Los seres humanos somos benevolentes, sociales y con el don
de hacer acciones positivas por naturaleza propia. Yo estoy convencida de ello.
Son acciones silentes, sin mucho alboroto que llenan de plenitud al corazón;
todo lo contrario a lo negativo, que es mucho más estrepitoso.
En estos tiempos tan convulsivos y con tanta incertidumbre
es más retador para mí, practicar acciones que desarrollen la fe y esperanza. Mis
pensamientos de optimismo y posibles logros, los atrapo en una red protectora
de valor, constancia e ilusión para demostrar que si se puede … que si podemos.
Estar distante empequeñece, pero al mismo tiempo engrandece
el poder de estar presente para apoyar y declarar que unidos si podemos. Son muchos
los sentimientos encontrados, difíciles de expresar y decido desnudar mi corazón
para sentir, entender y crear una armonía de emociones que me permitan seguir con
mis experiencias.
Cada día pongo en práctica mi mejor versión: soy amable, sonrío,
reconozco y agradezco lo bueno que tengo, facilito cualquier apoyo y desarrollo
hasta seis emociones positivas para sobrepasar las fuerzas contrarias que hoy vivo
en la ausencia. Dar mi compañía, escuchar y mirar a los ojos cuando las
emociones se abren y se comparte sin siquiera conocerme, me aportan un granito
de arena en la gran playa de lo posible, de lo soñado. Son momentos donde aprecio
que todos somos seres humanos con las mismas necesidades, donde la compañía amable,
positiva y posible se grita en forma silente y fuerte a la vez.
He sentido la solidaridad del extraño, el miedo de una
posible replicación, la curiosidad del mal informado. Pero lo que más he vivido
es respaldo, apoyo y una particular solidaridad que me llena el corazón, acortando
la distancia y haciéndome más presente.
Janet
Jiménez
Bogotá,
Junio 2017
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