domingo, 25 de septiembre de 2022

Ahora que voy a ser grande...(pequeños aforismos)

¿Qué voy a hacer de grande? (Humildes aforismos después de un quiebre)

Los sueños se cumplen. Los he visto reflejados en tus ojos húmedos, a punto de brotar

·         Su Maestro lo abrazó ese día; iba a dejar que su pupilo fuese libre, quién descubrió entonces, algo maravilloso en lo profundo de su ser

·         El anciano se sentaba maravillado a escuchar lo hermoso del sonido del silencio, así fuese solo un zumbido sordo

·         Pasaron muchos años para que ese día, uno cambiara el “soy tu amigo” por “somos amigos”

·         Y me hizo llorar; ¡me dejé! Estuve evitando sus palabras hasta que en un intento final, al igual que el Minotauro en su laberinto, me dejé atravesar por la afilada hoja de acero. En vez de sangre, brotaron esperanzas…

·         Servitium en la capacidad de servir a otro en la acción. ¿No es igual a amar?

·         Ese día se dio cuenta que no era libre como antes. Tenía las evidencias: los pelos blancos en su barba, las opiniones influyentes de la familia en su mente, lo lleno de la caja de medicinas, y  lo menos que sale de su casa. No se había dado cuenta del cambio; solo de las emociones que sentía. Entonces, decidió recuperar su libertad

·         El hombre maduro se quebró. No sabía el por qué. No estaba preparado para ser dependiente, cuando en su vida toda, no lo había sido nunca. Un amigo amado, se lo mostró y le ofreció caminar junto a él, para que volviera a hacerlo, por si mismo

·         Cuando aprendí a caminar, tenía los pies torcidos y me cansaba. Sin embargo caminé mucho. Hay días que me siento lerdo, debe ser por estar sentado, pero siempre se puede decidir, antes del punto de inflexión. Yo decido moverme, yo decido vivir, como cuando “éramos inmortales”

·         Y me dijo, “gracias por insistir” y entendí que los milagros existen

·         El jilguero se posó en la rama y pensó en un ser amado. Ese día suspiró, en vez de cantar

·         Amor y Amistad tienen la misma raíz. Es por eso que las frondas de los árboles crecen y se expanden. Con la edad, profundizamos, cuando se nos caen la hojas

            Alberto Lindner

AHORA QUE SOY GRANDE… ¿EN VERDAD SOY GRANDE?

 


Corrían los tiempos prescolares donde pasábamos diariamente muchas horas. corríamos, jugábamos, comíamos y tomábamos siesta. Yo no era muy amante de las siestas así que me iba repetidamente a hablar con la maestra de turno durante esa hora.

También era el jardín de infancia un espacio para la expresión de nuestras inquietudes artísticas.

En una oportunidad me escogieron para ser el personaje principal de una obra que tenía como protagonista a un jefe indio (que iba a ser yo), una princesa india y un grupo de aborígenes de relleno.

El personaje de princesa le fue asignado a Carmencita.

Carmencita era el amor de mi vida prescolar. La recuerdo menudita, muy blanca, de pelo corto. Nos íbamos en el mismo transporte que la dejaba en una casa verde en San Bernardino.

Con Carmencita había una química especial de ese amor infantil. Todos lo notaban y lo reconocían. Mi panita Matrioska (QEPD, murió por COVID el año pasado), disfrutaba ser una especie celestina del prescolar.

Cuando me dijeron que yo sería el personaje principal, reculé. Me asusté pues. No podía verme en evidencia, más bien no quería. Le dije a la directora que yo escribía y que no actuaba. Que podía escribir un guion y no actuar. Secretamente pretendía que mi escrito cambiara un “performance” de indios semidesnudos por un relato de astronautas.

De hecho, lo escribí. Una mierda.

A ver, no se trata de una victimización. Se trata de que en realidad era muy malo. No solo era que un escrito de un niño de 4 o 5 años tendría que ser malo. Es que ciertamente era muy malo. Eso sí, le agregué un dibujito.

El resultado fue que escogieron a otro protagonista (dejando a Carmencita) y a mí, me recibieron mi escrito, colocándome además de aborigen semidesnudo en la obra.

De quien ahora debe ser “Carmen” no supe más. Ni siquiera el apellido para buscar por Facebook. Me gustará contarle este episodio.

Sin embargo, este suceso me dejó claro algo que para un niño pequeño, apenas está en capacidad de comprender. La importancia de las consecuencias.

A esa edad, las consecuencias las asumen tus padres. Si partes el jarrón de la vecina o de la tía Rupertina, a ti te sale una pela o un regaño. El reponer el jarrón no es tu responsabilidad.

Lo que sin duda define el ser grande es asumir las consecuencias. No hay nada en esencia, bueno ni malo en lo que haces. Son solo consecuencias que te impactarán en tu transitar.

Por eso no paro de preguntarme. ¿En serio soy grande?

 

Cesar Yacsirk

Club de Escribidores de Caracas.

Septiembre 2022

MI VIDA EN DOBLE VIA

 

MI VIDA EN DOBLE VIA

 

Mis años empecinados en crecer

Pasos gigantes en tropel

Aceleran las horas

El reloj del tiempo

Ya no espera

 

Canas y arrugas van configurando

Mi nuevo perfil

No hay maquillaje

Que disimule

La belleza perdida

 

Soy grande y estoy viviendo mi tamaño

Mi poesía haciéndose relámpago

Mis palabras centellando

Mi alma fugaz para el dolor

Duerme sin luz ni ocaso

 

Mi mañana va esperando

Con todo el inventario vivido

Con el balance azul en mi cuenta

Con toda la fuerza que otorga

La intensidad de la entrega

 

Seré una hoja levitando

Bailando y tropezando

Dando carambolas

Celebrando su muerte

Después de tanta vida junta

 

Camino mi último tramo

La decadencia tiene trabajo parejo

En torcer y doblegarme

Jesús...me subiré en tus hombros y cruzaré

en sana paz mi charco existencial

 

Voy por el camino de los que se arrugan

De los que van tejiendo humildad y silencio

De los que miran con lupa

La belleza y el amor escondidos

Y los hace suyos a fuerza de pura vida

 

Cuando sea Extragrande

Y los muñones y bastones

Sean parte de mi cuerpo

Caminaré desde dentro

Con la mansa luz de mis sentidos

 

Ahora que voy por el camino de los arrugados

Siento que desde muy adentro

Lento y seguro se transfigura mi paisaje

Mi ser interno en la otra vía

Construye paz desde el sócalo de mi alma…

 

Gudelia Cavero Hurtado