicular que alza las mejillas y produce arrugas alrededor de los ojos, rasgo que devela una emoción espontánea, ya que la mayor parte de las personas no pueden contraer a voluntad el músculo orbicular.
Lo sensato es abandonar esa "tienda de máscaras" y salir a enfrentar la realidad. Pero no es fácil, seguiremos tropezándonos diariamente con amigos y familiares con máscaras  risueñas pero con aflicciones que sus miradas no logran ocultar. Desconocemos la magnitud de sus angustias y desafíos, así que debemos tratarlos con paciencia y gentileza. 
Las mascaras pueden mostrar diferentes sonrisas, porque tenemos dominio sobre los músculos que la controlan, pero la emoción escondida busca salir a la luz a través de los ojos, sobre los cuales no tenemos el mismo dominio. Ellos nos delatan,  por algo dicen los sabios que "los ojos son las ventanas del alma".

Lionel Álvarez Ibarra.
Junio 2019


martes, 25 de junio de 2019

la máscara



Escrito tridimensional
Las máscaras
Elinor Ribas
Modelo: Hened Abrahan

las máscaras; las sombras y sus luces

Desde muy niño me han llamado la atención las máscaras. Son una suerte de telón que nos colocamos para ser otras personas distintas, actuando roles y personalidades que nos son ajenos. Hay algo que nos mueve y nos conecta con emociones, que en el caso de disfraces, pueden ser positivas y de bienestar. Sin embargo, he podido observar, conocer y sentir, que podemos desarrollar máscaras en nuestra infancia, que cubren dolores, pérdidas o sufrimientos. En el coaching y con los aprendizajes de los símbolos de Jung, las hemos llamado también, las máscaras, nuestras máscaras.
Dice el poeta sueco Hjalmar Soderberg, que todos los seres humanos “deseamos ser amados, en su defecto admirados, en su defecto temidos, en su defecto odiados y en su defecto, despreciados. Deseamos despertar una emoción en quien quiera que sea el otro. El alma se estremece ante la vida y busca el contacto sin importar a qué precio”.Puede ser que eso y las grandes heridas de la infancia, nos hagan mostrar rostros que no somos. Un tanto lo que Jung ha llamado las luces y las sombras. Y a  tal sombra, tal máscara.
Mi coach español, Ángel Lopez las ha llamado las 5 heridas, que se comienzan a curar en la medida que las reconocemos en nosotros mismos. Se basa en un libro de Lise Bourdeau, “Las 5 heridas que nos impiden ser uno mismo”. Desde el coaching ontológico decimos que hay que abrazar a las sombras como parte constitutiva de nuestro ser. Sin embargo desde la psicología positiva, el poder generativo de la ontología del lenguaje y desde la creencia cierta que el lenguaje genera ser, podemos abrazar a las sombras e iluminarlas con emociones expansivas.  
Las cinco heridas que mencionan los autores y que se crean o generan en la etapa de la infancia temprana son, el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia. Tales heridas pueden acompañarnos por siempre si no hacemos, al menos, un intento de ver en el interior y buscar los orígenes de lo que sentimos. Por eso,  lo llamamos "el regreso a casa", donde hacemos un viaje a lo interno, como un viaje en el tiempo, donde tenemos que entrar en nuestros propios laberintos para enfrentar al Minotauro, el cual, ya cansado por habitar en las sombras, no opone resistencia para que puedas avanzar. Habiendo vencido al monstruo, el camino a casa es mas fácil y en el, dejamos las máscaras del tiempo.
Dice Ángel Lopez que de las cinco podemos llegar a tener multi máscaras dependiendo de los que nos tocó vivir. El rechazado se coloca la máscara del huidizo, el que no se compromete, el que no desea vivir en el rechazo nuevamente. El rechazado en su laberinto realiza un diario de su vida y de todos sus rechazos, sus causas y emociones. Con el acto de revivirlos, quizá se desvanezcan. 
El abandonado se coloca la máscara del dependiente. Cuando hace pareja se vuelve sumiso y no toma decisiones propias. Le aterra quedarse solo y tener que afrontar el mundo. El miedo es la emoción interna y la puede contraponer con la confianza, que por ser un juicio-emoción, se puede desarrollar. Pequeñas acciones de competencia, terminan por doblegar al miedo del ego que nos protege.
El humillado se coloca la máscara del masoquista en cualquiera de sus dos significados. El humillado se auto descalifica y busca sentirse mal con lo que hace, pues asocia que es malo, por eso le salen mal las cosas. El bulling en el colegio y en el trabajo nacen de estas heridas parentales. La inteligencia emocional en su práctica le pudiera dar luces al humillado quién encontrará valores que generen emociones fuertes que lo induzcan a las acciones positivas. Al final, el humillado abraza su origen y avanza.
El traicionado se coloca la máscara del controlador y a veces busca a personas con máscaras de humillados. Son celosos e inseguros; generalmente sienten miedo que los engañen, siendo así muy celosos con sus parejas. No acepta las equivocaciones de otros y en su máscara, los retira de su vida con el juicio de traidores; pocas veces dan segundas oportunidades.  Valora su reputación construida con un ego sobre protector que no se equivoca.  Con esta máscara nunca verá que también puede cometer actos que se asemejen a traiciones, ya que los que traicionan "son los otros". El laberinto para esta máscara sin duda es el perdón. La psicología positiva nos habla del diario del perdón y su proceso. También sirve el diario del listado de los traicioneros, sus actos, su significado y trascendencia. Es posible que con el perdón y con resignificar lo vivido , todo se disuelva y se conecten con la expansión del ser.
Por último está la injusticia, un juicio que se crea cuando no nos valoran, nos quitan lo que merecemos, nos ignoran, o nos dan libertad aparente. La máscara que se observa es la del rígido, aquel que se da pocos permisos, y que es rudo en el trato. Pasa en las familias cuando los padres tienen preferencias entre sus hijos, y un niño crece en el desmerecimiento. La máscara del rígido cae en su laberinto cuando abraza a sus padres tal y como fueron, cuando puede perdonar, cuando se da libertades para dejarse amar, que es lo más complejo.
Desde la inteligencia emocional, la psicología positiva y la ontología del lenguaje como generadora del nuevo ser, a través de las acciones, podemos reprogramarnos para alcanzar una vida plena. Se trata de abrazar sombras y quitar las máscaras para ver lo que se es. Lo primero es detectar la creencia, luego reforzar acciones con positividad, luz y emociones positivas,  romper entonces los patrones adquiridos y abrazar a ese nuevo ser en expansión y en auto control. 
Suena fácil, pero no lo es. Lo peor es quedarse sentado y cruzar los brazos como los rígidos. La acción genera ser.

las máscaras


Autor: Jesucita Peters 

"Las máscaras"

Que difícil hablar de las máscaras será que hablar del hombre es un símil de las múltiples facetas que en la vida tenemos que adoptar ante la sociedad.
Quién no ha usado una máscara en alguna etapa de su vida, será que son necesarias para seguir transitando  en este plano.
Podríamos juzgarlas, serán buenas o malas, no lo sé, pero siento que son necesarias  ya que alivianan situaciones  de la vida.

Para mí ha sido una pérdida de identidad o perdida de mi primera mascara y todo comienza cuando paso a  primer año de bachillerato y le dicen a mi mamá que debe llevar la partida de nacimiento, rauda y veloz la negrita se dirige a la Jefatura del Recreo que fue donde me presentaron y solicita mi partida de nacimiento, allí el funcionario le dice a mamá,  miré señora aquí está una partida de nacimiento con la misma fecha , los mismos padres, pero su hija no se llama Magda de Jesús aquí aparece como Jesucita, pues a partir de allí a los 12 años comienzo con otra identidad y me toca ponerme y reconocerme con otra máscara a la que no estaba acostumbrada.

Mi familia cercana me llama Magda y los de la Universidad y trabajo Jesucita.
Es hasta anecdótico el día de mi matrimonio por Civil mi ex me dice, ¿ y quién es Jesucita?
La despersonalización representada. 

Pues en el transcurrir del tiempo nos acostumbramos al uso de múltiples máscaras que nos permiten pasar de la alegría a la tristeza, del desasosiego  al  bienestar, de la desesperanza a la esperanza y nos vamos amoldando a ellas  según las exigencias.
Las máscaras me permiten enamorarme de un día hermoso con un resplandeciente amanecer y un atardecer pleno de todo lo vivido en ese día. 
Me pongo otra máscara y disfruto la escucha de la melodía que al compás de todos los instrumentos  me llevan al éxtasis de lo escuchado. 
La máscara de la ternura me permite contemplar la risa de un niño jugando  con la magia de la inocencia.

Como no usar las máscaras de la vida que permiten el fluir de nuestra propia existencia.
Si hubiese que ponerle colores a mis máscaras serían todas de colores resplandecientes independientemente de las circunstancias, porque pienso que eso me ayudaría a salir airosa de todas las pruebas que me pone la vida.

A pesar de las múltiples máscaras que usamos lo importante es saber cuándo y cómo usarlas para contribuir con  nuestro bienestar.
En estos momentos de mi vida me estoy probando la máscara de la abuela que me llena de infinita ternura y amor por dar  y pensándolo bien me hace sentir con todas las emociones positivas a flor de piel, guao no pensé que me sentiría  así,es un maravilloso sentimiento al saber que ha  de venir una extensión de ti y crecerá  lo más hermoso  de la sociedad la familia, tu familia mejor expresión de amor imposible. 

En éstos momentos de mi vida siento la necesidad de usar las máscaras que me permitan transitar en consonancia con mis principios y valores y me permitan ir en busca de lo que me haga feliz, para mi ese es el  camino a seguir. Pues no  queda otra que seguir usando las máscaras que contribuyan al logro de la felicidad.



AGRAMA


Autor: Martín A. Fernández Ch.
Fecha: 22/06/2019

Agrama se había organizado desde temprano para poder ir a la fiesta de reencuentro con sus amigos de bachillerato, a quienes no veía desde hace 30 años.  Ella no estaba muy convencida de asistir, no tenía ganas de verse nuevamente con esa gente, pensaba que, si en aquella época eran desagradables, ahora serían peores. Fue su mamá quien la convenció que fuera, insistió con tantas llamadas que prácticamente se vio obligada a complacerla y hasta tuvo que prometerle que iría.

Le fue complicado escoger la ropa que se iba a poner. Se probó varias combinaciones de pantalones con blusas y vestidos, pero cada vez que lograba una vestimenta que le gustaba, pensaba en la mirada de alguno de sus compañeros. Cuando se puso el vestido de flores, pensó en aquel desgraciado que la enamoró y que la abandonó luego de haberse aprovechado de ella, cuando estaba tan ilusionada que fue débil a las peticiones pasionales de ese hombre. Al probarse los pantalones de jean ajustados, que resaltaban sus esbeltas caderas, con una blusa de seda que transparentaba y dejaba ver su brazier mostrando la firmeza de sus pechos, como producto de su rutina en el gimnasio, se le vino a la mente una guerra de críticas de sus compañeras, quienes solo se dedicaron a tener familia y a engordar. En fin, se decidió ir vestida como lo que es: una ejecutiva exitosa, se vistió de manera elegante, resaltando su altura con unos zapatos de tacones altos, con un pantalón negro y una blusa roja manga larga con cuello de solapa ancha, desabotonada por delante hasta la altura del corazón para que resaltara su collar de perlas, combinando con sus zarcillos también de perlas, en su muñeca izquierda se puso su rolex, en el índice de su mano derecha se colocó el anillo que se compró en su último viaje a Paris, y también se puso un cinturón de cuero blanco con una hebilla que tenía un brillante en el centro. Para terminar, se maquilló y se aplicó su mejor perfume. Estaba realmente hermosa, como siempre acostumbraba enfrentar su día de trabajo como directora ejecutiva de finanzas de una empresa trasnacional reconocida.

Al momento de salir, le repica su celular. Era su mamá que llamaba para asegurarse de que no fuera a retractarse de su promesa. Mientras Agrama le respondía de manera impertinente, se dirigía al ascensor privado que llegaba a su pent – house. Cuando abrió sus puertas, consiguió la excusa perfecta para despedirse de ella. Mientras bajaba al sótano, iba recordando a los amigos más icónicos de aquella época.

Pensó en Luz y su optimismo exagerado e irritante, la que siempre andaba con una sonrisa, como si todo fuese color de rosa, le encantaba organizar fiestas. Aseguraba que ella estuvo involucrada de lleno en esta reunión. Imaginó que ya tendría el repertorio musical, esperaba que no se pusiese insoportable obligando a todos a bailar, como sucedió en la fiesta de graduación, que la puso a bailar con Babo, que con solo recordarlo le repugnaba, ya que solo quería bailar pegado.

Babo le despertaba recuerdos de situaciones muy incómodas y pervertidas, se la pasaba espiando en el baño de las mujeres, buscaba la manera de tocar disimuladamente las partes traseras o rozar los senos de las chicas, y lo más repulsivo eran sus piropos, porque eran muy ordinarios. Por eso, bien tenía ganado su apodo de “El Baboso”.  Ella pensaba que no sabría qué hacer si Babo le sale con una de las suyas en la reunión, quizás lo demandaría, pero seguramente los demás compañeros intervendrían para que no lo hiciese, pero por lo menos una buena cachetada le daría. Aunque también sentía lástima por él, porque solo trataba de imitar a su amigo Giácomo, quien era un seductor.

Giácomo, le hacía traer al presente los momentos de cómo fue seducida hacia al amor, a la pasión desenfrenada, para luego sentirse decepcionada consigo misma por dejarse engañar de esa manera, que la hizo sentir como la mujer más estúpida al enterarse que fue su tercer trofeo en ese año y que sus amigas Dulce y Victoria trataron de advertirle, porque ya habían pasado por lo mismo. Agrama dudaba que sus días de Casanova se hubieran acabado, porque no era agraciado y la manera de tener una mujer era gracias a su habilidad verbal y gestos románticos, por eso, sus conquistas eran grandes trofeos que alimentaban su ego.

Al recordar a Dulce, entendía por qué fue presa fácil de Giácomo. Su tristeza y pesimismo no la dejaba evolucionar. Pensaba que la falta de visión de sí misma, de su belleza y de su inteligencia, le producía ese vacío que cuando cualquier muchacho se le acercaba, se dejaba seducir.  Se le vino a la cabeza aquellos días que la veía llorar, como: antes de los exámenes porque decía que no había estudiado lo suficiente y resulta que sacaba las mejores notas de la clase, también cuando se sentía apartada o excluida por los amigos, o cuando en una oportunidad la causa era porque algún día moriría ella o alguno de sus amigos. Estas situaciones de pesimismo vividas con Dulce le hacían exacerbar a Agrama, porque no entendía como pudo ser su amiga si ella no era así.

En cambio, sentía admiración por Victoria, porque era una de las chicas más inteligentes, no necesitaba estudiar para obtener buenas calificaciones. Pensaba que más bien su relación con Giácomo fue porque así lo quiso y se dejó seducir apropósito. La recuerda también como una chica callada, muy observadora y centrada en sus opiniones, las cuales eran puntuales y en el momento justo, siempre imponía sus ideas lo que generaba malestar en los compañeros y más aún cuando se daban cuenta que ella tenía razón. Con ella se podría entender bien, aunque piensa que podría tener momentos de disgusto al tratar imponer sus ideas. Su alejamiento con ella se debió a su empate con Valentín, quien era un fanfarrón y no se la merecía.  

La aversión que Agrama sentía hacia Valentín era porque, aprovechándose de su corpulencia, se metía con todo del mundo, era presumido, se creía un dios. Recordó que en una oportunidad se la quiso echar de más fuerte ante un muchacho que le decían “Guerrero”, quien estudiaba en el liceo vecino, pero el tiro le salió por la culata cuando éste solo le propinó un derechazo en la cara que lo hizo caer, primero sentado, luego de espalda, sobre el concreto de la acera, teniendo los compañeros que atenderlo porque estaba noqueado.

En el momento que Agrama pensaba en los comentarios y las burlas en secreto que surgieron en el colegio al día siguiente, sobre el nocaut de Valentín, es cuando el ascensor llegó al Sótano 1, donde el chofer la esperaba con el carro ya encendido, un BMW de último modelo. Luego de saludarse respetuosamente, él le pregunta por el destino, a lo que le respondió: “al lugar de siempre, donde estoy segura que la pasaré bien, sin que nadie me moleste”.

FIN