domingo, 16 de octubre de 2016


El secreto de Santa Vittoria es una película ítalo americana de finales de los sesenta que se desarrolla durante la II Guerra Mundial en un pueblo del norte de Italia. El personaje principal es Italo Bombolini (protagonizado por Anthony Quinn), un gigantón analfabeta, ignorante, flojo y alcoholizado que por razones fortuitas se convierte en la primera autoridad de la localidad.  

Italia se encontraba gobernada por Mussolini y bajo el dominio nazi. Llegan noticias de que la guerra ha terminado, las tropas aliadas ya había tomado el país. Bombolini, en estado de embriaguez, se sube a la torre del tanque de agua del pueblo para festejar y borrar el lema propagandístico que habían colocado allí los fascistas, pero es tal la borrachera que no se atreve a bajar. Su yerno acude con unas cuerdas para rescatarlo. Bombolini aterrado resbala y queda colgando, rompe a llorar y se niega a seguir. Es cuando el yerno pide a la muchedumbre aglomerada abajo que comiencen a gritar el apellido Bombolini para insuflarle coraje. Recupera el animo, termina de bajar y todos continúan vitoreándolo como un héroe. Lo llevan en hombros hasta la casa de gobierno. Los miembros del ayuntamiento que están preparando su huida, creen que la gente lo ha elegido como su nuevo líder y lo nombran como nuevo alcalde. Hasta su mujer que lo aborrece exclama perpleja: "holgazán, ignorante, borracho y ahora.. ¡alcalde!"  

El único tesoro del pueblo es su producción vinícola representada en más de un millón de botellas almacenadas en sus cavas. En la primera reunión de gobierno se manifiesta el temor de que las tropas alemanas en su retirada pasen por Santa Vittoria para saquearla. Se decide ocultar las botellas en una antigua caverna en una montaña cercana. Bombolini se pone él mismo al frente de la misión. Sale a la calle gritando a la gente a que traigan y lleven botellas. La desordenada operación es un desastre, un caos total y miles de botellas rotas. Las persona más preparadas del pueblo, alarmadas, llaman a Bombolini a una nueva reunión y le explican que así no puede continuar y le proponen un proceso en donde todos los vecinos se ordenan en varias filas desde la plaza del pueblo hasta la cueva y se van pasando de mano en mano las botellas. Bombolini, aunque bruto, sabe escuchar y acepta la recomendación, deja que otros la dirijan y el traslado termina exitosamente.  

Cuando llegan las tropas nazis, su comandante exige la entrega del millón de botellas de vino, que según su información, existe en el pueblo.  Solo le ofrecen trescientas mil, asegurándole que es todo lo que tiene. El comandante amenaza con matar a Bombolini si no le dicen donde están las otras, pero los italianos callan y mantienen el secreto. Frustrado, el oficial  se ve obligado a continuar la retirada con sus tropas. Ya sin la presencia de los alemanes, estalla la alegría en Santa Vittoria. 

En los últimos tiempos estamos viviendo una película similar, más que dramática, es de terror. Un individuo ignorante y voluminoso, sin mayores virtudes y sin preparación académica, que por razones también emocionales y fortuitas, de la noche a la mañana y sin que ni siquiera él lo esperase, se convirtió en la máxima autoridad de un país. Pero a diferencia del italiano, éste no es sincero, no tiene el valor de reconocer que no está capacitado para el cargo. Tampoco es honesto, al tratar de simular que tiene conocimiento y dominio de la situación. A su falta de humildad y honestidad se le suma los deseos de perpetuarse en el cargo, tentación que siempre se despierta en el mediocre cuando saborea las delicias del poder.  

Acá no hay secretos, todo se sabe y solo anhelamos el momento cuando veamos una administración manejando las botellas con decencia, honestidad y sabiduría, y ojalá sea pronto, antes de que acaben con las pocas que quedan. 

Lionel Álvarez Ibarra 
Octubre  2016 

sábado, 15 de octubre de 2016

Secreto común

Pocos son aquellos que han investigado y revelado el "secreto común".

Muchos son aquellos que sin investigar se deleitan en compartir secretos superficiales, que en pocos instantes incluso se transforman en secretos populares.

Pero de aquel "secreto común"; sólo algunas minorías sienten curiosidad, y tienen el valor de atreverse a descubrir.

Yo formaba parte de los muchos que ignoraban el "secreto común", que paradógicamente en cuanto indagas y lo conoces, o te aproximas a su conocimiento, ves que es comunmente secreto para la mayoría; aunque el secreto en sí descubierto, para los pocos valientes, no es común o igual para cada observador.

Hablo del secreto de autoconocerse.

Con el resultado del conocimiento de éste ("la persona que soy") puede ocurrir varias cosas: si nos gusta lo exhibimos, si no nos gusta lo ocultamos, y si tenemos las herramientas... lo que nos gusta lo reforzamos y repotenciamos, y lo que nos disgusta lo tratamos de mejorar.

Quién no llega a conocer verdaderamente su secreto, ese secreto que a veces incluso los más cercanos a nosotros son capaces de observar... o tal vez tampoco!; no puede llegar a construirse como la mejor versión de sí mismo. Porque la ignorancia de sí, limita y muchas veces obstaculiza el crecimiento.

La frase "El mapa no es el territorio", del lingüista Alfred Korzybski, me recuerda que muchos vivimos por muy largo período de nuestras vidas, conformes con conocer el mapa. Pero adentrarse en el territorio y explorarlo es una aventura digna de ser experimentada.

Elinor Ribas

Secreter






En la casa donde viví buena parte de mi infancia y juventud había un secreter en la habitación de mis padres. Como seguramente ocurre en todas las familias, y como resultado de la fantasía y el ensayo y error para decir correctamente algunas palabras mientras se aprende a hablar, en la mía a este mueble se le llamaba “el secreto”. Innumerables veces, en medio de la cotidianidad, en mi casa alguien preguntaba por alguna cosa y recibía como respuesta: “Búscalo en el secreto”.
Cuando era yo la que había preguntado, al oír esa respuesta, salía corriendo a buscar en aquel mueble que definitivamente me resultaba misterioso y especial. Al principio, debía hacer un gran esfuerzo para bajar la tapa (así llamaba yo a esa suerte de puerta que abría de arriba a abajo en vez de un lado a otro y después de haber pasado la llave que estaba allí de adorno), sin que se me cayera y golpeara estrepitosamente los apoyos con tope de fieltro que mágicamente salían a su encuentro al iniciar su descenso, para convertirla en mesa. Yo sé lo que siente Indiana Jones. Al encontrarme frente a frente con aquellas gavetas de diferentes tamaños, secretamente esperaba no encontrar todavía lo que estaba buscando, para poder explorar lo que se “escondía” dentro de cada una de ellas, algunas para las que todavía no tenía ni tamaño para alcanzar.
Con el tiempo, ya sabía prácticamente qué había y qué no en aquella genialidad de mueble, pero eso no impedía que yo siguiera maravillándome con él cada vez que lo abría y cada vez que curucuteaba y encontraba nuevos usos o detalles a cosas que ya creía conocer. O cosas nuevas que ahora tenían allí su lugar.
Ahora, recordando nuestro secreto familiar, todavía útil en la casa de una de mis hermanas, no puedo dejar de asociarlo con la vida, con sus maravillas y misterios, nunca totalmente explorada ni conocida, siempre con algo nuevo que mostrar si tenemos suficiente curiosidad.
Carmen Lucía Rojas
Octubre 2016

LA JOVENCITA DE LOS SECRETOS


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Érase una vez una niña feliz. Ana contaba ocho añitos, jugaba mucho con su Barbie y también iba con frecuencia al parque y a la playa. No tenía muchas  amiguitas, pero Carolina esa su preferida. Jugaban mucho juntas y saltar las olas de mar, era lo que más les gustaba.

Ana recibía mucho amor de su mamá. Era una mujer cariñosa, que con frecuencia la abrazaba, la besaba y la complacía: al parque, a comer helados, a la playa y mucho más.

Sin embargo, Ana tenía pensamientos que no le gustaban. Estaban en su mente una y otra vez.  Le producían  tristeza y mucha angustia. Su papá,  tomaba mucho y llegaba a casa tarde con frecuencia  ¿Porque llegaba tan tarde papá? ¿A dónde iba? ¿Qué estaba haciendo? Dentro de su corazón ella sentía que no eran cosas buenas y esto le producía un sentir desagradable. Ana le preguntó varias veces a su mamá, quién respondió una y otra vez: son “cosas personales” de tu papá  y esas cosas no se comparten.

 ¿Porque mamá no hablaba de eso? Parecía como si nada estuviera pasando. Nadie hablaba de eso. Si, a veces fuertes peleas nocturnas entre ellos, muchos gritos y el gigantesco  miedo de Ana en esos feos momentos. Y  al día siguiente, nuevamente el silencio. Nada había pasado.

¡Cuánta angustia!!... ¡cuánto le pesaba aquello!.... ¿y si le contaba a Carolina?  ¡NO!.... ¡qué pena! Sus padres se veían juntos y sonrientes.

Y así fue creciendo Ana, sin atreverse a contarle nada a nadie porque esas eran “cosas personales”. Y mientras más crecía, aumentaban sus secretos. A los doce, su primer amor platónico, su profesor de historia. Era un hombre mayor de 35 años, guapo y muy cálido, lo cual le encantaba. Ella a veces soñaba despierta con él,  se imaginaba escenas románticas donde ella era la princesa,  pero jamás lo compartía. Nadie se imaginaba lo que pasaba en su corazón.

Comenzaron las tardes de estudios con sus amiguitas del colegio. Era mucho más divertido hacer la tarea entre amigas. Uno de esos días ocurrió algo importante: una de las compañeritas les contó lo enamorada que estaba del famoso profesor de historia. ¡Y sorpresa!!!... Acto seguido, Carolina, también confesó  que le encantaba el profe. ¿Queeeee? ¿Somos varias enamoradas del profe? Ana pensó en contarles también, pero no se atrevió.

Semanas después, en una de esas tarde juntas,  otra amiguita se abre y confiesa que su papá tiene otra novia distinta de su mamá, por la cual sus padres peleaban mucho. Ana, asombrada y callada ante esta nueva historia. Otros padres infelices y peleando mucho. Pero eran “cosas personales” y su amiguita las estaba contando. ¿De verdad?

Y así surgieron poco a poco más tardes de amiguitas. Entre tareas y diversión, salían a la luz más y más secretos personales y familiares. Ana se daba cuenta que cada vez que sus amigas compartían secretos, pareciera que se sentían muy bien al hacerlo, es como si se descargaran. Y las demás, siempre mostraban apoyo y comprensión al escucharlos, contando también sus propios historias. Pareciera que al igual que yo, otras personas  tienen secretos y en algunas familias, también pasan cosas desagradables.

Un buen día Ana decidió compartir su intimidad. Si, con una mezcla de mucho miedo y valentía comenzó.  Primero confesó su amor por el profe de historia. Sus amigas, se sonreían con una mezcla de malicia y aprobación. Estaban felices que había una más en el club de "fans" del profe. ¡Qué bien se sintió Ana! muy comprendida  y apoyada. Pareciera como si hubiera crecido la confianza y la amistad en pocos minutos. Un rato después y con más valor aún, decidió compartir el secreto de su papá. Sus amigas la escucharon con atención y una vecinita del grupo manifestó entenderla porque su papá también tomaba mucho y llegaba  tarde. Ambas recibieron abrazos  y  palabras de apoyo.

Y  así fueron pasando los días y semanas. Entre estudios,  diversión y compartir secretos, se fue uniendo un lindo grupo de amigas... Se sentía TAN bien reunirse, compartir sus cosas, sus dudas y sus enamoramientos adolecentes.

Ana poco a poco fue aprendiendo de todo esto, se volvió mucho más comunicativa, sociable y feliz. Tenía muchas más amiguitas y también amiguitos. Entendió que no es bueno esconder tantos secretos, solo algunos. Aunque sean “cosas personales”, era mejor compartirlos y entendió que esa intimidad hace sentir más cercana a las personas,  une a los amigos y produce mucho bienestar.

Maigualida Boedo Paz

Octubre, 2016

viernes, 14 de octubre de 2016

Nuestros Santos Secretos

Tus habitaciones son espacios en alquiler que podemos usar de por vida, en ofertas por un mes o una semana e incluso promociones especiales de un día.

En ella nos agrupamos de muy variadas formas: los pensamientos recurrentes, las verdades no dichas, las nostalgias reprimidas, los placeres íntimos, las verguenzas no contadas, los errores persecutorios, las culpas recurrentes y un sin fin de etcéteras.

Estas habitaciones están a veces extravagantemente decoradas, pulcras y cuidadas y otra veces son una propuesta minimalísta y simbólica , pero están allí siempre disponibles, son posibles, son probables en alquiler.

Nuestros santos secretos conviven con nuestras mundanas verdades que, en combinación, en aceptación, en transformación, nos hacen quienes somos, maravillosamente únicos.

Cuido mis santos secretos y trabajo a diario para pulir mis mundanas verdades que comparto con ustedes en los espacios públicos de la vida… que nos interpelan, nos demandan, nos satisfacen, nos exhiben, nos hacen crecer, nos maduran, nos complejizan.

!Celebremos cada una de nuestras vidas con sus santos secretos y sus mundanas verdades!


María Elena

Mi Secreto

Cuando se dice “… te voy a contar un secreto y no se lo digas a nadie…”, logramos la atención plena de nuestro oyente, sus ojos se espabilan, sus pupilas se agrandan y logramos que sus cinco sentidos se pongan alertas para escuchar esa confidencia que será protagonista en la conversación.

Un secreto también da inicio a un laberinto de comentarios que pueden enredar situaciones de vida, donde se abren puertas a misterios desconocidos y a la tentación de pensamientos como:  “humm… se lo digo a … ?” . O en una conversación imprevista: “… sabes lo que me contaron…”. Y allí comienza el secreto a esfumarse, a dejar de ser protagonista y encontrarse en diferentes voces que lo trivializan.

Pero los secretos más secretos son los de mi adolescencia. Recuerdo cuando chama, mis secretos los escribía noche a noche en mi diario que sellaba con un candado. Mis sentimientos, mis opiniones, mis pensamientos. Secretos, porque hasta ahora nadie ha tenido la oportunidad de leerlos…. ¡Y yo de recordarlos porque el diario se perdió!!!!!

Total, que mis secretos juveniles son como la receta del ponche crema de Eliodoro González P. “el secreto mejor guardado”.

Janet Jiménez
Bogota, Oct. 2016


Secretos culinarios

Yo, por ser el último de los hijos de mi madre, es que tuve más contacto con la cocina. Más bien, con el arte de cocinar. Mi madre a veces, revisaba las recetas, las leía, se extasiaba, las comentaba, las criticaba, pero al final, siempre terminaba haciendo lo que le daba la gana. Así, mezclaba cosa, sustituía cosas, pero al igual que yo ahora, nunca me paraba por la escasez o por no tener aquel u otro ingrediente. Ya en épocas anteriores, vivimos tiempos parecidos, donde en vez de pinos de navidad, se usaron ramas secas pintadas con jabón ACE espeso, pegajoso y que a ciencia cierta, producía irritación en mi alérgica nariz.

El arte de hacer las cosas a su manera, le daba a mi madre una libertad única para crear, y sentirse a gusto con ello. Esa fue la época de “dame la receta” y de los “ella siempre da mal la receta para que no salga igual” o decían, “es que ella no da el secreto” Eso lo escuché tanto de mi madre como de sus amigas hacia ella. El hecho es que nunca ninguna de las partes se sentía satisfecha con las recetas y con sus resultados.
La cocina y el hecho culinario, siempre ha estado rodeado de misterios y secretos, como quién consigue la receta de la piedra filosofal que convierte el metal común en oro. Ser libre en la cocina, y hacer cosas distintas cada vez, te hace sentir un poco des protegido, pues solo cuando pruebas, es que sabes cómo te salió. ¿Cocinar con libros, con pesas y balanzas te acerca a la perfección? Creo que no, pues en las recetas solo se indican los ingredientes y un poquito de procesos. Pareciera que es difícil entonces, escribir sobre la forma de hacer las cosas, de los sentimientos, del amor, de la disposición, del clima y tantas otras cosas. Quizá las recetas vendrían a ser como cuentos escritos, con personajes que viven y sufren mientras tienen que cocinar. A veces, invento una comida que merece ser repetida y escribo paso a paso lo que hice y lo repito el día siguiente. ¿Resultado?. No queda igual, ¿a qué se debe?. La respuesta la da el filósofo griego Heráclito cuando dice que el hombre que entra al rio no es el mismo que el que sale, ni el río tampoco es el mismo.

Dicen que una empresa japonesa decidió emprender un nuevo negocio para producir una máquina que mezclaba los ingredientes del pan, los amasaba, y luego lo horneaba. tenían las mejores recetas, los mejores ingredientes e hicieron el mejor prototipo. El resultado del pan horneado no era el esperado. Revisaron los ingredientes, las proporciones, el tamaño de las aspas, la temperatura, hicieron los ajustes y no pasó nada. El presidente de la empresa que también había sido técnico, se inscribió en la ciudad de Paris, Francia para estudiar para ser panadero. Y lo hizo, y aprendió a hacerlo, regresando a su país. Convocó a todos los técnicos en una gran cocina y preparó pan para ellos; era el mejor pan, con los mismos ingredientes, la misma temperatura, pero que la máquina no podía reproducir. Así lo hizo por varias veces hasta que los técnicos entendieron que había algo en el amasado de las manos que la máquina no podía hacer. Era una aplastado que incorporaba aire para ser doblada otra vez. Al hacerle los ajustes a la máquina ,pudieron obtener un producto bien aceptable.

Los secretos culinarios en mi parecer, son hasta desconocidos por los mismos cocineros, que usan su forma de hacer las cosas, que son distintas entre todas las personas. A eso lo llaman usualmente los conocedores, como el “conocimiento tácito”, que es el “know how”, la experiencia, lo que hemos recibido por tradición, o por herencia. Las recetas de cocina las llamamos “conocimiento explícito” que indica que ingredientes lleva, y los datos de cocción  hasta de emplatado. Pero la cocina no es solo ingredientes y métodos; es mucho más. Son los secretos del “know how”, el saber hacer, el “savoir faire” Eso es difícil de escribir, aunque últimamente he tratado de hacerlo. La cocina comienza desde que se te ocurre una idea y la recreas en tu mente. Nace de la motivación de quien va a comer contigo, o a quienes va a agasajar. Si la cocina o el cocinar es un acto de amor, tiene mucho que ver las motivaciones intrínsecas y extrínsecas que se tengan. Tiene que ver la selección de los materiales en los mercados, o las preparaciones previas de los ingredientes. Sin duda, tiene que ver con el estado de ánimo en que te encuentres y en las emociones que se produzcan en la elaboración de los platos. Tiene que ver con el tipo de llama o el tipo de ollas que tengas. No es lo mismo cocinar con aluminio en cocina eléctrica que con barro en cocina a gas. Todo cambia.

Los secretos revelados en la cocina ocurren cuando el que pide una receta, logra conectarse con todo ese mundo de variables, y construir su propia realidad. Los platos no tienen que ser iguales, ni saber siempre a las mismas cosas, cada vez que los hacemos. Son los libros del paladar, son cuentos que cuentan las personas de su vida diaria y es sin duda, una forma que tienen las personas para contar sus propios y más íntimos secretos. El degustar tiene que ver con todos los sentidos, por supuesto el gusto, pero también el olfato y la vista,el tacto con las temperaturas y hasta el oído con los crujientes, los asopados, los crocantes, y los vegetales.  Ahora, incorporo a las sensaciones totales de la cocina, las historias, las emociones, la tradición familiar . A veces al hacer una torta de tradición familiar, cierro los ojos, me conecto con los recuerdos y les hago un tributo a mis padres.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Santo secreto Batman...!!!


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Dicen en ciudad gótica que Robin (Ricardo Tapia que es lo mismo) es gay. Creo que de ello no queda ninguna duda.

A ver. Un adolescente ingenuo criado por dos adultos y un mayordomo, sin ningún interés en nadie más sino en Batman, deja mucho a la imaginación. Ya en el siglo XXI no es de mi incumbencia y mucho menos de mi interés.

Pero en los 60´s, algo brincaba a la vista. Sin embargo, la tía Harriet, quien nunca pudo enterarse de la doble identidad de Ricardo Bruno-Batman-Robin, mucho menos pudo reparar en las preferencias sexuales de su sobrino.

Eso sin duda, era un secreto a voces al que en esos años, ningún televidente hizo alusión alguna. Yo en particular estaba pendiente si Batman le espetaba finalmente un beso a Gatúbela (no a Robin). Este hecho de la inclinación sexual del niño maravilla no era atractivo para la audiencia y aún menos para la anciana tía.

Un secreto a voces sin duda, que no causaba sorna en aquel momento (ni ahora) y sería tan solo un material aburrido para algún chiste de lugar común.

Empero, ¿Cómo habría variado la historia si el Guasón revelara que tuvo un affaire con Batichica durante años y que su padre, el jefe de la policía, ni había reparado en ello? ¿Sería tan recio el comisionado Gordon en su persecución al delito? Tal vez pasaría de férreo a cruel. La defensa de ciudad gótica pasaría por la defensa del honor de su propia hija. Seguramente el comisionado abandonaría el eje central de la trama para actuar desde sus paradigmas.

A Albertico y a Mamá Dolores les llevó 2 años, 2 meses, 8 días y 2 horas develar el secreto de sus vínculos consanguíneos, cuyo nudo gordiano protegía el honor de la familia y su propia vida.

Para el espectador de la época, cada capítulo lo mantenía atado al secreto que ya sabía, pero que permitía seguir capítulo a capítulo el transcurrir de la trama. Era como el invitado omnipresente e invisible, quién estaba lejos de poder decir ni pio.

De cualquier manera, era un espacio para ventilar nuestros prejuicios acerca de las relaciones extramatrimoniales, el honor familiar, la dicotomía vida-muerte, la discriminación racial y explayar nuestros lacónicos juicios cargados de miedos y veredictos.

En este caso y en todos los casos, hablar de secreto nos refiere a lo aparentemente oculto. Es puerta de entrada a la intimidad, al espacio de nuestros recelos. Mantener secretos nos protege de la manipulación de nuestros temores. La sola sospecha de la existencia de algo oculto, da poder e impaciencia a la imaginación.

En nuestra novela diaria (que como lo expresaba Oscar Wilde…la novela es la vida quitándole las partes aburridas), el conocimiento de lo oculto nos da licencia en ocasiones para afianzar nuestras creencias, escapar de nuestros miedos y opinar del otro partiendo de la historia y paradigmas de quien opina.

Da la potestad para actuar desde lo positivo o de infringir daño desde los temores del otro y los temores propios.

El secreto está en el dominio de lo íntimo, es el derecho del individuo a tener su espacio diferenciado del espacio social.

Y es allí donde debe mantenerse…en secreto.

Cesar Yacsirk

Octubre 12, 2016

viernes, 7 de octubre de 2016

de la reunión de octubre 2016

Club de Escribidores de Caracas

Host: Don Alberto Lindner
Tema: "El santo secreto", "el secreto", "el secreto sagrado", "secreto a voces"...el secreto
Día: sábado 15 de octubre de 2016
Ubicación: Casa Club de Don Luis en San Luis
Hora: desde la 3:00 PM
RSVP

Nota: es una merienda, favor llevar para picar. También para comer y beber.

PD: la foto es de octubre de 2015 que está de aniversario...(la foto). En octubre cumplimos, Lele el 08 y yo el 012...