miércoles, 10 de marzo de 2021

ADIVINANZAS

 

Autor: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: 24/01/2021

El día había estado frío, posiblemente más de lo acostumbrado para la ciudad de Caracas en el mes de Enero. Juan, quien ya alcanza los 60 años, así lo siente cuando las bajas temperaturas empiezan a colarse por los huesos y hacen que la sensación térmica sea más aguda y hasta obstinante. Estaba dándose un paseo por los canales de la televisión y no había ningún programa que le enganchara, tenía que esperar hasta las seis de la tarde, que es cuando empieza la serie policial que tanto le gusta, pero aún faltaba una hora. De repente, se levanta y susurra para sí mismo "me voy a la plaza para ver si agarro algo de calorcito con este Sol", se pone su mascarilla que estaba colgada en un clavo de la pared del hall de entrada, sus lentes oscuros de marca "Ray Ban", su gorra de Los Tiburones de La Guaira, que es su equipo amado de béisbol y, finalmente, sus zapatos que estaban a un lado de la puerta de salida, ya algo desteñidos por tanto rociado de alcohol y cloro que le hacen cada vez que entran de la calle.

Al llegar, se sienta en un extremo de un banco que estaba ubicado donde daba el Sol, en el cual ya se encontraba otra persona sentada en el otro extremo. Juan se puso a observar a las personas que estaban en la plaza, que eran pocas, posiblemente debido a las restricciones sanitarias recomendadas para cuidarse de la pandemia del COVID-19. Ellas vestían de manera particular, con chaquetas o franelas de mangas largas, algunas con guantes, muchas con mascarillas de variados estilos (las KN95 de 5 filtros, las médicas, las caseras de telas de colores o dibujos, etc.), que quien sabe cuánto tiempo de uso tienen.

De pronto, el señor al otro lado del banco le pregunta "¿Eres Juan verdad?" A lo que Juan responde afirmativamente moviendo su cabeza y tratando de verle a la cara o lo que se deja verde ella. El hombre tenía lentes correctivos de pasta, con un tapaboca de tela que tenía pintada una carita feliz, su cabello era crespo y algo largo de color rubio, pero con muchas canas; también se notaba que era alto por sus largas piernas que tenía extendidas sobre el piso. Juan trataba de buscar alguna pista para identificar a la persona, se le ocurrieron varios amigos que pudieran ser, pero los terminaba descartando porque había algo que no se ajustaba: creo que es...pero, no es tan flaco; creo que es...pero, no es tan alto; creo que es...pero, no es tan canoso; o creo que es...pero, no es capaz de ponerse esa ridícula mascarilla. Al final, optó por la típica expresión para salir del paso “¡Epa pana! ¿Cómo está tus cosas?" Con la intención de darle continuidad a la charla y así, en el transcurso de ella, poder despejar las dudas sobre la identidad del hombre misterioso.

¾   ¡Dentro de las circunstancias que estamos viviendo, podría decirse que bien! ¡Por lo menos, hay que agradecer que estamos vivos! ¾dice el hombre con una risa sarcástica contenida por el tapabocas, haciéndola más gruesa y tenebrosa. 

¾   ¡Tienes razón, chamo! Esto que nos está pasando, tiene sus temas escabrosos. Fíjate que uno de los problemas que tengo es poder descifrar la identidad de la gente. Es algo que me cuesta muchísimo. Las personas andan con sus rostros completamente cubiertos, no solo con mascarillas, sino también con otros accesorios que usan, como: lentes oscuros, gorras, pañoletas, guantes... ¡No joda, así es imposible reconocer a alguien! ¾dice Juan, quien no le quita la mirada al tipo, tratando de conseguir alguna pista que le permita descubrir al rostro detrás de la carita feliz. 

¾   ¡A mí también me cuesta un montón! En tu caso te reconocí por la gorra de Los Tiburones y tu caminar de pasos cortos cuando venías hacia acá, pero no siempre lo logro. Yo prefiero ver la cara de la gente cuando me hablan, es que el movimiento de los labios, la expresión de los ojos y las muecas que hacen, me ayudan a entender lo que dicen. Ahora, tengo que cerrar los ojos y escuchar atentamente, que, por cierto, la voz detrás del tapabocas se transforma y, si te descuidas, pierdes el hilo de la conversación. Y también pasa lo contrario: que los demás no lo entienden a uno. La verdad es que es muy frustrante todo esto ¾dice el hombre anónimo, quien muestra su decepción dando unos manotazos al aire.

Ya Juan empezaba a tener sospecha de quien era la persona, por sus ademanes y movimientos corporales le hacían recordar a su amigo Ricardo. Estaba seguro que era él, aunque lo veía algo delgado en comparación con la última vez que estuvieron juntos, ya hace un año, un poco antes de iniciarse la llamada cuarentena, que luego se convirtió más bien en algo similar a una sentencia de casa por cárcel, con permisos breves de salida para tomar Sol. Ver a su supuesto amigo algo delgado le pareció razonable, pensando en la mala situación económica por la cual todos atraviesan o, mejor dicho, la que sufre gran parte del pueblo de a pie, que ha hecho estragos en la alimentación, incluyéndolo a él, quien también está más flaco, así lo comprueba cada vez que pone sus pantalones, que antes no necesitaba correa y ahora tiene que usarla porque se les caen.

¾   La otra vez andaba con mi novia haciendo la caminata mañanera diaria. EL otro lado de la calle vimos, frente al supermercado, un hombre que nos saludaba levantando su brazo. Yo no lo reconocí, pero ella me dijo que era Chuchú, la persona que nos ayuda a llevar las compras a la casa. Me dijo que lo reconoció por su habitual vestimenta, que cada vez le queda más holgada: chaqueta negra, pantalón caqui y con los zapatos de goma que le regalamos ¾dice Juan, quien sigue intensamente fijándose en el tipo misterioso, para asegurarse de que es Ricardo. 

¾   Fíjate que el otro día, me conseguí de frente con una compañera de prácticas de natación, que, por cierto, ya vamos a cumplir un año de su suspensión, a quien le decimos morocha. No me acuerdo si es Alexandra o Yolanda, no porque se parecen, es que soy malo para relacionar los nombres con los rostros. La vi en un centro comercial, tardé en reconocerla, pero pude. Tenía tapabocas blancos y lentes oscuros; pero la delató la forma de moverse medio malandrosa, así como también, su cabello corto y de color negro. La saludé con un “Hola morocha”. Ella tardó unos segundos en reconocerme, hasta pienso que se asustó cuando la abordé, pero al final me saludó "Epa Pedro, cómo estás, ¿Cuándo vamos a volver a nadar?", le respondí haciendo gestos con mis hombros, levantándolos en señal de incertidumbre. Fue una conversación fugaz, duró mientras nuestros caminos se encontraron, sin abrazamos, ni besos, por aquello del cuidado sanitario ¾dijo Pedro cruzando sus brazos a la altura de su pecho.

Si Juan no tuviese mascarilla, se le hubiera visto cómo su quijada se le caía de la sorpresa. Se dio cuenta que no era Ricardo, de lo cual estaba tan seguro que apostaría por ello.  Ahora, su incógnita era sobre quién es ese Pedro, no tenía ni la mínima idea, a pesar de tener un buen rato viéndolo y haciendo comparaciones.

¾   ¡Eso pasa Pedro! Lo malo de este asunto es eso mismo que dijiste. A mí me gusta mostrar amabilidad con un apretón de mano o un abrazo o un beso en el caso de una mujer, porque pienso que esa energía hace bien emocionalmente. ¿Tú sabes lo mal que se siente uno que no puedas abrazar y besar amorosamente a tu gente querida? ¡Que uno no pueda tener una reunión familiar de manera libre, sin tanto miedo! Cualquiera se deprime con toda esta circunstancia. ¡Pero bueno, no hay que rendirse, hay que resistir! Esto es transitorio y debemos tener paciencia ¾dice Juan, quien sigue hurgando en sus recuerdos con cual Pedro está hablando. 

¾   Sí, son muchos cambios que contrastan con nuestras costumbres y rutinas diarias. El otro día, salí con mi esposa para ir a visitar a una amiga. Ella es hermosa, me considero afortunado por su amor, lo cual siempre doy gracias a Dios por tenerla. En el ascensor, hubo unos segundos que dudé si ella era la mujer que tenía en frente, porque al verla con tapabocas y lentes con vidrios amarillos que combinaban con el color de su cabellera, sentí que estaba con una desconocida. Pero la lógica me aseguró que era ella, ya que habíamos salido juntos del apartamento y solo éramos dos en el ascensor. Además, ese cuerpo que tiene, lo reconoce mi cuerpo ¾dice Pedro, que le está haciendo señas con la mano a un par de mujeres que venían caminando, como para que supieran donde se encontraba. 

¾   ¡Eso si es gracioso! Eso se llama "laguna mental y mortal". ¡No le vayas a decir a tu esposa ese cortocircuito que tuviste, si no quieres lío! ¾dice Juan, riéndose a carcajadas con las manos sobre el tapabocas para que no se le bajara al cuello. 

¾   ¡Ni de broma! Esas son las cosas que uno debe guardarse ¾dice Pedro, quien también se ríe. 

¾   Fíjate en lo que te voy a decir. El otro día fui al Centro de Caracas, con mi novia, en vehículo. Para una diligencia importante. Pasamos por toda la Avenida Baralt, que tenía un tráfico de infierno. Casi al final, tuvimos que cruzar por la calle que pasa por el frente del Mercado de Quinta Crespo. ¡Te quedas loco con lo que ves! Allí hay una anarquía total, mucha gente caminado por donde les da la gana, se mezclan con los vehículos, muchos andan sin mascarillas o las mascarillas las llevan en la garganta, los tapabocas son variados, que seguramente ninguno sirve. Nosotros adentro de la camioneta, estábamos aterrados porque pudiéramos contagiarnos, a pesar de tener las ventanas cerradas ¾dice Juan, quien de vez en cuando volteaba para observar a las mujeres que venían, para ver si identificándolas lograba saber quién era ese Pedro. El cuerpo de una de ellas le atraía, tenía algo que le era familiar. 

¾   ¿Cómo puede uno ser simpático, si no puedes mostrar una sonrisa? Yo tengo cejas pobladas, quien me ve a la cara piensa que estoy arrecho, pero cuando sonrío compenso esa primera impresión. Pero, ¿Cómo hago con un tapabocas? Es imposible expresar bondad con un rostro oculto. Quizás si existiese un ademán o señas que todos entiendan, para dibujar imaginariamente una sonrisa o alegría, sería fabuloso para acercarse emocionalmente a los demás, pero no existe ¡habrá que inventarlo! Es que el rostro refleja emociones y en sintonía con lo que dices. Si alguien con cara brava te dice “esto es un atraco”, inmediatamente entiendes y te asustas. Si alguien te dice “te amo” con una cara de alegría, le tienes que creer, porque notas la sinceridad. ¿Y ahora?¿Cómo haces con un tapaboca? No puedes identificar esa emoción. Imagínate a alguien diciéndote "esto es un atraco" o "te amo", con una mascarilla. Suponte si vas a denunciar a un atracador, ¿Qué le vas a decir al policía? ¡Que era un hombre con un tapabocas, con lentes oscuros, con una gorra y con chaqueta negra, si gran parte de la gente anda así! ¾dice Pedro, que esta vez se movió expresivamente con los brazos y el torso, buscando reflejar su consternación. 

¾   ¡Caramba! ¡Qué difícil! Definitivamente tratar de ver los rostros ocultos es peor que mirar a una pared, porque ella por lo menos te muestra un grafiti y expresa algo ¾dice Juan, quien ve que aquellas mujeres están entretenidas conversando con una persona, fijándose en la que le gusta. 

¾   A veces pienso que me estoy volviendo sordo. Como también pienso en que los demás no me escuchan, entonces cada vez hablo más fuerte. Siguiendo con los cuentos, el otro día vi a un hombre mayor parado en la isla central de la calle principal de la urbanización, pareciera que estaba esperando a alguien. Digo que era mayor por su cabello blanco. Era flaco, como de mi estatura y algo encorvado. Se parecía a un amigo mío que no veía desde hace un buen tiempo, quien es arquitecto y siempre conversábamos sobre diversos temas país. Pero, tenía mascarilla y no estaba seguro si era él, porque la última vez que nos vimos, me dijo que se iba a España a vivir con su hijo. Me dio pena abordarlo, por eso de la vergüenza de equivocarse, también Yo estaba apurado. ¡Qué tonto fui! No hice nada y me quedé con esa duda que ahora tengo perenne, por estupidez ¾dijo Pedro, con una leve subida de hombros y haciendo seña a las mujeres para que terminaran de llegar. 

¾   La verdad es que ver la cara de la gente es importante. Hace días, fui con mi novia a comer "Sushi" en un buen restaurant, para aprovechar la oferta de dos por uno. Allí atiende gente joven, todos visten de negro: pantalón, camisas de mangas largas, mascarillas y pañoleta en la cabeza, todo de negro. Todos parecidos, solo se distinguen las mujeres de los hombres, por razones obvias. Son amables y muy atentos. Pero no puedes identificar bien al que te atiende, tú sabes, por aquello de ser empático para que cuando regreses te vean como cliente asiduo y te atiendan mejor que antes. Lo que pasa es que ellos tampoco pueden reconocerte como cliente, aunque pueden ver tu cara cuando se come. Uno duda en dejarles propina, porque en fin, te atenderán igual en la próxima vez ¾dice Juan, que al ver que ya tiene a aquellas chicas cerca, se da cuenta que una de ellas, la que le gusta, se parece a su novia Tamara. 

¾   ¡Qué sorpresa Juan! ¿Y eso que bajaste a la plaza? ¾dijo Tamara con expresión burlona, porque a Juan no le gusta mucho bajar a la plaza. 

¾   ¡Hola mi amor!, bajé a calentarme un poco con el Sol. Pero ya tengo que volver, estoy pendiente de un programa que está pronto a comenzar ¾dijo Juan algo incómodo porque sentía que no la había reconocido de lejos, aunque tuvo esa atracción por ella. 

¾   ¡Qué casualidad que te conseguiste a nuestro vecino! Se quedó aquí mientras me fui a caminar un rato con su esposa, para acompañarla a hacer algo de ejercicio ¾dijo Tamara. 

¾   ¡Para mí es suficiente lo que hacemos todas las mañanas! Ya me tengo que ir. Pedro, fue un placer conversar contigo. ¡Vecina!, según dice mi esposa que eres, porque con esa mascarilla, el sombrero y los lentes, solo me queda confiar lo que ella dice ¡Que la sigas pasando bien! ¾dijo Juan, quien se levanta y regresa a su casa. 

La incertidumbre de Juan continuó, a pesar de que su novia le aclaró que ese hombre era Pedro, su vecino, aún no lograba ubicar el rostro en su memoria. Quizás, lo ve todos los días, pero desconoce los nombres de las mayoría de los vecinos y, aunque dice tener una memoria fotográfica, ella solo le funciona cuando los rostros dejan de ocultarse.

 

FIN

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