jueves, 8 de diciembre de 2016

LA FE


Hace algún tiempo me llegó una anécdota que relataba la situación de un pueblo que estaba padeciendo una prolongada sequía. Había alcanzado magnitudes tan graves que el cura párroco convocó a todos los feligreses a reunirse un domingo en la plaza mayor para orar y rogar a Dios que les ñenviara un aguacero. Una muchedumbre respondió al llamado, pero solo un niño de diez años llevó paraguas. Eso se llama fe, terminaba el relato y me pareció una manera simpática de ilustrarla.
La fe, en su significado mas amplio, se refiere de acuerdo al diccionario, a la seguridad  o confianza en una persona, cosa, deidad, doctrinas o enseñanzas de una religión. No me agrada tanta amplitud. Tener fe en una "cosa" es como "fe-o", por eso prefiero una definición más enfocada, tal como lo expresa  la Biblia en diferentes versículos: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve".  "Es la confianza de que Dios hará lo que dice que hará".  "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios".  Es la creencia que está sustentada en la Palabra de Dios y sus promesas. Es a esa fe que nos  referiremos en lo sucesivo.

Investigaciones conducidas dentro de la Psicología Positiva sugieren que las personas religiosas  son más felices, más sanas, están más satisfechas con su vida y se recuperan mejor de un trauma que las personas que no lo son,  y uno de los soportes fundamentales de esa religiosidad es la fe, por ello la importancia de fortalecerla e incrementarla. 

Entre los pasajes bíblicos más conocidos está el relacionado con la debilidad en la fe del apóstol Tomás, a quien se le anuncia la resurrección de Jesús pero él se niega a admitirla. Dijo que a menos que tocara las marcas de los clavos en las manos de Jesús, y la herida de su costado, no creería. Cuando el Señor apareció a los discípulos ocho días después, Jesús dijo a Tomás: "Porque me has visto, Tomás creíste, bienaventurados los que no vieron, y creyeron".
Si los discípulos de Jesús, que fueron testigos de sus milagros y obras, tuvieron debilidades en su fe, que se puede esperar de los creyentes actuales.  En estos tiempos sometidos a injusticias y tragedias, con frecuencia nuestra fe se resiente. Pero   cuando observamos las columnas de nuestra casa resquebrajarse es cuando con más diligencia acudimos a apuntalarlas. Así mismo, a los primeros indicios de desfallecimiento de nuestra fe, debemos reforzarla. Para los cristianos, la misma Biblia señala como hacerlo. Es reforzada en la medida que nos deleitemos en el estudio de la Palabra, en la práctica de la oración y en el servicio cristiano. Es volvernos a la Palabra, leerla, estudiarla, creerla, memorizarla, disfrutarla e interiorizarla, para poder obedecerla y enseñarla. Hay muchos pasajes en la Biblia que hablan de servir a Dios y confirman que en la medida que servimos a Dios nuestra fe es reforzada
Nada perdemos fortaleciendo la fe y mucho podemos ganar. Cuando nos  acompaña, se trae consiga a la esperanza. Nuestros problemas y calamidades son más llevaderos y la inevitable transición la aceptamos con paz y tranquilidad. No vemos razones para  desaprovechar tan fundamental fortaleza.

Lionel Álvarez Ibarra
Diciembre  2016

Enviado desde mi iPad

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