¿Qué voy a hacer de grande? (Humildes aforismos después de un quiebre)
Los sueños se cumplen. Los he visto reflejados en tus ojos húmedos, a punto de brotar
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Su Maestro lo abrazó ese día; iba a dejar que
su pupilo fuese libre, quién descubrió entonces, algo maravilloso en lo profundo
de su ser
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El anciano se sentaba maravillado a escuchar
lo hermoso del sonido del silencio, así fuese solo un zumbido sordo
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Pasaron muchos años para que ese día, uno
cambiara el “soy tu amigo” por “somos amigos”
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Y me hizo llorar; ¡me dejé! Estuve evitando
sus palabras hasta que en un intento final, al igual que el Minotauro en su
laberinto, me dejé atravesar por la afilada hoja de acero. En vez de sangre,
brotaron esperanzas…
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Servitium en
la capacidad de servir a otro en la acción. ¿No es igual a amar?
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Ese día se dio cuenta que no era libre como
antes. Tenía las evidencias: los pelos blancos en su barba, las opiniones
influyentes de la familia en su mente, lo lleno de la caja de medicinas, y lo menos que sale de su casa. No se había dado
cuenta del cambio; solo de las emociones que sentía. Entonces, decidió recuperar
su libertad
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El hombre maduro se quebró. No sabía el por
qué. No estaba preparado para ser dependiente, cuando en su vida toda, no lo
había sido nunca. Un amigo amado, se lo mostró y le ofreció caminar junto a él,
para que volviera a hacerlo, por si mismo
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Cuando aprendí a caminar, tenía los pies
torcidos y me cansaba. Sin embargo caminé mucho. Hay días que me siento lerdo,
debe ser por estar sentado, pero siempre se puede decidir, antes del punto de
inflexión. Yo decido moverme, yo decido vivir, como cuando “éramos inmortales”
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Y me dijo, “gracias por insistir” y entendí
que los milagros existen
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El jilguero se posó en la rama y pensó en un
ser amado. Ese día suspiró, en vez de cantar
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Amor y Amistad tienen la misma raíz. Es por
eso que las frondas de los árboles crecen y se expanden. Con la edad,
profundizamos, cuando se nos caen la hojas
Alberto Lindner