viernes, 25 de junio de 2021

"Cuando me comí la manzana prohibida en un faro...y no fue culpa de Adán y Eva". Autor: Santiago Porras Rojas. Junio 27, 2021


Érase de 6 niños y primos entre los 11 y 13 años quienes, en unas vacaciones de verano, nos reunieron unos adultos queridos, en una casa de color blanca grandota, a las orillas del mar de “Naiguatá”. 


Los niños y adolescentes eran familiares directos; de distintas familias, que los hacía “los primos”; ninguno bautizado con el nombre de Adán. En este cuento de hoy, no aparece ninguna niña y entre las primas que también estuvieron en la casa grandota, ninguna se llama Eva. 

¿Qué sabían de pecar? Seguramente que ninguno de ellos lo sabría. ¡No!, no, no; corrijo, todos habían sabido de una historia creativa muy antigua en la que se expresaban muy mal de las culebras, por su astucia, capaz de hacer pecar a unos adultos, pero ¿A unos niños o adolescentes? No era lo que nos habían contado.

En realidad, se referían a una serpiente, sin embargo, por la forma cómo fue contado el cuento, me quedé con la idea de que toda culebra es mala, y al parecer hay culebras mansas, y yo me quedé con la idea de que son peligrosas. Hasta el más inocente puede engañar y seducir, precisamente por su inocencia. 

Recuerdo que en las clases de religión o en los sermones de los curas desde los púlpitos domingueros, se nos repetía, con más insistencia que estuviéramos muy atentos para no comernos la manzana prohibida o que, somos pecadores y que hay un infierno para los pecadores. 

En la inocencia de los niños resulta difícil ser conscientes de la palabra libertad, con la que llegamos a la vida y posiblemente mas aún, si las historias y las palabras pronunciadas con mas frecuencia, están relacionadas con la oscuridad o las debilidades.

Por ello, si la culpa es de Adán y Eva ¿Qué tendría yo que ver con ellos? ¿Cuán efectivo puede resultar un lenguaje que pone su atención en lo que no funciona bien de nuestras acciones humanas? Ahora, cuando escribo estas líneas creativas, aprecio con liviandad que, al quedar desnudo en la casa grandota, no fui consciente de estarlo hasta que unos dioses arribaron por sorpresa, una noche de verano al faro de un Puerto Azul, y como si fuese una redada, nos metieron en sus coches y nos apresaron en una habitación calabozo y, uno a uno fue al juzgado familiar para confesar ser autores de unas bocanadas de nicotina seductora.

Los hechos:

La casa, cual edén, estaba ubicada junto a la desembocadura del Río Naiguatá, en el Departamento Vargas, a los pies del maravilloso cerro El Ávila, perteneciente a la Gobernación del Distrito Federal de la capital de Venezuela. Era una casa de 2 pisos, con aproximadamente seis habitaciones grandes, en la que disfrutábamos de vacaciones una treintena de personas, y del total de ocupantes; los niños y los jóvenes éramos casi una "veintenita".

El jardín de nuestro Edén era de tierra, con árboles de mango, uvas de playa y grandes palmeras, y en su lindero oeste, colindaba con un Club grandísimo, conocido como “Puerto Azul”. Allí en ese escenario, nos llevaron nuestros tíos en par de camionetas y nos dejaron solos con los primos mayores, desde la mañana hasta la tarde, cuando ellos volverían con todo el equipaje y el resto de los adultos, en una ranchera Ford 70, un Buick 65 y un gran coche negro parecido al de los presidentes de los países, al que llamaban “Bemben”. Allí, en este escenario, me comí la 1ra manzana prohibida. Aprendí grandes lecciones.

Primera lección: Al igual que en la Biblia, Adán y Eva, lo que recibieron fueron advertencias, y si bien es cierto que originalmente éramos libres en nuestro Edén; ni Adán, ni Eva, ni mis primos, ni yo, prometimos portarnos bien. Nuestros mayores confiaron en que juntos sabríamos cuidarnos de nosotros mismos. 

Segunda lección: La culebra puede ser un ser que te quiere mucho. ¿Y cómo no quererlo, cuando yo lo admiro y lo quiero mucho? Ya solos, en el jardín de la casa, los primos mayores, con el entusiasmo de quien tiene algo nuevo y muy bueno, nos reunieron – ¡Miren lo que tenemos aquí! Vimos que en sus manos tenían uno de esos “Viceroy” (Clase aparte). -Vamos a fumar como lo hacen ellos. - ¿Quiénes? Ellos, los que nos quieren más que nada en este mundo.

¡Waooo! y pensé -Esto se parece al juego de unos ¡cigarros de chocolate! ¿Cómo será esto de fumar? Como si me escuchara uno de mis primos me dijo -Toma, póntelo en la boca y aspira y bota el humo por la boca. Mientras lo hice, me dijo -Aspira, no lo botes de una sola vez…aspira profundo. Al hacerlo, sentí un mareo y una sensación de contracción respiratoria que, de inmediato, me hizo toser. -Coff…coff..coff 

Tercera lección: Somos vulnerables y al mismo tiempo invencibles ¡cierto! En los siguientes días, los 6 menores, decidimos comprar los “Lucky Strike”, mas suaves. Los escondimos entre los riscos de la playa “Oceánica”, que buscábamos en las horas donde las sombras lunares, nos escondían. Al querer ser como los grandes, caminamos hasta el “faro”, pues allí estaban los primos grandes, quienes, en la antesala de una “discoteca”, fumaban con libertad. -Miren, si fumas, agarra una hoja de esta Cayena y te las frotas en las manos. Volvimos a morder la fruta seductora…cuando de pronto surcaron dos vehículos el muelle y frenando bruscamente, se abrieron las puertas y mis tíos salieron gritando -¡Vamos! Todos entren, ¡los encontramos con las manos en la masa!. Ya dentro de un rinconcito del asiento trasero me dije -¡Dios mío ayúdame!

Cuarta lección: <<Pidan y se les dará>> Mt.7:7-12 A todos nos encerraron en la habitación gigante de la casa grandota, y fueron llamando uno a uno -Venga, abra la boca y exhale…. ¡Ahhh! con que estás fumando… ¿no?>> y así uno por uno, todos los primos, hasta que llamaron al que quedaba conmigo. En ese instante de soledad, me dije -Me ha llegado la hora… ; de pronto, cesaron de llamar a la sala de audiencias. Dios había escuchado mis plegarias y ¡Me salvé!. Me concedió la gracia inmerecida. 

El único reproche que recibí fue, el de mis primos quienes me dijeron luego -Eres una culebra… ¡Hay sí!... te la das de buenecito…y pasas como el que no es capaz de hacer nada malo. 

¿Qué querían ellos? ¿Qué confesara?....!ni que fuera una culebra boba, ni pendejo!. Además, mi tía confiaba tanto en mí, que fue la voz de Dios, en ese juicio, en el que fui favorecido.

La verdad es que, la manzana en forma de tabaco no logró seducirme, pues me supo horrible y me dije -No encuentro ningún placer al inhalar una sustancia que me desagrada. Decidí, por mi libre albedrío que no fumaría nunca…hasta la fecha, esa culebra, no va conmigo. 

Quinta lección: Hemos venido a ser como los dioses. <<He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal>> Gn 3 …Allí se me abrieron los ojos, es posible ser como un Dios y por tanto, hasta culebra puedo ser. 

Secta lección: Los dioses pueden amansar a sus culebras propias o ajenas. Hay que estar atento a nuestros sentimientos y propósitos ¿Cómo? Amansando la culebra, a través de la amabilidad, generosidad, compasión, perdón, cooperación, aprecio por la belleza. Todas estas actitudes alimentan la mayor energía del universo; el Amor, que es sinónimo, de la palabra Edén. Para mi, hay constancia que, la compasión inmerecida, es una prueba de lo anterior.

Confiemos en nuestras fortalezas, ellas son nuestro mayor patrimonio como humanidad.

Santiago Porras Rojas

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