domingo, 26 de abril de 2020

"Almanidad"


¿Espíritu joven?

Según los aprendizajes en psicología positiva, en el deseo de poder escribir sobre el “espíritu joven”, es que encontré que espiritualidad sea cuando,

"Me siento espiritual y creo en un sentido de propósito o significado en mi vida; y veo mi lugar en el gran esquema del universo y encuentro significado en la vida cotidiana". (VIA Institute)
A lo complicado de definir  lo que sea “espíritu joven” se le agrega  que para ser espiritual, se deba conocer el sentido de la vida y que consiga mi puesto en el esquema del universo. ¡Nada fácil!.  Para poder escribir sobre este tema se hace necesario el poder entender que significa para mí y para otro, el espíritu, y de allí, lo espiritual o la espiritualidad. Según la psicología positiva y en la descripción anterior, se define que sea una fortaleza de carácter que compone nuestra personalidad. Son atributos pre existente en las personas que nos permiten actuar de manera determinada y alcanzar objetivos, acciones o metas. La definición completa sería,

“Las fortalezas del carácter son un conjunto de rasgos positivos presentes en el ser humano que ayudan a que las personas tengan vidas satisfactorias” (Via Institute)

Le agregamos a la construcción de significado, las nociones del ser, el ser humano y los rasgos positivos. Cuando uno indaga un poco más, resulta que más se complica, pues aparece la psique, o el alma, el espíritu, el cuerpo, el yo y el ser. Y eso sin adentrarnos mucho en las posturas de Freud y de Jung acerca del yo, el superyó y el ello.

Para salir de esta maraña confusa es que decidí pensar en tercera persona y colocar sobre la mesa algunas definiciones sobre el espíritu, que vienen desde lo judeo cristiano, lo hinduista, lo ontológico, lo místico y aun sobre mis propias creencias.

“Alberto es un individuo de mediana edad, profesional, estudioso, que ha decidido plantearse, a objeto de escribir un artículo, lo que significa lo espiritual o el espíritu mismo. Para ello, comenzó con lo que indican las sagradas escrituras judeo cristianas sobre el tema. El hombre está compuesto de tres elementos que son uno, así como la trinidad, el cuerpo, el alma y el espíritu.

Resulta que el hombre nace con el cuerpo siendo un ser espiritual por esencia. El espíritu es la esencia del hombre, un poco como la llama de la vida; difícil de conocer con palabras ya que es impersonal. El alma, sin embargo, que es el tercer elemento, si es personal a cada ser humano y posee la voluntad, la mente, y las emociones. Requiere ser revisado continuamente para desarrollarse y ser mejor. El espíritu, para el cristianismo al igual que muchas culturas antiguas, ven al espíritu a aquello que nace con el cuerpo y que solo se transforma cuando acoge lo que no puede comprender. Alberto entiende que no son partes sino comprensiones de la misma forma en una “unicidad”. La unicidad del ser.

Para los existencialistas y en la filosofía ontológica, se plantea al ser y su unicidad además al devenir del ser. Los seres humanos somos seres lingüísticos, dotados de inteligencia y memoria lo que nos permite aprender y trascender. Así es como la palabra con su poder transformacional, genera futuros y podemos realmente cambiar la constitución de lo que somos. Pero, con lo indicado antes, ¿Qué sería lo que puede cambiar?, ¿el cuerpo, el espíritu o el alma? Para los antiguos griegos, Alberto piensa que estaba claro. Psique significa alma, por lo que psicología sea el tratado o el conocimiento del alma.  Sin embargo, se habla de lo espiritual, no de lo propio del alma, aunque en la unicidad, sea más o menos hablar de lo mismo. 

A la pregunta anterior, Alberto piensa que lo que cambia o pueda cambiar, sea lo que nos es único: el alma. Contiene la voluntad, que aplica según las fortalezas que lo forjan y usa como parte de su personalidad. Con esto, con el manejo de la voluntad y con la mirada ontológica, el alma hace la parte de lo que necesita en los tiempos que le toca vivir y en sintonía con las circunstancias. Al final, en la unicidad del ser, es que este puede cambiar en el tiempo y cohabitar en su cuerpo que reacciona a las emociones por medio de los sentimientos y a los factores externos a través de lo corporal.

Según los planteamientos del Gurú indio Sri Sri Raví Shankar, la existencia del ser humano tiene siete capas, algo como la piel de la cebolla. La más externa es el cuerpo, donde todo habita y todo pasa. Luego la segunda, es la respiración, sin la cual no hay vida. Estas dos constituyen el nivel corporal básico. El tercer nivel es la mente que codifica y co relaciona, luego el intelecto, lo propio del humano. La quinta es la memoria, la capacidad de recordar y que con el uso del intelecto, pueda reflexionar sobre lo que nos pasa, y aprender de forma consciente. La sexta es el ego, forjado en la infancia para protegernos de los agentes externos y que pudiera seguir protegiéndonos mucho mas allá desde donde podemos hacernos cargo.  Por último, la séptima, es el ser. Estas dos últimas capas representan los niveles espirituales de la existencia.

Alberto sabe por Jung que para trascender y conocer al ser, el hombre debe hacerse cargo de su capacidad de protección y del manejo de sus emociones. Entonces debe atravesar al ego. Jung lo llamaba “el regreso a casa”. Un poco ahora, Alberto entiende que es como conocer su esencia, aquello que los investigadores a través de la historia, han tratado de definir. No es parafraseable, parece, por lo que no se puede definir. Es por eso, que en la incapacidad de intelectualizar este concepto, lo hayan llamado inconsciente.  El regreso a casa no es más que romper barreras para atravesar al ego, y poder llegar a la esencia. Aquella que una vez pudimos ver en la ocasión de estar en el umbral de la muerte.
Dice Sven Doehner un psicólogo transpersonal mejicano, que en el caso del ego, algo debe morir para que algo nazca. Atravesar el ego es eso, es el propio desapego. Es como arrancar una pieza de belcro unida a otra pieza. Corremos el riesgo de lo desconocido, pero el premio siempre será el poder conocer al ser.

¿Qué es un espíritu joven?. Alberto no lo sabe. El espíritu está dado. Sin embargo sabe que nos movemos, que `podemos cambiar. En ese movimiento de desapego profundo de las creencias más íntimas, es que puede construir nuevas. En la acción y el movimiento abraza a su alma, a ese niño pequeño de su ser, que quiere ser libre. Con su alma y con su cuerpo, quizá llegue a la unicidad del ser: a su espíritu.

Yo digo ahora, “soy un alma joven”. ¿Espiritualidad o almanidad?"




1 comentario:

  1. Alberto, te has metido en aguas profundas, para sacar tu Almanidad. Me encantó tu abordaje, debo leerlo varias veces.

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