miércoles, 30 de julio de 2025

POEMAS VARIOS

 

LOS MISIONEROS LOCOS DE DIOS

 

Están hechos de la fibra de Cristo

Son las hilachas divinas

Con las que Dios

Construye antorchas humanas

Que no se apagan

 

Los misioneros locos de Dios

Se duermen con el alma seca

De tanto haberse entregado

De tanto saturarse en el otro

Hasta quedarse, solo, en los huesos

Solo, en el cuero

 

Los misioneros locos de Dios

Tienen el alma de acero para perseverar

La mano larga para ayudar

El corazón ligero para amar

y no se dan cuenta

Cuando dejaron de recibir y de vivir

 

Los misioneros locos de Dios

A veces apagan su luz

Cuando se pierden

en el oscuro laberinto de su fe

Se colgaron en su propia cruz

Sin el permiso de Dios…

 

GCH

 

 

LOS HUÉRFANOS DE DIOS

 

En mi diminitud llevo el milagro de Dios

Se me hizo milagro, desde que tengo conciencia

Desde que mis pequeños pasos

Tropezaron con las espinas del mundo

 

Mi fe es umbral, profundo cobijo

Dios no se ocultó en mis peores momentos

Fue mi motor, mi agua viva

Mi aire en esencia,

Mi salvador, mi elemento

 

Me duelen los huérfanos de Dios

Aquellos que se soltaron de su mano

Andan parias por la vida

Como locos sin Dios

Con un nudo de ansiedad en la garganta…

 

GCH

 

 

DIOS HABLA EN MI SILENCIO

 

La voz de Dios es potente en mi silencio

Sus palabras gritan y transitan,

por los hilos invisibles de mis creencias

 

Dios es el misterio más sublime en mi vida

Me habita en la paz, la ternura y en la compasión

Lo habito en mi fe, mi oración y en mi amor

 

Dios es verbo en mi fragilidad

Es umbral en mis tormentas

Lo sentí desde el vientre de mi madre

A mi súplica jamás tardó en llegar…

 

 GCH

 

domingo, 20 de julio de 2025

ÚLTIMA CONVERSACIÓN

"...preguntarle al papa Francisco si mi madre verá a mi padre más allá de la muerte, y para llevarle a mi madre su respuesta..." Javier Cercas en su libro: El loco de Dios en el fin del mundo.


Autor Martín Fernández

Fecha de publicación: 28/08/2024

Al pie de un arbusto, resguardado en una morada con forma de cueva hecha con ramas secas, plantado en la ladera rocosa de la montaña, frente al mar de la costa de Carmen de Uria, se encontraba Martín Pelícano, ya era viejo, su plumaje estaba descolorido y despeinado, sus ojos eran grises debido a su larga edad que sobrepasaba los 60 años, superando la longevidad natural de su especie. Estaba moribundo, acompañado por su pareja de vida y con un par de amigos de la infancia.

─Mi amor, me siento muy débil ─dijo Martín Pelícano.

─Respira con calma, te sentirás aliviado si te tomas este brebaje que te preparé ─dijo su amada, tratando de animarlo, pero temiendo por ese ineludible momento como es el último suspiro de la vida.

─Amigo mío, no te vamos a abandonar, aquí estaremos para acompañarte ─dijo uno de sus compañeros que allí se encontraban.

Estaban tristes, aunque entendían que, lo que le pasaba a Martín Pelícano, formaba parte de la vida y que a todos en algún momento también les llegaría. Sentían el gran deber de estar con su gran amigo hasta su último aliento, pues han sido muchos años de aventuras, compartiendo alegrías y tristezas.

─¿Te acuerdas cuando, todo emocionado, a gran velocidad te lanzaste en picada al agua por un pez, pero un tiburón se te adelantó? ¡Te enfureciste! Y, como un loco empezaste a picotearlo para que lo soltara. Hasta que esa gran criatura te enseñó quien era el rey de los mares, enseñando sus fauces y brincando hacia ti, tan alto que casi te agarra ─dijo Martín Pelícano a su amigo, con una leve carcajada.

─¡Qué va! Los tiburones son criaturas torpes. Además, tú sabes que fui campeón acrobático y era la atracción principal del circo de “Los Hermanos Valentinos” ─dijo el amigo, inflando su pecho y presumiendo delante de todos.

─¡La verdad es que eres un exagerado y un tremendo cobero! En ese circo tu trabajaste de asistente del mago, apareciendo y desapareciendo dentro de su sombrero, porque la atracción eran esos hermanos, haciendo acrobacias con sus motos dentro de una esfera metálica. Además, luego que te salvaste de ese tiburón, fue tanto el miedo que agarraste que estuviste una semana si entrar al agua. Y nosotros tuvimos que llevarte comida para que no murieras de inanición. Eras y sigues siendo un echón y, peor aún, un pelícano quemado ─dijo el otro amigo en tono burlón, haciendo que todos los que estaban en el recinto se rieran a carcajadas.

─¡Mi amor no te rías tanto, que estas muy frágil! ─dijo su amada, preocupada por su condición.

─No te angusties mi amor, que la risa me reconforta, momentos como estos son los que valoro y extraño: estar con mis amigos y recordar tantas anécdotas vividas ─dijo Pelícano, quien mostraba un mejor semblante, aunque fue solo por un instante. ─¿Esos que están en la orilla de la playa son Delfina Guacamaya y Mantarraya Azulejo? ─dijo, en un pequeño instante que logró afinar su vista, mostrando una sonrisa, pero que en seguida se transformó en tristeza, porque no tenía la fuerza para volar y saludarlos.

A Pelícano ya le era difícil respirar, sus pestañeos se hacían más lentos y sus pupilas se estaban dilatando. De manera sorpresiva, aterriza a su frente una Pelícano de plumas blancas brillantes, envuelta con una luz incandescente, haciendo que, al contrario de asustarlo, más bien sintió con una paz indescriptible.

─Madre, estas hermosa. ¿Qué haces aquí? No imaginé verte de nuevo ─dijo Martín Pelícano, mientras escuchaba un lejano llanto desgarrador y las leves voces tristes de sus amigos despidiéndose.

─Hijo mío, vine a acompañarte en este nuevo vuelo. No te espantes, pero vendrá a buscarte el Ángel Negro para llevarte al mundo de los espíritus ─dijo su madre, mientras le daba un abrazo amoroso, como cuando pequeño.

En ese mismo instante, llega un negro pelícano, con su plumaje azabache brillante y con largas alas. Sus uñas eran largas y del mismo color. En su cabeza, las plumas las tenía erizada. Si bien parecía algo tenebroso, Pelícano no le temía, porque sentía que se trataba de un ser especial. De repente, también llega un pequeño pelícano de plumaje dorado, al cual Martín Pelícano lo reconoció porque se trataba de su amigo imaginario de infancia, con quien se distraía largas horas volando y haciendo piruetas en el aire.

─Martín Pelícano, llegó el momento de que vayas al mundo de los espíritus. Has obrado bien, por eso, Dios te quiere en su reino, en el paraíso. Si bien tu amigo imaginario y tu madre han abogado por ti, no fue necesario, porque Dios te ama y te quiere a tu lado y pronto tendrás la oportunidad de la resurrección, o bien como pelícano nuevamente o como otra criatura si así lo deseas ─dijo el Ángel Negro, quien tenía una voz glamorosa y que persuadía tranquilidad plena a Martín Pelícano.

─Preferiría ser un pelícano de nuevo, porque fue muy placentero ─dijo Martín Pelícano, con voz pausada y amable, haciendo una reverencia ante el Ángel Negro.

Los cuatro: Martín Pelícano, su Madre, su amigo imaginario y el Ángel Negro, tomaron vuelo en dirección al cielo. Él logró ver con claridad a sus entrañables amigos de aventuras cuando su naufragio por el mar: Delfina Guacamaya y Mantarraya Azulejo, quienes se encontraban cerca de la playa velando su partida. Pero lo que más le alegró fue verlos con sus respectivas parejas y sus hijos, jugando juntos, con alegría y amor. Logró ver a sus amigos haciendo espectaculares piruetas en el aire, como si hubieran sentido que él estaba sobre ellos viéndolos, como haciéndole un tributo festivo de despedida.


FIN