“Dualité”, el octavo asteroide
El pequeño Yo, vivió en la Tierra por algún tiempo, pero
reconoció que era el momento de volver a casa. -“El viaje del héroe”, le decía,
porque es una suerte de aventuras que se tienen durante todo el recorrido. Y no
es que sea más fácil el viaje de vuelta sino que lo hacemos desde otro lugar.
Son 360 grados, pero paradójicamente no regresamos al mismo punto de partida;
se parecen, pero no lo son.
–Yo creo que los lugares pueden ser los mismos
pero ha cambiado nuestra manera de percibirlos, se dijo en voz alta
De hecho, el pequeño Yo, sabe, que los puntos de parada
en el viaje de venida, no serán los mismos que en el viaje de regreso. El viaje
de venida a la Tierra se trata de recibir; mientras que el viaje que emprende
de vuelta, se trata de dar. Ya tuvo 7 paradas antes; ahora, al emprender el
regreso, no sabe qué tipo de aventuras tendrá. En su evasión, llega al 8vo
asteroide.
-Es un lugar singular, es
una roca que flota en el espacio, mucho más grande que mi hogar-, pensó. Lo
curioso es que la gran roca que gira, cuenta con dos lunas. -Luego supe, que
sus nombres son Amour y Effrayé. (Amor
y miedo, traducidos del Francés)-. Quizá
los nombres se los haya puesto el piloto del avión, aquel que conoció al
pequeño Príncipe, en su propio viaje de regreso a casa
Lo curioso de las lunas del pequeño planeta es que
orbitan en planos distintos, a la misma velocidad. (Aunque dependiendo, de
factores especiales, aumenta o disminuye). El caso es, que cada cierto tiempo,
los planos coinciden y podría haber una conjunción galáctica. Siempre hay un
riesgo. Al igual que la luna de la Tierra, giran alrededor del planeta,
mostrando siempre la misma cara. Pareciera que las lunas fueran parte del
asteroide mismo. Lo que le pareció más extraño al pequeño visitante, es que el
asteroide se llame Dualité (Dualidad
en idioma francés).
Allí se reconoció completo, por primera vez. Todo el
planeta estaba lleno de metáforas que tenían que ver con su propia existencia.
La primera, la dualidad, la segunda, que las emociones al final, son solo dos;
el amor y el miedo, y que más allá, todo, es amor, ya que el miedo también es
una forma de amar. En el vacío hay amor. La última metáfora es que el amor y el
miedo tienen caras ocultas.
El amor nació desde el principio de todo, cuando la madre
se ocupó de su hijo por mucho tiempo e hizo que los humanos se agruparan,
aprendieran acerca del poder de muchos, que descubrieran el fuego, que aprendieran a sembrar y a cosechar. El
miedo protector nació después, pero como una forma de amar. El miedo protege,
muestra, enseña. Lo más extraño al pequeño visitante es que reconoció que en el
vacío también hay amor. Y se reconoció parte del todo, compartiendo que en ese
vacío ama, y se deja amar. Siempre se ha dicho que el miedo se opone la confianza, pero esta no es una emoción
sino una creencia que nace del amor mismo, para disipar así, al miedo.
Los habitantes de Dualité
son pequeños príncipes llegados en su viaje de regreso a sus propias casas; es
una suerte de nave nodriza que los recibe con gusto. Pero no todos han logrado
salir de vuelta; a veces deben esperar a que ocurra nuevamente el fenómeno.
Llegó a contar cientos de ellos; que interactuaban, se enfadaban, o abrazaban, comerciaban,
jugaban y hacían distinciones. En eso, aprendían del amor. Para eso es Dualité, para aprender.
Un día, todos los pequeños Yoes se agruparon mirando al
cielo; ese día era el indicado. Amour y Effrayé
harían colisión. El científico Yo, había acordado con las estrellas, que ese
día ambas lunas tendrían la misma órbita. Era la primera vez que muchos verían
el evento, (aunque algunos ya lo habían
visto antes). Los pequeños habitantes saben que la energía del amor y el miedo
les darán el impulso para llegar a la próxima parada.
Y al fin ocurrió. Hubo una gran explosión en el cielo de Dualité y rayos cósmicos atravesaron al
planeta, a los cuerpos, y a las almas y sus rayos llegaron a la Tierra,
haciendo cosas indescriptibles y maravillosas. Algunos aprendices avanzados,
lograron salir; otros se quedaron, a esperar un nuevo evento. (Lo bueno es que Effrayé cambia de velocidad con
frecuencia). Los que se quedaron vieron aparecer las dos lunas de nuevo,
mostrando una sola cara. Siempre se preguntan que hay en el lado oculto de cada
luna; sin saber que en su respuesta, se encuentra el pasaje para emigrar hasta
la próxima parada.
¿Qué le entregó Yo, (el
pequeño príncipe), al planeta, en su parada?
-“Amor en el vacío, como la
esponja en el mar, así es ser”, se dijo así mismo, como para recordar, “yo he
dejado amor, en el vacío-
Más tarde, el pequeño Yo, en su viaje heroico, ya
divisaba al gigante 9no asteroide. Lo llamaban “Ego”
No hay comentarios:
Publicar un comentario