miércoles, 14 de septiembre de 2016

Envejecemos cuando...


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Siempre me atrajo entender en qué consiste realmente la vejez y el envejecer.

Al pasearme por los comentarios de la calle normalmente aceptados, me sumerjo en una confusión extrema.  ¿Cuándo realmente se está viejo o cuando realmente estamos envejeciendo? Me vienen a la mente el pan que esta sobre mi mesa, la niña que usa los zapatos de su mama o el niño que juega al ejecutivo con las corbatas de su padre. Pienso en mi Mamá, mi abuela. Pienso en mis amigos, en sus hijos y en sus padres.

Creo que cada uno de nosotros observa la vejez desde diferentes posiciones de observador, desde mi edad, desde la edad que tuve o desde la edad que tendré. Sin embargo, estoy convencido que la vara de medición no se establece necesariamente en unidades de tiempo.
Veamos el caso del pan sobre mi mesa. En el paquete dice la fecha de vencimiento. Sin embargo, aún fuera de esta fecha, si no tuviera otra cosa que comer o me provocara mucho el envejecimiento fuera relativo. También si mi intención fuera comer una torta de pan.

Cuando veo a un niño extremadamente maduro (con la subjetividad que implica el vocablo maduro), me cuestiono si me agrada o no. Si es un valor o no. Igual cuando observo a una niña vestida prematuramente de mujer o de manera inversa, a una mujer vestida de quinceañera.
Escribí en una oportunidad en mi blog, bajo el título “Quién dijo miedo” lo siguiente: Muchas de mis amigas en acciones plásticas desesperadas se acomodan para lucir y comportarse como chamas de 20 sin que eso realmente pueda lograrse. Algo siempre se ve extraño, como fuera de contexto. 

Algo así como una pava exageradamente madura.

Desde un poco más arriba del quinto piso, me cuestiono la exagerada valoración de la juventud (entendida en años), solamente menospreciada por quien, desde este balcón, la tiene. Es importante por tanto, ponernos de acuerdo que es realmente envejecer. Desde el estricto sentido de la palabra, envejecemos desde el mismo momento en el que nacemos. Lo demás son juicios mediados desde nuestra experiencia de vida.

A continuación tan solo opiniones de cuando se envejece:

Para este observador, la vejez llega primeramente cuando desaparecen los planes. Recuerdo a Jacinto Convit quien a sus noventa y algo planteaba sus investigaciones a 5, 10 y 15 años. Estoy seguro que el doctor Convit estaba claro en su edad, pero más claro en su propósito y sentido de trascendencia.
Seguidamente, se envejece cuando se desdibujan los gustos es decir, cuando perdemos el apetito por el valorar las cosas. Cuando nos sentimos que a cuenta de la edad, ya no debemos tener gusto por las cosas que apreciamos. Es aquí donde entran los regalos decembrinos. Me preocuparé superlativamente cuando me regalen medias e interiores en navidad. No es que no hagan falta tales prendas de vestir. Solo que al igual que a los chamos, eso no gusta si no viene acompañado de un juguete.

Se envejece cuando nuestra vida deja de ser importante para nosotros por no tener una edad diferente a la que tenemos. Cuando no valoramos la edad que tenemos. Cuando queremos parecer menores o mayores (según sea el caso), cuando necesitamos vernos mayores para entrar a censura “D” o a una discoteca en un cine, como cuando nos preocupamos mas por una cana que por todo lo vivido para lucir dicha cana.

Cada edad tiene su aporte e importancia. Cada edad tiene su significancia dentro del ciclo vital.
Envejecemos realmente cuando nos quedamos esperando, cuando  nos  detenemos solo a esperar la muerte.

Cesar Yacsirk

Septiembre, 14 de 2016

4 comentarios:

  1. Buena pluma. Cautiva la lectura. Excelente como siempre

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  2. "Envejecemos realmente cuando nos quedamos esperando, cuando nos detenemos sólo a esperar la muerte". Me quedo con esa frase, precisamente por lo que hablas de la subjetividad. Si envejecer no es visto como algo que se pueda hacer dignamente (y se asume y se trabaja para que sea así), entonces es eso: es esa cosa dolorosa, aburrida y triste que hacemos mientras esperamos la muerte. Gracias querido César.

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  3. Con ese final, recordé a Penélope, la de Joan Manuel, que con su bolso de piel marrón y su vestido de domingo se marchitó... Y no era la muerte lo que estaba esperando! Sintonizo con la forma en que expresas tus reflexiones y opiniones

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