sábado, 15 de octubre de 2016

Secreter






En la casa donde viví buena parte de mi infancia y juventud había un secreter en la habitación de mis padres. Como seguramente ocurre en todas las familias, y como resultado de la fantasía y el ensayo y error para decir correctamente algunas palabras mientras se aprende a hablar, en la mía a este mueble se le llamaba “el secreto”. Innumerables veces, en medio de la cotidianidad, en mi casa alguien preguntaba por alguna cosa y recibía como respuesta: “Búscalo en el secreto”.
Cuando era yo la que había preguntado, al oír esa respuesta, salía corriendo a buscar en aquel mueble que definitivamente me resultaba misterioso y especial. Al principio, debía hacer un gran esfuerzo para bajar la tapa (así llamaba yo a esa suerte de puerta que abría de arriba a abajo en vez de un lado a otro y después de haber pasado la llave que estaba allí de adorno), sin que se me cayera y golpeara estrepitosamente los apoyos con tope de fieltro que mágicamente salían a su encuentro al iniciar su descenso, para convertirla en mesa. Yo sé lo que siente Indiana Jones. Al encontrarme frente a frente con aquellas gavetas de diferentes tamaños, secretamente esperaba no encontrar todavía lo que estaba buscando, para poder explorar lo que se “escondía” dentro de cada una de ellas, algunas para las que todavía no tenía ni tamaño para alcanzar.
Con el tiempo, ya sabía prácticamente qué había y qué no en aquella genialidad de mueble, pero eso no impedía que yo siguiera maravillándome con él cada vez que lo abría y cada vez que curucuteaba y encontraba nuevos usos o detalles a cosas que ya creía conocer. O cosas nuevas que ahora tenían allí su lugar.
Ahora, recordando nuestro secreto familiar, todavía útil en la casa de una de mis hermanas, no puedo dejar de asociarlo con la vida, con sus maravillas y misterios, nunca totalmente explorada ni conocida, siempre con algo nuevo que mostrar si tenemos suficiente curiosidad.
Carmen Lucía Rojas
Octubre 2016

1 comentario:

  1. Querida Carmen, cuando mencionas aquello que ocurre comúnmente en las familias con las palabras como resultado de la fantasía, del ensayo y del error mientras se aprende... me conecté con una palabra de mi hija María Anabella que para describir una comida en alguna oportunidad exclamó "mami esto está nutricioso!" Dícese nutricioso y delicioso simultáneamente desde aquella fecha hasta el momento en nuestra familia. Gracias por compartir con nosotros un relato tan familiar.

    ResponderEliminar