martes, 8 de septiembre de 2015

Vivir como turista

El atractivo que tienen los viajes para mi es la posibilidad que ofrecen de ser buenos aliados para salir de la rutina diaria, de las perspectivas cotidianas, de las formas de actuar comunes.  Lo que me gusta de ellos, es  esa cualidad que tienen algunos de hacerlo salir a uno de su propia “burbuja”, de tener buena actitud y apertura.


En mi vida han abundado los viajes cortos y largos. Sin embargo, no todos cuentan como tales teniendo en cuenta la definición dada. Hay viajes que no han permitido esa posibilidad. A esos los considero un mero traslado. Pero otros en cambio, incluso dentro del mismo país, han representado verdaderas aventuras y desafíos y han dejado experiencias inolvidables. A esos me refiero en estas líneas, a aquellos que han formado parte de mi crecimiento. De ellos contaré aquí algunas anécdotas.

De pequeño viaje mucho con mi familia y todos esos viajes fueron siempre fuente de satisfacciones y nuevas experiencias. Conocer lugares nuevos, gente diferente, otras culturas, lugares atractivos y novedosos e incluso mi primera experiencia de amor.


Durante buena parte de mi vida, vacacioné en una casa de playa de la familia desde los diez años hasta más  allá de  los cuarenta, que me compre mi propia casa. Algunos de esas estadías fueron memorables. 

Con unos doce años se me ocurrió con un par de amigos contemporáneos irnos de pesca. Compramos todos los utensilios necesarios para hacerlo de una forma sencilla. Fuimos caminando por la orilla del mar hasta encontrar un lugar adecuado y terminamos alejándonos mucho de la población donde estábamos residenciados. Nos deleitamos en el atardecer y encendimos una fogata para asar lo pescado, para luego darnos cuenta que ya no podíamos volver por el mismo lugar debido a la oscuridad. Así que lo hicimos por la carretera, que era solitaria, oscura y mucho más larga. Íbamos un poco asustados y el tiempo avanzó rápido. De vez en cuando pasaba algún vehículo y detenía un poco su paso al ver a unos chicos caminar por ese lugar tan desolado. En una de esas ocasiones, un par de carros se abalanzaron sobre nosotros cambiando las luces y se detuvieron justo delante de nosotros encandilándonos. Nos quedamos petrificados. Se bajaron unas personas del vehículo y pronto reconocimos  que eran los familiares de cada uno, entre llantos y júbilo, porque no tenían la menor idea de nuestro paradero. Nos habíamos considerado mayores como para pedir permiso y no habíamos informado de nuestros planes ni paradero. Fue visto como travesura este primer gesto de independencia, pero dentro de una completa ingenuidad!


Otra aventura que quiero compartir, es que de veinteañero tuve una estadía en una hacienda. Ni siquiera recuerdo cuanto tiempo pasé allí, pero me pareció  toda una vida. Apenas con alguien conocido, estuve rodeado de mucha gente nueva. Allí aprendí a montar a caballo y tuve la oportunidad de usar armamento para perseguir animales que amenazaban un sembradío de maíz. También tuve el placer de bañarme en un rio helado. Me llevó allí un amigo y fuimos muy bien atendidos por un chico contemporáneo muy amable. Un par de años después lo encontré casualmente en la sala psiquiátrica de un hospital caraqueño donde yo realizaba prácticas mientras estudiaba la carrera. Me había atrevido a pasar al salón de psicóticos a escoger yo mismo un paciente a quien evaluar y me lo conseguí acurrucado en una esquina!!!


De adulto, uno de los viajes más importantes que hice fue a Canadá donde estuve por dos meses. Allí tuve muchas experiencias y amistades, además de visitar muchos lugares. Llegó un momento en que ya me sentí parte del lugar. Estaba casado pero fui solo a aprender inglés. Ese viaje despertó nuevamente el adolescente que había en mí. Creo que tuvo un impacto mi negativo en mi matrimonio. La aventura comenzó desde el primer día. Mi inglés no era muy bueno y no quería andar improvisando en el aeropuerto. Además, había sido director de recursos humanos en una empresa y estaba acostumbrado a hacer todo de manera muy programada. Así que contraté un servicio de traslado para que me buscaran al aeropuerto a mi llegada y me llevaran a mi destino. Pero el taxi no llegó!!


Un viaje importante que hice fue a Israel. Estuve más de un mes y ya me olvidaba sin ningún remordimiento de nuestras realidades, que no extrañaba en lo absoluto. Era la segunda vez que iba y tenía varios contactos que me permitieron ampliar mi radio de acción. Me moví como peso pluma y hasta organicé un paseo para unas conocidas en una ciudad extraña donde había hecho contactos previos. De ser alguien que solía planificar los viajes en detalle, pasé a practicar la filosofía del “como vaya viniendo vamos viendo”. Así que esta vez fui sin un itinerario preconcebido y me quedé a dormir en muchas casas de recién conocidos.


Entre el hebreo, el inglés y el español, me costaba trasladarme mentalmente a la perspectiva venezolana. Esta no cabía en mis coordenadas, hasta que me vi obligado a enfrentarla cuando no funcionaron mis tarjetas de crédito a partir del 1ero de enero . Así que espere hasta el momento más adecuado para llamar. El contacto con esa realidad en aquella situación fue muy desagradable y frustrante, y la verdad que tuve que hacer un esfuerzo mental. Tendría que pasar unos 15 días sin tarjeta de crédito y con efectivo suficiente solo para el taxi del aeropuerto el día del regreso!!


Nadie allá podía comprender porque no podía usar mi tarjeta de crédito. El contacto con esas emociones de pronto me hizo sentir como me sentía aquí en el día a día. Era como dos mundos paralelos unidos por un agujero negro. Estuve un día encerrado por el shock. Estaba confundido! Estaba en el otro continente, pero esta realidad se había hecho tan inminente que se hizo presente allá. Sentí que no podía deshacerme de ese karma. Que me perseguiría donde fuera. Había despertado de un sueño para encontrarme con una pesadilla. Esa realidad que supera la ficción.


Cancelé mi participación en el paseo que había organizado y me negué a asistir a otra invitación que había recibido, porque representaría gastos por traslado. Pero algo dentro de mí se rebeló, de no querer entrar en ese molde. Mi mayor acto de libertad fue terminar aceptando la invitación y gastar un poco de mi escaso dinero en el tren. Eso despertó la misericordia de las personas a las que había organizado el viaje y finalmente me ofrecieron pagar los gastos del otro paseo que había organizado. Macho que se respete no acepta esas cosas, pero a la final me convencieron de ser su guía en esa ciudad, cosa que por demás hice muy bien al punto de conseguir en una ciudad extraña una invitación a cenar en casa de unos lugareños, los cuales terminaron por aceptarme un pago por Paypal usando mi cupo electrónico del nuevo año a cambio de efectivo!


Mi reflexión a partir de viajes como estos, es que uno lleva por dentro a todos lados ciertas experiencias emocionales que se activan con ciertos disparadores. Pero siempre está de parte de uno cómo enfrentar las cosas; realmente todo está en los ojos con que uno ve las cosas. Uno puede estar en un lugar privilegiado, pero con la persona o experiencia equivocada, uno es capaz de vivir el infierno. Pero, a su vez, puede estar uno en un lugar muy sencillo, pero si está adecuadamente inspirado, a uno es capaz ocurrirsele la ley de gravitación al ver una manzana que cae. Por eso, cuando me sorprendo quejándome de alguna vivencia de la vida cotidiana, me recuerdo a mí mismo de la actitud que tengo cuando viajo, de manera de poder vivir el día a día como un turista vive sus viajes.

Víctor Calzadilla

1 comentario:

  1. Sin duda cada viaje es un viaje hacia nosotros mismos. Dejamos y nos traemos cosas y no hay duda de que sirven para conocernos más, tanto si se trata de divertidas aventuras o si están llenos de tropiezos o fatalidades. Gracias por compartirlos Víctor, estoy segura de que todos los que te leímos viajamos contigo.

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