viernes, 27 de enero de 2023

MI MAESTRO DEL PERDÓN

 

MI MAESTRO DEL PERDÓN

Hace años, en un momento inesperado, sin tocar la campana, de repente el PERDÓN, invadió mi caja negra, se metió en el cementerio de mis muertos vivos y me trajo en vilo, el cadáver lacerante de mi padre. Él… para mí ya era polvo, óxido desgañitado en el reloj del tiempo

No sé cómo hiciste, ni que dijiste en aquella clase magistral del PERDÓN

No recuerdo si tus argumentos, eran versos o látigos

No sé, si lanzaste a mi inconsciente, una flecha fulminante de fuego

No sé, si socavaste mis grutas muertas, las que celosamente acumulan dolores ancestrales y guardan las tumbas de quienes, no me viven

No sé cómo adivinaste, que yo tenía una herida muerta con cara de cicatriz, supurando desde hacía más de 30 años

 

Entonces, lanzaste dardos envenenados del perdón químicamente puros, sin ninguna traza de impureza a la que pudiera asirme y negarme… a zambullir mi alma en su brebaje, negarme al conjuro de acabar con mi herida cumbre

Ésa misma noche, hice mi primera Carta del Perdón, la tarea que mandaste. Porque y para que, apuré ésa carta, acaso muy en el fondo, estaba esperando por un catalizador humano del perdón…

 

Pasaron los meses, terminamos el Diplomado I de Psicología Positiva y me fui de viaje a Lima, con una libreta llena de notas, como arma del perdón. Había vaciado en ellas, mi dolor congelado, mis vivencias de orfandad e indiferencia paterna, mis frases y oraciones perdonando y pidiendo perdón…

 

Dios escribe sus libretos y nos hace actores de la magia del perdón, al día siguiente de mi llegada, encontré a mi padre en la primera fila de la iglesia; allí también estaba Cristo, como juez y testigo de nuestro perdón. Las palabras mudas, gritaron el lenguaje del amor, selladas por un inmenso abrazo, de esos que se conjuran, cuando son crudos los años de ausencia.

 

Nunca sabrás, querido amigo maestro, de lo que fuiste capaz; lograste lo que mi familia no pudo: mi reconciliación con el ser que me dio la vida, cuánta carga me aliviaste, cuántos pecados quedaron condonados en mi deuda divina.

 

Te has ido sin darme tiempo de darte GRACIAS. Tus pasos sigilosamente apuraron tu partida, no te percataste que era la muerte, quien te abrazaba, viste a un ángel en forma de mujer bella y te lanzaste en vuelo…que sean mis ángeles custodios, quienes te hagan llegar, mi abrazo de la gratitud y el adiós…

 

Gudelia Cavero Hurtado

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario