Mayonio se encontraba frente
al cadáver de su abuela que acababa de fallecer. Sobre su hombro izquierdo, la
mano de la enfermera Alicia que la atendió en los últimos momentos. Su cara
dibujaba una leve sonrisa y miraba también, la cara de la sonreída difunta. Cualquiera que hubiera visto la escena, pensaría
en la rareza de dos mujeres sonreídas, una viva y una muerta, como quién lo hace en complicidad extrema o
justo en los desvaríos de la adolescencia desde cuando se comparten secretos ocultos
Mayonio fue criado por su
abuela materna ya que su madre falleció el día de su parto hace ya 30 años en
este mismo día un 25 de julio. Muchas veces le preguntó Mayonio a su abuela
acerca del origen de su nombre, pero siempre obtenía la misma respuesta:
-Mayonio era un emperador
romano
-Pero abuela, no aparece en
ningún libro, ¿No será otra cosa?
-No hijo, tu madre quería
que te llamaras como un emperador romano y que nacieras un 25 de julio. Solo
los hombres importantes nacen un 25 de julio.
La verdad es que la madre de
Mayonio quería llamarlo Julio Cesar y que naciera el 25 de julio por Cesarea,
como los Cesar, pero la vida se le adelantó y le tenía otros eventos preparados.
Mayonio no entendía cómo, si era” descendiente”
de la realeza romana, tenía una vida tan extraña. Casi había crecido; cuando
niño actuaba como grande y ahora como grande actuaba como niño; que casi se
caso, a no ser porque la novia desapareció, o casi pasaba en los exámenes; es
decir, su vida se movía en lo justo, en los límites, o al menos así lo veía él,
en retrospectiva. Lo que si era absoluto era la soledad que sentía. Su madre
fallecida al nacer, su padre desconocido (y que nunca conocería pues fue una
decisión de su madre que naciera de inseminación artificial), sin hermanos ni
nada, y ahora, le tocaba a su “mamaíta”.
Hasta ese momento no había
comprendido la causa de su personalidad, sentía como si a su vida le faltaba
una pieza importante, con la cual podría seguir adelante.
Pero Mayonio en la sala de
la clínica y para variar tiene emociones encontradas; está triste por la
partida de lo único que tenía, pero está tranquilo por las verdades develadas.
Mayonio, aun llorando se voltea y mira a la enfermera y le dice, “Gracias”.
Momentos antes, casi en el
momento justo de la partida, Mayonio con la mano tomada de su abuela, la
observa.
-Parece que quisiera decirte
algo, dice Alicia
-La verdad es que está como
ansiosa y quiere como hablar
-Quizá quiera decir tu
nombre, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Mayonio
-¿Verdad? Hace treinta años
ayudé con un parto y se llamó Mayonio, al bebé, que casualidad, ¿no?. Pero este
se llamó Mayonio Tobías
-Yo me llamo Mayonio Tobías
-No puede ser, ¡te consigo
treinta años después!.
- A lo mejor me puedas
contar el origen del nombre, de mi nombre
-Claro, lo recuerdo
perfecto. Tu madre murió al tu nacer. En el momento del parto te caíste en el
tobo, aquel donde cae la placenta. Todos los bebes que caen en el tobo los
llaman Tobías.
-¿Y Mayonio?
-Ah, es que no naciste un 25
de julio sino el 31 de mayo, eran las 12 de la noche cuando naciste y se fue la
luz. Cuando volvió la luz, el reloj estaba parado en las 12. Yo estaba llenando
la ficha de tu nacimiento y le pregunté al partero, ¿qué fecha ponía, si mayo o
junio?. El doctor estaba como concentrado y solo repetía lo que le preguntaba:
-Mayo o junio… mayo o junio. –Y de repente dijo, -Ponle Mayonio….uhmmm… Mayonio
Tobías, por lo del tobo. Esto lo hizo porque la madre falleció y ella estaba
sola; aun no sabías de la existencia de una abuela.
Lo que no sabía Alicia
sonriente que miraba a la abuela feliz por la verdad develada, es que Mayonio
entre su tristeza, también sintió una paz interior, un alivio por lo que
escuchó en ese momento y que al mirar a su abuela, compendió que eso era lo que
estaba tratando de decirle antes de partir.
Hoy, 10 años después,
Mayonio corre en el parque detrás de su hijo y su esposa. Ya ni recuerda cómo
se siente el vivir entre dos aguas, en el límite. Ahora tiene una vida plena,
ahora juega con su hijo Julio Cesar, nacido un 25 de julio.