lunes, 5 de septiembre de 2016

El Mar de la Cajita

Siempre que viajaba a Savannah me gustaba detenerme en la pequeña tienda que vendía

artículos relacionados con la naturaleza. En una de mis visitas conseguí un adorno que

consistía en un recipiente acrílico transparente rectangular con un líquido azul en su

interior. En la base tenía un pequeño motor que lo hacía balancear de un lado a otro

produciendo un movimiento en el líquido que simulaba el oleaje del mar, al equipo lo

acompañaba la grabación de un sonido marino. La encargada de la tienda se acercó y

me comentó que ver el mar y escuchar el sonido de las olas generaba una sensación de

tranquilidad y bienestar. Estuve a punto de comprarlo, pero desistí, lo sentí como muy

artificial.


En un viaje de regreso, leí por coincidencia, un artículo sobre un estudio que había

realizado una universidad británica que tenía como objetivo investigar el impacto de los

ambientes naturales en el bienestar de los individuos y cómo estos generan distintas

reacciones en las personas. Los científicos siguieron a 2.750 voluntarios durante dos años

y compararon sus experiencias en el mar, el campo y los parques urbanos. Al ponderar

los resultados, todos los participantes identificaron el ambiente marino como la

experiencia más positiva, seguido de los parques urbanos y el campo. La investigación

reveló que aunque todos los espacios naturales generan efectos psicológicos positivos,

estar cerca del mar es lo más beneficioso.


No conocí mayores detalles del estudio, pero de haber sido consultado, muy

probablemente hubiese dicho lo mismo. Me agrada estar en el campo, pero reconozco

que el mar ofrece como más recursos para sensibilizarnos. Las tonalidades de azules, la

brisa, el olor del salitre, sus aguas salobres, el rugido suave acompañado del graznar de

gaviotas y del rompimiento de las olas, ofrecen todo un abanico de estímulos para deleitar

nuestros sentidos. Ni hablar de las propiedades curativas que le atribuyen a sus aguas.

Hasta una buena dosis de humildad nos suministra cuando experimentamos esa

sensación de asombro y admiración ante su impresionante inmensidad.


Frente a un escenario marino, la mayoría de las personas experimenta una agradable

sensación de calma, relajación y bienestar. Los neurocientíficos piensan se debe a que le

da una especie de descanso al cerebro de la sobre carga a la que nos exponemos

continuamente y esa desconexión tiene un efecto casi hipnótico, el cual genera esa

sensación de tranquilidad. Aseguran también que el sonido de las olas estimula un estado

meditativo que genera cambios en las ondas cerebrales, específicamente, promueve las

ondas alfa, las cuales se han vinculado con el estado que llaman de atención sin

esfuerzo. La sensación de placer también ha sido relacionada al hecho de que estamos

conectados con la naturaleza marina desde nuestra gestación, al permanecer meses

flotando en un ambiente acuático dentro del vientre de nuestra madre y esa conectividad

es beneficiosa para el cuerpo, la mente y el espíritu.


De vez en cuando sigo recordando la tienda y el comentario sabio de la dependiente, pero

estoy convencido que aquella cajita acrílica nunca me hubiese aportado la sensación de

paz, tranquilidad y bienestar que se consigue al sintonizar de manera presencial todos

nuestros sentidos frente a la verdadera inmensidad del mar.


Lionel Álvarez Ibarra

Agosto 2016

2 comentarios:

  1. Así es Lionel, el mar es el lugar mas maravilloso que nos ha regalado la Naturaleza, su color, su música, su inmensidad, su placer...
    Me encanto tu escrito

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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