viernes, 16 de septiembre de 2016

Compañera





Desde siempre has estado acercándote a mi. Al principio estabas tan lejana, que de ninguna manera podía percibirte en el horizonte. En algún momento, todavía niña, comencé a reconocerte, ignorante, sin conocerte, en las canas y arrugas de algunos de mis grandes amores, asumiendo que era una condición física que se instalaba, más temprano que tarde en los cuerpos de quienes empezaban ya a cansarse de la vida.
¡Qué equivocada estaba!
Ni siquiera tenía conciencia de que habíamos partido desde extremos opuestos de mi línea de vida, destinadas a encontrarnos para luego continuar de la mano.  Ahora te veo, avanzando hacia mí, sabiendo ya que vienes de donde todo se sabe, de donde todo se ve, desde donde todo es.
No sé cuándo arribaremos a ese preciso punto de encuentro, Mientras tanto, cada cana, cada arruga, imprimen como tatuajes indelebles los aprendizajes de la experiencia, símbolos de sabiduría y trascendencia, necesarios para el espectacular camino por venir.
Espero ya, sin querer dilatar y sin apuro, ese encuentro, cuando yo continúe avanzando, hacia adelante en nuestra línea y tu ya irás de vuelta llevándome contigo, segura, al origen y destino.
Carmen Lucía Rojas
Septiembre 2016

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