sábado, 15 de octubre de 2016

LA JOVENCITA DE LOS SECRETOS


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Érase una vez una niña feliz. Ana contaba ocho añitos, jugaba mucho con su Barbie y también iba con frecuencia al parque y a la playa. No tenía muchas  amiguitas, pero Carolina esa su preferida. Jugaban mucho juntas y saltar las olas de mar, era lo que más les gustaba.

Ana recibía mucho amor de su mamá. Era una mujer cariñosa, que con frecuencia la abrazaba, la besaba y la complacía: al parque, a comer helados, a la playa y mucho más.

Sin embargo, Ana tenía pensamientos que no le gustaban. Estaban en su mente una y otra vez.  Le producían  tristeza y mucha angustia. Su papá,  tomaba mucho y llegaba a casa tarde con frecuencia  ¿Porque llegaba tan tarde papá? ¿A dónde iba? ¿Qué estaba haciendo? Dentro de su corazón ella sentía que no eran cosas buenas y esto le producía un sentir desagradable. Ana le preguntó varias veces a su mamá, quién respondió una y otra vez: son “cosas personales” de tu papá  y esas cosas no se comparten.

 ¿Porque mamá no hablaba de eso? Parecía como si nada estuviera pasando. Nadie hablaba de eso. Si, a veces fuertes peleas nocturnas entre ellos, muchos gritos y el gigantesco  miedo de Ana en esos feos momentos. Y  al día siguiente, nuevamente el silencio. Nada había pasado.

¡Cuánta angustia!!... ¡cuánto le pesaba aquello!.... ¿y si le contaba a Carolina?  ¡NO!.... ¡qué pena! Sus padres se veían juntos y sonrientes.

Y así fue creciendo Ana, sin atreverse a contarle nada a nadie porque esas eran “cosas personales”. Y mientras más crecía, aumentaban sus secretos. A los doce, su primer amor platónico, su profesor de historia. Era un hombre mayor de 35 años, guapo y muy cálido, lo cual le encantaba. Ella a veces soñaba despierta con él,  se imaginaba escenas románticas donde ella era la princesa,  pero jamás lo compartía. Nadie se imaginaba lo que pasaba en su corazón.

Comenzaron las tardes de estudios con sus amiguitas del colegio. Era mucho más divertido hacer la tarea entre amigas. Uno de esos días ocurrió algo importante: una de las compañeritas les contó lo enamorada que estaba del famoso profesor de historia. ¡Y sorpresa!!!... Acto seguido, Carolina, también confesó  que le encantaba el profe. ¿Queeeee? ¿Somos varias enamoradas del profe? Ana pensó en contarles también, pero no se atrevió.

Semanas después, en una de esas tarde juntas,  otra amiguita se abre y confiesa que su papá tiene otra novia distinta de su mamá, por la cual sus padres peleaban mucho. Ana, asombrada y callada ante esta nueva historia. Otros padres infelices y peleando mucho. Pero eran “cosas personales” y su amiguita las estaba contando. ¿De verdad?

Y así surgieron poco a poco más tardes de amiguitas. Entre tareas y diversión, salían a la luz más y más secretos personales y familiares. Ana se daba cuenta que cada vez que sus amigas compartían secretos, pareciera que se sentían muy bien al hacerlo, es como si se descargaran. Y las demás, siempre mostraban apoyo y comprensión al escucharlos, contando también sus propios historias. Pareciera que al igual que yo, otras personas  tienen secretos y en algunas familias, también pasan cosas desagradables.

Un buen día Ana decidió compartir su intimidad. Si, con una mezcla de mucho miedo y valentía comenzó.  Primero confesó su amor por el profe de historia. Sus amigas, se sonreían con una mezcla de malicia y aprobación. Estaban felices que había una más en el club de "fans" del profe. ¡Qué bien se sintió Ana! muy comprendida  y apoyada. Pareciera como si hubiera crecido la confianza y la amistad en pocos minutos. Un rato después y con más valor aún, decidió compartir el secreto de su papá. Sus amigas la escucharon con atención y una vecinita del grupo manifestó entenderla porque su papá también tomaba mucho y llegaba  tarde. Ambas recibieron abrazos  y  palabras de apoyo.

Y  así fueron pasando los días y semanas. Entre estudios,  diversión y compartir secretos, se fue uniendo un lindo grupo de amigas... Se sentía TAN bien reunirse, compartir sus cosas, sus dudas y sus enamoramientos adolecentes.

Ana poco a poco fue aprendiendo de todo esto, se volvió mucho más comunicativa, sociable y feliz. Tenía muchas más amiguitas y también amiguitos. Entendió que no es bueno esconder tantos secretos, solo algunos. Aunque sean “cosas personales”, era mejor compartirlos y entendió que esa intimidad hace sentir más cercana a las personas,  une a los amigos y produce mucho bienestar.

Maigualida Boedo Paz

Octubre, 2016

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