viernes, 26 de octubre de 2018

Regreso a casa

Cuando uno emprende su viaje interno, sucede que se siente como si se sale de nosotros mismos, en busca de una aventura. Tal como le pasa a Odiseo, que en su viaje de regreso a casa sufre una cantidad de inconvenientes. Al final se regresa, siempre se regresa. 

El viaje a lo interno tiene que ver con la búsqueda de la identidad, de la misión y del propósito de la vida; nada fácil para quién apenas emprende el camino. Este viaje externo- interno, comienza en lo que somos en el momento de la toma de la decisión, donde la incertidumbre a abandonar la zona donde estamos protegidos y felices, sea necesario. Al salir, ya no hay retorno; nos entregamos al viaje, a la búsqueda de los mejores vientos y las rutas fantásticas. 

Es el viaje que termina y comienza en nuestra infancia. ¿Qué hay allí tan importante que tengamos que regresar?. Pues ahí habita nuestro niño; aquel que según las circunstancias que le tocó vivir y sobrevivir, haya buscado herramientas, juicios, paradigmas y valores que lo hicieran seguir adelante. Es allí donde crece nuestro ego, aquella parte de nosotros mismos que nos induce a avanzar, que reconoce los peligros inminentes, y nos muestra a ser cauto, o a ser arrojado, de ser necesario. Es con el ego que avanzamos, paso a paso, hasta la adolescencia, la madurez y la vejez. Siempre al lado. El problema es, que sea parte de la toma de decisiones de hoy, aquel que tomaba decisiones de nuestro yo niño, cuando necesitaba protección, nuestra misma protección.

 ¿Qué papel juega el Sr. Ego hoy en día, cuando ya somos mayores y podemos hacernos cargo de lo que nos pasa, y salir cuando queramos de la zona de protección?

Claro, es que el yo protector, el pequeño profesor", crea castillos de piedra donde somos invencibles. Vivimos allí y desde allí, construimos mundos posibles. No es fácil entonces, cuando en ese viaje de ida a la infancia, que es un viaje de regreso también, debamos destruir fortalezas, desmantelar castillos, o desfundar juicios profundos.  Allí es donde volvemos a ser niños desvalidos, nuevamente. Nos preguntamos ¿por qué he desmantelado mi protección, aquella con la que crecimos, aquella que nos hizo hombres?. 
Entre las piedras derruidas y desnudas, quizá podamos encontrar nuestras sombras si hurgamos bien. Para eso sirven las rocas rotas, para hurgar. Se trata de encontrar y abrazar las sombras y seguir buscando hasta que ya no quede casi fuerza. Con todo desmantelado, construimos los puentes y caminos que hagan falta, para el regreso a casa.

Pero el viaje no ha terminado. Ahora caminamos en ruta de piedra sólida acompañado con los miedos y las sombras, pero entendiendo que las luces están un poco mas lejos.  Al igual que Odiseo, no será fácil, pues en cada etapa, nos encontraremos con nuestros grande juicios, construidos a través de los años; solo que esta vez nos encontramos solos. Jung los llamó los juicios malditos, aquellos que en cierta forma nos hacen ser lo que reconocemos que somos, pero que ahora, sin la protección del castillo, podamos comprender si los queremos o no. 

En cada paso, en cada casa, en cada recuerdo, en cada rincón del camino, deberemos hurgar al igual que lo hicimos con las piedras, e ir limpiando de hojas secas y abrojos la ruta a seguir. Un camino ya mas limpio, recordado, ligero de caminar, al cual sabemos, podremos regresar cuando sea oportuno, nuevamente. A veces hay hierbas, que con las viejas costumbres, vuelven a crecer. Debemos estar claros en eso.  Pero en alguna parte del camino empedrado, en el viaje de regreso, quizá lleguemos a sentir pesado el andar y descubrimos que el peso no solo se encuentra en lo que hemos construido al rededor de nosotros, sino que se encuentra en nosotros. Descubrimos entonces una pesada armadura de hierro y acero, que va desde los pies hasta el yelmo en la cabeza. Es allí donde debemos detener el andar y comenzar pieza por pieza,  a quitar esa pesada carga. 

Quizá comencemos por el yelmo, que nos permite ver y observar pero extraerlo, no es fácil. Mas difícil serán las otras piezas que con los años se han vuelto parte de nuestra piel. Debemos desgarrarlas, y duele. Duele en un dolor espiritual, no tangible, pero también se convierte en dolor físico. Nos desgarramos por fuera a la par que nos desagarramos por dentro. Pero hay una luz que ilumina la piel, y que ya la habíamos olvidado. Esa luz intensa que nos hace ser seres maravillosos, que nos cura las heridas; y nos cura el dolor, pues tenemos a las sombras abrazadas. 

En ese momento mágico, volvemos a ser un solo ser. Vemos hacia atrás y vemos hacia adelante.Vemos el camino de regreso al niño y el camino de regreso a la casa. Vemos el camino andado y el que falta por andar. Un sudor cálido recorre nuestro cuerpo, una confianza nueva  que no necesita las protecciones viejas. Es poder ver al ego y a sus sombras de frente, y comenzar a andar ya en paz, y en aceptación. El ego sabe ahora  que va a hacer falta, cuando haga falta. El camino de regreso es mas pleno. Está construido de lo que somos, pero reconstruido. Ese el el maravilloso camino de regreso a casa.

KUTIMUSAQMI...VOLVERÉ


KUTIMUSAQMI…  VOLVERÉ…

Cuántas despedidas terminan con un volveré.
Como una oración, una promesa.
Como un estrujar del tiempo.
Como un saltarse la valla de la vida,
apurando el paso que no llega.

Kutimusaqmi y ya nada es igual.
Tu pueblo, sus calles, que apenas son tuyas
para recordarlas, te conviertes en un extranjero;
en un conocido muy desconocido,
alguien despojado de la identidad de ayer.

Perteneces a un tiempo, a un espacio,
mientras construyes tu presente en el.
Cuando te vas, un pedazo de ti se acaba,
un trozo de tu historia se detiene,
y tus huellas se van borrando silenciosamente.

Somos inmigrantes del mundo,
que un día empacamos maletas emocionales,
para probar nuevos suelos y familia.
Con una oscura nostalgia atándonos
y  con el coraje tragando nuestro llanto.

Con el paso de los años, el hogar está,
donde duermen nuestros afectos.
El suelo convertido en la mesa redonda de amigos
y  hermanos, tal vez tardó mucho en calzarnos,
o por suerte, fue un traje a nuestra medida.

Volveré te dices, llenas tu alma de ilusiones;
y partes con la secreta esperanza de quedarte anclado,
a todo lo que fue tuyo, al pasado que ya no existe;
y descubres que tienes las manos vacías, porque,
ya no eres ni de aquí, ni de allá, eres un NI…

Lo mágico es que te has convertido en un ser
sin fronteras, con tu mirada llegando más lejos.
Con tus brazos enlazando otros mundos.
Con tus sueños oliendo a bergamota y lavanda.
Con tu vida que ya no se empaca en una sola maleta.

La patria tal vez, es solo un espejismo.
Una manera de hallar pertenencia.
Un valor frágil para la juventud.
Un tesoro cuando las sienes blanquean.
Cuando el kutimusaqmi encuentra una doble vía…

Gudelia Cavero Hurtado

miércoles, 24 de octubre de 2018

el regreso


Autor:JesucitaPeters S.


El regreso

Siempre el regreso supone un camino de partida a veces puede estar lleno de alegrías y otras no tanto.
Como no hablar de las partidas que hacen que el corazón se acongoja  por el significado que guardan con el rugir de las olas cuando afloran nuestras emociones,  que no saben si abrazar para que no se vayan como el viento ante la tempestad  o simplemente dedicarnos a contemplar y servir de arco para que la flecha vuele a nuevos horizontes inciertos donde nuestra alma y el amor inmenso estarán  siempre con ellos pues son el fruto de nuestras entrañas. 

Siempre tenemos ese deseo de verlos regresar pero a costa de qué, aquí   la razón se impone al corazón aunque este palpite como en una noche de truenos  ensordecedores   de un invierno feroz y se arrugue y lloré  por la distancia, nos sobreponemos ante el dolor y aprendemos a vivir a través de sus triunfos y fracasos que nos hacen más comprensivos ante el devenir de los eventos de sus vidas y que tratamos de acompañarlos en esta distancia que cada día se hace más inconmensurable. 

Regresar sería verlos como un arcoíris de emociones, experiencias, aprendizajes, caídas y subidas de ese caminar que nos dice que el que se fue ya no es el mismo, es hoy otra persona  más fuerte, que casi no reconozco por su crecimiento y fortaleza que hace que le admire infinitamente  por las herramientas que le ha dado este caminar  para afrontar esto que llamamos vida.
La mochila  que trae a cuestas está llena  de aprendizajes construidos en mi ausencia, pero indiscutiblemente valiosísimos  para emprender  su regreso si eso fuera posible.

Pensar en el regreso es como desandar  el camino andado, será eso cierto  no lo sé y en estos momentos ni siquiera me lo planteó , aun teniendo la vivencia y el dolor de la soledad que hace que la miré desde sus diferentes aristas y me permito pulirlas y hacer que estas funcionen para   mi propio  beneficio, a veces hasta la bendigo y cuando lo hago reflexionó y veo que no es tan malo estar sólo; no sé si es que estoy aprendiendo a disfrutarla en su justo valor y no magnificarla en detrimento de mi crecimiento  y plenitud personal.

El regreso, que de cosas puede guardar y significar, es así como cuando estamos por un  período largo de viaje  y queremos regresar porque añoramos nuestra cama las cosas que  nos son familiares, el olor de eso que llamamos hogar, el regreso en estas circunstancias podría ser grato y placentero para el que lo siente. ! Ah!, pero el regreso a situaciones poco placenteras  podrían crearnos un nivel de desazón a nuestra existencia comparables al volcán que sólo deja destrucción y dolor a su paso, aquí  nos preguntamos  ¿Será necesario desandar el camino recorrido? Pienso que ésta es la pregunta obligada en cualquier circunstancia del transitar de ese recorrido que nos permite pintar nuestras vidas  de colores alegres y de otros menos luminosos.

Sabemos que lo pasado nunca será igual,  aunque tendemos a pensar que lo pasado fue mejor, pienso que debemos seguir montados en el autobús de nuestras vidas con sus subidas  y bajadas  construir y enriquecernos con los que nos quieran acompañar en nuestro viaje y tomar de cada persona esa esencia que nos quiera regalar y ver que la idea quizás no es regresar ,sino seguir avanzando y recorriendo con el alma habida de esperanza, bondad, sabiduría, para tomar lo mejor del despuntar del alba con esos rayos de sol maravillosos que acarician mi piel para un nuevo día y llegar al ocaso del mismo, observando ese cielo de múltiples colores  para comenzar la noche con miles de estrellas. Esto tiene un gran significado para mí y es  que la vida me lo da todo para ser inmensamente feliz, a pesar de que no haya regreso.


miércoles, 17 de octubre de 2018

Reunión de octubre 2018


Reunión de octubre 2018
Tema: el regreso/regresar
Host: Don Alberto
Anfitriona: Doña Gudelia
Lugar: Casa de Gudelia
Fecha: sábado 27 de octubre
Hora: desayuno a las 10:00 am
Tipo: Contribución

Regreso a casa
Regreso al país
Regreso al colegio
Regreso a un amor
Regrèsame mis peroles


Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe:

regresar conjugar ⇒

  1. intr. Volver al lugar de donde se partió:
    regresó a su pueblo después de veinte años de ausencia. En América, también prnl.
  2. tr. amer. Devolver o restituir algo a su dueño:
    regrésame el traje que te presté.
'regresar' aparece también en las siguientes entradas:





sábado, 6 de octubre de 2018

SIN PASIÓN... ¡NI EL FÚTBOL ES EMOCIONANTE!


Soy aficionado al fútbol, pero de esos de televisión, como muchos venezolanos, que solo se acuerdan del balompié cuando se acerca el mundial. Hace algunos años asistí a un seminario comercial en Belo Horizonte y los organizadores programaron llevarnos al juego que ese fin de semana protagonizarían Fluminense de Río contra el equipo local. El partido se mantuvo empatado  y fue a finales del segundo tiempo cuando una jugada por parte del Fluminense culminó en gol. Los aficionados de Río sentían alegría y los de Belo Horizonte estaban tristes. En mi caso, que me daba lo mismo quién ganase, no sentí ni lo uno ni lo otro.
Había sido mi primera asistencia a un juego de fútbol, y nada más y nada menos que en Brasil, en donde ese deporte es una religión. Por supuesto que me divertí y la pasé bien con los amigos, pero con relación al juego propiamente dicho, no había sentido la emoción que esperaba, por momentos hasta me pareció largo y tedioso.  Muchísimos partidos que había visto por televisión habían sido para mí mucho más emocionantes. 
Mi cabeza me había estado dando vuelta buscando algo que me había hecho falta en el transcurso del juego. Casi me estaba durmiendo cuando lo encontré: ¡Claro, la repetición!  Como aficionado al fútbol de televisión me había acostumbrado a esperar la repetición, eso que nos permite revivir la jugada en cámara lenta y desde diferentes ángulos. El gol prácticamente ni lo vi, esperándola. La experiencia me enseñó que "En la vida real no hay repetición", hay que estar atento y vivir el momento.
La ausencia de emoción también la atribuí a que no sentía inclinación por ninguno de los dos equipos que se enfrentaban. Me daba lo mismo que ganase cualquiera de los dos, y "Nunca es lo mismo cuando te da lo mismo". ¡Qué distinto si hubiese jugado la vinotinto!
Así ocurre muchas veces en nuestras vidas, si no sentimos interés y pasión por lo que hacemos, difícilmente nos emocionará. Lo mejor para alcanzar satisfacción y placer en cualquier actividad que desarrollemos es hacer uso de nuestros talentos y fortalezas, esos dones con los cuales hemos sido bendecidos. Todos tenemos algún talento, aunque muchas veces ni nosotros mismo lo vemos, algo así como las estrellas que durante el día no se ven, pero no quiere decir que no existan, siempre están allí.

Tenemos que  identificar cuáles son esos dones, que es lo que mejor sabemos hacer y nos satisface, y si podemos aplicarlo al trabajo diario ¡mucho mejor! En una oportunidad, dictando un taller, pedí a los asistentes pensaran en que eran buenos y que era lo que más disfrutaban en su trabajo. Una señora que se desempeñaba en el departamento de finanzas dijo que ella disfrutaba los cierres contables y fiscales. Muchos rieron al escuchar aquello, y un compañero de trabajo de la señora me dijo en voz baja, casi al oído: "Creo que su mayor satisfacción la alcanza cuando nos persigue y nos presiona para que le entreguemos los resultados a tiempo". Independientemente del comentario, la revelación de la señora demuestra que de las cosas menos esperadas podemos extraer satisfacción cuando se está comprometido con lo que se hace, cuando no nos es indiferente el resultado y hacemos un esfuerzo para alcanzarlo. 

Son innumerables los talentos o dones que nos pueden llevar a realizar las actividades con pasión. Los podemos conseguir en un pasatiempo: la jardinería, la cocina. Puede ser en las artes: la música, la lectura, la escritura, la pintura, la fotografía. Sus amigos pueden observar que usted es bueno en su trabajo dirigiendo equipos, en liderazgo, resolviendo conflictos, organizando grupos o dirigiéndose a un público. Le reconocen que es usted amable y tiene buen sentido de humor. Puede conseguirse en esa necesidad de trascender espiritualmente, en la amistad, en el amor, el estudio, visitando un museo, asistiendo a un concierto, participando en un voluntariado  o viajando.

En todo caso, cualquiera que sea la actividad que emprendamos, tenemos que hacerlo con buena disposición, con interés, y las probabilidades de desarrollar emociones serán mayores. Hay que encontrarle pasión a lo que hacemos, de lo contrario el tiempo se nos hará largo y tedioso como mi partido de fútbol en Belo Horizonte. Cuando no hay pasión, ¡Ni siquiera el fútbol es emocionante!

Lionel Álvarez Ibarra
Septiembre 2018