jueves, 22 de octubre de 2015

LIBERTAD CON JUSTICIA Y VALENTÍA

Por Martín A. Fernández Ch. 22/10/2015

En estos momentos me encuentro leyendo el libro “El Buen Amor en la Pareja” de Joan Garriga. En el Capítulo 11 “El Poder Invita al Poder” (página 76), dicho autor cita a Virginia Satir en  relación a su libro “El Contacto Íntimo”, quien hace referencia a que el genuino poder tiene que ver con la congruencia y con lo que ella llama las “Cinco Libertades”, las cuales son (transcripción textual de Garriga): libertad de ver y escuchar lo que está aquí, en lugar de lo que se supone que debería estar; libertad de sentir lo que se siente, en lugar de lo que debería sentirse; libertad de decir lo que uno siente y piensa si lo elige, en lugar de impostarse; libertad de pedir lo que se quiere, en lugar de pedir permiso; y libertad de arriesgar en lugar de optar únicamente por estar seguro.  

A mi parecer, la libertad más maravillosa para el ser humano es la de expresar lo que uno siente. Ahora bien, si uno se expresa en contra de alguna injusticia, no solo hacia uno mismo, sino también para abogar a favor de otros, estamos refiriéndonos a un acto de amor puro por la libertad, y que somos capaces de defenderla hasta el final. A mis hijos siempre les digo que cuando sientan alguna injusticia, que hagan el justo reclamo de manera respetuosa, y que tienen el derecho de expresarse porque es la manera de garantizar nuestra libertad, aquella que nos permite vivir en armonía espiritual, emocional y de conciencia.

Tengo una hija de 12 años, quien está cursando sexto grado en uno de los mejores colegios de Barquisimeto. Ella me cuenta que este año le ha tocado un “Maestro”, con quien ha tenido diferencias. En una oportunidad se levantó para reclamarle sobre una exigencia metodológica que era injusta para los zurdos de la clase. Otro día, le solicitó explicaciones sobre por qué le puso una “B” en el examen, y no una “A”,  quien no dio su brazo a torcer y al final le dejó la misma calificación diciéndole a mi hija “¿Tú que quieres, sacar “A” en todas tus pruebas?”, y ella, que no cede, le dijo una gran verdad “Yo quiero la nota que me merezco”. El resultado de esto es que el Maestro le levantó un informe y la remitió a la Dirección, pero mi hija no se amilanó con la Directora, a quien le contó todo los eventos ocurridos y tuvo la valentía de dejar claro la exageración (la expresión real empleada por mi hija fue “mentiras”, lenguaje propio de su edad) del contenido de dicho informe.
Esto definitivamente es una tríada valiosa, me refiero a Libertad – Justicia – Valentía. La primera virtud tiene que ver con el pensamiento, la segunda con lo espiritual, y la tercera con el corazón. Mientras tengamos presente el sentido de justicia, como sentimiento empático hacia el prójimo desde la profundidad de nuestro ser, y la valentía que nos empuje a la acción, nuestra libertad será indomable.

Tendremos una patria libre en la medida que tengamos la valentía para reclamar justicia ante las violaciones a nuestros derechos. Si todos ponemos nuestro grano de arena, en el ámbito personal y colectivo en nuestra zona de influencia, respetando y haciendo respetar la libertad, y específicamente aquella que tiene que ver con expresar lo que uno siente ante las injusticias, tendremos una sociedad más humana y desarrollada.

¿Cómo logramos esto?, pienso que además de enfrentar nuestro día a día, no debemos olvidar de enseñar a nuestros hijos estos valores, y practicarlos con ellos. Esto quiere decir que debemos olvidar nuestros sistemas pasados de aprendizaje y que queremos replicar a nuestros hijos, es decir, aquella forma autoritaria de “se hace lo que Yo digo, porque soy el adulto, porque soy tu papá o porque me da la gana”, para darle paso a una nueva forma de enseñanza que, a mi parecer, es más efectiva hacia las nuevas generaciones (quienes tienen acceso y manejan mucha información), que es la razón, el discernimiento, la comprensión, en fin, la sana discusión, lo que implica para los padres una tarea difícil. Por supuesto, no me refiero al desarrollo de nuestros hijos sin poner límites, porque ellos están en etapa de aprendizaje y tenemos que protegerlos de los malos vicios y peligros que la humanidad misma ha creado, pero también hay que saber poner dichos límites.

En esta sociedad venezolana que actualmente refleja momentos de caos social y político, que la injusticia predomina en muchos ámbitos de acción, no podemos cometer los mismos errores en nuestro entorno inmediato. La libertad de expresión debe prevalecer en la familia, en el condominio, en la comunidad, en el trabajo, en el supermercado, es decir, en cualquier lugar y momento, y tenemos que defenderla con valentía y con sentido de justicia.      


Martín Fernández

PD: soy un padre que explota de orgullo por mis hijos

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