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jueves, 17 de marzo de 2016

El monólogo de la barriga

Ya están estos, otra vez, diciendo que,  ¡soy rebelde!. Y no sé en qué se basan para decirlo, solo que ando por mi cuenta como “barriga al viento”. Y no solo me lo dicen, sino que además ¡me interpelan en público…! Mis pobres células adiposas se estremecen. (Y se estremecen al caminar también, pues la grasa es rebelde). Fíjate, que a lo mejor, la rebeldía tenga que ver con que la grasa se controla a si misma (o no se controla). –“Una barriga feliz, es una barriga gorda y contenta”, dicen las consejas populares.  Es por eso que antes, les decían a los niños gorditos que estaban “sanotes”. La gordura siempre ha tenido que ver con la barriga.

¿Y que tienen las barrigas rebeldes?, me pregunto ahora. Pues creo que existe una conexión directa entre el cerebro y la barriga. Antes se decía que entre el cerebro y el corazón, pero ahora estoy convencido que esa conexión pasa por mí (barriga) primero y luego pasa por el corazón. ¿No han escuchado que el amor entra por el estómago? “¿Corazón contento?”, dicen algunos… pero es la barrigita. Fíjense la cantidad de dichos populares que hay en relación a la barriga con el amor, la pasión, la paciencia, etc. “Barriga llena, corazón contento”. Si el fin justifica los medios, para que haya un corazón contento, debe existir una barriga rebelde, o al menos llena.

Y como no va a estar contento el corazón si existen las empanadas fritas de carne “esmechada”, o las arepas reina pepiada, o los pastichos, cremas, atoles, parrillas, y pare de contar. Como no ser rebelde con tato que comer. ¿Tú crees que me voy a conformar con un pollito con vegetales? Uhmm… no creo, es por eso en que en esta conexión con el cerebro, por el corazón, yo haya aprendido a hacer postres. Porque los postres son la cima de la rebeldía estomacal. Papelón, azúcar, cremas pasteleras, fresas en crema, profiteroles, pies, enrollados, marquesas de cremas y pare de contar. (Me faltaron los golfeados).

¿Rebelde yo?. Diría más bien feliz. Además, le ayudo a  contener el espacio a las tripas, hígado, páncreas, vejiga y hasta parte de los pulmones. El temazo es, como dije al principio que la grasa es independiente de mí caminar. Yo voy para allá y la grasa va para acá. Es una danza fantástica, que nos ayuda a controlar el equilibrio y el balanceo. Pero es una danza que no está en control, es medio autónoma. Sirve para que la mujer amada se recueste y nos diga: “…guaooo como te suenan las tripas, ¿qué comiste hoy?”, que aunque no es muy romántico nos ayuda a conectarnos uno con la otra. El temazo en la relación de parejas es cuando se me antoja comer caraotas negras. Yo sé que no las digiero bien, igual me las como. Espero que los gases no sean causal de divorcio.

¿Qué ejercicios hago?, pues caminar, digerir, flatular, desflatular, reirme (los panzones somos felices además de rebeldes), pero no es suficiente para caber en la talla 34 de antes. Estar en 36 me hace tener muchos problemas, sobre todo porque ahora me aprieta y lo que le sigue es la 38. Todos mis pantalones son 34 y los he estado regalando, pero en esta época de hiperinflación no me queda sino adelgazar. Debo re encontrarme con los ejercicios de abdomen, las caminatas, las máquinas y la comida saludable. Debo volver al 34.

 ¡Qué ladilla rebajar!. No me gusta, soy feliz comiendo de todo, pero el colesterol y los triglicéridos me dicen otra cosa.
¿De qué me ha servido ser rebelde?.  No para mucho, aunque he sido feliz; una panza rebelde y feliz.
Al menos, desde el estómago, (el verdadero cerebro), le voy a enviar órdenes a la cabeza, vía corazón, para que establezca lo necesario para perder grasita. Igual me voy a seguir queriendo, así no tenga donde apoyar mis brazos cuando estoy sentado conversando, cual almohadita.


Alberto

Imagen: Tomada de menuvenezuela.com