sábado, 26 de octubre de 2019

La vida es un ratico...


Tengo un amigo digital en Barcelona, España. El siempre nos comparte que una gran ciudad debe cumplir con tres requisitos: un servicio de taxi excelente, un buen Café y un vampiro. En Caracas no hay manera de tener un buen servicio de taxis.  Sin embargo Barcelona tiene suficientes fuentes de interés para caminar, visitar y conocer. Seguro que uno le pregunta a un catalán que cosas uno puede hacer en la ciudad para llenar un día,  y podrá, inmediatamente, hacer su mejor lista, quizá dependiendo de sus gustos, roles o intereses; por lo que pudieran orientarse a la gastronomía, al ejercicio o a la arquitectura.

Esa misma pregunta me la hice hace poco con la ciudad de Caracas. Resulta que tengo un amigo-coach en Argentina que va y viene como quién vive acá, pero no. Dejó de ser digital pues asistí a un taller suyo. Desde el deseo legítimo de querer ser su amigo, le ofrecí mostrarle a Caracas desde la mirada de un arquitecto. Desde el (mi) ego, uno se pregunta, ¿Quién mejor que un arquitecto para mostrar una ciudad y más si se nace en ella?. Pues hice la oferta. –“¿Quieres conocer Caracas bajo la mirada de un arquitecto?”.  Claro, las ofertas son solo ofertas si a quién le ofreces, no manifiesta el deseo de aceptar, ¿no?.

Las ofertas solas al igual que las peticiones, no conducen a nada si alguien no declara que acepta. Entonces se constituyen en una promesa, donde el que ofrece le cumple al que acepta. Así hice mi oferta tres veces, (“que ladilla de insistente, yo”, como dicen acá), y todas sin la aceptación correspondiente.  -“Es que está muy ocupado”- pensaría uno como para justificarlo. El hecho es, que a la tercera vez pensé,  -¿y si acepta?, ¿qué Caracas le voy a mostrar?. -¿Desde el arquitecto?. Allí fue donde hice la primera lista, pero fue a parar al pote de basura, siguiendo una segunda y una tercera vez. Entonces opté por preguntarle a mis pares, un grupo de egresados viejitos como yo, y todos arquitectos. Les hice una pregunta: ¿A qué lugares llevarían a un amigo argentino que no conoce Caracas, y que no incluya al Cerro Ávila, a Galipán, y tampoco  a la playa; que no supere los 12 sitios y que se puedan visitar en un día?. Sus listas, las enviadas,  tuvieron cierto parecido con las mías, aunque incluían al Ávila, a Galipán y a la playa,  yendo a parar  al  mismo pote. (Igual les agradezco su tiempo en hacer las sugerencias. Quizá debí también preguntar a poetas y locos, que de eso, todos tenemos un poco…)

Volví a formularme la pregunta, esta vez bastante cambiada:

 -“Desde dónde yo pudiera enseñarle Caracas a un (amigo) extranjero, con poco tiempo, vegano, naturista, coach, y que practica la humanidad?”.

Esta vez la pregunta no estuvo planteada desde mi ego sino desde al que pudiera interesarle ver otra cara amable de una Caracas que no conoce, (pero no desde lo que yo pienso que él debería ver, sino un poco poniéndome en su lugar y construir desde allí). Desde el arquitecto, hubiera pensado que debería ver edificios y mayormente aquellos construidos por mí, con mi colaboración, o coordinación. Al final, las listas estaban llenas de “yoes” (Aceptado por el RAE). Ahora, los lugares los buscaría  desde el otro o quizá desde donde dos intereses se encuentran. Esa sola decisión abre un mundo de opciones y oportunidades que no solo indica edificios, sino vistas, olores, sabores, percepciones, conversaciones  o solo contemplaciones, incluyendo a otras personas, otros tiempos y otros lugares.

Lo primero que hice fue un mapa. Muy básico; un esquema de Caracas con sus 5 municipios. La visita con 12 estaciones debería incluir a lugares que él quizá conocería si viviera acá. (A lo mejor la conoce mejor que yo). Caracas es una ciudad mágica de tan solo 15 a 20 kilómetros de largo por 5 de ancho. Su nombre es Santa Mariana de Santiago de León de Caracas. En su escudo, se observa a un león que abraza una concha marina, el símbolo de Santiago, el discípulo de Jesús. Señalar las cosas por su nombre nos va dando pistas, así como los límites que representa  la ubicación imponente del cerro Ávila que nos separa del mar Caribe. Hace algunos años éramos 5 millones de habitantes, hoy, no llegamos a 3.

¿Qué es lo primero que hacen los propios cuando llega un extranjero? Pues lo llevan a comer chicharrón de cochino al Junquito, sándwiches de pernil a Galipán o a beber “caña” (alcohol), en Las Mercedes. (Los más osados incluyen visitas a otro tipo de templos más paganos).  Igual, siempre pensamos lo que al otro le “debería gustar” según lo que somos y nuestras creencias. La lista final es como lo ven en el dibujo coloreado, justo no, en lo que hubiera dibujado un arquitecto, sino desde quien pretende escuchar al otro y si conecta con su niño interno que va a jugar.

A las palabras de mi amigo Manel, además del vampiro, agregaría que para conocer un sitio hay que visitar un mercado, una universidad y una plaza. Así, los incluí en el viaje

El Plan:
Desayunar una empanada de queso criollo con un café grande en Los Palos Grandes.
Dejar el carro en el Parque del Este,  e ir al centro en Metro
Municipio Libertador
1.       Casa Natal de Simón, la plaza Bolívar. Interpretar el espacio en el Museo Sacro. Conectarse con la espiritualidad
2.       Paseo Linares y el museo de la familia Mendoza. Hablar con los viejitos de la Plaza Bolívar. La escucha y la sabiduría popular
3.       Por supuesto subir las escalinatas de El Calvario, hasta la iglesia. El mundo de lo posible, de lo particular de Caracas
4.       Al regreso, entramos al Planetario Humboldt  en el Parque del Este el más antiguo del continente sur. Se trata de ver un ciclo de vida de Caracas desde el atardecer hasta el amanecer del día siguiente, en la bóveda del edificio.
5.       La Universidad Central de Venezuela, pasear por la plaza techada. La metáfora del tiempo-espacio y de “la casa que vence las sombras”. Entrar al aula Magna a ver los móviles de Calder. Los elementos, aire, fuego, agua, tierra y éter
Municipio Chacao
6.       Uriji Jami. (Nombre en pemón que le dan a la selva. Significa espacio abierto). Es un startup digital, (como Instagram, pero venezolano), con un campus en el Country club. Tomar café en el campus y conversar con su promotor Jean Clauteaux. Almuerzo en Uriji campus una ensaladita mixta y un mojito de hierba buena con limón. Con él, hablaríamos del agradecimiento cuántico y de cómo poner el futuro a favor, y hacer que ocurra
7.       Visita al mercado de Chacao. Conversación con las floristas. Espacio entrañable de olores y colores. Idiosincrasia de lo posible
Municipio Baruta
8.       Tomar el postre en “Cacao artesanal” en La Hacienda La Trinidad. El Cacao es Venezolano. El olor del cacao, a veces pienso que nos conecta con las raíces americanas y hacen al continente, uno solo, un solo bloque, desde la Patagonia hasta Alaska.
Municipio Sucre
9.       Visita al casco histórico de Petare. Revivir el “Vía Crucis”. Lo que permanece, lo que se cuida y cuenta historias
Municipio El Hatillo
10.   Vista del Cerro El Ávila desde Cerro Verde, al lado opuesto, desde la casa de mi hermana. Colores del Ávila, historias. Conversación con Huberto Caballero autor de “El Ávila en su asombro”. Colores del atardecer. Los azules de Caracas, una paleta mágica
11.   Visita al pueblo del Hatillo. Visita al pueblo de El Calvario. Cena temprana en la Plaza de El Hatillo. Conectarse con la grandeza de lo pequeño. El silencio, la paz
12.   Regreso

Ahora la lista es distinta, no son edificios, aceras o plazas. Se trata de gente, de símbolos, de cultura, idiosincrasia, y afectos, aquellos de los cuales los caraqueños somos ricos. Me encantó hacer la lista, me gustó hacer el plan y recorrer nuevamente cada lugar e imaginarme los personajes que invitaría o visitaríamos a cada parada. Todos son posibles. Escucharíamos historias, cuentos y los motivos de ser feliz, aun cuando se viva en la adversidad, porque los venezolanos sabemos de resiliencia. Se trata de olor a café recién colado y del cacao puro antes de volverse una torta. Se trata de los colores cambiantes del cerro y de cómo Villanueva (el arquitecto de la UCV), manejó la luz y la sombra para lograr espacios cálidos y amables. Se trata de las costumbres propias que conviven todos los años en la sangre del Cristo de Petare o en las escalinatas de su calvario. Se trata de la herencia y del orgullo de ser de acá y desde donde uno es capaz de poder escuchar al otro, desde donde  es, bajo el respeto y la aceptación.

Gracias amigo, por permitirme, (aunque no lo sepas),  realizar este reto expansivo y positivo, que me ha llenado de orgullo, añoranza y un sentimiento entrañable que nace de pertenecer a algo, alguien o a algún lugar. Yo amo a Caracas.

¿Qué siente un actor que tras meses de ensayo de una obra teatral,  llega el día del estreno; qué piensa un promotor cuando ve un sueño avanzar solo; qué siente un humanista cuando ve que su movimiento pasa de 20.000 seguidores a 95.000 en un año; qué siente un escritor que tras escribir y escribir, un día tiene su libro en sus manos; qué existía antes de  escribir este ensayo?  Me parece que se trata de poner el futuro a favor. “Cuando uno lo visualiza, ya existe”, dijo Jean. Esta visita-tour ya existe en alguna parte del futuro, y no va a dejar de existir. Solo espera por el momento oportuno, para volverse realidad… una mágica realidad.

La vida es un ratico, amigo. Ojala ahora, con la concordia del universo y tras la declaración de posibilidades,  pueda muy pronto, mostrarte una ciudad, que en mi mirada, te gustaría observar, sentir y conocer.

Alberto



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