sábado, 18 de diciembre de 2021

San Nicolás vs. el niño Jesús

 


El niño Jesús vs. San Nicolás

Deben haber pasado más de 55 años. Difícil ubicarlo exactamente, pero fue un año difícil. Por un lado prohibieron las importaciones pero siempre estuvimos acostumbrados a tener un pino natural en la sala. De hecho no creo que existían aun, los pinos artificiales en las tiendas. Ese año a la usanza caraqueña y a su ingenio, ya que no hubo dinero para pinos naturales, ni uvas ni manzanas, mi madre tomo una rama del patio y la pintó de blanco. Para pintar no tomó pintura sino jabón Ace para lavar la ropa, muy espeso y con muy poco agua y que al secarse parecía traída del mismo polo norte. Era una rama fea, irregular, seca y blanca. Con luces y pelotas, hacía recordar de alguna forma, a la navidad.

Era pequeño entonces. Igual, el 24 en la noche los cinco hermanos nos encerraban en un cuarto, esperando que llegara San Nicolás y no fuera ser que si nos veía, se fuera sin dejar nada. En mi casa no había chimenea, así que me imagino que entró por la puerta de vidrio quedaba justo al patio de atrás, que lindaba con el zoológico el Pinar. A veces pensaba que ojalá no se equivocara de casa y se metiera en la jaula de los leones. Esa noche hubo regalos al pie de la vieja y fea rama. Igualmente al escuchar el grito de mi padre decir: _YA LLEGOOO, sirvió para salir corriendo. No importaba que llegara de último porque Santa se tomaba el trabajo de colocarle nombres a los regalos.

Mi Papá era alemán y mi Mamá de Maracaibo, pero hija de maracucha y un alemán. Ahora en perspectiva me parece interesante como nuestras costumbres se hicieron únicas, producto de un desaforado gesto de integración de costumbres. En mi casa venía un viejito barbudo, pero en cambio a los vecinos los visitaba un bebé en pañales. En casa nunca faltó el nacimiento al lado del arbolito. Ahí estaban como en casi todas las casas de la gente que conozco. La diferencia justo estaba en quién era el encargado de traer los regalos; el viejito o el bebé. Los españoles se dejaron de pendejadas y le dieron el trabajo a tres Reyes Magos que venían del Oriente. Tiene sentido pues ellos si le trajeron regalos al hijo de Dios; oro, incienso y mirra.

Eso si era notorio; nosotros recibíamos regalos en 24 en la noche y los criollos de al lado de la casa, el 25 en la madrugada. En la mayoría de los casos al despertarse los niños, aun los padres estaban de fiesta así que no pasaba nada en particular. En el caso nuestro, estaba claro que un viejito llegaba a la casa con una bolsa inagotable de regalos, mientras que los otros solo decían: “llego el niño Jesús”. No tenía una imagen sino solo el verbo, la creencia y el milagro. Para los cristianos está claro que es mejor que sea el niño a que sea un viejecito europeo, gordo, que vuela con renos que no hemos visto nunca, que tiene una fabrica con Elfos y además que entra por las chimeneas. El niño por otro lado, estaba naciendo o estaba de cumpleaños, y como niño Dios está autorizado para hacer milagros en noche buena.

La primera vez que vi al niño Dios, mi hermano Jesús, quizá haya sido aquella noche frente a la rama fea y raída pintada de blanco que servía de cobijo al pesebre. Esa noche mi mamá tuvo cuidado en colocarlo en el cesto lleno de paja, y  entendí que no entendía el porqué nos escondíamos de alguien que queríamos ver,  a la par que aparecía el niño de la navidad y si se dejaba ver. Esa noche, el niño estaba casi desnudo, con el pelo largo y con una corona de luz, que años más tarde cambiaría por espinas. A su lado, la madre de mi hermanito y su esposo, y detrás, una mula y un buey. En el techo de paja, un ángel radiante que compartía las luces de las casitas de barro y cartón que titilaba en la oscuridad. No recuerdo el regalo pero sí recuerdo los ojos del niño nacido, que miraban  los míos.

 

Alberto

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