lunes, 14 de marzo de 2016

Yo y el ejercicio

Sí, sé que es bueno para mi salud. Sí, sé que si lo hago será más fácil lograr la silueta que quiero. Sí, sé que se segregan endorfinas y que eso mejora el estado de ánimo. Todo eso lo sé. También sé que me dolerá todo al día siguiente, que me falta el aire y las ganas de vivir el día que lo hago, y también al día siguiente.  Y no, la verdad es que esa sensación que me da el chocolate y el acostarme en una tumbona frente al mar, no la he sentido con el ejercicio. Creo que quienes dicen sentirla se confabularon para hacernos creer que es así y hacernos sentir miserables al resto, cuando los que se sienten miserables son ellos...

Pero sí, sé que es bueno.  Y no haber logrado que se convierta en un hábito me frustra un poco. 

Pensar en los beneficios y sentirlos tan lejos, porque no importa cuánto hayas leído sobre la importancia de plantearse metas cortas y realistas para mantener la motivación, la verdad verdadera es que yo quiero ponerme mis zapatos de correr y mi ropita que le combina e instantáneamente salir a correr cada mañana con la misma naturalidad que me cepillo los dientes y sentirme como las protagonistas de las series y películas de Hollywood que hacen ver que salir a trotar cada mañana es tan fácil como pintarse los labios y luego ir al trabajo espléndidas, llenas de energía y listas para comerse al mundo. Y por supuesto, con un cuerpo de infarto (que no es lo mismo que sentir que te va a dar un infarto) y con el pelo impecable.

La verdad verdadera es que lo he intentado muchas veces, pero en este renglón de la vida la constancia me falla. 

Eso sí, en mis múltiples intentos siempre aprendo algo nuevo que me resulta útil para la vez siguiente. Por ejemplo, ya sé que no me gustan los gimnasios. Estar encerrada, escuchar una música que no he elegido y tener que estar pendiente de la combinación de la ropa, el bolso, los zapatos y el ganchito del pelo, no me convence. No tengo nada en contra de ellos ni de las tribus que allí conviven, pero ya hace tiempo que descubrí que no es para mí. Y no tengo absolutamente ningún remordimiento al respecto.

También sé que es algo que no me gusta hacer ni en pareja ni en grupo. No me motiva la competición ni me anima compartir ritmos y retos que considero personales. 

Con la ayuda de lo que aprendí en el Diplomado de Psicología Positiva, uso mi fortaleza del aprecio a la belleza a mi favor, tratando de conectarme y motivarme caminando al aire libre y descubriendo nuevos espacios. 

En mi teléfono cuento con una aplicación que me dice el tiempo y la distancia mientras escucho la música que me gusta (ese es otro hallazgo para mí: cuando se trata de ejercicio –como en muchas otras cosas de la vida- la música lo cambia todo).  

Aprendí también que debo levantarme, ponerme los zapatos y salir. Sin darle tiempo a las excusas.  Dejar todo listo, pero especialmente plantearme algo sencillo como caminar o correr, que no requiere demasiada parafernalia, para dejar a mi pereza sin argumentos.

Y en eso estoy. Hoy comencé otra vez. Al menos seguimos intentando.

7 comentarios:

  1. Hola Angela, me gusto tu escrito, lleno de sinceridad. Eso se llama transparencia. Para agregar algo a tu tranquilidad, en el libro de Sonja de La ciencia de la felicidad, indica que esa supuesta liberacion de endorfinas no esta del todo demostrada y no cuenta con el total apoyo de los investigadores. Lo que si esta demostrado es la generacion de serotoninas. Pero te felicito Angela, sigue con tu playa, musica, chocolate y todo lo que compense a ese a veces aburrido ejercicio. Saludos desde Valencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias querido Lionel, tomé notas de tu texto para ponerlas en práctica. Quería compartir contigo que si bien me encantaría escuchar la naturaleza cuando salgo a hacer ejercicio, la música no sólo me motiva sino que me protege del ruido del tráfico, pero sobre todo de los "maracuchos" que dicen babosadas a la mujeres que hacemos ejercicio. Los audífonos desaniman a la mayoría, y a los que no, pues no alcanzo a oírlos. Afortunadamente, tanto en Venezuela como en Colombia son más los "maracuchos" amables que saludan con una sonrisa o responden mi saludo.

      Eliminar
  2. jejejeje, te confieso que pienso lo mismo, aunque me encanta la sensación final después de haber hecho un ejercicio que me gusta, la verdad es que NUNCA es lo mismo que comer chocolate, estar en una tumbona frente al mar, leer un buen libro y, mejor aún, hacer todas estas cosas al mismo tiempo. Pero una cosa si te digo, me ha funcionado mucho primero encontrar el ejercicio que me apasiona y segundo quitar las presiones, incluso la presión de convertirlo en un hábito. Si lo comparas con cepillarte los dientes te darás cuenta de que al final es algo que haces porque de lo contrario te sentirías muy incómoda, creo que de eso se trata :D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias querida Naya por tu comprensión, por los datos y por los ánimos. Compartir estas experiencias y hallazgos ha sido muy enriquecedor.

      Eliminar
  3. Angela...sincero, ligero, profundo, esperanzador y muy agrabable. Ese esrito es como tú.
    !Me encanto!

    ResponderEliminar
  4. Angela...sincero, ligero, profundo, esperanzador y muy agrabable. Ese esrito es como tú.
    !Me encanto!

    ResponderEliminar