lunes, 28 de abril de 2025

EL OCASO

Autor: Martín A. Fernández Ch.

Fecha: 27/04/2025

Era casi la puesta del Sol, el mar se encontraba sereno, se podría decir que su tranquilidad atemorizaba, como un llamado premonitorio, puesto que así estuvo todo el día.

Ellos escucharon sonidos de sufrimiento que provenían de lejos. Era la primera vez que percibían algo así, lo que les hizo investigar.

-          ¿Escuchaste eso Mantarraya? -dijo Delfina

-          ¡Sí lo escuché! Parece un canto de lamentos.

Pelícano también lo apreció, aunque con menos intensidad porque se encontraba en el extremo del saliente de la roda del casco, punta de la proa de su peñero, dejando que la brisa marina del atardecer alborotara su plumaje. Las ondas de tal quejido le llegaron como un sonar proveniente del agua, que subió por la madera de la embarcación hasta donde se encontraba. Al igual que sus amigos, consideró que se trataba de muestras de dolor; entonces, les dijo que iba a elevarse para informarles desde lo alto.

En su vuelo a gran altura, ellos lo seguían, pero también se guiaron por las señales trasmitidas a través del agua, que les sonaban como llantos.

Desde lo alto, Pelícano observó a una gran ballena blanca, al acercarse se dio cuenta que se trabaja de un cachalote de avanzada edad, puesto que así lo predecía su magnitud de 20 metros de largo; entonces comenzó a volar en círculos, para que sus amigos llegaran al sitio, pero, ellos ya estaban allí. Delfina Guacamaya llegó primero, puesto que ara más ágil y rápida, luego lo hizo Mantarraya Azulejo, debido a que su nado era parsimonioso.

Notaron que la ballena blanca tenía su cuerpo bien maltratado. La aleta pectoral derecha estaba rota, como si había sido mordida. En su lomo tenía gruesas y largas heridas, curadas por el tiempo, como señal de varios intentos de casería. Su respiración no era normal, por eso permanecía en la superficie y no se atrevía bajar a mucha profundidad.

Delfina le preguntó cuál era su nombre, a lo que le respondió “Albino”, pero que le había escuchado gritar a los hombres cazadores “Moby Dick”. En eso, Mantarraya le dijo sorprendido que era una leyenda histórica. Pelícano, quien estaba posado en el lomo del cetáceo, le indicó a Mantarraya que seguramente lo llamaban así por su parecido con el personaje de la novela del estadounidense Herman Melville, titulada con ese mismo nombre, donde se relata la persecución de una ballena similar que, al final, no logran cazarla.

Delfina Guacamaya, quien es la más curiosa, le comienza a preguntar por sus marcas en el cuerpo, respondiéndole en cada caso, siempre acompañado de un suspiro agónico “un grupo de orcas me atacaron cuando era más joven, disparos de lanzas que me impactaron algunos barcos balleneros…” y así seguía explicándole por todas las marcas que tenía. Mantarraya Azulejo, imprudente como siempre, le preguntó si esa era la causa de su llanto, pero le manifestó que no.

“Ya estoy cerca de los 70 años, estoy viejo y moribundo. Tengo dolores de todo tipo, pero los más intensos vienen del alma, por todo aquello que soñé y no me atreví a alcanzarlos por cobarde. Desde hace tiempo mis hijos se fueron a otros mares y no sé nada de ellos. Mi esposa falleció de vieja hace dos años. Estoy solo, no porque he dejado de tener amigos, sino porque ya han partido de esta vida. Y ahora me toca a mí. Lo que quiero decirles, es que estos son los ayayay de los viejos.

“¿Morirás solo?” Le preguntó Mantarraya. Delfina le dijo que eso era muy triste. Pero Pelícano, quien también es de avanzada edad, entendía perfectamente a Albino y les dijo a los chicos que “cuando se es viejo, la soledad siempre está presente, puesto que cada quien hace su vida, pero que eso no significa que dejen de amar y de extrañar, es solo una etapa de la vida, la última”.

Albino les contó que, cuando llegue el momento, se sumergirá hasta lo más profundo y su cuerpo morirá, pero que su alma se liberará y viajará a donde están sus ancestros, amigos y familiares, para reencontrarse y continuar una nueva vivencia en otra dimensión. Este será un viaje al cual nadie me puede acompañar, lo tengo que hacer solo. El hecho de que hubieran venido hasta aquí, a acompañarme, me ha ayudado a comprobar que existe el amor al prójimo.

La ballena, luego de esa despedida, comenzó a descender y, al poco tiempo, cuando bajó más de 10 metros, dejó de verse. Solo pudieron apreciar grandes burbujas de aires que subieron hasta la superficie.

Delfina Guacamaya y Mantarraya Azulejo, se asustaron y se angustiaron. Entre ellos conversaron que, en el caso de Pelícano, lo acompañarían hasta el final, pero que no lo dejarían solo.

Pelícano, quien estaba volando, para honrar a Albino, se elevó alto e hizo piruetas como cuando era joven y se zambulló en el agua, para luego quedarse flotando en la superficie con sus amigos en compañía. A pesar que conocieron a Albino por poco tiempo, en ese reducido rato de conversación, entendieron toda su vida. Permanecieron en silencio, meditando y sintieron el dolor que había experimentado Albino.

 

FIN



domingo, 27 de abril de 2025

Mi lista de Ayayaes

¡Ayayay! Ya tengo el link de Zoom para leer sobre los ayayaes y acaso voy por la segunda ye en mi reflexión y divagación habitual sobre el tema del mes.

Confieso que no he sabido cómo entrarle todavía. Y no es por falta de ayayaes en mi vida, porque tengo muchos, de todo tipo, como cualquier persona del montón. 

Al conocer el tema, mi primera aproximación fue hacer una lista de mis ayayaes o padeceres, de cuerpo y alma, tal como decía la pauta. Pero no me provocó, no me dio la gana, como dijo Lele y la secundamos, sobre ocasiones en la vida en que simplemente no somos estoicos.

¿Evasión? Tal vez. Prefiero pensar que es actitud. Para qué hacer una lista, si yo ya me la sé. Convivo con todos y cada uno, así, como se experimenta la convivencia: con respeto, aceptación, rebeldía, armonía, discusiones, soluciones, límites, expresiones, acompañamientos, intensidad, rupturas, reconciliaciones.

No sé por qué, con este tema no me he enganchado. No estoy pendiente de qué me duele. Ni en el cuerpo ni en el alma. Yo simplemente sigo. Siempre. Para decir ayayay hay que detenerse. ¿O no?

Pienso. Uno de los mayores ayayaes del cuerpo: cuando te golpeas un dedo del pie con la pata de una mesa, silla o la cama. Es un ayayay grande, de los más intensos, menos mal que casi nunca grave.

Ayayayyyyyyy…., dicho así, como largo y suspirado, alivia el alma

Ayayay, cuando la cosa está que arde.

A lo largo de todo el mes cada vez que he pensado en el tema, junto a la idea recurrente de la lista, se cuela con picardía la línea de una canción:

Ayayayay, canta y no llores, porque cantando se alegran cielito lindo los corazones

¿Será que es una lista de canciones con ayayay lo que quiero hacer? Nooo. no puede haber tantas como para una lista.

Ay Ay Ay Ay Ay Ay lo digo yo, fue el vaquero más auténtico que existió, Pecos Bill, cantado por mi mamá, apareció para decirme que son al menos 2.

Pues le pregunté a Google. David Bisbal, que siempre me ha gustado, especialmente como baila, tiene una reciente, como de 2023, una bachata que me encantó. Van 3.

Cielito lindo le cedió paso a un Ay Ay Ay Ay Ay Ay na na na na na na que me ha costado reconocer: ¡Marc Anthony! 

Ay ay ay, Ay ay ay, Let it rain over me

Y luego ¿Cómo no? Selena: 

Como la flor con tanto amor

Me diste tú, se marchitó

Me marcho hoy, yo sé perder

Pero, ah-ah-ay, ¡cómo me duele!

Ay ay ay, ¡cómo me duele!

Conseguí otra: Gloria Estefan con Il Volo, Ay ay ay. No la conocía. Me gustó mucho.

¡Ayayay! Mmmmm… Estoy segura que así empieza un merengue. Escribo en Google ayayay merengue. Pues ignorante yo, ayayay es una expresión típica del merengue, especialmente el dominicano. 

Olga Tañón tiene su canción que se llama así, tal cual: Ayayay. También otra chica que no conozco, Luisana Grullón.

¡Cómo no me acordé antes de la Bachata Rosa de Juan Luis Guerra! Ayayayay amor…. Eres la rosa que me da calor

Resulta que sí, estoy haciendo mi lista de ayayayaes: un playlist en Spotify. Y estoy gozando un montón.

Carmen Lucía Rojas

Abril de 2025



Lidiando con los Ayayaes del alma y del cuerpo / Juad Masters

Hmmm. Buen tema...

¡Este año cumplí 50!

En los años previos, empecé a notar cómo mi cuerpo y mi alma comenzaban a hacerse presentes de una manera que en el pasado no habían hecho. 

A nivel corporal, pequeñísimas cosas, ni queja en realidad, pero sí cositas, aquí y allá, que susurran mi nombre de manera muy sutil, pero muy insistente... Por ejemplo... esa rodilla... ajá... sí, sí, te escucho mientras subo o bajo las escaleras de la casa... y la vista… ¡Dios! Ya no puedo salir directo de la casa y montarme en el carro y manejar… Sin los lentes veo el mundo a distancia como si le hubiese pasado un algodón a una palabra escrita en un pizarrón. ¡Ahora lo mismo está lentamente comenzando a ocurrir para leer...!

En mi alma ahora guardo más años, y con ello más experiencias. Nunca había reflexionado en particular acerca de los ayayaes del alma… pero si me pongo a pensar, ahora acobijo en mi alma la pérdida de ambos padres y de una gran amiga. Experiencias trascendentales, que me han moldeado de manera profundamente celular.

Ahora como madre de adolescentes, aguardo las alegrías junto con la agridulzura de ver su infancia ya vivida y su cercanía a la adultez cada vez mas cercana. No un ayayae per se…pero ¡uy, como le mueve a uno el alma!

En su totalidad, los ayayaes del alma y del cuerpo suman quien soy en este momento, en mi presente y mi realidad. Me siento agradecida por tener la oportunidad de notar estos benditos ayayaes, de poder reflexionar sobre ellos y abrazar las maneras en que me definen hoy por hoy. De entender las formas en las cuales mejoran mi humanidad, y de reconocer que, en algunas ocasiones, sucede lo contrario, lo cual me impulsa a verme en la necesidad de ejercitar mi voluntad mental para poder sobrellevar la experiencia de una manera que sí me sirva.

En fin, es así como llego a la conclusión de que los ayayaes de mi alma y de mi cuerpo son mis guías, mis maestros…amigos incondicionales que toman mi mano a diario y me acompañan, pegaditos y con cariño, en esta hermosa aventura de transitar el maravilloso paso del tiempo en mi vida.

Juad




Achaques/Lila Vera

 Mis achaques

–¿Cuáles achaques?  Yo no tengo achaques y si los tengo que se esperen pacientemente porque no tengo tiempo para ellos–respondió, en un tono indescifrable 
–Chica, a todos nos duele algo,  o nos fastidia tener que ponernos los lentes para ver mejor. Seguro tienes más de un achaque.

Lila se quedó callada.  De pequeña había sido epiléptica.  Las convulsiones fueron realmente muy pocas, gracias, tal vez, al empeño de su papá en que se tomara su medicina. Ella protestaba cada mañana cuando veía las pastillas en la mesa del desayuno al lado del pan con mantequilla y mermelada que estaba sobre el plato. Pero se las tomaba. Ya siendo una adulta joven, decidió dejar de tomarlas. No había sido irracional.  Más del 85% de los niños con su tipo de epilepsia se curaban al llegar a los 20 años.  Y en efecto se había curado.  
Luego vinieron los tiempos de los desmayos. Era hasta vergonzoso.  Se desmayó siendo estudiante de medicina cuando su cuñada adolescente estaba pariendo. Le volvió a pasar con el nacimiento de su segundo sobrino.  Más nunca entró al parto de un miembro de la familia.  Se desmayaba cuando le dolía la barriga o cuando veía, oía o le contaban de un evento doloroso. De nuevo, era vergonzoso. Pero aprendió a identificar los desencadenantes y los primeros síntomas y a tomar acción.  

Aceptó la presbicia a la tierna edad de 37 años. Acababa de morir su esposo y esto le pareció un detalle menor.  

El cáncer de mama no fue una achaque sino una batalla brutal de la que quedaron cicatrices achacosas: una sensación de hormigueo en los pies; un contaje de glóbulos blancos venido a menos; y luego un pito perenne en los oídos- tinitus le dicen.

Al principio, el ruido en los oídos la distraía.  No podía entender cuando le hablaban.  Pero recordó el fenómeno de habituación de los recién nacidos que se acostumbran a la luz intensa o a los ruidos.  Se imaginó con las capacidades de los recién nacidos y logró poner el ruido como telón de fondo y no como protagonista. 

Se paró para servirse una taza de café y sintió el dolor de la costilla que se había aporreado unos días atrás. 
Te va a doler por un mes- se dijo- pero en voz alta reviró –yo no tengo achaques.

Ayayaes/Jesucita Peters

 

Autor: Jesucita Peters S.

Fecha: 27 de Abril 2025

 

 

“Lidiando con los Ayayaes del alma y el cuerpo”

 

No sé, si a medida que avanzamos en edad nos hacemos más conscientes de nuestros Ayayaes, o será que cuando gozamos de la preciada juventud no nos permite evidenciarlos o es que no los tenemos, buena interrogante ahora hay que buscar las respuestas.

Considero quizás es más fácil identificar los Ayayaes físicos, viene a mi memoria una visita que hice a la familia de una compañera de estudios de la universidad, yo transitaba por mis 21 años y sentados en la mesa dispuestos para almorzar estaba el esposo de la hermana de mi amiga, llamando mi atención el hecho de que el Sr. tenía al lado de su plato un pastillero con no menos de 10 pastillas, para mi edad no lo entendía, que locura, como este Sr. se tomaría todas esas pastillas y para qué; hoy día muy a mi pesar le voy siguiendo los pasos pues tengo en mi haber 8 pastillas para aliviar mis malestares físicos. Hoy día doy gracias por los avances médicos, porque si bien tenemos Ayayaes físicos, tenemos para mitigarlos y generarnos cierta calidad vida.

Igual muy agradecida con mi Dios por todo lo que nos regala cada día a pesar de nuestros Ayayaes  físicos, si bien están allí me permiten impregnarme de las cosas bellas que me regala la vida, actualmente comparto con un grupo de abuelas que de una u otra forma tenemos similitudes, somos abuelas, con edades entre los 49 a 90 años, disfrutamos nuestras reuniones mensuales, reímos, bailamos, compartimos experiencias y algunas viajamos. Hay un subgrupo que nos reunimos más a menudo por vivir más cerca unas de las otras y nos llamamos “Las Crujientes” ya que al levantarnos un huesito aquí, otro más allá suena y no porque queramos, sino que el almanaque obliga a acostumbrarnos a estos sonidos que forman parte de nuestra cotidianidad, llevarlos a cuestas con actitud positiva quizás es la clave.

 Una vez hablaba con una amiga que renegaba porque todos los días debía tomarse la pastilla para la tensión y yo le pregunto y que pasaría si no existieran estas pastillas, que sucedería  con tu vida, existe la posibilidad de que te diera un accidente cerebro vascular y haya una probabilidad de que una parte de tu cuerpo no responda de forma motora y que tu habla se encuentre afectada y no te puedas valer por ti misma, solo imagina las implicaciones para tu hija. Pudo entender que hay personas que tienen enfermedades en donde no hay aún una pastilla que puedas tomar, definitivamente la actitud que asumamos ante estos eventos o “Ayayaes” nos harán cargarlos a cuestas sin que nos definan ante la alegría de vivir el aquí y el ahora.

Los Ayayaes del Alma, quizás más difíciles de identificar por cuanto tienen distintas manifestaciones en el ser humano y pueden trasladarse al soma  y confundirse  con los Ayayaes físicos, recuerdo a mi prima Nancy la cual tenía 14 años y era muy enamoradiza, en su grado estaba un compañero de clase llamado Alejandro, ellos eran novios a escondidas de sus respectivos padres y su lugar de encuentro eran las clases y el colegio, pero un buen día hubo sombras en el paraíso y se terminó la relación, cuáles fueron los  Ayayaes del alma presentes, llanto, pérdida de apetito, perdida del sueño, interés por vivir, apatía ante los distintos eventos que antes eran de su interés; fueron tantos los Ayayaes  que mi tía Lucia la llevo al  médico y después de un despistaje a través de exámenes se determinó que Nancy lo que tenía era  Mal de Amores, mi tía asombrada pregunta puede tener todas estas manifestaciones, pues si los resultados de los exámenes están todos bien, es allí cuando Nancy le confiesa la ruptura con Alejandro y comienza a llorar a rienda suelta.

Trasladándome a la actualidad surge en mí el duelo migratorio, hace 5 años me mudo de mi amada Venezuela dejándolo todo con la esperanza de volver, esperanza que no creo que se dé ya que fue muy traumática mi salida del país. Siento que aún me hace falta  hacer un cierre con mi historia de vida.

Cuando llego a los Estados Unidos si bien estaba con mis afectos más cercanos y el disfrute de la abuelidad, siento que se me movió el piso significativamente, llego a Chicago donde residía mi hija y se me pasan los días entre nieve, días cortos por el invierno, poco sol y otros olores. Veo la terraza con los muebles cubiertos de nieve, el jardín delantero de la casa  con más nieve ,el frio calándome los huesos ni de broma me atrevía a salir de la calefacción de la casa, eso para mí era impensable en ese momento, aunque mi hija trataba de sacarme a los centros comerciales y me llevaba a conocer a sus amigos, yo me sentía extraña por el clima, yo estaba todo el día sola ya que se iban desde temprano a trabajar y regresaban en la tarde con mi nieto pues él estaba todo el día en el Daycare,  fue muy fuerte acostumbrarme a esta nueva vida, a Dios gracias todo pasa, mi hija y su esposo deciden mudarse a Houston en donde el clima es más tropical, pude darme cuenta que el clima influye significativamente en mi estado de ánimo. Hoy día tengo varias amigas que hacen mi estadía aquí más favorable, me gusta la pintura y estoy en grupo de pintura que me llena mucho; hago manualidades con un grupo de venezolanas y  sin mentir cada vez que nos reunimos me duele el tórax de tanto que nos reímos, es súper reconfortante y alegre nuestras reuniones y enseño español para no perder la costumbre.

 He tenido momentos  de Ayayaes del Alma importantes que han significado pérdidas  en mi vida, en mi proceso de divorcio fue tan fuerte que desemboque en un Ayayaes físico diabetes, si bien tenía una carga genética importante por el lado de mi madre, se acelera su aparición en función de este evento que estuve viviendo. El síndrome del nido vacío cuando se mudaron mis dos hijas a los Estados Unidos dejaron un vacío en mí y en  mi hogar que perdí el sueño pensando en ellas. Cuando fallece mi madre en la cual había volcado mi atención en su cuidado y salud me siento sola y como que no había un motivo para seguir, pero no contaban con mi astucia, me volqué en mí y a prestarme la atención necesaria para continuar disfrutando la vida que Dios me regalaba todos los días.

Hoy a pesar de todos los Ayayaes físicos y del alma he aprendido que forman parte del ser humano  y sin ellos quizás no podríamos contar nuestras historias con lo bueno y lo no tan bueno que pudieran tener y siempre con nuestra capacidad de resiliencia para seguir avanzando y aprendiendo, esa es la orden.

ayayay/Irma Wefer

Ayayay…

 

Un ayayay  es el lamento profundo de un alma que sufre. Un grito de dolor que emana de nuestro interior para hacer notar la herida. No la esconde, la muestra para poder ser curada.

Los ayayaes  nos salvan en esta  vida tan llena de aristas y recovecos traicioneros. De caminos inciertos que nunca hubiéramos querido recorrer.

Hay momentos en que los ayayaes se nos ahogan en la garganta. No existe palabra que los nombre cuando de un golpe seco se nos arrebata aquello que da significado a nuestras vidas, la razón vital que nos empuja, dejándonos solo la visión de la vastedad de la ausencia.  

 Entonces el silencio se hace estridente y el alma abismo de vacío. Inermes, devastados, sin encontrar dogmas o certezas donde esconderse, solo la tristeza ataviada de sin sentido. 

Poco a poco el hilo del amor empieza a construir un camino diferente, el de los recuerdos, el de las validaciones y el agradecimiento. Aparece la esperanza del encuentro y el acompañamiento. Así vamos recuperando la voz. El dolor se hace apacible y los ayayaes posibles.

Nos damos cuenta que la fe nos salvó. Fe en nosotros mismos, en la persona que hemos construido; fe en los demás, que muchas veces son los muros que nos sostienen y protegen; fe en Dios, muestrario constante de ese amor que nunca se ausenta.

El hilo del amor, ese que no se desgasta, me mostró su mejor cara, la del dolor que me transformó en una mejor persona.

A partir de allí, aprendí que todo ayayay puede tener un regalo inesperado, solo hay que tener la apertura y el amor para verlo.


Irma Wefer

Lidiando con los ayayaes del alma y el cuerpo/Angel Ceballos

 

LIDIANDO CON LOS “AYAYAES” DEL ALMA Y DEL CUERPO.                                                        

(Tema del mes de abril – club de escribidores de PP)

 

Mis lápices “primaverales”, cuando leí el tema de Gudelia sobre los “ayayaes” , no pude evitar recordar a mis hijas, impostando: ¡aquí está “Angel María”!, su abuelo, que en paz descanse,  quien con mucha frecuencia, cuando estaba meditabundo, emitía esa expresión de forma sonora que se volvió un símbolo emocional de “atención” familiar.

 

Esa expresión, que por alguna razón fue heredada por mí, contaminó y ya es un símbolo trasmitido a mi nieto mayor. O sea, ya es una herencia familiar que nunca la había internalizado ni buscado el significado real que podía tener en el árbol genealógico los Ceballos.

 

Entonces, se me ocurrió explorar con mayor conciencia el significado que pudiera tener esa expresión en la emocionalidad de nuestra humanidad, sobre todo para buscar paralelos o similitudes con mi padre, mi nieto y yo, por haberla adoptado,  diferenciando por supuesto las épocas y las circunstancias del entorno de formación y crecimiento.

 

Aprendí, que la expresión "ayayay" proviene directamente de la interjección "ay" que repetida varias veces se utiliza para expresar diversos sentimientos, especialmente los de aflicción y dolor, que al repetirla varias veces como "ayayay",  intensifica la expresión de esa sensación o emoción de forma visible. 

 

Mi padre, quien era muy emocional, como yo también lo soy, por mi compañera de larga vida, mis hijas y nietos y ahora por Gudelia, me motivó a profundizar que significado podría tener hoy en mí, para buscar pistas de cómo lidiar con ella, aunque un “ayayay” no necesariamente es una oda en la constitución del ser. ¿Y qué pasa si le diéramos una mirada apreciativa a esa expresión?

 

Comencemos con lo natural: Un “Ayayay” se puede utilizar en varios estados o gamas emocionales, como un:

 

·  Dolor físico: Similar a un simple "¡ay!", pero con mayor énfasis.

·  Aflicción o pena: Para lamentar una situación triste o desafortunada.

·  Sorpresa desagradable o alarma: Ante un evento inesperado y negativo o una

·  Queja o lamento: Para expresar malestar o frustración por algo.

 

Igualmente, dependiendo del tono, intensidad y contexto, pudiera ser utilizada como una burla o incredulidad, dependiendo de su modulación y su contexto.

 

Reconozco que la repetición de la vocal "a" y la consonante "y" crea un sonido que intuitivamente transmite una sensación de lamento o quejido, lo que explica su uso extendido en la lengua española para expresar estas emociones. Es una expresión muy arraigada en el habla coloquial de muchas regiones de nuestra “madre patria” extendida en Latinoamérica.

 

Pero mira que interesante salirnos de la concepción natural y negativa del “ayayay” que ahora como estudioso de la PP,  apreciar lo positivo que pudiera tener o estar en nuestras relaciones, estando presente como una: 

 

  • Descarga emocional: para liberar frustración o dolor pudiendo ser temporal.
  • Búsqueda de empatía y atención: Un “ayayay sentido” pudiera ir en la búsqueda de comprensión y apoyo de los demás, para validar una experiencia.
  • Conexión en una conversación: Compartir quejas sobre experiencias comunes (el tráfico, el clima, problemas laborales) puede crear un sentido de conexión y pertenencia entre las personas. "¡Ayayay, este tráfico es terrible!" puede ser el inicio de una conversación amena y un sentimiento compartido.
  • Identificación de algo nuevo: Un adecuado “ayayay” puede ser una señal de que algo falta, ya sea a nivel personal o social, para ser exitoso.

En mi caso particular, mis  “ayayaes”, son “botones emocionales” que motivan al buen humor. Todas las hijas ríen a carcajadas al recordar su abuelo, que, sin buscar el significado real de sus razones, llegan espontáneamente a nuestros corazones para alimentar el espíritu y alma en un proceso, que, en mi opinión, no requiere atención consciente ya que esa expresión pudiera reflejar algun punto de inflexión hacia una satisfacción física, emocional o espiritual. La clave está en discernir entre una “ayayay  puntual que busca una liberación o desahogo emocional o señalar un problema o una actitud constante de victimismo que no busca soluciones.

Ahora pienso que el equilibrio radica en expresar un “ayayay de manera constructiva y buscar soluciones en lugar de quedarse atrapado en la lamentación constante. Y mira lo que se me ocurrió con el tema, gracias a Gudelia:

Me ha motivado a hacer un ejercicio durante un mes, llevo 15 días, para que todas las noches reflexiono  e identifico, cuantos “ayayaes” o quejas tuve en el día y escribirlas de forma “salvaje”, con el fin de caracterizarlas, buscar su significado pero además cuantos momentos de satisfacción, elogios y alabanza, pudieron surgir de ellos,  para hacer un balance y medir cuantos, “que vaina tan buena” (emocione positivas) tuve con los ayayays del momento y si la relación es mayor de 3 a 1, para unirme al camino que Barbara Fredrickson nos iluminó, para: 

  • Generar cambios cognitivos en el cerebro
  • Hacernos más creativos, resilientes, receptivos y abiertos
  • Desarrollar nuevas competencias, relaciones, conocimientos y comportamientos y
  • Ayudar a acelerar la recuperación de los “ayayaes” que aparezcan sin querer queriendo.

En un abordaje consciente en la dimensión Mental y Emocional lidiar los “ayayaes” nos puede llevar a:

  • Cuestionar nuestros “ayayaes internos” y examinar su validez.  Reemplazar los pensamientos negativos por afirmaciones más positivas y realistas.
  • Establecer límites: Si los “ayayaes” o quejas provienen de otros, aprender a establecer límites saludables.  Aprender a decir "no" y a proteger nuestra energía.
  • Practicar la empatía: Intenta comprender la perspectiva de la persona que se queja con mucho “ayayaes” .
  • Enfócarte en lo que puedes controlar: A menudo, los “ayayaes” se centran en cosas que no podemos cambiar, para dirigir la energía hacia lo que sí está bajo nuestro control, y tener una reacción estoica, con pensamientos, emociones y acciones usando nuestra virtudes y fortalezas.
  • Buscar el lado positivo: Intentar encontrar pequeñas cosas positivas incluso en situaciones difíciles.
  • Practicar la gratitud: Enfocarse en las cosas buenas que tienes la vida. Esto puede ayudarnos a contrarrestar la negatividad cultural de los “ayayaes”.
  • Desarrollar la resiliencia emocional: Aprender estrategias para afrontar el estrés y la adversidad de manera saludable.

Y en un abordaje en la dimensión espiritual y del Alma:

  • Conectarte con tu propósito: Reflexiona sobre tus valores, tus pasiones y lo que te da un sentido de significado en la vida.
  • Practicar la atención plena (mindfulness): Estar presente en el momento te ayuda a observar las quejas sin juzgarlas ni dejarte arrastrar por ellas.
  • Buscar la conexión: Cultivar relaciones significativas con personas que te apoyen y te eleven. .
  • Practicar el perdón: Indultar y liberar  a otros y a ti mismo, por los “ayayaes” o quejas y  emociones negativas que pueden liberar una gran cantidad de energía negativa.

La clave, pienso está en discernir entre una queja puntual que busca espacio, tiempo y desahogo o señalar un problema o una actitud constante de victimismo que no busca ni encuentra soluciones. Un mundo donde solo hay "ayayayes" puede volverse paralizante y negativo. Sin embargo, un mundo donde las preocupaciones nunca se expresan corre el riesgo de ignorar problemas importantes. El equilibrio radica en expresar el malestar de manera constructiva y buscar soluciones en lugar de quedarse atrapado en la lamentación “rumiante” y constante.

Como lo declara nuestra “pana” Barbara Fredickson , si en tu día a día, tienes más de 3 emociones + sobre los presentes “ayayaes” que puedan surgir, tienes el camino fértil para cultivar tu bienestar

Angel “ayayay” Ceballos (Abril 2025)

Lidiando con los ayayaes del alma y cuerpo/María Elena Garassini

 Lidiando con los Ayayaes del alma y del cuerpo

 Waooooooo que temazo este que nos ha propuesto Gude para escribir este mes. Yo no sé si es la cercanía a la década de los 60, la migración, los cambios y retos en la vida personal y laboral, o la simple exacerbación de una característica de personalidad relacionada con la hiperreflexibilidad y la necesidad de anticipación, pero los ayayaes, no tanto del cuerpo sino del alma están a flor de piel en mi experiencia diaria.

Para cada persona, un ayayay , es decir, tener que lidiar con algo, puede ser definido en forma muy subjetiva y personal.

Empecemos con lo que es un ayayay. Como no es fácil definir los términos asociados a las vivencias personales, comenzaré diciendo que para mí un ayayay sea quizás un tema que se me hace recurrente, que no he conseguido una solución con la que esté conforme, o que siga requiriendo de mi atención, y por supuesto que me distraiga de estar haciendo otras cosas que sumarían a mi vida: aprender, distraerme, descansar , en vez de preocuparme.

Cuáles serían los ayayay de mi presente actual del cuerpo y del alma

Del cuerpo la presbicia y la menopausia. Para la presbicia los lentes, para la menopausia, diferentes productos y muuuuuucha paciencia.

Del alma , la revisión de mis roles y la necesidad de pertenencia y compañía.

La revisión de mis roles

Mi rol de mujer, siempre estoy preocupada por las injusticias que leo, oigo, veo, e incluso me tocan por ser mujer.

Mi rol de hija, a veces me cuestiono si hago TODO lo que debería para apoyar a mis padres, en conjunto con mis hermanos, hijos, etc.

Mi rol de hermana, me preocupa no tener un contacto permanente con mis hermanos, para saber los unos de los otros, porque si sabemos que el otro está allí y lo podemos contactar, y con él o ella, para lo que necesitemos

Mi rol de mamá, es quizás siempre el que más me preocupa, porque aunque tengo un buen canal de comunicación , siempre abierto con mis cuatro hijos varones, además son muy distintos entre ellos, y viven realidades y retos particulares, me cuestiono si debo o no decirles ciertas cosas, opinar, proponer, etc.  Con todo, y que en conjunto con mi esposo, los apoyamos en todo lo que podemos. Quizás es que parte de la maternidad/paternidad es lidiar con los ayayaes de los hijos , o de nuestra relación con ellos.

Mi rol de esposa, quizás en este rol, los ayayaes están bastante trabajados por la cantidad de años de convivencia (casi 40 de matrimonio y 4 de noviazgo ¡!!!). No obstante, siempre hay algún ayayay en lo que se dijo, o no se dijo, lo que se opina o lo que se hace, pero esto mantiene viva y hace felizmente retadora el cultivo y renovación de la relación

Mi rol de profesora, quizás por la migración, y las diferencias culturales, con frecuencia me preocupo de algún comentario que hice en clase sobre la forma que deberían pensar, opinar o comportarse los jóvenes estudiantes. Esto me genera con frecuencia ayayayes.

Mi rol de psicóloga, este rol es profundamente retador para los que lo ejercemos, o lo es para mí cuando lo ejerzo porque las realidades de los pacientes, con frecuencia son muy complejas, y abordar los procesos psicológicos que los aquejan, no siempre es sencillo, y cuestionarse la forma en que hizo, algunas veces, incluso para bien del ejercicio reflexivo, es un ayayay profesional.

Mi rol de voluntaria apoyando proyectos sociales siempre ha sido algo muy importante en mi vida personal y profesional. Si bien de manera natural digo que si a todos los que me piden apoyo e incluso me ofrezco de voluntaria para donar mi tiempo como profesional del desarrollo humano, con frecuencia me veo cuestionándome o preocupada de si estoy haciendo lo suficiente, lo que se necesita, y un largo etcétera.

La necesidad de pertenencia y compañía

Este es un ayayay que surge de una necesidad, quizás exacerbada mía, de pertenencia a grupos y de compañía de personas para conversaciones cercanas.

Siempre he pertenecido a grupos y he contado con la bendición de tener personas con quienes tener buenas conversaciones. Después de migrar me he esforzado mucho por pertenecer a grupos de áreas de mi interés, integrándome a grupos que ya existían en el lugar de acogida, e incluso creándolos, si no existían. De igual manera he buscado iniciar, y mantener nuevas relaciones que se han hecho cercanas , y cuidar mucho, utilizando los medios digitales las relaciones de toda la vida familiares y de amistad, perooooo, y de allí viene el ayayayyyyy, me hace mucha falta poder tener de manera periódica ciertos encuentros presenciales, que eran parte importante de mi vida antes de migrar: todos los almuerzos familiares de domingo en casa de mi mamá, asistir y apoyar en elaborar algún postre, cremita, etc. para celebrar cumpleaños, bautizos, graduaciones, matrimonios, e incluso ir a velorios y misas. Además reuniones con amigos y personas queridas que compartimos algo en común.  Para muestra un botón, con ustedes mi amigos del club de escribidores.

En fin, pareciera que es parte de la vida, o de vivir, estar lidiando con los Ayayaes del alma y del cuerpo.

María Elena Garassini

los ayayais de abril

 Limpiando mis alfombras de vez en cuando

No me acuerdo del nombre de ella; y aunque fuimos muy cercanos, no llegamos a nada. Y la nada es nada, porque lo que interpretaba como un interés genuino, era en realidad, un interés por otro.  Al final, no sé si la cercanía ayudó a su objetivo. Igual, hoy somos viejitos, ella no quedó con él, y vivimos felices como perdices.

Pero, hay recuerdos que duelen, relacionados, posteriores. Ahora, pensando en que escribir, se vino, como de la nada, este recuerdo que hoy, no tiene ninguna importancia. Pero entonces, la tuvo y se nota que la mala hierba deja raíces y retoña.

De toda esa época he hecho un trabajo de alta costura, arreglando rotos y haciendo remiendos. Pero al igual que el amor, como dice la canción, se nos rompe de tanto usarlo. Y la nueva costura es otro aspecto que no he resuelto. Justo suele llegar con un suspiro, un latido mayor, una expresión de letargo, como un “ayayaii”, o una arruga en el entrecejo.

En fin, sin duda, una buena oportunidad para limpiar la casa, la que de tanto en tanto suelo entrar a hacerlo, pero que hace que las cosas se vayan escondiendo debajo de las alfombras. Voy a cerrar un ciclo como me viene a la cabeza, sin reglas, sin estructuras, solo el parcho, el hilo y la voluntad. Los escribo en su lengua, para que sea profundo, curativo y definitivo.

Are un mal breli moco la Tacirupeca, banamica laso por el quebos con su lalatra-,lalatra. A ciarenfedi del tocuen a llae le batagus el bolo. Rae riotaliso, tiaves de grone, sica presiem, rae ymu larpupo y niate riastohis.

Liaso seguirsecon al bolo, en el nomica a ver a su labuea rope no la badalusa. En el nomica, cionoco a Notilesce, un venjo tediantues, ymu docolu, un copo domiti e dotivertroin y rapa dana larpupo. . Su gran tobutria, rae, que rae gomia del bolo rozfe. Y la tacirupeca lo posu. (Golue me di tacuen que llae rae la bola y el troo ser, se bajade varlle) Yo bientan me jede varlle y nos mosmi, totan que basapen en un restein nonuige. -Brepo de mi- kiasi sarpen, tirsen y rarllo.

Potiem puesdes, Notilesce briocudes que le ciaha norho al brenom y que viosir en chasmu nessiocao de tepuen. Ser tepuen es ser nobue rapa niru dos tespar que tanes dasrapase. A ciarenfedi del tepuen alre, lo que sapa es que tedan una datapa por el locu y tolis…

Ya he dopialim mi saca trao vez, y cheveproa rapa piarlim bien jobade de las brasfomal y lo que va dodanque. No tilesce ya no le ceha norho al brenom, hoy requie ser nou de los dos dosla del tepuen, y no le ha doi mal. Y los troso boslo que tal?

La bola se mioco al bolo; lesue sarpatreen la mamisciepees. Masdea, porlo que pesu, dopue narmiter tees tocries con un maepo somofa de Ciagar Calor:


“Y que yo me la velle al ori,

Doyencre qe rae lazuemo

Rope niate dorima

Fue la cheno de gotiasan

Y sica por somiprocom”

TOBERAL

lunes, 14 de abril de 2025

CEC/ Tema del mes de abril 2025

 


CEC

Abril 2025
Tema: 
Lidiando con los Ayayaes del alma y del cuerpo
Fecha: domingo,  27 de abril
Hora: 10 am
Hibrido. Zoom con presencial "a que Gude"
Host. Doña Gudelia