miércoles, 20 de abril de 2016

Carta a Dios...


Mi querido Dios….

Tan desapegada de ti por tantos años y por toda una vida.  Si, muy creyente y también muy lejana.  Tantos colegios de monjas no me sirvieron para acercarme a ti, sino para separarme…. Me enseñaron solo a repetir oraciones y eso nunca tuvo sentido para mí.
Mi hermana, mi mama, mi abuelita, tan cercanas a ti, tan creyentes, tan practicantes por siempre. Y yo, queriendo acercarme a ti y  sin saber como lograrlo.  
Resulta que apareció la herramienta hace un mes. ¡Que bendición!!!. A mi casi 56 años, todavía muy a tiempo de disfrutar cada día, tu presencia en mi vida.
¡Que maravillosa está siendo la experiencia!!!!. Todavía me cuesta acercarme a ti todos los días,  como me piden en mi  curso de Oración. Tampoco leo todos los días los pasajes de la Biblia que me indican, ni practico la forma de oración que me piden cada semana, más que BENDICIÓN TENERTE Y SABERTE CERCA!!!....
Ha sido MARAVILLOSO descubrir que SI me llevas en tus brazos, protegiéndome en cada paso. Veo tu presencia y tus pequeños milagros,  ayudándome casi todos los días. Desde detalles como conseguir rápido un puesto de estacionamiento cuando ya no queda espacio,  desde que mi vieja nevera fallando  ( ¡que susto tenía con eso mi Señor!!! ), que se arregló con poca inversión, …. Y muchas cosas más. Tantas y tantas demostraciones diarias de ti mi Señor.
Tu mayor milagro, es que me hayas hecho ver tu presencia en mi vida. ¡Eso es lo mejor!.  Sentir la conexión que siento  en este momento contigo al escribirte. Si es una bendición y un milagro, después de tantos años de espera. Pensé que YA no podía ocurrir esto en mi vida…..
Gracias por orientarme mi Señor en cada paso, y por hacerme descubrir que de verdad lo haces. A veces no entiendo nada mi Señor, pero luego descubro que estas quitando de mi camino lo que no me conviene y me haces encontrar lo que sí es bueno para mi. Gracias por poner delante de mí, tantas personas que con sus palabras, que son las tuyas, me orientan a llevar una vida mejor, aun en los momentos tan difíciles como los de este mes.
Gracias por mostrarme que las muy duras pruebas de esta Venezuela tan insegura y complicada, me están enseñando a ser más fuerte, más creativa, mas resiliente y a descubrir herramientas y actitudes que luego serán de ayuda para otros.
Gracias por mi gran fuerza interior mi Señor, por mi entusiasmo y alegría, creciendo cada vez más. Me han ayudado a sembrar  positividad  en mi vida y en la de otros, en estos momentos  tan complejos del país.
 Gracias por orientar mis nuevos pasos profesionales con tanta claridad y fuerza, redescubriendo y reconfirmando mi propósito de vida.

¡Gracias! ….. ¡Gracias ¡ … ¡Gracias! ...  ¡Mil veces gracias, mi Señor!

Te pido mi Señor me des fuerza y acción para seguirme acercando a ti, para confiar mucho más en ti, para estar conectada contigo cada día,  para hacer las tareas de mi curso de Oración, que estoy segura me ayudaran a descubrirte de muchas otras formas, y a que  te conviertas en mi mejor amigo. Eso quiero de ti Papa Dios, que seas Mi Mejor Amigo.
Me quedo sin palabras para agradecerte, tantas maravillas que hoy están ocurriendo dentro de mí. Y por eso, te envío desde mi alma un abrazo muy grande…

GRACIAS!!!!!

Maigualida Boedo Paz

martes, 12 de abril de 2016

Lionel


Era día de Navidad cuando entré muy despacio a la capilla del colegio. La luz que atravesaba los vitrales era muy poca y las velas encendidas eran insuficientes para iluminar el ambiente frío y oscuro del santuario. Una sica de aguinaldos muy suave se escuchaba de fondo. Tendría siete años de edad, y como niño al fin, sin muchos preámbulos, comencé a pedir por mi regalo de Navidad. Mi petición la hice con tanto fervor que estoy convencido que ese día logré hablar con Dios. Hasta ahora no he podido repetir esa comunicación con la nitidez y sintonía espiritual tan perfecta que conseguí aquella tarde. Si hubiese existido para esa época el Skype, de seguro que ¡también lo hubiese visto!



Mi madre me inició en la religión y fui bautizado en la iglesia católica. Todas las noches nos reunía a su alrededor y rezaba junto a mis hermanos. Recuerdo que en un libro me mostraba un dibujo de un triángulo con un ojo en su interior. Me decía que era Dios que nos observaba continuamente, que todo lo veía y todo lo sabía. Me movía frente al dibujo y en verdad ¡el ojo me perseguía! Sentía temor y respeto por aquella mirada del triángulo, pero luego me fui acostumbrando a su presencia y más bien comencé a sentir su protección, guía y ayuda para discernir entre lo bueno y lo malo.
 
Fueron mis primeras experiencias de espiritualidad y religiosidad, dos cualidades idénticas pero completamente diferentes. En mi primer contacto espiritual de aquella Navidad, sentí que Dios me había invitado a comunicarme con él cuando quisiera y desde donde fuese, sin citas previas y sin partida de bautizo de religión alguna. Esos momentos de conexión espiritual son íntimos y personales que nos brindan una sensación de paz y serenidad. Nos ayudan a recordar que no estamos solos. La conexión va evolucionando en la medida que pidamos menos por nuestros deseos y que lleguemos a conocer más de lo que Dios realmente desea para nosotros, cuál es nuestra misión y tratando de cumplir su voluntad alcancemos el mayor placer de nuestra existencia.
La religiosidad, siguiendo las creencias, doctrinas y dogmas dictados por la iglesia a la cual pertenezcamos, es otro canal para acercarnos a Dios. Hay personas que no practican religión alguna, pero que sin embargo aceptan y creen en la existencia de un poder superior. Si revisamos las escrituras sagradas de muchas religiones, conseguimos que son más los elementos que nos unen que los que nos dividen, por tal razón, acostumbro a respetar la religión de cada persona. El hombre siempre ha sido un ser sociable que necesita construir vínculos con otros, de acompañarse  y vivir en comunidad, por lo tanto, al momento de orar y alabar a Dios, también lo acostumbra a hacer en grupo. Creo ciertamente que hacerlo de manera colectiva debe tener un efecto multiplicador. Continúo profesando la religión católica y asisto a menudo a la iglesia. Me agrada en particular el momento en que nos piden darnos fraternalmente la Paz. Sin embargo, muchos participan asumiéndolo como un acto meramente social más que religioso, se exhiben, aparentan y se distraen del verdadero objetivo del servicio. Cuando hay mucho ruido en el templo, prefiero mis audiencias privadas para conectarme.
La espiritualidad es una de las 24 fortalezas que la Psicología Positiva categorizó, y determinó que es fuente importante  de bienestar. Los investigadores han demostrado que las prácticas religiosas están asociadas con vidas más largas, más sanas y más felices, y sus beneficios pueden sentirse hasta el final de nuestras vidas.
Las grandes religiones comparten la creencia de que, aunque el cuerpo muera, el espíritu continúa y en alguna otra dimensión nos encontraremos de nuevo con nuestros seres queridos.   Esa creencia permite que abandonemos este plano terrenal con fe y esperanza, y cuando despedimos a nuestros seres amados, aunque siempre sea triste la separación, gracias a la fe, lo hacemos con amor, paz y tranquilidad. 
Si las fortalezas de la espiritualidad y la religiosidad son tan beneficiosas, las podemos desarrollar y ademas son gratuitas, ¿Porqué  entonces desaprovechar ese beneficio?

Lionel Alvarez Ibarra
Abril 2016


En construcción

Si no reconocen lo que ven en la foto, no han estado allí. Es la capilla Rothko, ubicada en Houston, Texas, Estados Unidos. Yo estuve en ese lugar hace veintidós años y recuerdo la experiencia con nitidez, por eso sé que quien la ha visitado, no la olvida.

Estaba haciendo un ejercicio de mi curso de redacción en inglés que sugería ir a esta capilla y contar la experiencia.

En ese entonces, yo, como aquella famosa Carmen, contaba 16 años. Había estudiado en toda la vida en un colegio católico, así que conocía la capilla de mi colegio y unas cuantas -bastantes- iglesias que mi familia me había llevado a visitar no sólo por devoción, sino para aprender a apreciar el valor histórico, arquitectónico y artístico.

La capilla Rothko queda muy cerca de la St Thomas University, donde funcionaba el centro en el que hacía mi curso, así que me fui caminando en un día claro y frío de esos que ofrece la primavera texana. Entré al recinto (mucho más oscuro que en la foto, pues sólo tenía luz natural proveniente del techo) y cuando iba a persignarme me encontré desorientada. "¿Dónde está el sagrario?" "¿Por qué no hay ni una cruz?" "¿A dónde se llevaron las imágenes?".

Sólo había unos bancos y las paredes, negras, estaban desnudas. Me senté para tratar de entender qué pasaba allí. "¿Estarán remodelando?", me pregunté. Pero no había andamios, ni bloques, ni obreros trabajando. Sólo un profundo silencio. 

Pero un silencio acogedor.

Mis ojos seguían buscando imágenes que ayudaran a mi cerebro a entender lo que estaba frente a mi. Al rato llegaron otras personas y vi cómo se sentaban tranquilamente. "¿Estos estarán tan perdidos como yo, pero lo disimulan mejor?" Nunca lo supe.

Lo cierto es que aunque no entendía nada, estaba a la vez tan cómoda que no quería irme. Y viendo que llegaban más personas, caí en cuenta que me encontraba en un lugar especial.

A alguien se le había ocurrido hacer un espacio para que cualquiera pueda encontrarse con Dios. Eso en ese entonces me parecía una idea genial. Pensaba: "Él va a venir y nos va a encontrar a todos aquí y se va a poner muy contento (imaginaba el ojo de Dios asomándose por el tragaluz de la capilla). Además, es más práctico y más organizado". (Desde pequeña me preocupaba cómo hacía el pobre Dios para entender todos los idiomas, disfrazarse de todas las formas que le damos y atender a todo lo que le pedimos al mismo tiempo).

Hoy sigo pensando que esa es una idea genial la de tener un espacio de silencio en el que podamos reflexionar, meditar, rezar, agradecer, conectarnos con nuestra espiritualidad. Sólo que hoy, cuando cuento casi 39, siento que ese lugar no tiene que ser físico, sino que está dentro de nosotros y que se desarrolla y enriquece con la coherencia de nuestras acciones y decisiones, con nuestra apertura, compasión y generosidad.

Lo que me conmueve de la idea de que podamos reunirnos bajo un mismo espacio físico por razones espirituales es que nos muestra -o recuerda- que el amor y la conexión con algo más grande que nosotros es más poderosa que cualquier adorno externo o doctrina (sobre todo si esa doctrina pretende separarnos y hacernos creer que unos somos mejores que otros). Creo que si pensara o dijera lo contrario no estaría siendo una cristiana católica coherente, porque lo primero que me han enseñado es que Dios es amor y habita en cada uno de nosotros. 

Lo demás, es lo de menos (aunque a veces sea precisamente por lo de menos que nos hacemos daño) y para mí está en constante construcción.

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La capilla Rothko es un lugar para estar, para meditar, para tener una experiencia espiritual, pero no tiene denominación confesional. Fue fundada por John y Dominique de Menil y en sí misma, es considerada una obra de arte moderno. Tiene forma octagonal y en su interior hay 14 pinturas del artista estadounidense Mark Rothko (que yo veía como paredes negras desnudas), quien también influyó en el diseño del espacio.

Esa experiencia me marcó en ese entonces y lo sigue haciendo. El ejercicio de escritura nunca lo entregué, bueno, hasta hoy. No recuerdo qué otra cosa llamó mi atención de adolescente en ese entonces.



Las imágenes son de: http://www.indiecolors.com/blog/arte/la-capilla-de-rothko-rothko-chapel/

Este mes no habrá humor

foto espiritual2.png


¿Qué?
¿Religión y espiritualidad? ¡Noooooo! ¡No puede ser!
¿Religión y espiritualidad este mes, este mes que había decidido aventurarme a escribir un texto con humor? No con humor yo (que sí que lo tengo), sino generando al menos una sonrisa en mis lectores.
¿Cómo se puede escribir un texto gracioso, chistoso, sobre espiritualidad y religión? No, no puede ser. Es que me parecen completamente incompatibles el  humor  y la espiritualidad ¿O no? Y ni se diga la religión. No puedo tratar de explorar mi talento no probado para el humor así. No, no señor! Para aprender a escribir con humor tengo que empezar con algo básico, trillado. Debo empezar con una pauta, una guía que me sirva de plataforma para empezar a practicar.
Víctor: me agarraste fuera de base.
Inicié mi práctica de la religión muy pequeña, siguiendo la guía y los rituales habituales. Siempre con muchas preguntas, devanándome los sesos  pidiendo explicaciones para lo que mi pequeña mente lógica y racional no podía comprender. Cuestioné. Me rebelé ante preceptos que consideraba innecesarios para quien cultivaba valores y lograba distinguir el bien del mal. Con inconformidad empecé a buscar mirando a los lados, hacia arriba y hacia abajo, atrás y adelante.
Progresivamente abandoné la crítica y con el tiempo no cuestioné más. La mirada se volvió hacia adentro, en una sosegada espera de respuestas, ausente de preguntas, que arriban inequívocas para iluminar mi espíritu, ya no en búsqueda, ya sin guía, simplemente en expansión.

lunes, 11 de abril de 2016

Mi experiencia personal con la espiritualidad


Cuando miro cuidadosamente
veo la Nazuna florecer
junto al seto!
Basho


Asocio la espiritualidad con mis abuelos. Mi abuelo administraba sus palabras, sabía escuchar y dar buenos consejos, estaba siempre presente y con buen humor, era vertical pero a la vez cálido. Mi abuela era servicial y buena anfitriona, entregada, siempre pensando en los demás. Ambos atraían a su casa a toda la familia y hasta a los vecinos de la cuadra. Eran muy queridos y tenían un hogar que era un ejemplo para muchos. Habían soportado la muerte trágica de dos hijas en la flor de la vida, pero decidieron aprender de esta experiencia tan dura para ser humildes y saber disfrutar de los pequeños momentos. No tenían títulos, ni cargos, ni grandes bienes de fortuna, pero tenían una fuerza interior y una sabiduría que era notada por todos. De ellos me quedó una clara idea de la espiritualidad que yo quiero en mi vida.

Mi abuela era bastante religiosa y devota, voluntaria de grupos y círculos relacionados. Mi abuelo estaba al margen de toda religión organizada. Aunque en su juventud se había declarado ateo, a raíz de la experiencia trágica que le tocó vivir desarrolló su espiritualidad a su manera. Era muy discreto en eso, pero tras su fallecimiento descubrí una biblioteca secreta con ejemplares que ponían en evidencia sus intereses poco comunes.

La curiosidad y el amor por el conocimiento me dieron el valor en plena adolescencia de aventurarme en estos textos, que lejos de saciarse, se acentuaron aún más.  Afortunadamente, esta travesía me condujo a las aguas más seguras de la psicología. Me influyeron autores como Erich Fromm, que advertían en aquel momento de la necesidad de retomar la espiritualidad en la Sociedad sin tener que recurrir a las religiones tradicionales.

Mientras que en mis lecturas había “ido y venido”, en la vida misma ni siquiera había “comenzado el viaje”. Estaba bastante claro acerca del tipo de espiritualidad que quería; una forma de vivir capaz de proporcionarme aceptación, paz, armonía, alegría y amor. Pero al comenzar a enfrentarme con las exigencias de la vida diaria olvidé muchas de las advertencias que había leído, perdí interés por ese tipo de lecturas y, lo peor de todo, terminé dejando a un lado mi ideal espiritual.

Al cabo de un tiempo me encontré nuevamente con la necesidad de retomar esta faceta de mi vida, pero no me interesaban tantos las explicaciones, como las soluciones. Así que fui bastante práctico. Mi forma de abordar esta inquietud fue a través de ejercicios psicofísicos, cambios en mi alimentación, terapia floral, homeopatía, práctica de la meditación, estimulación de meridianos y del Qí. Esas prácticas me llenaron de vitalidad y dieron un impulso extraordinario a mi vida en ese momento.

Con el paso de algunos años sentí la necesidad de buscar explicaciones, de comprender mejor las cosas, de modificar las formas de pensar que me traían sufrimiento. Fue así como comencé nuevamente una búsqueda de algo que satisficiera esta necesidad más cognitiva de contar con un marco de referencia y que me ayudara a organizar mis prácticas. Y encontré lo que estaba buscando: un cuerpo coherente de conocimientos, vinculados con una práctica religiosa, con un profundo potencial místico. Pero este tesoro que encontré no estaba a la mano listo para usar, sino que requirió de nuevos esfuerzos, nuevos estudios, nuevos desafíos, nuevos cambios.

Hoy en día la espiritualidad es el centro de mi vida. Y del centro se ha ido expandiendo para ocuparla toda: idioma, cultura, vida social y eventualmente una nueva familia. A la final esta búsqueda me ha llevado a un nuevo comienzo con una nueva identidad. Pero todavía no estoy libre del riesgo siempre presente de que las cosas prácticas terminen por hacerme perder de vista su esencia, que es muy sencilla realmente: saber honrar a la vida siempre, tanto en las buenas como en las malas.

Víctor Calzadilla

Mi Dios te salvará…el tuyo no



Por razones más que obvias a raíz de la desaparición física de mi mamá, he estado recordando varias conversaciones que mantuve con ella acerca de la espiritualidad, la religión, Dios.

Mi mamá, devota creyente y fiel seguidora de los preceptos de la iglesia católica, poco sometía a la duda lo que le habían impartido. Nunca se confrontó ninguno de sus dogmas o misterios. Nunca puso en tela de juicio lo expresado por el Papa. Creo que ni siquiera lo expresado por el párroco de la iglesia cercana.

Sin embargo, su hijo (o sea yo), se preguntaba si eso de sacar a la mujer de los huesos de Adán no era vejatorio a la imagen de la mujer, claramente de mayor valor que una costilla.

Me preguntaba que podría tener importancia ser concebido por “obra y gracia” del espíritu santo, cuando la actividad sexual no deja de ser un regalo de la divinidad para la reproducción de la especie.

Recuerdo su temor al fin del mundo. Alguno de sus mentores le mencionó que el mundo duraría “mil y tantos”. Su pequeño hijo (naturalmente yo), se puso a investigar acerca de tan temible e inminente momento. Descubrí que el Papa Gregorio XIII se le ocurrió en 1582 que estaríamos hoy en el 2016. 

Descubrí también que los chinos dicen que estamos entre 5000 y 6000 años y que según los judíos, estamos específicamente en el año 5765. ¿A quien le creo pues?

Sin embargo, el cénit de nuestras discusiones llegó al tema Jesús. Debo destacar que soy católico y que la idea de creer en Jesús me reconforta y me transmite serenidad.

¿Cómo le podría transmitir a un chino que un ser tipo ediciones Paulinas, de barba rubia, ojos azules y porte de galán podría ser su salvador? Aún si lo cuadramos mas con la realidad, es decir piel aceituna, pelo malo  y bajito, sería una idea poco comprable. Es aquí donde entra la espiritualidad versus la religión.

Tal vez fue y es necesario hacer cotidiana la abstracción que representa Yavé (Él que es o existe por sí mismo). Una paloma como el espíritu, un ser supremo, el jefe y Jesús  como quien se codearía con nosotros. Estoy seguro que las mismas figuras con otros nombres existen en las diferentes religiones.

Creo que la divinidad siempre estará en los puntos de encuentro. En la sabiduría que cada filósofo dedicado a la espiritualidad le ofrezca al mundo. Todos hablan de seguir un camino virtuoso que conduce a la omnipresencia, llámese Dharma o Pecado. Todos hablan de unas normas de respeto al otro, de la civilidad.
Todos hablan de la concordia, de la misericordia, del perdón y de la gratitud.

Esto lo entendí hace muchos años cuando entre a la capilla de una clínica, al buscar una pausa en mi trabajo. Me llamó la atención que la capilla de un centro hospitalario de alto nivel, no contara con cruces, imágenes y los íconos tradicionales para poder orar.

Súbitamente entendí que esa era precisamente la idea. Un espacio donde todo el que buscara paz espiritual la pudiera conseguir. Un lugar donde mi amigo chino, budista, judío o mormón pudieran compartir conmigo la existencia de Dios.

Cesar Yacsirk

Abril 11, 2016