jueves, 27 de mayo de 2021

La buena vida/María Elena Garassini

La buena vida para mi es … como la vida de las guacamayas

Alimentarme y consentirme en solitario y con los demás

Estoy vivendo en Caracas durante dos meses, después de tener más de tres años viviendo en Bogotá y me estoy quedando en el apartamento de mis hijos en Chulavista con una vista fantástica al Avila y la presencia maravillosa de las guacamayas.

Tener mis plumas de colores brillantes y bien definidas y volar hacia donde quiero haciendo rutas donde, conozco, aprendo e intercambio son mi diario quehacer. Disfruto de la naturaleza que me envuelve, de verdes y colores floridos que engalanan el Valle de Caracas. En las mañanas disfruto de un amanecer soleado o nublado con la bruma y la calina que se vislumbra en forma concentrada en pico del Avila. Los días muy despejados logramos ver el Hotel Humbolt, y nos imaginamos que Luis nos sonríe desde allí.

Durante el día vuelo de aquí para allá y me uno de alguna otra guacamaya para volar juntas, también me gusta unirme a las bandadas que hacen vuel os colectivos por los mismos lugares y a las mismas horas, solo disfutando la algarabía del grupo.

En Caracas la gastronomía nos brinda manajares maravillosos, aquí están los mangos más deliciosos y los cambures más dulces. Sobrevuelo en las mañanas y veo en las casas desayunos con arepas y queso guayanés, pan canilla con mantequilla y humantes cafés marrones con leche espomosa. Una vez clareado el día y haber realizado el primer vuelo mañanero regreso a mi Chaguaramo a descansar y a planear mi día, por donde volaré hoy, con quien me reuniré, que cosas me sorprenderán, a quienes podré acompañar,  con cuál grupo compartiré y felizmente volveré de nueno a mi Chaguaramo.

Añoro la llegada de los fines de semana, la ciudad se llena de alegría, todos queremos hacer planes especiales, donde familia y amigos son los protagonistas y los vuelos de esos días son más largos y a lugares extraordinarios, volamos a  la playa o a la montaña, comemos frutas de la zona, todo se ve, huele y sabe más sobroso. Nada como los fines de semana caraqueños. El domingo es la fiesta de la familia, donde los abuelos guacamayos arman el banquete y les gusta que todos volemos a su palmera, que tiene un tronco muy grueso y muchas ramificaciones y ramas que permiten estar todos juntos, pero también micro reuniones por generaciones. Ver a los abuelos sonreir y disfrutar aleteando y cacareando nos hace felices a todos.

Cierra  el domingo y comianza el atardecer en Caracas, con un tono de amrillos y naranjas que nos hace vibrar a todos. Emprendemos el vuelo, cada quien hacia su palmera y cerramos el día, el fin de semana, la semana, plenos de disfrute de nosotros mismos y nuestras conexiones. Nos acurrucamos con las alas, en pareja algunos, con sus hijos otros y con soledad plena algunos. Damos gracias a la vida que nos ha dado tanto.

 

Porque, la buena vida para mí es, disfrutar al máximo, el lugar donde estoy.

 

Caracas, 27 de mayo 2021, a un año y tres meses de la pandemia por Covit 19.

 

María Elena Garassini

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