Si, me importa un comino…
Imán, es una mujer hermosa,
producto de la mezcla de muchas creencias, razas y religiones. Imán significa
“Fe” en árabe, y ella lo sabe. Por lo multicultural de su origen ella mantiene
una relación estrecha con Dios.
Su mamá es Peruana, del Cuzco, que se casó con
un Libanés, que es además Chef. Su abuela materna es griega que se casó con un
peruano, pero Imán nació en Venezuela y se siente venezolana.
De su padre, su madre y su
abuela aprendió a cocinar. Del Perú, conoce las maravillas del ceviche, de la causa
limeña, de la salsa huancaína y las maravillas que se puede hacer con un toque
de ají panca o el ajì dulce; de Grecia aprendió a usar algunas especias, al
igual que del Líbano, así como la preparación de su plato favorito: el pimentón
agridulce. De Venezuela aprendió a mezclar, ya que la principal característica
de Venezuela es el mestizaje.
Un día su Padre Chef,
preparó en su casa una crema para untar que dijo se llamaba “Flefla”, también
en otras versiones conocido como Muhammara. (La flefla es cruda, la otra no).
Se trata del uso del pimentón y del comino. Tanto los griegos como los
libaneses están muy orgullosos de su plato típico pero Imán sabe que el
pimentón o pimiento es una hortaliza que es un aporte de América a la
gastronomía universal; y así se conoce el “Chile” en México, el Panca en el
Cuzco, el Pimentón en Venezuela. Caso contrario es el comino que es una especia
oriunda de toda la costa mediterránea. Con la llegada de los españoles al nuevo
mundo, era de esperar, que tanto condimentos como verduras y hortalizas,
cruzaran los océanos.
La frase “me importa un
comino” (y a veces un rábano o un pepino), se ha usado para decir que algo no
le importa por no tener mucha importancia. Dicen los estudiosos, que el comino
es una especia muy menuda, y que tuvo poco valor hace mucho tiempo. Los mojitos
canarios de España lo usan y son famosos por el. Imán sabía que para una
verdura, u hortaliza debe existir una especia. Ya lo había heredado de su
padre, y usaba para los lácteos, la nuez moscada, para el cordero, la menta,
para el pavo, el estragón,para algunas galletas la canela mezclada con clavos
de olor con jengibre, y pare de contar.
-Hasta el café tiene su
especia, pensaba siempre. No lo usaba mucho porque dicen que es afrodisíaco.
-¿Papá qué vas a preparar?
-Voy a hacer flefla.
La flefla es una salsa de
pimiento rojo que lleva comino. Una maravillosa especia, que la joven Imán que
no ha usado mucho. Vio a su padre limpiar dos pimientos rojos y licuarlos con
un manojo de nueces, un chorrito de aceite, un ajo, una cucharadita de comino,
una pizca de sal y un toque de azúcar, y por sel libanés, el jugo de medio
limón grande o uno completo si es pequeño. Al terminar, ajustó la consistencia
con pan rallado.
-Yo, como me encanta el
mestizaje o como lo llaman los chefs, la “fusión”, voy a hacer mi fusión, dijo
-!Pero bueno Imán...!, ya
vas a empezar. La cocina se trata del respeto por las raíces culturales, por
los sabores, por los ingredientes. Si lo vas a cambiar, le cambias el nombre.
-Como no lo voy a cambiar,
si a veces hay una cosa, y a veces hay otra, una tiene que inventar para no
pararse. (Muy sabia reflexión de Imán)
Con sus raíces griegas de su
abuela, decidió no usar el pimiento crudo. Fue al mercado y consiguió dos
pimentones (pimiento) rojos como la sangre, limpios, pulcros y brillantes. En
casa los lavo bien, los abrió, le quitó las venas agrias, las semillas y las
cortó en tiritas como haría su abuela. Prendió la cocina a fuego medio, colocó
el cazo, media taza de aceite de oliva y colocó los pimientos, le agregó el
azúcar, la sal, el comino y dejó que botaran y se mezclaran los jugos. Al empezar a espesar bajó la llama,
agregó el jugo de un limón y tapo la olla por 10 minutos.
-Vamos a ver cómo va, dijo
al término del tiempo fijado.
Destapó la olla y estaba espesa, producto de los
colorantes rojos propios de la hortaliza roja, con un aroma ácido del limón y
lo característico del comino. A ella si le importaba el comino, porque era una
especia que no había usado tanto. Lo probó. No tenía el vinagre que usa su
abuela, pero el limón había hecho su trabajo. Estaba estupendo.
-Ahora está listo, ya cociné
un limón, dos pimientos rojos, una cucharadita de comino, una cucharadita de
sal, una pizca de azúcar. Ahora a la licuadora, pensó. Claro Imán esperó que enfriara
lo suficiente.
En la licuadora agregó los
pimientos, un diente de ajo (o dos), el puñado de nueces y se atrevió a colocar
un puñado también de almendras tostadas. Al licuar, se rompen los aceites de
los frutos secos y se espesa un poco mas.
Como es venezolana, Imán decidió usar para espesar y ajustar la mezcla,
casabe molido en vez de pan rallado. El casabe venezolano es oriundo de sur
América; se hace de yuca amarga, cuyo líquido interior es venenoso, pero los
nativos saben extraer el veneno y podemos comer casabe con toda confianza.
Al final, obtuvo lo que
quería; fusionar sus raíces.
-Papi, quiero que pruebes
este invento…, le dijo a su padre chef
-Uhmm, excelente. Tiene
comino, pimientos, nueces, limón. ¿Cómo lo hiciste?, se parece a la Flefla, no?
-Si claro. Me importa una
tonelada de comino que te guste el invento. (El comino si importa).
Alberto
PD. Cuando preparó los pimentones, Imán en su raiz cuzqueña, le agregó medio ají panca peruano, picado finito, para darle un picor.
PD. Cuando preparó los pimentones, Imán en su raiz cuzqueña, le agregó medio ají panca peruano, picado finito, para darle un picor.
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Fuente de la imagen:
www.elestenoticias.com
Receta cortesía de mi amiga
Hened