Era día de Navidad cuando entré muy despacio a la capilla del colegio.
La luz que atravesaba los vitrales era muy poca y las velas encendidas eran
insuficientes para iluminar el ambiente frío y oscuro del santuario. Una música de aguinaldos muy suave se escuchaba de fondo. Tendría siete años de edad, y como niño al fin, sin muchos preámbulos, comencé a pedir por mi regalo de Navidad. Mi petición la
hice con tanto fervor que estoy convencido que ese día logré hablar con
Dios. Hasta ahora no he podido repetir esa comunicación con la nitidez y sintonía espiritual tan perfecta que conseguí aquella tarde.
Si hubiese existido para esa época el
Skype, de seguro que ¡también
lo hubiese visto!
Mi madre
me inició en la religión y fui
bautizado en la iglesia católica. Todas las
noches nos reunía a su alrededor y rezaba junto a mis hermanos.
Recuerdo que en un libro me mostraba un dibujo de un triángulo con un ojo en su interior. Me decía que era Dios que nos observaba continuamente, que
todo lo veía y todo lo sabía. Me movía frente al dibujo y en verdad ¡el ojo me perseguía! Sentía
temor y respeto por aquella mirada del triángulo, pero luego me fui acostumbrando a su presencia y
más bien comencé a sentir su protección, guía y ayuda para discernir entre lo
bueno y lo malo.
Fueron mis primeras experiencias de espiritualidad y religiosidad, dos
cualidades idénticas pero completamente diferentes. En mi primer
contacto espiritual de aquella Navidad, sentí que Dios me había invitado a comunicarme con él cuando quisiera y desde donde fuese, sin citas previas y sin partida
de bautizo de religión alguna.
Esos momentos de conexión espiritual
son íntimos y personales que nos brindan una sensación de paz y serenidad. Nos ayudan a recordar que no
estamos solos. La conexión va evolucionando en la medida que pidamos menos por
nuestros deseos y que lleguemos a conocer más de lo que Dios realmente desea
para nosotros, cuál es nuestra misión y tratando de cumplir su voluntad
alcancemos el mayor placer de nuestra existencia.
La religiosidad,
siguiendo las creencias, doctrinas y dogmas dictados por la iglesia a la cual pertenezcamos, es otro canal para
acercarnos a Dios. Hay personas que no practican religión alguna, pero que sin embargo aceptan y creen en la
existencia de un poder superior. Si revisamos las escrituras sagradas de muchas
religiones, conseguimos que son más los elementos que nos unen que los que nos dividen, por tal razón,
acostumbro a respetar la religión de cada persona. El hombre siempre ha sido un
ser sociable que necesita construir vínculos con otros, de acompañarse y vivir
en comunidad, por lo tanto, al momento de orar y alabar a Dios, también lo acostumbra a hacer en grupo. Creo ciertamente
que hacerlo de manera colectiva debe tener un efecto multiplicador. Continúo profesando la religión católica y asisto a menudo a la iglesia. Me agrada en
particular el momento en que nos piden darnos fraternalmente la Paz. Sin
embargo, muchos participan asumiéndolo como un acto meramente social más que religioso, se exhiben, aparentan y se distraen
del verdadero objetivo del servicio. Cuando hay mucho ruido en el templo,
prefiero mis audiencias privadas para conectarme.
La
espiritualidad es una de las 24 fortalezas que la Psicología Positiva
categorizó, y determinó que es fuente
importante de bienestar. Los
investigadores han demostrado que las prácticas religiosas están asociadas
con vidas más largas, más sanas y más felices, y
sus beneficios pueden sentirse hasta el final de nuestras vidas.
Las
grandes religiones comparten la creencia de que, aunque el cuerpo muera, el espíritu continúa y en alguna otra dimensión nos encontraremos de nuevo con nuestros seres queridos. Esa creencia permite que abandonemos este
plano terrenal con fe y esperanza, y cuando despedimos a nuestros seres amados,
aunque siempre sea triste la separación, gracias a la fe, lo hacemos con amor, paz y tranquilidad.
Si las
fortalezas de la espiritualidad y la religiosidad son tan beneficiosas, las
podemos desarrollar y ademas son gratuitas, ¿Porqué entonces
desaprovechar ese beneficio?
Lionel
Alvarez Ibarra
Abril 2016
Querido Lionel,estoy muy identificada con la historia que describes. Mi experiencia es que mi espiritualidad se hace mas profunda cuando estoy rezando,, muchas veces siento que me elevo y tengo una conección Divina, me siento afortunada por vivir y sentir la presencia de Dios en mi vida.
ResponderEliminarYo también pienso que no tiene ningún sentido desaprovecharlas querido Lionel, como siempre: un placer leerte.
ResponderEliminarAmigo Lionel leerte siempre es un bálsamo y est vez ese bálsamo tiene aroma a conexion personal y colectiva , espiritual y religosa !!!
ResponderEliminarTe escribo desde la cuenta de Juan , pero soy YO....