lunes, 19 de enero de 2015

Capítulo #6 La intimidad

Resumen (para los que llegan mas tarde)  
Por los años cercanos  a 1440, los Aztecas y los Incas era sin dudas, dos imperios poderosos. Para entonces, ambos tenían guerras civiles internas para mantener unidos a sus  imperios. Ambos, se habían puesto de acuerdo que la tierra rica en Cacao, la moneda de circulación de los imperios, fuera tierra de paz. Ambos imperios concurrían una vez al año a cambiar oro por cacao, maní, Merey y otros frutos de la Orinokia. Para cerrar el tratado de paz, ambos imperios han decidido casar a sus príncipes, en la mano de dios, donde la Orinokia conoce el gran océano. La fecha estaba prevista. Orinokia es la cuenca del hoy río Orinoco que abarca los llanos colombianos y gran parte de Venezuela.

Del norte sale el príncipe   y del sur, sale la princesa Ima Tintaya, que tiene a su esclavo Majnú que la cuida de todos los peligros. La princesa, para ambas culturas es la mitad del Dorado, que son quienes llegaban a negociar y a intercambiar bienes y recibían ese nombre porque se cubrían totalmente del polvo de oro. Las plumas, los tocados y las ropas doradas, daban la ilusión que eran de oro. Dioses de oro puro.
                                                                                             
Majnù tiene un pasado que desconoce, pero es tan importante, que podría cambiar los  acontecimientos. En esta penúltima parte del cuento, todos los príncipes, llegan a la Orinokia, a la pirámide de oro. Allí, Majnú recuerda las emociones más intensas que haya podido vivir, de cuando niño y  de justo ahora, como un esclavo enamorado de una princesa...

Capítulo #6
La Intimidad (El penúltimo capítulo)

Majnú que ya sabía su nombre verdadero, Coatl-Coatl, el dos veces serpiente, hijo del Dios emplumado, miraba fijamente a la princesa Ima. Sus ojos se cruzaron cuando terminaba de caminar hacia el punto de encuentro entre las dos culturas y habría de conocer al Príncipe del Norte, su prometido. Majnù que era su cuidador, aguardaba a un costado de la vía.

Era la primera vez que los dos príncipes de los dos imperios se veían de frente. Su futuro había sido pactado por los dioses años atrás. cuando aún jugaban con lodo. Esa unión era el símbolo de la paz, en la Tierra de Gracia, allí donde termina el gran Orinoko y va al mar. La ceremonia ocurría en la madrugada, casi en el amanecer, justo en las horas que termina el flujo inverso, aquel en el que el mar para al rio y se adentra. Luego, en el reflujo, las aguas retenidas regresan al mar y bajan las aguas hasta que al otro día, comience el ciclo nuevamente. En la mano de dios, todo es un ciclo. En el reflujo, las islas aparecen, las rocas, los meandros y los manglares. Justo en el primer dedo de dios, casi a la salida al mar, cerca de la laguna negra, había una piedra en el medio de un pequeño caño.

Cuando las aguas comenzaron a retirarse, muchos de los habitantes de la Orinokia comenzaron a limpiar la piedra que aparecía mientras más se retiraban las aguas. Los tres príncipes, desde lo lejos y antes de caer el sol, vieron el brillo infinito de la pirámide de oro, donde ocurriría el encuentro y la unión de los dos mundos. Majnú sin embargo, sólo veía un solo brillo, un solo rayo de luz, que era el que brotaba de los ojos de la princesa enamorada de un plebeyo que era un príncipe.

Majnú en silencio, conversaba con esos ojos que callaban, que esperaban. Orinokia le había hecho recordar su infancia.

-Ya no me llamo Majnú. Mi nombre es Coatl-Coatl, pero no se lo había podido decir.

La tarde iba cayendo, el agua salía del caño, el oro resplandecía, las miradas ardían de deseo. Ese mismo deseo que sintió por la princesa en el paso por la montaña y la selva, desde la ciudad sagrada del sur. Coatl-coatl, se estremecía pensando en lo que vivió en las pirámides de maíz, en las danzas de los elementos aquellos que inspiraron a ese amor de una princesa y un esclavo que era príncipe. Coatl recordaba lo que pasó en la travesía…

El aire
Majnú estaba, a la cuarta luna, totalmente enamorado de la Princesa, y ella de él. Al alba, en luna llena con el viento del este, veía pasar las horas de su pasión. No había dormido en toda la noche. Vigilaba el sueño de Ima Tintaya quién en silencio que tampoco podía dormir, dedicaba su insomnio a pensar en su amado.

-”Aire de mi aliento, aire que me hace volar. Plumas de aves que me hacen volar, déjame transformarme en príncipe. Déjame merecerla. “ Y casi sin voz, Majnú, entonaba las canciones que recordaba de niño, que eran lejanas pero que hablaban en otra lengua, sobre el viento, húmedo y caliente que sale de la garganta.

-”Soy aire, soy viento, soy tú.”

Ima se levantó en la escasa claridad del alba, se sentó al lado de él, le tomó la mano y hablaron del futuro.

-Gran Majnú, valiente cuidador, ¿de qué trata la canción que cantas?

-Trata de la libertad, trata de los cambios, del amor. Habla de cómo el aliento de un hombre enamorado, puede cambiar el destino de los vientos, aplacar tormentas o genera lluvias., dijo Majnú

- ¿Y tu aliento, puede cambiar el destino?, dijo ella mirando al sol que ya se asomaba

- Si los dioses te pudieron regalar a Majnú, ¿porque no habría de hacer que las cosas sean distintas?, ella entonces, asintió con la cabeza. Al aclarar el día, la princesa soltó la mano de su cuidador y regresó a su choza.

El agua
La segunda noche, Ima tampoco podía dormir, ardía en pasión aún desconocida por ella. Llovía esa noche y así como el agua fluía desde donde se acuesta el sol, su sangre la sentía pasar por todo su cuerpo. La humedad era intensa y más, porque llovía. La princesa, salió entonces a la búsqueda de Majnú. Al salir notó una sombra al lado de su puerta, era él cuidando su sueño, que no era.

  • Querido Majnù, ¿no duermes?

  • ¿Cómo he de dormir si solo pienso en cuidar tu descanso?, dijo el

  • No puedo dormir, hay mucha humedad, dijo ella

  • Pero te estas mojando con la lluvia y puede hacerte daño

  • Quisiera caminar un rato bajo la lluvia, sin rumbo, solo siguiendo el curso natural del agua que regresa al río. ¿me puedes acompañar?

  • Soy tu esclavo, Princesa,  llegó a decir Majnú.

Majnù sabía que era su esclavo, pero dos veces esclavo pues no podía renunciar a ese amor que nacía en la selva, desde los elementos sagrados y  eternos de la naturaleza. Ima Tintaya, mojada bajo la lluvia y de noche, logró sentirse mas reconfortada; mas por estar junto a su amor. que por el calor de la noche. Al escampar, la piel caliente de la princesa, con su sangre encendida, creó un vapor denso, intenso, que cubrió todo el campamento. Lo que vió la gente que se despertó con el suceso, fueron dos sombras luminosas, que resplandecían por el reflejo de la luna. El vapor era como una cascada capaz de reflejar imágenes y también, sentimientos. Esa noche solo caminaron, no se dijeron más nada. El calor de la humedad de Ima, alcanzó para los dos.

La Tierra.
La tercera noche estaba despejado. Durante el día, los sacerdotes no la dejaban comunicarse con su esclavo, solo hacían los preparativos para la ceremonia de Orinokia. Por eso las noches eran tan especiales para la Princesa

  • Por eso las noches son tan especiales, dijo ella, mientras que pensaba en esa noche.

  • Por esto, las noches son tan especiales, dijo Majnú pensando en Ima.

Esa noche, logró convencer a los sacerdotes que debía hacer una ofrenda a la Pachamama, la diosa de la tierra, la infinita, la madre de todas las cosas vivas. Le dijo a sus sacerdotes que debía estar sola, que la podía cuidar su esclavo, que había demostrado integridad, respeto y afecto, en todos los momentos del viaje. Y así fue concedido. A los sacerdotes le pareció importante que Ima le pidiera a la tierra lo que la tierra le iba a dar, justo antes de llegar a la tierra de gracia, la tierra de paz.

  • Majnú, necesito que vengas conmigo al bosque esta noche. Tengo una petición que hacer a la Madre Tierra. La tierra es mujer, es madre, es diosa, es Ima, cosa que pudo de contada siglos después, por quienes escucharon todo lo sucedido.

  • Amada princesa, mi destino es cuidarte y protegerte. Es lo que han querido los dioses. Majnù no se atrevió en ese momento de declarar algún sentimiento, pero la Princesa, la rebelde, si lo haría.

  • No se que siento por ti, querido Majnú. ¿Qué debe sentir una princesa por un esclavo? Yo nunca te he visto como esclavo. Tu sabes el secreto de las raíces, conoces los sabores de la selva, le puedes hablar al viento y conoces el secreto del fuego. Esas, no son cosas de esclavos, dijo Ima.

  • Llegué de muy niño a la Ciudad Sagrada. tengo muy pocos recuerdos de mi niñez. Quizá si algo pasara que me haga recordar…

  • Te trajeron del norte, dicen. Donde los dioses son serpientes con plumas, donde representan al sol y al fuego.

  • Así es Princesa, pero me eduqué contigo con la luna y el agua, con la tierra.
  • Me gustaría ser libre como el viento, como tú que aunque siendo esclavo, sabes volar alto, dijo Ima

  • Me gustaría ser un Príncipe como Tú y poder amaros como te mereces.
La princesa ahogó un suspiro en llanto.

  • ¿Por qué lloras Princesa?

  • Le hago honores a la tierra que necesita el agua para vivir. Mis lágrimas son agua que con la tierra son el barro de la vida.

Con la imagen del barro, quizá Majnú, llegó a recordar la historia de los dioses de su infancia y del origen de la vida y del mundo. Se calló, y amó más que nunca, al ver a la princesa llorando sobre su pecho.

El Fuego.
La cuarta noche era luna llena. A la media noche ardía en deseos no manifestados. El sudor ya había inundado su cabaña y corrían ríos por entre las piedras, buscando detenerse. Su espíritu estaba desbordado y no sabía que hacer con sus pensamientos, que al final era uno solo, un pensamiento, un sueño, una realidad que quería compartir. Sigiloso salió de su cabaña y caminó hasta la tienda de Ima, saludó a los sacerdotes y se paró frente a su puerta.

El río que lo acompañaba se había secado. Ardía en deseos que habían estado alimentados por el aire, el agua, la tierra y ahora el fuego. Todos los elementos estaban juntos, como un dios que los invoca para llegar a cumplir sus deseos. Majnú estaba frente a la puerta e Ima estaba detrás de él, pues había salido a encontrar la fuente de esa nueva agua, que la movía, la torturaba. Ima sentía emociones que solo el agua le podía ofrecer. Ima en silencio, se colgó de la espalda de su amado, que la esperaba.

Majnú, no dijo nada. Sus manos se aferraron a las de ella y las acarició, como quien  sumerge sus dedos en agua fresca. Con solo tocar sus manos, ambos podían sentir los fuertes latidos de los dos corazones que en ese momento eran uno solo. Majnú se volteó y abrazó a la Princesa. Las dos figuras a medianoche  y a la luz de la luna llena, echaron raíces, brotaron flores y extendieron sus ramas como queriendo alcanzar el cielo. Los sacerdotes observaron y escucharon un fenómeno extraño justo a la medianoche. Fue un gemido sordo, y luego una luz intensa, tan intensa que llegó a ser vista por el Príncipe del norte en su travesía a la tierra de gracia. Muy temprano en la mañana, los dos cuerpos yacían abrazados y aun en éxtasis. Majnú, por el bien de la princesa, abandonó la tienda antes que las esclavas llegasen a prepararla para seguir la travesía. Los amantes solo se encontraron esa sola vez. Luego del resplandor, los sacerdotes tuvieron la precaución de vigilar a la princesa día y noche, además de la vigilia de su esclavo, claro esta.

Toda esa historia la pudo recordar ese día en frente al caño que ahora cerrado por juncos, ramas y troncos  y aprovechando el reflujo del rio hacia el mar, dejaba ver a la roca mágica que se convertiría en el templo de oro, el templo del “Dorado”. Majnú estuvo pétreo durante horas frente al monumento que mas tarde iba a servir para arrebatarle a su amada.

La roca estaba forrada primero por juncos, luego tejida y forrada en barro. Para adherir el barro al junco, los nativos usaban el sangrado de un árbol gigante que se daba bien a las orillas del río. Era blanco, como las nubes, no se derretía en el agua y se estiraba para adaptarse a las corrientes de flujo y reflujo, que solo se da en los deltas de los grandes ríos. En la madrugada, ya el nivel del agua había bajado lo suficiente para transformar la roca negra en una pirámide de oro. Majnú habría de calcular que la pirámide de oro mediría como cincuenta pasos largos por cada lado y tan alto como dos árboles de la leche blanca. Tenía cuatros escalones dorados y una escalera que iba desde la parte mas baja del río hasta la cumbre, donde suponía, ocurriría la ceremonia.

Sin embargo Majnú ahora Coatl-coatl, el dos veces serpiente, estaba parado frente a la roca de oro, con los puños cerrados, sabiéndose también un príncipe. Ya había regresado de su sueño. La rabia lo envolvía y no le permitía moverse, pero sabía que algo habría de hacer o algo habría de pasar.
En ese momento, escuchó una pequeña voz que lo llamaba:

  • Majnú, usted es el protector de la Princesa Ima y debe saber lo que acabo de escuchar, dijo una esclava de la princesa, su preferida.

No tenía nombre pero él la llamaba Merey, haciendo alusión a la pequeña semilla que descubrió a la llegada a Orinokia. Merey era menuda, también había llegado como esclava del norte y conocía ambas lenguas, aunque no lo dijo nunca. Eso le había permitido, al servir a los sacerdotes del norte, poder escuchar y comprender  lo que minutos después, habría de contarle al Príncipe y que cambiaria el ritmo de los acontecimientos. Mientras, la pirámide brillaba e incandilaba, ahora en que los primeros rayos del sol, se posaban sobre la superficie pulida y dorada.

-Los sacerdotes del norte y el sur, han estado reunidos por horas, dijo Merey, mientras se le aguaban los ojos.

El Principe dos veces serpiente, intuyó de lo que se trataba la reunión. En ese momento preciso, alzó los brazos y gritó en su idioma materno,

!Coaaaaaaatl…!. Luego de eso, más nunca volvió a ser Majnú, el esclavo. -! Coatl-Coatl…!, volvió a gritar, más fuerte aún, y lo escucharon con temor, los sacerdotes del norte y los del sur. Ahora y para siempre, era un Príncipe que debía salvar  a una princesa…

Alberto

------------------------------------------------------------------------------

Fuente: Imagen tomada de www.wikipedia.com

5 comentarios:

  1. Excelente Alberto, felicitaciones!!! Me encantó!!

    ResponderEliminar
  2. Querido Alberto, sigo fascinada con la historia de Ima Tintaya. Me encantó el uso que hiciste de los cuatro elementos para este capítulo. También observo que hay más diálogos, maravilloso. Si esto es el trabajo en proceso, ¡cómo será cuando esté pulido! Una maravilla que nos dejará un sabor dulce como el del postre Orinokia, estoy segura.

    ResponderEliminar
  3. Gracias amiga Angela, que belleza de palabras y aliento.

    ResponderEliminar
  4. Alberto, hermoso cuento, lo quiero volver a leer entero

    ResponderEliminar
  5. Estimado Alberto, un placer conocerte, muchas gracias por la gentileza del resumen para entrar en contexto. Una historia apasionante, sería genial leerla desde el principio.

    ResponderEliminar