Érase una vez
una niña feliz. Ana contaba ocho añitos, jugaba mucho con su Barbie y también iba
con frecuencia al parque y a la playa. No tenía muchas amiguitas, pero Carolina esa su preferida. Jugaban
mucho juntas y saltar las olas de mar, era lo que más les gustaba.
Ana recibía
mucho amor de su mamá. Era una mujer cariñosa, que con frecuencia la abrazaba, la
besaba y la complacía: al parque, a comer helados, a la playa y mucho más.
Sin embargo,
Ana tenía pensamientos que no le gustaban. Estaban en su mente una y otra vez. Le producían tristeza y mucha angustia. Su papá, tomaba mucho y llegaba a casa tarde con
frecuencia ¿Porque llegaba tan tarde
papá? ¿A dónde iba? ¿Qué estaba haciendo? Dentro de su corazón ella sentía que
no eran cosas buenas y esto le producía un sentir desagradable. Ana le preguntó
varias veces a su mamá, quién respondió una y otra vez: son “cosas personales”
de tu papá y esas cosas no se comparten.
¿Porque mamá no hablaba de eso? Parecía como
si nada estuviera pasando. Nadie hablaba de eso. Si, a veces fuertes peleas nocturnas
entre ellos, muchos gritos y el gigantesco
miedo de Ana en esos feos momentos. Y al día siguiente, nuevamente el silencio. Nada
había pasado.
¡Cuánta
angustia!!... ¡cuánto le pesaba aquello!.... ¿y si le contaba a Carolina? ¡NO!.... ¡qué pena! Sus padres se veían juntos
y sonrientes.
Y así fue creciendo
Ana, sin atreverse a contarle nada a nadie porque esas eran “cosas personales”.
Y mientras más crecía, aumentaban sus secretos. A los doce, su primer amor platónico,
su profesor de historia. Era un hombre mayor de 35 años, guapo y muy cálido, lo
cual le encantaba. Ella a veces soñaba despierta con él, se imaginaba escenas románticas donde ella era
la princesa, pero jamás lo compartía.
Nadie se imaginaba lo que pasaba en su corazón.
Comenzaron
las tardes de estudios con sus amiguitas del colegio. Era mucho más divertido
hacer la tarea entre amigas. Uno de esos días ocurrió algo importante: una de
las compañeritas les contó lo enamorada que estaba del famoso profesor de
historia. ¡Y sorpresa!!!... Acto seguido, Carolina, también confesó que le encantaba el profe. ¿Queeeee? ¿Somos
varias enamoradas del profe? Ana pensó en contarles también, pero no se
atrevió.
Semanas después,
en una de esas tarde juntas, otra
amiguita se abre y confiesa que su papá tiene otra novia distinta de su mamá,
por la cual sus padres peleaban mucho. Ana, asombrada y callada ante esta nueva
historia. Otros padres infelices y peleando mucho. Pero eran “cosas personales”
y su amiguita las estaba contando. ¿De verdad?
Y así
surgieron poco a poco más tardes de amiguitas. Entre tareas y diversión, salían
a la luz más y más secretos personales y familiares. Ana se daba cuenta que cada
vez que sus amigas compartían secretos, pareciera que se sentían muy bien al
hacerlo, es como si se descargaran. Y las demás, siempre mostraban apoyo y comprensión
al escucharlos, contando también sus propios historias. Pareciera que al igual
que yo, otras personas tienen secretos y
en algunas familias, también pasan cosas desagradables.
Un buen día Ana
decidió compartir su intimidad. Si, con una mezcla de mucho miedo y valentía
comenzó. Primero confesó su amor por el
profe de historia. Sus amigas, se sonreían con una mezcla de malicia y aprobación.
Estaban felices que había una más en el club de "fans" del profe. ¡Qué bien se sintió
Ana! muy comprendida y apoyada.
Pareciera como si hubiera crecido la confianza y la amistad en pocos minutos. Un
rato después y con más valor aún, decidió compartir el secreto de su papá. Sus
amigas la escucharon con atención y una vecinita del grupo manifestó entenderla
porque su papá también tomaba mucho y llegaba tarde. Ambas recibieron abrazos y
palabras de apoyo.
Y así fueron pasando los días y semanas. Entre
estudios, diversión y compartir secretos,
se fue uniendo un lindo grupo de amigas... Se sentía TAN bien reunirse, compartir
sus cosas, sus dudas y sus enamoramientos adolecentes.
Ana poco a poco fue
aprendiendo de todo esto, se volvió mucho más comunicativa, sociable y feliz. Tenía
muchas más amiguitas y también amiguitos. Entendió que no es bueno esconder
tantos secretos, solo algunos. Aunque sean “cosas personales”, era mejor
compartirlos y entendió que esa intimidad hace sentir más cercana a las
personas, une a los amigos y produce
mucho bienestar.
Maigualida Boedo Paz
Octubre, 2016
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