miércoles, 11 de mayo de 2016


NO ME QUEDA TIEMPO


Manolo era amigo de mi familia y gracias a él conseguí trabajo como pasante de ingeniería en la empresa en donde se desempeñaba como gerente de planta. Manolo trabajaba de sol a sol, era lo que hoy se conoce como un "workaholic". La hora de salida era a las cinco de la tarde, pero siempre permanecía en su oficina por mucho más tiempo. Sus subordinados tampoco se atrevían a salir a esa hora, ellos se iban "fugando" a cuenta gotas, los más atrevidos escapaban a las seis y el resto de temerosos  acompañaban al jefe hasta su salida en la noche. Las evaluaciones de desempeño tomaban muy en cuenta esas horas de salida.

En los pasillos se comentaba que Manolo llegaba tan tarde a su casa que nunca veía a sus hijos despiertos. A manera de chiste se contaba la anécdota de que en una ocasión regresó de un viaje y el taxi lo llevó directo a su casa. Entrando le preguntó al hijo menor que jugaba en el jardín por su madre y el muchachito y que entró corriendo a la casa gritando: ¡Mamá, mamá,  aquí está un señor que te busca!
Se  veía siempre  abrumado,  y a pesar de tanto sobre tiempo había trabajo acumulado y los compromisos  se entregaban a última hora. Esa sensación de agobio se sentía en todo su departamento. Aun así, Manolo era considerado como un gran gerente dentro de la organización y un "líder" de grupo, de hecho, llego a ser tiempo después, el Director General de la empresa.

Nunca lo consideré una mala persona y lamento no haya vivido la experiencia de las organizaciones modernas en donde el liderazgo se obtiene por el respeto que se gana ante su gente y nunca por temor como fue su caso. Ese continuo estrés en que vivía su departamento no era del todo perjudicial, lo malo era que no permitía drenarlo para llevarlo a niveles manejables. Esos breves paréntesis de 15 minutos para tomarse un café -y que a Manolo no le agradaba- es fundamental para la creatividad y la productividad.  Esa hora de almuerzo con tranquilidad, socializando con los compañeros, sin celulares ni emails, son necesarios para la recuperación de la concentración. Los pájaros regresan al nido mucho antes de que caiga el sol, muy raro que los vean trabajando por allí de sobre tiempo, y hasta el mismo Dios apartó un día de descanso luego de una semana de ardua creación. La recuperación a largo plazo también es importante, por ello las merecidas vacaciones anuales son impostergables. Las personas  exitosas y felices son las que saben dosificar esa recuperación.

El líder moderno motiva a sus colaboradores a cumplir con el horario, les hace reconocer que el trabajo es muy importante, pero que también lo son sus compromisos fuera del ámbito de la empresa. La satisfacción laboral se incrementa al encontrar flexibilidad para una vida equilibrada, que combine las responsabilidades del trabajo con los compromisos y obligaciones en los demás roles sociales (padre, hijo, esposo, hermano, amigo, ciudadano...) además de poder dedicar tiempo a su cuerpo, mente y espíritu.

Me conseguí a Manolo hace unos meses, recordamos mi tiempo de pasantía y aproveché para agradecerle nuevamente su apoyo en esos inicios de mi carrera. Me contó que sus tres hijos están viviendo fuera del país y en esos momentos su esposa estaba visitando a uno de ellos. Entonces lo sentí solitario. Comencé a preguntarme: ¿Estará pagando la factura de una vida entregada solo al trabajo?, ¿Será que no siente la ausencia de los hijos? A lo mejor no, total, nunca estuvo con ellos.

Lionel Alvarez Ibarra
Mayo 2016

2 comentarios:

  1. Lionel que buena reflexión. Esperemos que Manolo tenga hoy una vida satisfactoria...
    Saludos

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  2. Lionel, gracias por compartir la historia de Manolo, a veces pienso en personas así y sobre cómo las organizaciones modernas nos invitan a mirar de otra forma el valor del trabajo. Sin embargo claro que hay mucho que agradecerla a tantos Manolos de la vida. Un abrazo.-

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