sábado, 3 de febrero de 2024

El cuento de María Elena Garassini

 “ Echa un cuento para empezar el año “

María Elena Garassini


Los cuentos son para ponernos al día, los cuentos son para tener alegría empática con la vida del otro, los cuentos son para sentir juntos, así sea reír, llorar, asombrarnos con sucesos que ya pasaron , están pasando o van a pasar.

La verdad me encanta reunirme con la gente para echar cuentos, cuentos de mis vivencias y de las vivencias de las personas que quiero o con las que me identifico.

Les cuento que estoy viendo al última temporada de la serie The Crown en Netflix. Creo que la manera humana en la que está presentada, despierta en mí una profunda compasión hacia las personas que no pueden decidir libremente sus vidas. En este caso es la realeza británica, pero también eso les sucede a las personas privadas de libertad, las personas sin recursos económicos para cubrir sus necesidades, las personas con enfermedades incapacitantes y paremos de contar. Creo que este cuento, por ahora, se trata de la Compasión.

La Compasión viene en nuestros genes, y es la capacidad de trascender la empatía que viene labrada en nuestras neuronas espejo, y nos hace entender profundamente al otro que sufre, ofrecerle ayuda, si está en nuestras posibilidades, y al mismo tiempo agradecer lo que se tiene.

Como esto se trata de echar un cuento, y cuando uno echa cuentos, va uniendo y solapando temas. Les voy a recomendar que se lean El libro de la Alegría, que es una conversación entre el Dalai Lama y el arzobispo Desmund Tutú, donde conversan sobre sus experiencias sobre cómo viven sus experiencias positivas y negativas, y cómo han conseguido Alegría o Felicidad en sus vidas. Dicen muchas cosas muy interesantes, y el escritor del libro, que es el periodista que los entrevista, hace muchos paralelos de lo que ellos dicen con investigadores famosos sobre el bienestar humano, algunos de ellos de la Psicología Positiva.Los dos elementos que resaltaron a lo largo de todo el libro, que se despendían de todos los diálogos que tuvieron durante una semana fueron: el uso del humor y la compasión.

Por aquello de seguir echando un cuento, cada vez que escucho o leo sobre el valor del humor para el bienestar humano me acuerdo de nuestro querido amigo, que nos acompaña desde el cielo, César, y nuestro querido amigo, que nos acompaña en todas las reuniones y es el motor de este grupo, Alberto.

César se debió haber tragado un gran pipote de chispas de humor desde muy chiquito, lo que le hacía tener algo gracioso que decir siempre en la punta de la lengua. Todos aquí en el grupo de escribidores, en los encuentros para leer nuestros escritos, y en cualquier salida o encuentro con él, le disfrutamos su gran sentido del humor, ese tan bueno, que eres capaz de reírte de ti mismo.

Por su parte Alberto, haciendo uso de su deseo de aprender y su perseverancia, decidió hacerse del humor en su vida, estudiando y leyendo sobre cómo mejorarlo y poniéndolo en práctica, en diferentes acciones de su cotidianidad, e incluso poniendo especial atención del uso del humor de los otros en su vida.

Recuerdo cuando al terminar de hacer una presentación en un evento, no recuerdo ni cuál evento, ni de qué tema se trataba la presentación, que Alberto se acercó y me dijo que le había gustado mucho la presentación y que había mejorando haciendo un uso muy agradable del humor durante la misma. Esa experiencia con Alberto me ha sido muy útil en mi peregrinar dando charlas, conferencias y clases, por aquí y por allá. En el último evento que estuve el año pasado en Chile, tenía organizada la información de los puntos que quería desarrollar en mi presentación, y gracias a un comentario de un amigo que me dijo, que la charla en la que yo no había podido  escuchar, porque tenía otro compromiso, había estado excelente porque la expositora había combinado los contenidos de la presentación con anécdotas de su vida personal y que había estado buenísima. Eso me dio la idea de dejar mi charla con los mismo puntos que había planteado, pero además, intercalar anécdotas de mi vida, e incluso con las de algunos de los presentadores que estaban en la sala, y yo los conocía. La presentación quedó super chévere y muchos se acercaron a decirme que había estado genial.  Esta parte final del cuento va dedicada a Alberto.

 

Y como los cuentos se terminan cuando uno toma aire, alguien te interrumpe o tú decides parar. Hasta aquí dejo este cuento para seguir escuchando los cuentos de los otros.

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