domingo, 23 de enero de 2022

¿Qué nos ha pasado en estos dos años de pandemia?

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¿Qué nos cambió?

Pasan los días sentado en la misma silla cansada, de siempre. Eventualmente durante estos 22 meses tuve que cambiarla dos veces. La nueva, aunque es vieja, funciona mejor (suele pasar a veces también con la gente)

De repente me paro y salgo. Básico; solo comida y farmacia. Sin embargo es útil pues parte de mi trabajo es ver productos en farmacias y supermercados. Así cada vez me alejo mas de mi casa. El carro no me acompaña en esto. Se resiente y se daña. Conseguí a un militar que es mecánico de aviones que ahora es mecánico de carros, como para redondear. Lo dejan, menos mal. Le consigue las fallas y lo arregla, claro, hasta cierto punto. Pero esa reparación me permite llegar hasta la casa de mis sobrinos que tanto quiero.

Las reuniones de trabajo son muchas veces por videoconferencia. La gente aprende a coordinar acciones sin tocarse, solo verse. Algunos a veces, se les olvida y se sacan los mocos en vivo. Algunos están en interiores. La universidad comienza un trimestre después del fatídico marzo y así, transcurren los siguientes trimestres. Seguimos como si nada, pero por y a través de una pantalla.

Descubrimos las necesidades y las querencias. Nos hace falta abrazar, pero aprendemos a abrazarnos con palabras, o con miradas, o con los codos, o los talones. Igual hay contacto. De tanto querernos abrazar, escribimos libros, recetas, tomamos fotos y aprendemos a hacernos presentes en la virtualidad. De tanto hacerlo perdemos el miedo, al menos en eso de la virtualidad,  aunque a veces siento que con ser auténtico es suficiente para avanzar.

Así como si nada, y del supermercado y la farmacia a la casa de mis sobrinos, pasan los meses y vuelve a llegar navidad. Mucha gente se afecta con la enfermedad y seguimos cuidándonos. Nos da miedo enfermar. El miedo avanza a la par que la valentía retrocede. Es una paradoja importante; nos volvemos valientes en tornos seguros y cobardes en entornos abiertos.Pero seguimos siendo honestos y avanzamos.  Aprendemos a conocer a otros y a poderlos ayudar con lo que contamos.  En ver a otros, aprendemos a vernos a nosotros mismos y en el poder de las palabras, descubrimos nuestros propios significados. Comienza un nuevo año siendo parlante de nuestras propias ideas, no la de otros.Reconozco y valoro mi propia experiencia, me declaro practicante y desde ahí construyo lo que soy.

Y sigue la universidad, el trabajo, las reuniones. Descubrimos el significado de los “mundo líquidos” pues como el agua pasa el tiempo que ya se relativizó. Me doy cuenta de su paso porque cada día le coloco un número al dibujo que hacemos con los niños chiquitos. Se convierte en una fuente de bienestar. Descubro que mucho mas alla de un hábito, está el compromiso que tengo, junto a las emociones que siento y las fortalezas que se desarrollan. Descubro el poder del amor filial.

Pasan los meses como si nada. Seguimos escribiendo, mostrándonos en redes, ayudando, aprendiendo. De repente el amor por el aprendizaje se convierte en una nueva fortaleza de carácter y nos vemos haciendo diplomados para aprender más, hasta que un día estudio para dictar un diplomado como el que estoy haciendo. Y lo hago, y me supero y me crezco. Y así, llega diciembre otra vez. Y hacemos el arbolito, compramos regalos, nos vacunamos, y nos volvemos a vacunar. La gente se sigue enfermando. Seguimos sufriendo sus ausencias pero aprendemos a valorar lo no material. Vemos la cantidad de ropa que no hemos planchado, el apartamento que no hemos limpiado, el trastero que  no he arreglado y nos damos cuenta que no necesitamos  de eso, sino menos. Que con poco está bien.

En el año nuevo sigue la enfermedad y viene la tercera y la cuarta vacuna, pero ya empezamos a ir a la universidad. El primer día me quito la máscara con un protector acrílico para que vean mi rostro; ese que les hablo en una tarima para no contagiarme.

El mundo sigue y llego al momento en que estoy escribiendo esta crónica. Mis pensamientos están justos unos segundos antes en que mis dedos lo escriban en el teclado. Y me doy cuenta lo bendecido que soy, por tener lo que tengo, por amar a quien amo, por cuidar a los que cuido, por sentirme amado y cuidado a su vez, porque sigo aprendiendo, porque enciendo una llama interna que me motiva a seguir y a desear seguir estando para seguir aprendiendo y seguir enseñando. Soy bendecido por todo, hasta hoy, doy gracias.

 

Alberto

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