Actualmente
pareciera que el grito de libertad resuena en diferentes lugares. Reclamamos
universalmente el derecho a ser libres. La pregunta es ¿entendemos la libertad
todos de la misma manera?
Desde
mi mirada, la libertad se fragua en la rutina y se manifiesta en los momentos
de las decisiones personales. Es entonces cuando la voluntad individual toma el
timón y construye hábitos que se van insertando en el sentido de la vida. Así
nos vamos haciendo responsables de los actos derivados del ejercicio de nuestra
libertad.
Creo
que existen libertades esenciales en mi realidad como persona. En estas
reflexiones trataré de dar cuenta de algunas de ellas.
Por
ejemplo, la libertad de reconstruir la memoria de mis experiencias. Memorias
que son el camino de revelaciones propias. Jorge Luis Borges decía que la revelación es ese “momento en
que el hombre averigua quién es, cuando se ve cara a cara consigo mismo”.
No
siempre tenemos la misma cara. Somos cambiantes. Evolucionamos con el tiempo.
Cada revelación nos muestra esa cara que vamos construyendo. Se hace necesaria la
cercanía a nosotros mismos. La voluntad de descubrirnos, de buscar nuestras
certezas en medio de nuestras dudas, de encontrar lo que nos apasiona y
compromete, de revelar eso que nos vulnera, de reafirmar lo que somos capaces y
aceptarnos cuando no lo somos. En fin: valorar y conciliarnos con esa persona
que solo nosotros sabemos cuánto nos ha costado llegar a ser y amarla
con sus luces y sus sombras.
Veo
la libertad como una especie de mortero del alquimista, capaz de transformar
las lágrimas en agua fresca. Negarme a vivir en la tristeza, la ira o el miedo.
Una forma de renunciar a pesos inútiles y adoptar la faz de la generosidad, del
agradecimiento, de la esperanza y de la fe.
Quiero la libertad de amar a mi manera. Y digo a mi manera porque es un lugar
común decir que el amor verdadero es
sólido como la roca. No: la idea de roca
evoca rigidez y dureza, y el amor ha de ser líquido porque solo los cuerpos líquidos
tienen la capacidad de fundirse el uno con el otro.
Necesito
libertad para pensar, para observar, para examinar e interrogar. Imagino un
muro lleno de puertas y ventanas. Un muro que me contenga en ésa que soy. Mi
libertad me permite abrir esas puertas y ventanas e ir más allá de mis
prejuicios y entender el mundo y comprender a los otros. Deseo tener la capacidad
de analizar lo que entiendo y comprendo para poder aceptarlo; y, en última
instancia, elegir amarlo porque el amor trae consigo una de las más hermosas
libertades: la de crear.
La
libertad me genera sentido de vida. Hay que acogerla, sentirla y vivirla porque
es la morada de la vida plena.
Irma Wefer
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