Cuéntanos tu experiencia con la pandemia
María Elena Garassini
Cuando algo es mundial, de forma natural, ocurre un gran experimento social
donde a toda la población se le somete a unas variables y es posible estudiar
el comportamiento de las personas, familias, comunidades, organizaciones, ongs,
países y un sin finde etcéteras.
Seguir por la prensa, twiter, chats, amigos y familia, en diferentes partes
del mundo, los acontecimientos, anécdotas, duelos y hasta apoyo psicológico a
personas que habían perdido familiares a causa de la pandemia, o en medio de la
pandemia, fue de alto reto intelectual, profesional y emocional, pero agradezco
a la vida haberlo vivido, comprendido y aprendido.
Vivir la pandemia en Bogotá, la ciudad donde vivo en este momento, también
ha sido una experiencia de mucho aprendizaje, y de agradecer la vida
privilegiada que tengo en este capítulo de mi vida, en un apartamento amplio,
céntrico, rodeado de ventanas que me permiten apreciar preciosos árboles
frondosos, con espacio para que todos tengamos un lugar privado de trabajo
virtual con computadora y buena conexión a internet, además de trabajo que se
virtualizó de manera sencilla, y con relaciones que me permitieron participar
en muchos eventos.
La vida y la convivencia en familia, en pareja, con amigos, solo, o con la
realidad que a cada persona le haya tocado vivir en el confinamiento, evalúo
como la más significativa y retadora. Hacerse de rutinas asertivas, negociar
con uno mismo y/o con los demás el funcionamiento de las jornadas diarias en
los días de semana y los fines de semana. Aprender a respetarnos los espacios y
las necesidades, entender los episodios de sensibilidad, frustración, miedo,
cansancio o hastío propio o del otro, aprender a encontrar momentos de esparcimiento
juntos o solos. ¡Cocinar con Juan ha sido una actividad en pareja que hemos
disfrutado un montón! Por otro lado hacer seguimiento a familiares o amigos con
sus propios retos durante la pandemia y el confinamiento y apoyarlos
afectivamente, en momentos de compañía virtual, en necesidades económicas o
laborales, en situaciones de enfermedad o de pérdida, en fin estar allí para
ellos, ha sido un ejercicio de solidaridad y compasión que nos hace más humanos
y nos lleva de nuevo al agradecimiento de lo que tenemos y de tenernos
mutuamente.
El valor de aprender y tener acceso a la formación por medio de la
tecnología ha sido un verdadero disfrute para mi que soy tan inquieta. A
principios de este año y la llegada de la pandemia y el confinamiento lo evalúo
hoy como una “diosidencia”. Desde que llegué a Colombia hace casi tres años, he
estado muy atenta a incorporarme en procesos de formación en áreas que siempre
han sido importantes y quería profundizar. Al recién llegar a Bogotá en febrero
de 2018 me inscribí en un curso en la Universidad Javeriana de Resiliencia y
Duelo donde tuve la dicha de tener tres maravillosos profesores y uno de ellos
me invitó a pertenecer a un grupo de estudio sobre la Resiliencia que tenían en
la Universidad, al cual me incorporé enseguida y nos reunimos semanalmente a
leer, intercambiar ideas, colaborar en proyectos, eventos, escritura de libros,
en fin, un disfrute en equipo, maravilloso, que han sido una excelente compañía
virtual también durante la pandemia.
La diosidencia (1) que ocurrió a principios de año tiene que ver con la inscripción en un diplomado sobre Logoterapia que ofertaban de manera virtual , principalmente en Colombia y México, con encuentros presenciales acordados con las personas que se encontraran en la misma ciudad. Lo inicié en febrero y me mantuvo leyendo, asistiendo a las clases y haciendo discusiones y actas de lo aprendido cada semana, casi como estudiar un pregrado jajaja, pero fue tan interesante y cómo continuábamos en confinamiento decidí tomar el segundo nivel del diplomado tres meses más, con la misma intensidad concluyendo con el análisis de un caso súper detallado que nos permitió aprender un montón. Seguido a eso inició la preparación del II encuentro internacional de Logoterapia y me invitaron a preparar un taller y a hacer cualquier intervención artística ( cantando dos canciones con mi hijo menor Santiago que aprendió a tocar guitarra durante la pandemia). Ahora me han integrado al equipo del Instituto colombiano de Logoterapia y empezaré a apoyarlos en varios proyectos que están construyendo para iniciar el próximo año. Yo le comenté a la coordinadora del Instituto que “La logoterapia o terapia del sentido y yo nos estábamos buscando y felizmente nos encontramos aquí en Bogota”. Este encuentro con la Logoterapia y este grupo de seres humanos que la promueven aquí en Colombia ha sido uno de los mayores regalos que la pandemia me ha dado.
El tiempo dedicado a mi misma ha sido un lujo durante la pandemia. Tener todas mis necesidades vitales resueltas resulta un privilegio y me ha permitido tener maravillosas experiencias durante esta pandemia que han servido de amortiguadores y catalizadores para la falta de movilidad, insignificante en mi caso, que nos ha impuesto el confinamiento.
Doy gracias finalmente a la vida, y a Alberto, como el coordinador de nuestro club de escribidores el poder habido retomar la escritura, y poder compartirla en forma virtual mensualmente, en unos encuentro maravillosos que han sido “chocolate para el alma en estos tiempos de pandemia”.
Un abrazo a todos
Lele
(1) Coincidencias de Dios, o con Dios. Aclaratoria para los que nos leen de lejos