lunes, 21 de septiembre de 2015

Viajes especiales

El primer viaje que recuerdo fue a Dinamarca. Durante unas vacaciones de primaria, me adentré en los bosques daneses para acompañar a una niña, Puck (que significa Duendecillo del Bosque en danés), cuando después de morir su madre, siendo su padre un flamante capitán de navío, fue a vivir a un internado. Ese viaje, de vacaciones de verano, abarcó desde el final de la infancia de Puck, hasta que adulta joven, se casó. Aunque antes de eso había ido al recién creado Disneyworld en Orlando, y también había visitado no sé a donde a una chica, Sofía, muy traviesa que se metía en problemas, siempre que pienso o me preguntan por mi primer viaje, lo que viene a mi mente son Puck y Dinamarca.
 A la agencia donde obtuve el pasaje para ese viaje, fui muchas veces a buscar destinos que se me ofrecieron durante años, acomodados en estantes en perfecto orden, no sé con qué criterio. Al principio escogía por lo que sugerían a mi intelecto inmaduro las palabras contenidas en un espacio vertical que sintetizaba el paquete del tour. Luego, el interés podía surgir de cualquier manera: una recomendación, curiosidad, alguna referencia o mención, la relación que sugería algún otro viaje o el guía que acompañaba el recorrido. Varias veces me fue negada la visa para alguno de esos viajes o la oferta desaparecía del estante. Otras, en medio del paseo fui extraditada por haberme atrevido a viajar a un lugar que no era apropiado para mi edad. Y algunas veces fui y regresé, sin que las autoridades notaran el  movimiento. En esa agencia tomé diversos itinerarios, con finalidades  variadas. Por ejemplo, visité más de una familia China de la mano de una señora que ostentaba un premio Nóbel de Literatura y que también me ofreció la oportunidad de contrastar las diferencias culturales y la experiencia de quienes las padecen y celebran en sus relaciones. Conocí los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Fui a Torremolinos donde un toro corrió detrás de mí en las calles. Supe lo que podía ser perder el control con la adicción a las drogas. Me inspiré con el vuelo de una gaviota. Atestigüé muchas aventuras en diversos lugares y épocas y conocí otros Premios Nóbel ya ganados y otros por ganar. También tuve mis primeros contactos con la filosofía y religiones orientales. Si contara todas las aventuras emprendidas desde esa agencia, este escrito no podría ser breve ni podría completarlo para la fecha prevista. Comencé a frecuentar después otras agencias, algunas con oferta muy variada y otras más especializadas, al principio todas físicas y ahora cada vez más virtuales.
Con esos boletos emprendí todo tipo de viajes. De aventura y placer, larguísimos viajes de estudio, algunos superpuestos sobre otros. Algunos de ellos los he hecho más de una vez, de otros no he regresado aún y a más de uno hasta he olvidado. Muchos otros se ha convertido en viajes de procura de herramientas de todo tipo para utilizar en el trabajo o cualquier otra dimensión de mi vida personal. Casi todos esos periplos tienen algo en común: la generosa oportunidad de ir en paralelo a un viaje interior del que puedo regresar transformada por la vivencia, engrandecida por la experiencia.
Carmen Lucía Rojas
Septiembre 2015

jueves, 10 de septiembre de 2015

Viaje en tres tiempos

Acá comparto tres de mis viajes con los hombres de mi vida. 


Conociendo Europa re conociendo a papá

Toda la vida soñé con conocer España. Mamá y papá me dieron ese regalo hace unos años. No sabía que mi vida cambiaría tanto en los siguientes años. Así que ahora ese viaje a Europa tiene otras interpretaciones en mi vida. Podría decirse que fue mi despedida de soltera familiar, el soltar la mano de papá y mamá y tomar otras manos para acompañarme la vida.

Fue un viaje físico, pero como suele suceder también lo fue hacia adentro de mi. Fue un viaje de los placeres sencillos: comer, beber, caminar, tomar fotos, pasear, payasear, conocer.

Conocer fue mi verbo favorito de este viaje. Conocer España, de la que tanto había leído, con la que tanto había fantaseado, abrazarla con mis pies. Conocer Roma, C O M E R  en Roma, sorprenderme con la majestuosidad de las ruinas de un imperio. Conocer Barcelona, una de mis ciudades favoritas, amar Barcelona, fotografiar Barcelona, soñar despierta con Barcelona.

Pero sobre todas las cosas re- conocer a papá. Sorprenderme con su sorpresa. Alegrarme con alegría. Tomarlo de la mano y caminar las calles. Enamorarme del amor entre mamá y papá con la Sagrada Familia de fondo. El recuerdo más feliz.

Mérida de miel 

Nunca antes había estado en Mérida y nunca antes ha habido un lugar más íntimo que Mérida. Las montañas del páramo, su frío, el sabor de la comida andina, las callecitas de pueblo, la posada tranquila. Así enmarcamos el inicio de una nueva vida. El proyecto más importante: construir una familia.

Mérida llenó mis lunas de miel. La recorrimos tomados las manos. Nos abrazamos entre sus calles, nos contamos confidencias, éramos dos en un solo amor.

Fue un viaje de comienzos. Iniciamos un camino de dos vidas que se unen. Fue un viaje para comenzar a escribir una historia juntos.

El viaje hacia mi

El 19 de junio de 2013, cuando iba a cepillarme los dientes, rompí fuentes. Dejé el cepillo a un lado, caminé a la cocina y le dije a mi esposo: hoy no puedes hacer nada de lo que tenías planeado.


Agarramos un par de maletines y emprendimos el mejor de nuestros viajes. Un viaje del cual no conocía el destino. No imaginaba lo que estaba por venir. 

Abordé un avión hacia mi interior. Ese día nacimos dos personas.

Nayari Rossi Romero.- 

VIAJAR O…LAS AVENTURAS DE LA SEÑORA BOZA

Consideraciones previas:
Antes de iniciar este increíble relato quiero comentarles qué me animó a escribir nuevamente, al leer la maravillosa y fresca entrevista que nos envió Lele de Pura y Ángela, me conecté nuevamente  con el propósito de la escritura creativa en Psicología Positiva, así que aunque no sea escritora realmente (todavía) pues me anima el hecho de que no tengo serlo para escribir en nuestro hermoso grupo así que gracias por existir!
PRIMER VIAJE:
Corría el año 1965, mi madre aconsejada (gracias a Dios) por mi madrina, decide que yo debía ir a un internado en una pequeña ciudad estudiantil, llamada Pamplona en Colombia, así que durante cuatro años estuve yendo y viniendo al colegio de las hermanas Bethlemitas. Lo que para algunas compañeras esto fue un castigo, para mí,  fue una experiencia maravillosa de la que conservo gratísimos recuerdos pero sobre todo, grandes aprendizajes y hermosas amistades que afortunadamente aún se encuentran en mi vida después de 50 años y hoy forman parte de mi red de apoyo.
Claro! Las monjas también nos torturaban (decía yo a mis 11 años) obligándonos a ir a misa todos los días a las 6 de la mañana, y cuando un día le dije a una de ellas (la madre Sarita) que por qué teníamos que ir a misa “obligadas” sin pensarlo mucho me contestó –Bueno, no vaya obligada-  desde ese día la consideré la monja mas inteligente del mundo. Otra tortura que nos infligían era llevarnos una o dos veces (no recuerdo bien) a la semana a la biblioteca, sin nada en la mano ni bolígrafos ni cuaderno ni naaaaada, así que, ¿qué era lo único que podíamos hacer?, pues leer “obligadas”  así que cuando llegaba a casa de vacaciones y estaba comiendo leía hasta las etiquetas de los productos porque en casa no eran lectores así que libros no había muchos.
Así que no sólo viajé a Colombia en esos cuatro años, sino a la India, a Egipto, a Arabia, a otras ciudades de Colombia a través de las páginas de cada libro que en esas horas de tortura leía obligada. Además a la hora del almuerzo, comíamos en silencio, escuchando la lectura de alguna novela, de algún autor Colombiano cómo La María, si no me equivoco de Jorge Issac, que nos hacía llorar y nos mantenía expectantes hasta el día siguiente para escuchar que otro sufrimiento le esperaba a la protagonista.


SEGUNDO VIAJE:
En el 2005, en Febrero, recibo una llamada telefónica  de mi hija que ya tenía tres años viviendo en Pensilvania…mami, si estás parada siéntate porque te tengo una noticia…estoy embarazada!.
Finales de Septiembre de ese año mi primer viaje a Estados Unidos! Y en Octubre recibí a mi primera nieta Faith…bueno, ya todas las abuelas y abuelos saben lo que es la indescriptible sensación de tener en tus brazos a los hijos de nuestros hijos. De ahí en adelante todos los años una vez al año a jugar con ella, que tiene siempre una gran lista de juegos que tenemos que jugar!.
En el 2008 otra hermosa nieta, Grace así que muchas razones para ese viaje que cada año hago por razones “humanitarias” porque es inhumano que una abuela no pueda ver a sus nietas con la frecuencia que quiera.
TERCER VIAJE:
 En el tercer viaje descubre…Madrid, para el congreso de Psicología Positiva en “El Escorial” que lujo!, al llegar a inmigración el agente que recibe mi pasaporte me pregunta: -Cuál es el motivo de su visita?-, le explico, el congreso de Psicología Positiva, se voltea entonces y le comenta al compañero: -Hombre, si hay una psicología positiva, debe haber una psicología negativa.- Mi esposo tuvo la oportunidad de visitar a su hermana en Vigo a la que no veía desde hacía más de 20 años! Y luego disfrutar cinco maravillosos días en Madrid!.
CUARTO VIAJE:
Éste, es el próximo, todavía no lo he realizado, pero está a punto de suceder, y la ilusión es muy grande, la expectativa, la emoción, por muchas razones, todas tienen que ver con el amor! Veré a mi hijo y a mi “Siera” (mi siera es la esposa de mi hijo, y le digo así, porque algunas suegras dicen: te presento a mi nuera, que nuera la que yo quería para mi hijo, mi siera, si era la que yo quería para él), después de tres años sin verlos, que parece poco y se dice fácil,  pero cada día del año los recuerdo así que en noviembre si Dios quiere iré a verlos a Australia.
Ha habido otros viajes, con mis alumnos a eventos deportivos a Bogotá, un congreso en Medellín, Curazao  y gracias a Dios y a mi deseo de vivirlo todo, en cada uno he aprendido cosas maravillosas! He conocido personas interesantes, para mí, cada uno es una aventura y lo vivo con expectativa y lo saboreo desde el momento en el que sé que lo voy a hacer.
 Pero sin duda hay un viaje que ha sido el más provechoso  de todos, porque en el  en el   encontré a un maravilloso ser humano, con quien  ahora me siento tan cómoda, y comparto muchas horas de mi vida, y a quien sigo descubriendo cada día, fue un viaje que comencé hace tiempo hacia mí misma, semejante a un verso de un poema hermoso llamado la renuncia de Andrés Eloy Blanco que dice: “Desbaratando encajes regresaré hasta el hilo, la renuncia es el viaje de regreso del sueño”.
  En todos los viajes, sin excepción me siento tan libre, tan feliz y tan asustada al mismo tiempo, y me siento también dueña del mundo! .

Gracias!!

Gladys Boza

martes, 8 de septiembre de 2015

Vivir como turista

El atractivo que tienen los viajes para mi es la posibilidad que ofrecen de ser buenos aliados para salir de la rutina diaria, de las perspectivas cotidianas, de las formas de actuar comunes.  Lo que me gusta de ellos, es  esa cualidad que tienen algunos de hacerlo salir a uno de su propia “burbuja”, de tener buena actitud y apertura.


En mi vida han abundado los viajes cortos y largos. Sin embargo, no todos cuentan como tales teniendo en cuenta la definición dada. Hay viajes que no han permitido esa posibilidad. A esos los considero un mero traslado. Pero otros en cambio, incluso dentro del mismo país, han representado verdaderas aventuras y desafíos y han dejado experiencias inolvidables. A esos me refiero en estas líneas, a aquellos que han formado parte de mi crecimiento. De ellos contaré aquí algunas anécdotas.

De pequeño viaje mucho con mi familia y todos esos viajes fueron siempre fuente de satisfacciones y nuevas experiencias. Conocer lugares nuevos, gente diferente, otras culturas, lugares atractivos y novedosos e incluso mi primera experiencia de amor.


Durante buena parte de mi vida, vacacioné en una casa de playa de la familia desde los diez años hasta más  allá de  los cuarenta, que me compre mi propia casa. Algunos de esas estadías fueron memorables. 

Con unos doce años se me ocurrió con un par de amigos contemporáneos irnos de pesca. Compramos todos los utensilios necesarios para hacerlo de una forma sencilla. Fuimos caminando por la orilla del mar hasta encontrar un lugar adecuado y terminamos alejándonos mucho de la población donde estábamos residenciados. Nos deleitamos en el atardecer y encendimos una fogata para asar lo pescado, para luego darnos cuenta que ya no podíamos volver por el mismo lugar debido a la oscuridad. Así que lo hicimos por la carretera, que era solitaria, oscura y mucho más larga. Íbamos un poco asustados y el tiempo avanzó rápido. De vez en cuando pasaba algún vehículo y detenía un poco su paso al ver a unos chicos caminar por ese lugar tan desolado. En una de esas ocasiones, un par de carros se abalanzaron sobre nosotros cambiando las luces y se detuvieron justo delante de nosotros encandilándonos. Nos quedamos petrificados. Se bajaron unas personas del vehículo y pronto reconocimos  que eran los familiares de cada uno, entre llantos y júbilo, porque no tenían la menor idea de nuestro paradero. Nos habíamos considerado mayores como para pedir permiso y no habíamos informado de nuestros planes ni paradero. Fue visto como travesura este primer gesto de independencia, pero dentro de una completa ingenuidad!


Otra aventura que quiero compartir, es que de veinteañero tuve una estadía en una hacienda. Ni siquiera recuerdo cuanto tiempo pasé allí, pero me pareció  toda una vida. Apenas con alguien conocido, estuve rodeado de mucha gente nueva. Allí aprendí a montar a caballo y tuve la oportunidad de usar armamento para perseguir animales que amenazaban un sembradío de maíz. También tuve el placer de bañarme en un rio helado. Me llevó allí un amigo y fuimos muy bien atendidos por un chico contemporáneo muy amable. Un par de años después lo encontré casualmente en la sala psiquiátrica de un hospital caraqueño donde yo realizaba prácticas mientras estudiaba la carrera. Me había atrevido a pasar al salón de psicóticos a escoger yo mismo un paciente a quien evaluar y me lo conseguí acurrucado en una esquina!!!


De adulto, uno de los viajes más importantes que hice fue a Canadá donde estuve por dos meses. Allí tuve muchas experiencias y amistades, además de visitar muchos lugares. Llegó un momento en que ya me sentí parte del lugar. Estaba casado pero fui solo a aprender inglés. Ese viaje despertó nuevamente el adolescente que había en mí. Creo que tuvo un impacto mi negativo en mi matrimonio. La aventura comenzó desde el primer día. Mi inglés no era muy bueno y no quería andar improvisando en el aeropuerto. Además, había sido director de recursos humanos en una empresa y estaba acostumbrado a hacer todo de manera muy programada. Así que contraté un servicio de traslado para que me buscaran al aeropuerto a mi llegada y me llevaran a mi destino. Pero el taxi no llegó!!


Un viaje importante que hice fue a Israel. Estuve más de un mes y ya me olvidaba sin ningún remordimiento de nuestras realidades, que no extrañaba en lo absoluto. Era la segunda vez que iba y tenía varios contactos que me permitieron ampliar mi radio de acción. Me moví como peso pluma y hasta organicé un paseo para unas conocidas en una ciudad extraña donde había hecho contactos previos. De ser alguien que solía planificar los viajes en detalle, pasé a practicar la filosofía del “como vaya viniendo vamos viendo”. Así que esta vez fui sin un itinerario preconcebido y me quedé a dormir en muchas casas de recién conocidos.


Entre el hebreo, el inglés y el español, me costaba trasladarme mentalmente a la perspectiva venezolana. Esta no cabía en mis coordenadas, hasta que me vi obligado a enfrentarla cuando no funcionaron mis tarjetas de crédito a partir del 1ero de enero . Así que espere hasta el momento más adecuado para llamar. El contacto con esa realidad en aquella situación fue muy desagradable y frustrante, y la verdad que tuve que hacer un esfuerzo mental. Tendría que pasar unos 15 días sin tarjeta de crédito y con efectivo suficiente solo para el taxi del aeropuerto el día del regreso!!


Nadie allá podía comprender porque no podía usar mi tarjeta de crédito. El contacto con esas emociones de pronto me hizo sentir como me sentía aquí en el día a día. Era como dos mundos paralelos unidos por un agujero negro. Estuve un día encerrado por el shock. Estaba confundido! Estaba en el otro continente, pero esta realidad se había hecho tan inminente que se hizo presente allá. Sentí que no podía deshacerme de ese karma. Que me perseguiría donde fuera. Había despertado de un sueño para encontrarme con una pesadilla. Esa realidad que supera la ficción.


Cancelé mi participación en el paseo que había organizado y me negué a asistir a otra invitación que había recibido, porque representaría gastos por traslado. Pero algo dentro de mí se rebeló, de no querer entrar en ese molde. Mi mayor acto de libertad fue terminar aceptando la invitación y gastar un poco de mi escaso dinero en el tren. Eso despertó la misericordia de las personas a las que había organizado el viaje y finalmente me ofrecieron pagar los gastos del otro paseo que había organizado. Macho que se respete no acepta esas cosas, pero a la final me convencieron de ser su guía en esa ciudad, cosa que por demás hice muy bien al punto de conseguir en una ciudad extraña una invitación a cenar en casa de unos lugareños, los cuales terminaron por aceptarme un pago por Paypal usando mi cupo electrónico del nuevo año a cambio de efectivo!


Mi reflexión a partir de viajes como estos, es que uno lleva por dentro a todos lados ciertas experiencias emocionales que se activan con ciertos disparadores. Pero siempre está de parte de uno cómo enfrentar las cosas; realmente todo está en los ojos con que uno ve las cosas. Uno puede estar en un lugar privilegiado, pero con la persona o experiencia equivocada, uno es capaz de vivir el infierno. Pero, a su vez, puede estar uno en un lugar muy sencillo, pero si está adecuadamente inspirado, a uno es capaz ocurrirsele la ley de gravitación al ver una manzana que cae. Por eso, cuando me sorprendo quejándome de alguna vivencia de la vida cotidiana, me recuerdo a mí mismo de la actitud que tengo cuando viajo, de manera de poder vivir el día a día como un turista vive sus viajes.

Víctor Calzadilla

El primer viaje del resto de nuestras vidas




Episodio 1: La Aventura

Puente del 1ro de Mayo de 1989. Ese año el día del trabajador cayó lunes, por lo que nuestra amable idiosincrasia nos permitía la excusa perfecta. Transitaban los últimos meses de mis 17 años, momento en que las ansias alocadas de llegar a aquella fecha icónica para cumplir la mayoría de edad, nos hacía pisar ese acelerador temporal digno de ser estudiado por Albert Einstein o Stephen Hawking.

Éramos un grupo de 15, entre aún adolescentes y los que ya habían cruzado la meta. Cuatro carros y una ilusión bastaron para dar el paso que marcó nuestras vidas, y que en parte nos hace lo que hoy somos. ¡Sí señor! nos vamos para Morrocoy, cueste lo que cueste, caiga quien caiga, se oponga quien se oponga. La rebeldía adolescente se impuso. Tres días de la ansiada libertad, sol, playa y rumba. Y aún así, cada uno se llevó a cuestas y sin saberlo, el equipaje mágico que nuestros padres supieron empacar muy bien en nuestras mentes: precaución, cordura y una pequeña lonchera llena de responsabilidad.

El grupo era variado pero unido, nos conocíamos muy bien. Estudiantes en su mayoría, uno que otro rebelde que no quiso estudiar y que ya trabajaba, pero lo más importante y que siempre cuidamos al extremo, la regla de oro de nuestra cuadra en aquella calle Lisandro Alvarado de Santa Mónica, quizás la única que siempre estuvo limpia, por lo menos en nuestra presencia. Nada de drogas.

Viernes 28 de Abril, 3 de la tarde, hay que poner a tono los carros. En realidad no nos enfocamos mucho en la parte mecánica, lo importante era llevar un buen equipo de sonido y unas buenas cornetas (no como las de ahora, claro está), pero por lo menos algo digno de Jhon Lennon, Tracy Champman, y la changa de los 80.


Episodio 2: Adios Mamá.


12:00 de la medianoche del viernes, momento de la partida. Nuestra mejor arma, Yonathan, quien tenía una miniteca llama “Red Ligth”. Él llevaba consigo el Gran Bajo (un cajón tipo corneta de DJ), y algunos reflectores de luz, pero que significaban la mayor diversión del viaje, música y luces que en esa época hacían de las suyas en nuestras almas para llevarnos a  momentos inimaginables de alegría y disfrute.

Así partimos hacia lo desconocido, los más expertos lideraban el grupo. Más atrás, los que nos rebelamos y desafiantes nos fuimos sin la buena pro de nuestros padres. En una época en la que los teléfonos celulares eran una simpática atracción de la serie “Miami Vice”, sólo nos acompañaban unos “Walkie-Talkie” que nos permitían comunicarnos entre carro y carro, casi como lo hacía la Policía Metropolitana de la época.


Episodio 3: ¡Sanos y Salvos!


Sábado 29 de Abril, 6 de la mañana, llegamos a Tucacas, Edo Falcón. El viaje transcurrió sin contratiempos y muchos ojos pelaos. Hicimos una larga fila para utilizar el único teléfono monedero cantv que había en los alrededores y aliviar un poco el insomnio de nuestros padres. Era la hora de cargar provisiones. Hoy día me sigo riendo de lo que para nosotros, en ese momento, eran las provisiones para pasar 15 personas y un niño de dos años, los 3 días y 2 noches en un Cayo desamparado del Parque Nacional Morrocoy: 1 bolsa negra (sí, las de basura) llena de pan de los de antes, los pequeñitos que llamaban de a locha, como 7 kilos de queso paisa rebanado y 7 kilos de jamón de espalda (que era más barato). Por supuesto que el único que llevaba una dieta más o menos balanceada era José Domingo, el pequeño de 2 años, hijo de la única chica del grupo y que era la hermana de uno de los muchachos.

A esta compleja combinación de proteínas, grasas y carbohidratos lo acompañaban: 15 Mazinger (Hoy conocida como “pata de elefante”) de Ron Cacique, unas 7 botellas de Ginebra Gordons y mucho jugo de naranja. Definitivamente, hay que tener 18 años – ish  para sobrevivir a esto.

Sábado 29 de Abril, 9 de la mañana, llegó el momento, ya cuadramos el peñero que nos llevaría hasta Cayo Sombrero, islote insignia de la mejor rumba del parque nacional. No quiero sonar pretencioso, pero el resto de las veces que he ido a Morrocoy, jamás he visto un peñero como ése. Es el único peñero que he visto con un bajo de miniteca instalado, alimentado con la batería de un carro y un reproductor de cassette (de esos que se sacaban como una gaveta), todo proveniente del Chevette dos puertas de Camilo. La música se hizo presente, y vivimos el viaje en lancha más maravilloso del mundo. Sólo en ese momento, los más atrevidos e inexpertos, se atrevieron a destapar las primeras cervezas de la mañana aún calientes, sólo para terminar lanzándose al agua cerca de la orilla con ropa y cartera incluida, y sembrando su cara en la arena del Cayo durante horas antes de recuperar la conciencia.

Esa noche me convencí de que los acumuladores Duncan no tienen comparación (por lo menos en esa época), pues nuestra carpa fue la discoteca del fin de semana, y esto incluyó, música y show de luces. Por supuesto que no hubo menos de 50 personas bailando hasta más no poder en frente de nuestra carpa hasta más allá del amanecer.

El domingo 30 de abril transcurrió en completo relax. Fue la primera y última vez que me cepillé los dientes usando “Cacique” en vez de “Colgate”, y apartando unas pequeñas dificultades para abrir unas latas de atún y la eterna espera del peñero que traía el hielo, fuimos felices. Fuimos libres, fuimos nosotros, los muchachos de la cuadra. Y al compas de las notas de la guitarra del Gordo Roberto interpretando “Father and Son” de Cat Stevens, descubrimos que los lazos que nos unían eran completamente legítimos.


Episodio 4: Cómo pasar un susto a la Cuba Libre



Esa noche del domingo, luego de disfrutar la ya instalada discoteca frente a nuestra carpa, el cansancio hizo lo suyo, y haciéndome “el loco”, me escurrí a dormir a eso de las 4 de la madrugada. No habían pasado 15 minutos cuando una sacudida extraña e inesperada me hizo brincar de la superficie sobre la que me había acostado. Lo primero dije fue “Juro que no tomo más Ron” pero enseguida comencé a escuchar los gritos de las personas que indicaban que lo que en realidad pasaba era que había un temblor. ¡Por Dios!, en medio de la nada, en una pequeña isla y viene a temblar. Al salir de la carpa pude ver la silueta de las palmeras iluminadas por una hermosa luna llena, bailando de lado a lado, como si fueran de plastilina. Ése es el impresionante recuerdo que tengo de lo que más tarde supimos fue un sismo de considerable magnitud que tuvo como epicentro San Juan de los Cayos. Afortunadamente, en esa época aún no habíamos visto todas las películas y videos de Tsunamis de hoy en día, y aún así hubo quien dijo que tomaría el “primer peñero que viniera para Caracas”, como si al pobre peñero le salieran ruedas para llegar hasta la capital.

Hoy día somos conscientes de la angustia que vivieron nuestros padres al conocer la noticia del temblor, pues Digitel, Movistar y Movilnet eran una fantasía por esos días. Pero en honor a la verdad, debo confesar que para nosotros fueron suficientes unas cuantas Cuba Libre para dejar atrás el movimiento telúrico.


Episodio 5.: El regreso


Lunes 1ro de Mayo 1989. Luego de terminar de amanecer con la misma de la noche anterior y usando como excusa el fulano temblor, regresamos en una lancha en medio de un mar picado y muy agitado. Unos rezaban, mientras otros hacían lo propio del Cosaco Ruso. Sin mayor contratiempo llegamos al embarcadero donde habíamos dejado los carros, y ante los ojos atónitos de todos nosotros, el Chevette de Camilo prendió sin necesidad de auxiliarlo, con la misma batería que sirvió de planta eléctrica para todo el viaje (insisto, ¡que batería tan buena!). Así emprendimos el regreso, convencidos desde ese mismo momento, que por el resto de nuestras vidas recordaríamos ese viaje, así como el glorioso momento en que degustamos unas deliciosas y bien calientes hamburguesas callejeras en Valencia Edo Carabobo.


Episodio Final: El Magno Evento

Durante años el “Viaje a Morrocoy”, ha sido ícono de nuestra historia personal, y hasta el día de hoy no hay forma que no salga a relucir en cualquier reencuentro de algunos de los 15 que nos arrojamos a aquella aventura de muchachos. No hay duda que no seríamos los mismos sin haber vivido la extraordinaria experiencia, y que en todos nuestros corazones, siempre habrá un lugar, por más pequeño que sea, para honrar y agradecer a la vida por aquellos 3 días que de alguna manera saboreamos al máximo. Morrocoy fue nuestro Woodstock, y así lo recordaremos y reviviremos por siempre. Allí fuimos únicos, un día a la vez, una hora a la vez, un minuto a la vez. Sus recuerdos seguirán plasmados en nuestras mentes por siempre. Nuestros hijos conocerán la historia, sólo pido a Dios que ellos también puedan vivirla (pero con celular, por supuesto).


Este pequeño recuerdo está dedicado a los 15 de la cuadra y al pequeño Jose Domingo (hoy no tan pequeño), protagonistas del llamado “Magno Evento”, pero con muchísimo amor, cariño y sentimiento, a la memoria de nuestro amigo, hermano y el único integrante de aquel maravilloso viaje que hoy ya no está con nosotros. Camilo José Temes Urbina. Hermano: Tus alas de ángel acariciarán por siempre las blancas arenas y las aguas cristalinas de las playas de tu amada Venezuela. 

Camilo Temes (1970-2015)


Un viaje y muchos viajes: La Isla de Margarita

Cuando leí la propuesta de Angela sobre nuestro reto de escritura de este mes sentí que me la puso difícil y decidí postergar la tarea, cosa que en mi no es habitual. La postergación era para decidir que tipo de viaje relataría. Como era de esperarse me pasee por varias ideas: desde retomar alguno de mis viajes de paseo personales, de los cuales tengo escritas crónicas, unas de mi autoría y otras de personas muy queridas que han estado conmigo en ese viaje, pasando por relatar alguna historia que contara algún acontecimiento personal que pudiera considerarse un viaje, y también la idea de relatar mi vida como un viaje por el que todavía estoy transitando.

Finalmente, y por estar de vacaciones descansando en mi lugar favorito, porque le tengo muchiiiiisimo cariño, un cariño alimentado de sensaciones, recuerdos, adquisiciones e intercambios desde mi mas tierna infancia, decidí que el tema sería sobre mis viajes a la maravillosa Isla de Margarita  ¡ La perla del Caribe!

Cuánto he vivido, disfrutado, compartido y aprendido en la Isla de Margarita: todas mis vacaciones escolares, universitarias y después con mi familia actual tienen sabor a Margarita, mi luna de miel fue en Margarita, mis primeras experiencias de asesorías a Escuelas fueron en Margarita, he dado muchos cursos y talleres en Margarita y hasta el Diplomado en Psicología Positiva lo hemos dado en Margarita.

Las primeras experiencias, una Isla muy sencilla, el conjunto de casitas en Juan Griego, la Isla se desarrolla , ahora es Puerto libre, mi primer Milky Way me lo compré en Margarita, llegaron los alemanes a la Isla, todo es desarrollo y prosperidad, construyen el primer gran centro comercial, el Jumbo con una enorme pecera, la gran tienda por departamentos, todo se consigue allí ¡Vamos a Rattan ¡ ,mi suegro diseña y construye el Hilton de Margarita, nos invitan a la inauguración y bailamos con Elvis Crespo,  recorremos y conocemos toda la Isla, construyen el Sambill Margarita, visitamos unos amigos en Macanao, conocemos todas las tiendas de artesanía, comemos pastel de Chucho, las arepas de los hermanos Moya, disfrutamos, disfrutamos, disfrutamos.

Una Isla atractiva para los nuevos proyectos de los “Navegaos”, generalmente caraqueños huyendo del bullicio de Caracas, son mi puerta de entrada laboral en el mundo educativo en la Isla. Un proyecto de desarrollo del maravilloso mundo de iniciación a la lectura y escritura en el preescolar Casa Kid, seguido de otro maravilloso proyecto de Desarrollo del lenguaje escrito en todos los niveles educativos del Colegio Guayamurí, me trajeron a Margarita varias veces al año por varios años. ¡Si que aprendimos, ellos y yo! Esto no se puede quedar aquí, pensó Santiago el director del Colegio Guayamurí, varias jornadas de formación en intercambio con la red de Escuelas públicas de la zona me siguieron trayendo a la Isla… Ahora me trae el diplomado en Psicología Positiva y unas jornadas en promoción del bienestar para esta misma red de Escuelas Públicas.

Margarita = vacaciones y disfrute con familia y amigos  !Lo máximo!
Margarita= experiencias laborales y de aprendizaje con personas del interior del país profundas, maravillosas e inmensamente agradecidas por los intercambios.

Un viaje y muchos viajes son para mí la Isla de Margarita, un pedazo de tierra nuestra, venezolana, increíblemente hermosa y abierta para el que quiera venir y echar raíces, contemplar y descansar ante el aprecio a la belleza y aprender de gente que ama su tierra y quiere que sus hijos tengan lo mejor.


María Elena

lunes, 7 de septiembre de 2015

Hablando de Viajes...Dicen que los viajes se viven 3 veces




Dicen que los viajes se viven 3 veces

Cuando lo soñamos, cuando lo vivimos y cuando lo recordamos.

No estoy seguro de ello, pero en el más importante viaje, me resulta extraño el haber escogido tan extraño lugar. Me resulta extraño y no, haber escogido una ubicación tan llena de aprendizajes.

Quizás y si.  Seguramente era la posibilidad perfecta de apreciar y agradecer todo lo que en este viaje he recibido.

Como en todo viaje,  la mayoría de cosas planificadas no se llevan a cabo. “Al llegar haré tal cosa” o bien, “no podemos irnos sin visitar tal o cual monumento” Y sobre todo, la sentencia mas lapidaria “No puedo morir sin visitar…” Todo plan es un pronóstico que habla de un futuro que nos toca construir, pero aunque es la vida misma, no es solo una construcción en el presente de lo que deseamos ver en el futuro. Es donde “me sueño estar”.  

Sobre este plano, nos preparamos en el idioma y la ropa que necesitaremos, pero casi siempre, nos toca comprar la ropa en el sitio y aprender el idioma fuera de nuestro punto de sueños.

Recorremos calles nunca transitadas. Nos hacemos acompañar de nuestros afectos y de otros que en el camino se nos van adhiriendo.  Entre múltiples buses, trenes, metros y aviones son muchos los pasajeros que nos acompañan, muy pocos de los cuales pude escoger. Nos toca convivir con ellos aunque sean molestos y el vecino de atrás, carezca de modales a la hora de comer. Nos toca dejarnos caer en la pericia del conductor, en quien apreciamos su prudencia.

Buenos y apacibles viajes. Malos y desesperantes otros. Pero viajes al fin, partes todos de un viaje mayor. De todos ellos, solo queda lo vivido, solo queda lo bueno.

Desde aquí, desde la mecedora se puede ver todo el recorrido. Aunque lo soñé, ¿Cómo pude haber planificado todo esto? ¿Lo planifico alguien realmente? ¿Fue realmente lo soñado un plan o una carta de buenas intenciones?

Desde aquí, desde mi mecedora, pensando en mi próximo viaje y en los múltiples destinos. Con la usual incertidumbre de lo que me encontrare en el  camino, sabiendo que será igualmente un hermoso recorrido.  Siempre pensando que será el último. Siempre pensando que mudare la piel.
 Un plan desconocido en realidad. Tanto como lo pensé antes de nacer.

Cesar Yacsirk

Sep 07, 2015