jueves, 30 de enero de 2020

Amor en tiempos de diáspora


Autor: Jesucita Peters Salcedo


Reflexionando sobre el significado de la palabra "Diáspora " encontramos que anteriormente la misma no era tan significativa como en los momentos actuales para los Venezolanos, la cotidianidad  te indica como nuestros afectos están diseminados por todo el globo terráqueo, haciendo que nuestros corazones  sean capaces de volar con las alas de la añoranza ,cada vez que los medios informáticos nos permiten tener contactos con nuestros hijos, nietos,padres , hermanos, amigos, es decir, un sin fin de amores por el mundo.

Es un sentimiento compartido,es un tema de conversación con cualquier grupo que te reúnas,  donde las manifestaciones emocionales van desde el dolor en las entrañas  que produce no tener los afectos cerca, hasta un rictus de rabia contenida ante la impotencia y frustración de no  poder cambiar esa realidad que hace que tengamos que aprender amar de otra forma, donde estamos pendientes de esas fotos diarias que recibimos de nuestros hijos, nietos,otros.

Son tiempos  de aprendizajes nos vamos acostumbrando a vivir en la distancia , sin   ese calor y abrazo reconfortante, calentito  que nos ata a esos seres que tanto amamos, como aprendemos a ver crecer  a nuestros nietos a través de una pantalla de un celular con la frialdad del hielo que esa pantalla genera y que a pesar de eso la aprendemos atesorar por lo reforzante que es ver esa imagen de nuestros  afectos.

Además nos sentimos conflictuados, porque nuestra realidad país nos lleva a reflexionar,  será mejor para ellos que ya no regresen y que construyan sus recuerdos e historias  en lugares distantes de nuestra patria  y de nosotros,  que dolor tan inconmensurable en el alma, que aprendizaje tan profundo tan comparable como el hueco que hace el agua de la catarata al caer desde tan alto, es en este momento que tenemos que poner nuestras fortalezas personales para ser muy resilientes y no dejarnos  abatir ante esta realidad.

Mi experiencia relacionada con el amor en tiempos de diáspora,además de la ausencia de mis  hijas, es hacer consciente la mudanza de mis vecinos  con los cuales compartimos momentos muy gratos  y lo que significó para mí ya no sentir en  las mañanas la algarabía de sus tres niñas para ir al colegio y sus visitas en mi casa (su abuela postiza) para buscar chocolates, no sabía de ese sentimiento que me embargo de tristeza  ante su ausencia , descubriendo que ocupaban un lugar importante entre mis afectos.
Que si hemos aprendido yo diría que por demás, como es ir al consultorio de tu médico de toda la vida y movérsete el piso porque las palabras acostumbradas de hoy día es el médico  ya no está en el país, y así nos seguimos cayendo y rompiéndose nuestras rodillas y no nos queda  otra forma  que limpiarlas  y seguir caminando, esa es la orden.

Pienso que todo  esto nos enriquece y nos hace mejores personas estoy seguro de ello.¿Seremos resilientes? pienso que en gran cuantía pues  todos estos aprendizajes  dan cuenta de ello.

Yo  estoy tratando de acortar la distancia entre mis afectos y yo, lo que me conduce a ir cerrando ciclos en este momento de  mi vida que nunca imaginé y que me produce un poco de miedo por todo lo que eso implica, cultivando el desapego de mis cosas tan familiares y mis rutinas cercanas, es un nuevo ciclo  lleno de muchos  amaneceres  por  descubrir, con   horizontes  llenos de expectativas ante este futuro próximo por vivir.

Sólo le pido a Dios que me llene de infinita sabiduría para saber sopesar lo que es verdaderamente importante en este nuevo camino por transitar y que en el tren de mi vida se sigan montando personas que me nutran el alma para  hacerme mejor  persona  y que este compartir con la extensión de mi familia mis nietos, sea propicio para sembrar árboles con raíces profundas y ramas frondosas para aguantar las tormentas y los momentos de remanso y de infinito amor.

El amor en tiempos de diáspora hace aflorar un sin fin de emociones y sentimientos y nos permite ir amoldándonos ante esta realidad que nos arropa, poniéndonos una coraza ante las adversidades y a disfrutar al máximo los momentos gratos de estas vivencias, que cada quien la vive a su manera.


domingo, 26 de enero de 2020

Fuga y encuentro/ Tibaire García


Caracas, 25 de enero de 2020

Escrito Club de Escribidores de Caracas
El amor en tiempos de diáspora

Fuga y encuentro
Jueves 17 de octubre de 2019. Me había anunciado que la salida de la casa era a las tres de la madrugada, y que le parecía conveniente contratar los servicios de un taxista, para que yo no transitara por los riesgos de un camino solitario y oscuro. Esta vez entonces me liberaba de caminar por ese amargo y húmedo piso cinético que en ocasiones pasadas había dejado mi corazón suspendido y mi alma agrietada.

Algo  muy peculiar, fue que pasaron más de cuarenta y ocho horas para que yo casi sin percatarme, y con la muy buena excusa de buscar algo que en el resto del apartamento no encontraba, abrí la puerta de su habitación y descubrí que no era algo lo que me faltaba, sino alguien. Un espacio vacío de olores, de piel, de unos ojos verdes usualmente encajados en alguno de sus artefactos electrónicos, y desprovisto de música, de un “dime mami” o un “bendición mamá”. La cama tendida con su edredón preferido, también algo de su habitual desorden y unos chocolates y golosinas que había dejado para mí.

No supe en qué momento se reunieron en mi rostro la ternura con las lágrimas; en mi ser la soledad con la esperanza, y la rabia y la tristeza se entretejieron con vestigios de “ella va a poder y yo también”.

Han transcurrido tres meses. Noventa días en que el amor se ha colado por la virtualidad. Esa que aún no nos deja llegarle al calor y al olor. Mas que sin embargo ha permitido que fluyera la comunicación para transmitirnos cariño, ideas, proyectos, ilusiones, atrevimientos, decisiones valientes, intimidades, protección.
Fue una fuga?  Sin dudas.  Se fue huyendo?  Indiscutiblemente.

Y más allá de ésto, qué?   Aparece un profundo sentido ante ella, y ante mí.
Las dos hemos visto a una María Gabriela reencontrándose con su centro, su esencia. Asumiéndose. Paseándose por decisiones titánicas. Escribiendo el guión de su historia y poniéndola en escena. Siendo quien es. Ha estado disfrutando de un encuentro maravilloso consigo misma.

Esta danza que la veo danzar ha podado mi ocasional tristeza?  No propiamente. Me ha procurado sosiego, orgullo, valor, confianza y optimismo?  Con frecuencia.
Corren tiempos de diáspora para nosotras, y por lo pronto así vamos construyendo nuestro amor.

Tibaire García
25 de enero de 2020

miércoles, 22 de enero de 2020

"Triáspora". Tres vidas que se cruzan en la diáspora


Amelia es una señora mayor. Debe tener como 80 años que no  aparenta, pues fue muy activa cuando era empleada del Ministerio de Educación. Es maestra jubilada y vive en una casa mediana, cómoda y ahora desgastada por el tiempo. 

Tiene una familia mediana; le queda un hermano menor  y tres hijos que se fueron del país con sus nietos; (como seis). Ella no ha tenido mucho contacto con ellos últimamente. Vive de la pensión, de la jubilación y de una  ayuda pequeña que le da su hermano.

Con los años, enfermó de Alzheimer, una terrible enfermedad que aunque leve por ahora, se potencia con la personalidad bipolar que ha desarrollado en soledad. Vivía sola entonces; independiente. Con su carro viejo y destartalado,  hacía mercado y regresaba. En las crisis de ambas enfermedades, gritaba, insultaba, rompía cosas, hasta que chocó su carro viejo contra el muro de la casa de enfrente, con pérdida total. Luego de eso, caminaba con su paraguas azul, ya desgastado y con un sobrerito de paja "ruñido" como para protegerse del clima. Cuando no se alineaban las enfermedades, era una señora dulce, amable, ocupada de los demás, y colaboradora. Necesitaba estar medicada pero ya no tenía a nadie que se lo dijera, recordara o la cuidara. Así es la vejez en soledad y peor si se está enfermo.

En las crisis y en los gritos, se llegó a llamar a la policía, a la fiscalía, y a la defensoría, ya que no había familia alguna que la atendiera. Entre todos, más o menos se dijo, “no podemos hacer nada, está en su casa” o “los hijos están afuera”. Un día, ella se empezó a despedir porque “ique la iban a internar en un lugar de esos…”. Y así fue, se dejó llevar.  A los días, de “ir a no sé donde”,  llegaron todos los hijos viajeros, remodelaron  la casa y la pusieron en venta.

Amelia ya entregada a su realidad, llegó a la Casa Hogar San Miguel. Allí conoció a Martha.
Martha es una joven de 19 años, estudiante de artes gráficas, una especie de artes integradas, pero de tres años  de duración; es como un técnico superior. Se puso de novia con un jovencito recién graduado  dos años mayor que ella. Martha tiene un hermanito de tres años y vivía con su papá y su mamá. Un día, la mamá le dijo que se iban del país, que se fuera a vivir con el novio, porque no se la podían llevar. A las semanas lo cumplieron y la dejaron en la calle, abandonada. Su novio, efectivamente, se la llevó a la casa de sus padres donde vivía, pero con la condición de matrimonio. Hoy está sola acá y con su marido. Viven independientes y trabaja en sus ratos libres en el Hogar San Miguel, ya que le piden en el instituto, 200 horas de servicio social comunitario. Martha se enamoró de inmediato de Amelia; es como su “abuelita”. Ahora medicada y atendida, espera impaciente y ansiosa la llegada de la hora de su “nietecita”. Por horas charlan, bailan, pintan, se cuentan historias reales o ficticias dependiendo de cómo haya amanecido la memoria, pero siempre a través de un vínculo maravilloso que da el querer.

En la Casa Hogar San Miguel hay como 180 ancianos de los cuales, 80 son huérfanos, es decir, que sus parientes los llevaron, le pagaron los primeros meses, pero que luego se “diasporizaron”, dejando de pagar. Casi la mitad, lo que quiere decir que los encargados  deben hacer un 50% más de esfuerzo para conseguir recursos que cubran los gastos de  todos. El hogar es de tipo mixto además, por lo que hay cuidados especiales según el género. La casa hogar es atendida por monjas y la directora del centro es la Madre Angustia. De noche y a veces, implora para que los parientes aparezcan y atiendan a sus huérfanos. Se pregunta si su nombre tendrá que ver con esta condición humana actual.  Los abandonados huérfanos de la tercera edad,  es otra realidad muda del país, aquella de la que no se habla, de aquellos “dejados” que no se pueden ir, que se quedan a juro y además, en la peor condición humana: el olvido.

Un día, coincidió Amelia jugando con Martha, con la Madre Angustia. La invitaron a jugar. El juego consistía en contar y escenificar recuerdos de la infancia, de lo cual a Amelia le quedaban bastantes aun. Ahora con sus medicinas, vive más tiempo del lado luminoso, aunque a veces tiemblan todos en la casa,  al llegarle la noche oscura a la mente. Las tres jugaron por mucho tiempo.  Angustia contó que su familia era de los Andes pero que todos habían cruzado por Colombia y se habían regado por América. Siempre reza por todos ellos y sabe en silencio, que ellos rezan por ella también. Para alimentar a los ancianos, ella debe viajar una vez a la semana por el país para conseguir verduras y otros alimentos que puedan pagar con su presupuesto, que rasguña entre los que pagan, con los regalos que reciben y con las donaciones.

Lo que no sabe la familia de Amelia es acerca de la cuenta “gorda” en moneda extranjera que tiene, que recuerda y que la sombra del olvido no ha llegado a borrar, porque la abrió cuando joven, cuando se podía viajar. Hoy, las tres celebran las bendiciones de la vida,las sorpresas y el asombro de las cosas que nos pasan sin buscar, del futuro y del querer. Hoy, las tres se abrazan, lloran de alegría, y celebran que están juntas, (entre otras cosas).

Alberto Lindner


Wikipedia/Diáspora

Diáspora. Lo que dice Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Di%C3%A1spora 

Diáspora

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Diáspora (en griegoδιασπορά [diasporá], ‘dispersión’)? implica la dispersión de grupos étnicos o religiosos que han abandonado su lugar de procedencia originaria y que se encuentran repartidos por el mundo. Si mayoritariamente el término ha sido empleado para referirse al exilio judío fuera de la Tierra de Israel y la posterior dispersión del pueblo judío por el mundo, se ha ampliado su significado para designar todo pueblo que se encuentre diseminado fuera de su país de origen.

Diáspora venezolana[editar]

Se denomina así a la migración de ciudadanos venezolanos que de distintas formas han emigrado de Venezuela a partir del año 2000 y especialmente a partir de 2011.
Los venezolanos han emigrado principalmente a la vecina Colombia, también a países como Panamá, Costa Rica, Chile, Perú, Ecuador, México, Argentina, Bolivia, República Dominicana, Brasil y Estados Unidos, y en Europa a España e Italia, entre otros.
Se trata de una de las diásporas sudamericanas más notorias del naciente siglo xxi, basada en la crisis que atraviesa el país[cita requerida].

¡DONDE ESTAN MIS AMORES!


Autor: Martín A. Fernández Ch.
Fecha 22/01/2020


Donde están mis amores
¿Cuándo se me fueron que no me di cuenta?
O sí, sabía lo que venía
pero no que doliera tanto y por tanto tiempo.

Son amores de lejos,
aunque no quiero creer que amar así sea en vano, ¿O sí?
Es que son amores de raíz, de eternidad
y quiero pensar que son semillas de florecimiento.

Pero cómo duele
no sentir sus abrazos y sus besos en las mejillas,
ese calor vivo en el pecho
que tanta falta hace para calmar esta sed, este vacío.

Consuelo, si existe,
es pensar que surcan un buen camino, uno próspero,
pero que será en mi ausencia.
Y crecerán sin darme cuenta, sin vivirlos, sin sentirlos.

Pertenecemos ahora a vuelos disparejos
a eso estamos destinados, cada uno con su propia vida que lidia.
Solo con encuentros fortuitos,
¡Esa es la existencia que toca a los que emigramos!

¡Donde están mis amores!
Ya no se usan largas cartas, ahora cortas palabras van y vienen
y voces que son segundos.
Y vasto tiempo de ausencias, de profundos agujeros sin saber

¡El amor lucha por ser fuerte!
Seguro nuestros caminos no vuelvan a juntarse, quizás se crucen poco.
 Solo me queda esperar paciente,
la visita de sus abrazos y sus besos, para calmar esta sequía que me mata.

FIN

lunes, 20 de enero de 2020

AMOR EN TIEMPOS DE DIÁSPORA

La ley de gravitación universal fue formulada por Isaac Newton en 1687. El sabio inglés dedujo que la fuerza con que se atraen dos cuerpos es proporcional al producto de sus masas dividido por la distancia entre ellos al cuadrado.  Es decir, cuanto más masivos sean los cuerpos y más cercanos se encuentren, con mayor fuerza se atraerán.
Newton formuló la ley deducida empíricamente de la observación, no tenía suficientes datos como para establecer valores cuantitativos. Asumiendo que los cuerpos o masas considerados por el físico, fuesen inanimados, podemos realizar un ejercicio de imaginación y preguntarnos: 

¿Aplica la ley cuando se trata de cuerpos animados, con emociones y sentimientos?

Una diáspora ha afectado a nuestro país en las últimas décadas; una estampida de millones de personas huyendo por el mundo en búsqueda de libertad, seguridad y de un futuro mejor. En esa separación producida entre amigos y familiares ¿Cómo se afecta la "atracción" entre ellos cuando se incrementa la distancia que los separa?

Hace unos meses, me conseguí, a la salida de la urbanización, a una señora que trabaja como doméstica cerca de mi casa. Estaba lloviznando, y le ofrecí llevarla a la parada más cercana. Abordó el vehículo y se sentó en el asiento de atrás; tengo un Toyota Corolla, y cualquiera que me haya visto, pensaría que estaba "matando tigres" como taxista. Comenzó a llover torrencialmente y decidí llevarla hasta su casa. En el trayecto Maricruz -así se llama- me contaba que tenía dos hijos que habían emigrado a Canadá. Le dije: "Que bien, entonces en algo la deben ayudar". Me sorprendió cuando me dijo que tenía más de dos años que no sabia de ellos. Que más nunca la habían llamado. Que había logrado hablar con algunos de los amigos y que estos  le habían dicho que sus hijos se habían mudado de localidad, y que tan pronto se establecieran, ellos la volverían a contactar.

A través del retrovisor, por momentos, podía observar cómo escurría sus lágrimas. Continuó contándome que ellos vivían en Punto Fijo y su esposo trabajaba en la refinería. Cuando sus hijos terminaron el bachillerato se vinieron a estudiar a Valencia. Con el tiempo, con un préstamo de la compañía, adquirieron un apartamento cerca de la universidad. Su esposo quedó desempleado cuando se inició la destrucción de la petrolera. Los jóvenes culminaron sus estudios, el varón se graduó de ingeniero y la hija en administración. Años después, por la misma crisis del país, decidieron emigrar.  Al esposo le dio un ACV y permanece medio ciego en casa y ella tuvo que ponerse a trabajar como doméstica. Dejé a Maricruz frente al edificio donde vive, pero ella me dejó pensativo el resto del día.

Semanas después me la conseguí, le pregunté que había pasado, si había logrado contactar a los muchachos. Me dijo: "No señor, yo ya me resigné, decidí no seguir buscando, ellos saben dónde estamos nosotros, que sea lo que Dios quiera".

Son millones los venezolanos que han emigrado y son innumerables los relatos y anécdotas que se escuchan. Muchas alegres, otras tristes y dolorosas. Deseo pensar que, en  el caso de Maricruz, se trata de algo excepcional; que el común denominador es que los hijos dispersos,  continúan estando pendiente y velando por el bienestar de sus padres.
A veces no sabemos apreciar lo que tenemos, hasta que lo perdemos. Muchos de estos, ahora emigrantes, cuando estaban en Venezuela, probablemente no visitaban tan a menudo a sus   familiares y amigos. O quizás si lo hacían, pero sin apreciar la bendición que es tenerlos tan cerca. Ahora que están lejos, añoran a su gente. En la fórmula de Newton, los cuerpos mientras más se acercan, con mayor fuerza se atraen, pero cuando esos "cuerpos" son seres humanos, ocurre lo contrario; cuando estamos cerca nos atraemos, pero cuando nos alejamos, esa atracción aumenta fuertemente.

No es fácil desarrollar una fórmula para determinar ese efecto de la diáspora,  pero cualquiera que sea, el elemento principal es el amor. Otros factores pueden estar presente, pero el amor es   determinante. Fundamentándonos solo en la observación - la misma en que se apoyó Newton para formular su ley- podemos deducir empíricamente, que en tiempos de diáspora, el amor crece directamente proporcional al tamaño de nuestros corazones e igualmente proporcional al cuadrado de la distancia que nos separa de nuestros seres queridos.

Lionel Álvarez Ibarra
Enero 2020

Nota: ¡Me tropecé con Maricruz! Me dijo que habían aparecido los muchachos. Que ya estaban ayudando para las medicinas del viejo. Sigo pensando que ese "vacío de amor" de más de dos años...no tiene excusas.

miércoles, 15 de enero de 2020

Febrero 2020

2020
Reunión primera del año
Enero 2020
Tema: El amor en los tiempos de diáspora
Fecha: sábado 25 de enero
Lugar: Casa de Don Martín, LPG
Hora: de 10.00 am a 2:00 pm
Desayuno
Tipo Contri
RSVP

viernes, 3 de enero de 2020

El amarre

Uno de los primeros desafíos que enfrentan los niños - aparte de aprender a caminar, por supuesto- es saber amarrarse las trenzas de los zapatos por sí solo. Recuerdo a mis hijos, dándole y dándole hasta que lo lograron y esa expresión de satisfacción que se dibujó en sus rostros es inolvidable.

Me reencontré con esa experiencia del "amarre" en estas navidades, cuando me tocó amarrar las hallacas que preparamos en casa. El amarre es, aunque muchos así no lo consideren, el paso más importante del proceso. Del amarre depende el éxito o el fracaso de la hechura, y el mejor guiso del mundo se puede perder si la hallaca no queda bien amarrada. El amarre se me parece mucho al blackjack, ese juego de barajas -también conocido como veintiuno- en donde el jugador va pidiendo cartas y sumando al valor que ya tiene en su mano tratando de acercarse lo más que pueda a 21, pero sin pasarse. Algo así sentimos cuando estamos haciendo el amarre. Es todo un arte, ir percibiendo la tensión de la cuerda y saber detenerse en el momento preciso. Vamos apretando poco a poco, si nos pasamos, podemos cortar la hoja y ¡perdemos! Pero si queda floja, se saldrá el guiso y las consecuencias podrían ser peores. El amarre debe quedar con la tensión exacta, lo más cerca de 21. Como la que debe existir en la relación entre amigos y familiares: ni muy fuerte que sofoque ni muy floja que se suelte.
Cuando le dije a mi sobrina que me había tocado amarrar las hallacas, me dijo con una mueca y algo de desdén: "Entonces no hiciste nada, eso se lo dejan a los niños para que lo hagan". No me agradó que se subestimara mi labor, y me motivó a escribir estas notas de reivindicación del amarre. Déjenle esa responsabilidad a los niños y pronto recordarán el popular dicho: "Quien se acuesta con muchacho amanece..."

Sumergir una hallaca mal amarrada dentro de la olla con agua caliente, es como lanzarse del "Titanic" sin salvavidas. La próxima vez que vayan a hacer hallacas, levante la mano y sin ningún tipo de vergüenza grite con orgullo: "¡A mí me toca el amarre!"

Con el avance de la tecnología, cada día se corre el riesgo que el amarre pueda  ser sustituido por alguna otra forma de cierre de las hojas sin utilizar el tradicional pábilo. Algo como le ocurrió a las hallaquitas de maíz que, envueltas en las hojas del jojoto, eran amarrada con tiras sacadas de las mismas hojas del maíz. Pero un día a alguien se le ocurrió utilizar unas "gomas" o "ligas" y hasta allí llegó el amarre tradicional de la hallaquita. El "Sindicato Único de Amarradores de Hallacas" se opondrá a cualquier intento de acabar con nuestra importante labor.  El  pábilo es un componente que ya no puede ser sustituido sin afectar la fisonomía característica del producto y el cambio será fuertemente rechazado por el consumidor.  Aquí la "liga", no "liga" con la hallaca.

Me siento muy satisfecho de mis amarres de este año. Por un momento temí no pudiera hacerlos porque tenía una mano lesionada. Un dolor muy intenso en la muñeca cuando movía el pulgar, que una amiga traumatóloga me diagnosticó como "Síndrome de Quervain". Nadie, normalmente, puede sentirse orgulloso cuando le diagnostican una dolencia, pero en este caso, hasta presuntuoso me sentí de  experimentar algo con nombre tan especial y refinado. Le pedí a la doctora me repitiera que era exactamente lo que tenía mi mano. Me deletreó lentamente: "Sin-dro-me de Quer-vain" ¡Wao! Sentí que era algo que no lo padece cualquiera y me daba mucho  "cachet" tenerlo. Así que nuestras hallacas fueron amarradas con mucho "cachet".

El amarre es el cierre de todo un proceso de elaboración del plato navideño más tradicional del venezolano. Es el paso final, que termina de vestirla para lograr su mejor presencia. Resulta paradójico, que siendo el paso clave determinante de su calidad, no llegue al plato del degustador. Es lo primero que se desecha y no acompaña a la hallaca en su corto viaje de la olla al plato.

Pero en el cierre del año 2019, miles de metros de pábilo se encontrarán en los desechos de tierras muy lejanas, como nunca antes se había visto, mostrando los rastros de la diáspora de venezolanos en el mundo, en búsqueda de seguridad, libertad y mejor futuro para su familia. Son como cuerdas de oro que nos unen a nuestras tradiciones y a nuestra tierra.

Lionel Álvarez Ibarra
Diciembre  2019

2019

Se cierra un año, y llega con su carga de historias vividas, de las despedidas, de las esperadas y de aquellas que se sobrevienen. Con las herramientas que tengo, busco en el interior para encontrar respuestas y entonces aparece la navidad como un mundo de posibilidades y de limitaciones. Ya lo comprendo.
¿Qué te pasa?, me pregunto,
-¡Me dio Navidad…!, que dicho así es como una especie de gripe de la temporada. Había oído hablar de ello pero no había sido contagiado. En el proceso, uno sabe que necesita una pastilla, o un anti alérgico o un antibiótico. Pero “Navidad” se cura con ella misma. Es interesante que la causa es igual a la consecuencia. Y entonces desde allí, es que se puede curar heridas y avanzar.
Diciembre cierra ciclos. Este año en particular, de despedidas; de aquellos que aun no debían partir pero lo hicieron. También ha sido un año de grandes emociones, cuando al estar parado en una tarima, podemos conectarnos con mil ojos que nos observan y sentimos como hierve la sangre dentro de nuestro cuerpo y en el vapor, podemos volar y dejar de ser por un momento.
Navidad es el mes de la reflexión pero no lo usamos para ello, sobre todo si nos da el mal de la temporada. Descubrí también que los síntomas son más fuertes cada año, es decir, con la llegada de la suma de los años. Pero también lo que enferma, nos cura, entonces acudo a lo que suma y no a lo que resta. Aparece el agradecimiento como emoción positiva pero además como fortaleza en su doble misión. La gratitud se vuelve entonces, un bálsamo de amor.
Con el amor trasciendo. No aun en todas sus facetas, pero lo busco en el abrazo inocente, en las miradas cómplices, en los juegos infantiles, en la transformación en dinosaurios, helicópteros, súper héroes o simplemente yo. Jugando en agradecimiento, en amor inocente, aparece el humor, el tercero de los pilares. El humor, aunque no es una emoción, vive de otras dos que si son, como la diversión y la alegría. Jugar y conectarme con mi niño interior nos acerca si no a respuestas, a estados de ánimo.
En el cierre de un ciclo, a quienes comenzamos otro, sentimos la necesidad de tomar decisiones, para poder conectarnos con nuestro propósito que se nos aparece y nos da en la cara. Así, despedimos viejos hábitos y abrazamos nuevos, desde la gratitud, el amor y el humor.
¿Cómo nos curamos de la navidad? –Pues, con Navidad