domingo, 4 de agosto de 2019

reencuentro

El reencuentro
Era un 3 de agosto, lo recuerdo. Había un desorden en la estación de policía de Los Teques. Cinco ancianos gritaban, vociferan y se empujaban, culpándose unos a otros. El jefe de la policía trataba de pedir silencio pero no era posible. Eran tres hombres y dos mujeres. El oficial no se podía explicar cómo un grupo tan raro de personas tuvieran que ver unos con otros. Todos rondaban los 80 años de edad, sumando entre los cinco, 400 años de vida. El policía que no entendía mucho, no sabía que además de la edad, los igualaba la pasión por la escritura.
Pedro es el líder del grupo. Había sido abogado litigante cuando joven. Es delgado y muy alto; y seguro tuvo mucho éxito con las mujeres estando casado hasta hace poco, en  que quedó viudo. Aun tiene un pelo con buenas raíces y abundante, pero completamente blanco.  Se viste siempre de pantalón gris y camisa blanca, y a veces se coloca una corbatica de lacito, pero unicolor. Su único problema es que tiene narcolepsia. Por eso dice, “que no importa llegar tarde, pero siempre poder llegar”. Su problema es que ya no llega. De los cinco es el que está más alterado pues dice que le robaron el carro, y para colmo llegó un comando especial y lo secuestraron para traerlo hasta acá. 
-Mire, mire señora, no le jale el pelo al viejito que se le va a caer, no lo empuje- decía el oficial tratando de no perder la calma, aunque le provocaba sacar el arma y disparar al techo, pero recordó que arriba guardan el aceite de la dos patrullas que tienen y no sería conveniente.
Martha, la que le jalaba el pelo a Pedro, fue maestra cuando joven. Es soltera y pretenciosa. Ahora cree que con los cuatro pesos de la pensión puede hacer grandes cosas. La verdad es que el seguro social le pagan las sesiones semanales para tratarse el TOC, el trastorno obsesivo compulsivo.  En su caso, grita a todo gañote porque ella le dice que lo salvó, y él en cambio,  les dice ladrones. 
Jhon es gringo, es el mayor, ya tiene 85 años aunque parece de 82. (Tiene el ego muy elevado). Nació en Nueva York y trabajaba para la Exon y se vino en los años 60 a trabajar en los campos petroleros. Estuvo hasta el año 74, fecha en la que regresó al norte con la nacionalización de la industria. Aprendió a hablar el español un poco “machucao” pues en los campos de petróleo solo se hablaba inglés. Lo aprendió a juro pues se casó con una india del amazonas y tuvieron cinco hijos. Todos viven en el norte con su mamá india. Allá llaman a su mamá, “the Nany” que es como mas cool y raya menos. Con Jhon hay que tener cuidado pues no se sabe lo que lee, lo que entiende y lo que hace. Generalmente es un traspiés. 
-Señora pero quédese quieta voy a llamar a un policía si no lo hace. No muerda al gordito.  Ahh perdón, el policía soy yo,- dijo. Luego le gritó y le dijo –le voy a llamar a un psiquiatra. – Entonces Marta se calló
El gordito con el pelo “jalado” se llama Julio, y es talabartero. Trabaja el cuero pero en encuadernaciones. Aún tiene su taller artesanal en Santa Rosalía, en el Centro de Caracas. Todo el día se le va bajando de Los Teques a Caracas y luego subiendo. Lo hace una parte en Metro, luego en bus, y luego camina como dos cuadras. Ya no tiene empleado, pero va para abrir la puertas y las ventanas. A veces le da tiempo para coser un libro por la mitad. Pedro lo tiene amenazado con pedirle que forre en cuero su manuscrito, para que se lo empaste y llevarlo a la biblioteca nacional. Es su sueño. Siempre le dice que cuando le pida que lo empaste es porque ya vió a la pelona y se va despidiendo. Quiere llevarlo el mismo a la biblioteca. Versa sobre su propia vida, escrita cuando no se quedaba dormido. Julio es el más entregado del grupo, el talabartero, el “que cose, ata y los mantiene unidos”. Eso lo llegó a decir Juana una vez, quién lo amó mucho en silencio. 
Juana, la más joven del grupo y es metafísica. Los demás se burlan de ella porque siempre habla de lo metafísico y lo esotérico. Prende velas, fuma tabaco con la candela pa´dentro, lee el tarot, las Runhas egipcias, la borra del café, el aura y las líneas de la mano. Si alguien del grupo le hace algún comentario de salud, Juana les prepara un “de todito” que incluye ramasos, buches de ron, picada de ojos, humero de tabaco y rezos varios.  Juana cree activamente en el más allá, y tan allá que solo se viste de negro cerrado y con el pelo blanco estirado como una liga, con un moñito en la parte de atrás de la cabeza. A veces se coloca un camafeo rosado con una figura de una mujer en nacar, que ella dice que era su abuela de cuando baile con Bolívar.
Tal era la confusión en la comandancia, que el oficial llamado Linares, tuvo que buscar refuerzos. Colocó entre cada anciano a un policía y luego les pidió que “hicieran distancia” con el brazo extendido como se hacía en el colegio de cuando niños. Ya calmados los metieron en una celda. Se escuchaban susurros que decían: “ladrones, soberbios, mal agradecido, fantasmas”. Pedro, alcanzó a susurrar; “todo por escoger el tema para escribir este mes…Todo por el reencuentro”. Y además estos malandros me roban el carro…
Los cuatro ancianos levantaron la mirada a la vez y cada quién desde su asombro. El tema es que tenían un grupo de contacto y le tocaba a Pedro decidir el tema a escribir, pero no lograba tener unos minutos corridos de conciencia sin dormirse. Todos recuerdan que colocó: “Bue, reen cue …” Para Pedro sin dudas era el reencuentro, ya que ni se acuerdan, si se ven o no. El tema es que cuando se escribe en clave cada quién lee e interpreta desde su propia realidad, desde su propia mirada.
Martha entendió que era un rehén en su casa y presta llamó a la policía, la que acudió. Momentos antes Pedro se había asomado en su ventana y había visto que no estaba su carro, “Carajo, me lo robaron”, dijo, y también llamó a la policía para denunciar a sus amigos.
Jhon el gringo, entendió que dos ee es i y que estaba pidiendo un rin Q para sus cauchos y fue y se llevó el carro al taller, donde lo buscó la policía por robo. Julio, ante la presencia de la muerte de su amigo entendió que había escrito “reencuaderna”, lo que significaba que se estaba despidiendo, por lo que llamó al servicio de clínicas, y que mandaran una ambulancia para que lo revisaran. Raudo y veloz se fue a la estación del tren para ir a su taller  de Santa Rosalía para reencuadernar el libro, pero ese día no hubo electricidad. Se puso a llorar y un policía se lo llevó a la central para asistirlo.
Juana la bruja entendió reencarnar. Lo primero que le vino a la mente fue que tenía que preparar un espacio donde habitara su amigo en la despedida y en el tránsito a un nuevo cuerpo. Lo único que tuvo a la mano fue el gato del vecino, el cual metió  en una caja. Prendió velas y entre conjuros convocaba a la vida eterna. El dueño del gato al percatarse del hecho, llamó a la policía.
Todos ellos fueron convocados por diferentes temas a la misma hora y en el mismo lugar. Cada quién gritó sus pasiones y sus emociones. Pedro ya estaba dormido otra vez.
Linares pensaba dejarlos hasta el día siguiente para que aprendieran la lección. Era mucho para un solo día; un robo, un secuestro, un infarto,  un acto depresivo,  y una brujería. Linares se asomó en la celda y vio a Pedro plácido, y a Juana la bruja dormida en su regazo. Jhon contaba la tabla de multiplicar en ingles y que porque era bueno para las enfermedades seniles. Martha le revisaba el pelo a Julio a ver si conseguía algún piojo rezagado. 400 años de historia; y a Linares se le arrugó el corazón. y los dejó ir tras la promesa de que se iban a portar bien.
Caminaron tres o cuatro cuadras en Los Teques sin decir una palabra. Pedro preguntó: “¿quién tiene mi carro?. –Ya lo vamos a buscar, le puse rines nuevos, dijo Jhon. Caminaros callados por una cuadra más y las preguntas fueron. “¿no te vas a morir?, ¿No quieres tu libro?”
A la quinta cuadra se pararon. Todos se miraron. De repente explotó una risa que se volvió dos, tres, cuatro, cinco y cien. Rieron por horas, se abrazaron, se besaron y celebraron estar vivos.  Si alguien hubiera estado allí, hubiera escuchado en cada abrazo decir: “que divertido el día de hoy, ¿Cuándo lo repetimos?”

Alberto Lindner

3 comentarios:

  1. Alberto eres una mente brillante! Qué hermoso!,Gracias,por este deleite!

    ResponderEliminar
  2. Es en honor a los escribidores. Todos somos distintos pero todos estamos juntos, unidos por una pasión y por la amistad. Gracias Arca

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Alberto, por tan fabuloso relato, sin duda un retrato de este fantastico club. Lo celebro y te felicito!

    ResponderEliminar