miércoles, 18 de octubre de 2017

Día de playa

Día de playa/ Arcángela Arnone

Hoy me levanté más temprano que cualquier día y emprendí mi viaje de madrugada, les cuento que anoche no dormí casi, el sustico en el estómago  y la emoción de niñita permanecen intactos en mí cada vez que voy a emprender una aventura.
Sin dar muchas explicaciones en casa, tomé mi morral repleto de cosas para mí  indispensables: protector solar, bronceadores, repelente de insectos, peine, toalla, sombrero, lentes de Sol, sandalias, crema hidratante, labiales, toallitas húmedas, monedero con dinero efectivo y mi cédula de identidad, gorra, short, franela, ipod, bandana, otro traje de baño, aparte del que llevo puesto; de merienda galletas, frutas, agua, chicle y chocolates. También llevo un frisby por si acaso me encuentro a alguien con quien hacer unas lanzadas y una careta para ver debajo del agua, eso siempre me ha cautivado.
Salgo vestida normal, unos jeans, una franela, zapatos de goma y un suéter, le doy un beso a mi mamá y parto. Tomo un autobús hasta el terminal de Oriente, llego aún de mañanita, hay claridad pero el Sol no ha salido y hace ese frío agradable que invita a permanecer abrigado pero a darle el semblante al aire. Hay un montón de gente alrededor, más no me detengo a mirar a nadie, mi enfoque es mi destino y en él está toda mi atención y energía. Las chispas de alegría acompañan persistentes la circulación de mi sangre, que cuando siento que pasan por el corazón, me hacen sonreir, cerras los ojos y decir dentro de mí: gracias Dios!

Con mi ticket en mano subo al autobús que me corresponde, ocupo el asiento de la segunda fila, ventana de la izquierda, el conductor cuenta a los pasajeros, pues hay más asientos vacíos que llenos, cierra la puerta y encamina el viaje. No tengo idea de las paradas que hará, ni de la hora de llegada, ni siquiera la he calculado. Me duermo por ratos, abro los ojos de vez en cuando, la luz del Sol radiante penetra en mi ojos somnolientos y empiezo a ver letreros con nombres de playas, uno pegadito al otro, seguiditos, la emoción se vuelve a apoderar de mí, pronto veré el cartel de Playa Colorada y esa es mi parada.

La puerta del autobús se abre ante mí, doy un salto y toco tierra, me quito el suéter, camino un poquito, acelero los pasos y emprendo una bajadita, me quito los zapatos y las medias, toco la arena, escojo un lugar semi-sombrado con las altas palmeras repletas de cocos, quedo en traje de baño, respiro profundo, veo el mar, las pequeñas olas llegan a la orilla, camino hacia ellas pero no las alcanzo, espero a que lleguen las demás, siento el agua caliente y la arena fría aunque su color es cálido, es roja, los rayos de Sol aparecen e iluminan toda la bellísima playa que tengo a mis espaldas, doy media vuelta y veo a mi papá. Esa fue la última playa que visitamos juntos antes de su partida y luego nos habíamos dado cita allí desde hace tiempo y por una razón u otra nunca pude ir de nuevo. Lo había programado y postergado tantas veces, un Carnaval, una Semana Sata, un fin de semana y hasta una Navidad, pero hoy es lunes y estoy aquí, con él y él conmigo.
Disfrutamos del mar, de una caminata, de la brisa con agua y sal, un pescado frito y tostones, del olor a playa, nos tomamos también un ron con limón, brindamos, nos reímos, me abrazó, me dio un beso y me dijo te quiero, eres mi hija preferida, con las manos aún tomadas se fue alejando de mí hasta que no lo ví más.

Lentamente me vestí , con mis jeans y mi otra franela (la que llevé de repuesto), sacudí la arena de mis pies y me puse las sandalias, monté el morral en mis espaldas, uno poco menos pesado ahora, sin embargo todo el peso lo sentí en mi corazón, que va llenito de chispitas de felicidad, de amor y de paz.

Retomé mi regreso, subí a la carretera, hice señas con la mano a un autobús para que parara, no decía hasta donde llegaba, pero iba en dirección a mi destino, el final del atardecer lo ví por el camino, llegué de noche a mi casa, tomé una ducha, cené algo ligero, unas galletas cracker con  queso fresco y un té caliente, me puse mi pijama y me acurruqué en mi cama, me volví a levantar y fuí al cuarto de mi mamá, le dí un beso y un abrazo y le dije, mi papá te lo manda.

Playa Colorada12​ es una playa venezolana, ubicada en el parque nacional Mochima en el estado Sucre. Está a mitad de camino entre Puerto La Cruz (Anzoátegui) y Cumaná (capital de Sucre).
Debe su nombre al color de su arena, que tiene tonalidades que van del rojizo al dorado. Se caracteriza por sus aguas cristalinas, sus cocoteros y su rica fauna.


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