sábado, 4 de mayo de 2019

Una otra mirada


      Alejada del tiempo comencé a divagar sobre lo que es  el movimiento. Entenderlo es  más sencillo para una mente práctica. En mi caso,  como los poetas y los locos, me otorgo licencia para inventar y entender de forma diferente. La razón  humana define el movimiento como “fenómeno físico que se traduce en  cambios de posición  en el tiempo”. ¿Fenómeno físico?  Es decir que las emociones, inspiraciones y anhelos no se mueven. ¿Qué sería de nosotros  sin sueños que se hacen realidad, sin anhelos cumplidos, sin inspiraciones que se concretan?  Si queremos que el movimiento  tenga sentido  para la complejidad que somos, sólo podemos entenderlo como  un mundo sin frontera donde todo movimiento tiene cabida.
      Si hablamos de propiedades inherentes al movimiento, en mi divagación oigo a la física decir” la trayectoria del movimiento es  línea imaginaria”.  Y la imaginación es libre y altanera. Como la vida, sabemos dónde comienza, pero nadie sabe dónde termina.   La distancia y la aceleración dependen de la pasión que queramos imprimirles. La ilusión es  la energía  que marca la posición.
      Apareció un sabio, Issac Newton. Enunció  y explicó leyes que rigen el movimiento.  Imposible refutarlo. Cuenta  hechos que afirman realidades. 
     La Primera Ley de Newton (La inercia) dice: “cuando un objeto se desplaza a una cierta velocidad, seguirá trasladándose a esa misma velocidad en tanto y cuando no exista una fuerza externa”. ¿Cuál es esa fuerza que quita el aburrimiento, la rutina de  la vida? A riesgo de lugar común, solo conozco dos fuerzas: el amor y la muerte. Como hoy es día de fiesta hablaremos del amor. 
    En la continuidad de los días el amor nos desnuda, nos expone. Es la fuerza a la que nadie escapa por presencia o por ausencia. Nos despoja de ese ser que se niega a abandonar su trinchera. Fuerza arrolladora que nos transforma.
     En La Segunda Ley de Newton (Fuerza, masa y aceleración), se establece que” al ejercer fuerza externa sobre un cuerpo, éste se desplazará en el mismo sentido de la fuerza en forma proporcional a la magnitud de la fuerza y la masa aplicada”.
    Hablar de magnitud de la fuerza  es enunciar la pasión, sufrir arrebato, delirio, entusiasmo. Ser capaz de amar sin duda y no vivir la vida como extranjeros de nosotros mismos. La pasión es el placer de amar sin límites lo que somos y  no podemos dejar de ser.
   La  tercera Ley de Newton  (Acción y reacción) explica: “al ejercer una fuerza sobre un objeto, siempre se presentará una fuerza en sentido contrario de la misma fuerza”.
   Dualidad de contrarios en los que se mueve el amor, su doble cara. Recuerdo aquel verso de Miguel Hernández: “Cada día me siento más libre y más cautivo”
    El amor es pasión, emoción, éxtasis,  pero también  es paz, sosiego y refugio. Es olvido y recuerdo, pregunta y respuesta. Isla anclada a la roca pero también continente. Anhelo de eternidad o  vivencia del instante entre la brevedad de la piel y  el final del infinito. Es vientre y es desamparo. Posesión y  parto. A veces llaga, a veces cura. Es aliento prolongado en un suspiro. Es el regalo de un milagro o herejía que reta a Dios. Es besos, también martirio. Es universo y detalle. Puede ser que, al mismo tiempo, sea axioma y confusión; fidelidad constante del cariño honesto que se da y,  así mismo, se recibe.
     Sea en física o poesía, el amor es privilegio, el amor es movimiento que si no se mueve  muere.

Irma Wefer

No hay comentarios:

Publicar un comentario