El tema de octubre fue: De cuando cambiamos oro por espejitos...o viceversa
El Host fui yo y fue el 29 de octubre 2023. Solo fuimos tres o cuatro
Mi tema:
Espejitos dorados
Las cosas demasiado cotidianas son parte de nuestros recuerdos. Así todo lo que nos pasa cuando somos pequeños, se incorpora a lo conocido aunque no tengamos la posibilidad de llegar allí con recuerdos. A veces suelo hacer el esfuerzo, así como quién puja cuando está estreñido, para poder alcanzar un recuerdo que reconocemos que tenemos, pero imposible de traer a tiempo presente.
En uno de esos trances, recordé varias cosas. Entre ellas, la primera vez que entre al mar en los brazos de mi padre. Seguro estaba “indiecito” o sea desnudito, como decía mi madre. Recuerdo que no paraba de llorar y moquear. Desnudo, en un mar frío y a juro (obligado). El recuerdo es mío, como si estuviera parado al lado de mi padre, cosa que no es posible. Esa escena si existió. Era en camino a Arrecifes, una playa en el occidente del estado La Guaira, que antes se llamaba Vargas. Quizá suela suceder, que las historias íntimas, las volvemos recuerdos, así como por añorar, pertenecer o no dejar ir.
Arrecifes era un lugar preferido, único, un lugar para volver. En el 2011, años después del deslave, cuando mi chofer me traía de vuelta a Caracas, desde Camurí, le dije que siguiera recto. Uno sabe que viene a Caracas, porque manejando por la costa, de repente se cruza a noventa grados y se comienza a subir. Anduvimos largo, como una hora, pero todo estaba empantanado, roto o solitario. En algún momento y presumo que llegando al sitio, le dije que se diera vuelta. Y volvimos. Cambié mi oro por espejitos.
Arrecifes, fue un lugar preferido. Lo recuerdo con honestidad genuina. No puedo mentir en mis recuerdos, que aunque lejanos, no se asemejan a una historia contada o al recuerdo de mis hermanos mayores. Con ellos fui. Era el menor, pero la casa prestada por la familia Cupello, los mismos que representaban los mejores relojes acá. Recuerdo mi desnudez. Mis hermanos eran muy jóvenes, así que yo debía tener 5. Desnudo, es de cómo aprendí a ser honesto. Una vez escuché que la gente desnuda no puede decir mentiras, pues no tiene donde meter las manos.
Ya he escrito sobre esto antes, recuerdo que caminaba con una bacinilla por si me daban ganas de hacer pupú, recuerdo los cangrejos caminando pa tras, que eran aplastados por las ruedas de los carros, recuerdo que la casa estaba en alto y bajábamos una escalera para llegar al mar, recuerdo que el mar era picado y a veces me arrastraba, recuerdo un mar de fondo en el que fui rescatado, recuerdo una picada de un “agua mala” (medusa), recuerdo los corales rasgando mis pies, pero ante todo, recuerdo haber sido, haber estado, haberlos amado. Los cinco hermanos y mis dos padres. Es una huella indeleble que ninguna historia de otro, puede crear. Se crea en la añoranza, en la magia de haber estado con ellos. Y cambiaba por oro, sus espejos.
Y me servían para verme y verlos en mi vista. Éramos felices, aunque no lo éramos del todo. Y si no lo fuimos, esta historia de recuerdos, merece que si lo hayamos sido. Aunque Arrecifes es lo que más recuerdo de mi infancia temprana, es donde mi mente acude a descansar. Arrecifes es un lugar para estar, así sea de pasada, de decirle, -mira, acá estoy otra vez, ya pasaron 62 años- y quedarse como para esperar la respuesta. Necesito regresar. A lo mejor es como el viaje del héroe, cuando se sale de la cueva. Daría mi oro para recuperar sus espejos…
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